Despu¨¦s del fuego
El s¨¢bado 16 de julio no fue un d¨ªa especialmente dif¨ªcil para los servicios antiincendios del Ministerio de Medio Ambiente, un equipo integrado este verano por 62 aeronaves y 10 brigadas especiales, distribuidas en 34 bases por todo el territorio del pa¨ªs. Aunque no falt¨® actividad. Se enviaron a media tarde dos aviones anfibios para colaborar en la extinci¨®n de lo que parec¨ªa un fuego acotable, iniciado en Cueva de los Casares, en la provincia de Guadalajara, pocas horas antes. Y, sin embargo, para entonces las llamas amenazaban ya el parque del Alto Tajo -un para¨ªso en medio del erial castellano- y hab¨ªan atrapado a un ret¨¦n que pretend¨ªa combatirlas. El incendio que parec¨ªa abarcable estuvo activo cuatro d¨ªas, y dej¨® un reguero de muerte y destrucci¨®n. Once cad¨¢veres y 13.000 hect¨¢reas de suelo forestal de gran valor ecol¨®gico convertidas en cenizas.
Para los afectados en el incendio de Guadalajara empieza ahora un dif¨ªcil proceso de recuperaci¨®n porque las heridas del fuego son profundas y no siempre curables
El anuncio del plan de rehabilitaci¨®n son¨® a m¨²sica celestial a los vecinos de Carnota (A Coru?a) en 1989, pero no hubo dinero para materializarlo
Jos¨¦ Luis Valdelvira se queja de la repoblaci¨®n con pinos del monte Abantos: "Tendr¨ªan que haber plantado frondosas en las zonas h¨²medas"
De lo prometido tras el incendio de Carnota, s¨®lo prevaleci¨® una iniciativa. Se acotaron 60 hect¨¢reas de monte y se introdujo en ellas caballos y ovejas
Para los miles de vecinos afectados empieza ahora un dif¨ªcil proceso de recuperaci¨®n, porque las heridas de un incendio de esta magnitud son profundas y no siempre curables. De poco les servir¨¢ el triste consuelo de haberse incorporado a un colectivo numeroso: el de los damnificados por las llamas. Los incendios forestales son un tributo tr¨¢gico que paga Espa?a todos los veranos al sol, a las sequ¨ªas c¨ªclicas y, sobre todo, a la negligencia y la imprevisi¨®n. Son tragedias que se desarrollan casi siempre de acuerdo con el mismo gui¨®n, un ritual que se repite cada vez que el fuego irrumpe y pulveriza el ritmo de la vida rural.
El duelo de los vecinos de Riba de Saelices (Guadalajara) se asemeja al de los vecinos de Berrocal, un pueblo de Huelva que vivi¨® dos interminables d¨ªas cercado por las llamas del incendio que se declar¨® en la zona el 27 de julio del a?o pasado. O al de los habitantes de Carnota (A Coru?a), que vieron irse en humo los montes cercanos en 1989.
El ciclo suele iniciarse con las lamentaciones y la reflexi¨®n amarga de lo que pudo o no pudo haberse evitado, con reparto alternativo de responsabilidades. "Falta educaci¨®n, falta sensibilizaci¨®n ante el delito medioambiental", reconoce la ministra de Medio Ambiente, Cristina Narbona, que ha logrado involucrar en el plan de prevenci¨®n de incendios aprobado el mes pasado al Ministerio de Educaci¨®n, "para que se incluyan en los procesos educativos los valores de lo que yo llamar¨ªa los derechos al medio ambiente".
A medio plazo, el objetivo es evitar que los espa?oles confundan los espacios naturales con grandes basureros en los que arrojar o quemar desperdicios, o donde celebrar banquetes, a despecho de la fragilidad del bosque. "Hay que acabar con esa tolerancia nacional hacia los delitos ambientales", dice Narbona, y asegura que el Gobierno est¨¢ dispuesto a afrontar el problema con la misma energ¨ªa y siguiendo las pautas utilizadas en la persecuci¨®n de la violencia de g¨¦nero. El mi¨¦rcoles, el presidente del Gobierno se present¨® ante los periodistas con un paquete de medidas de urgencia, entre ellas la creaci¨®n de un Centro de Coordinaci¨®n Nacional contra los incendios, reclamado insistentemente por los ecologistas. Jos¨¦ Luis Rodr¨ªguez Zapatero anunci¨® tambi¨¦n "prohibiciones severas" con objeto de proteger los bosques y "sanciones para quienes las violen". Sobre todo, prometi¨® a los vecinos directamente afectados por el fuego indemnizaciones y un plan de recuperaci¨®n econ¨®mica y social.
Amargos recuerdos
Fueron palabras que habr¨¢n tra¨ªdo a la memoria de Petra Barahona recuerdos amargos. Barahona vivi¨® de cerca el incendio que consumi¨® parcialmente el monte Abantos, a un paso del Real Monasterio de El Escorial, entre el 20 y el 21 de agosto de 1999. Desde entonces no presta demasiado o¨ªdo a las promesas de los pol¨ªticos. "Al final son todos iguales", dice. Ella luch¨® porque no se construyera en la falda del monte m¨¢s de lo que ya estaba edificado. "Pero siguen apareciendo chal¨¦s y pisos por todas partes". No exactamente en el monte Abantos, que sigue intacto y protegido por la Administraci¨®n local del PP, sino en la base de la monta?a, unos metros por debajo de los brotes de pinos repoblados que crecen lentamente, entre retamas y jaras. "Todo lo construido estaba ya previsto en el Plan de Urbanismo que se aprob¨® un mes antes del incendio", rebate el concejal de Urbanismo de San Lorenzo del El Escorial, Gonzalo Cuesta.
El desastre del 26 de julio de 1989, en el que ardieron entre 4.000 y 5.000 hect¨¢reas a los pies del monte Pindo, dej¨® tambi¨¦n heridas profundas en Carnota. De lo mucho prometido, s¨®lo qued¨® en pie una iniciativa testimonial de la comunidad de San Mamede, que acot¨® 60 hect¨¢reas de monte e introdujo en ellas caballos y reba?os de ovejas y cabras que han restablecido el equilibrio natural del monte. Lo que se comen los animales permite que el monte est¨¦ limpio y libre de amenaza de incendios. "Eso no arde ni aunque le botes gasolina", asegura Felipe Send¨®n, el ¨²nico vecino del pueblo que vive del monte. Menos futuro tuvo el plan de rehabilitaci¨®n del entorno del monte Pindo, que, seg¨²n la mitolog¨ªa, era algo as¨ª como el Olimpo de los celtas. Lo que ardi¨® en 1989 estaba muy cerca de otro lugar arrasado a?os atr¨¢s por otro incendio.
La desolaci¨®n fue may¨²scula porque esos montes constituyen uno de los paisajes m¨¢s espectaculares de Galicia, en el Finisterre de la Costa de la Muerte. El anuncio del plan de rehabilitaci¨®n son¨® a los vecinos a m¨²sica celestial. Pero no se encontr¨® dinero suficiente para materializarlo. Desde entonces, el monte sufre cada dos, cada cuatro o cada cinco a?os la dentellada de fuegos menores que lo arrasan todo antes de que maduren las sucesivas reforestaciones.
Las promesas de los pol¨ªticos forman parte del ciclo de regeneraci¨®n que se inicia apenas se han apagado los ¨²ltimos rescoldos. Jos¨¦ Luis Valdelvira, agente forestal de la Comunidad de Madrid (una de las que disponen de m¨¢s medios t¨¦cnicos y mayor presupuesto para la prevenci¨®n y lucha contra los incendios), conoce bien el proceso. Lo vivi¨® muy de cerca, igual que Petra Barahona, en el incendio del monte Abantos que tard¨® seis d¨ªas en ser extinguido.
Fue un trabajo doloroso enfrentarse a aquella desolaci¨®n. Derribar los pinos quemados, y las frondosas que se hab¨ªan dado de maravilla en las zonas h¨²medas del monte. "La madera quemada se vende casi igual de bien que la entera", dice. As¨ª que los pinos centenarios (fruto de una repoblaci¨®n de 1898) se transformaron pronto en pasta de papel. Despu¨¦s de desbrozar el terreno, se inici¨® el proceso de la repoblaci¨®n, cerrando el monte por completo al uso ganadero. "La repoblaci¨®n fue un fracaso. Ven¨ªan con las m¨¢quinas y a?o tras a?o eran marras [se arruinaba]", dice Valdelvira, militante del sindicato UGT y que simpatiza poco con el Gobierno local y auton¨®mico, en manos del PP. "Tendr¨ªan que haber plantado en las zonas h¨²medas algunas frondosas. Nosotros propusimos que se semillara primero y se cerrara el monte un tiempo a los ganaderos, para hacer luego entresacas manuales. Pero prefirieron gastar dos millones de euros en repoblar con m¨¢quinas".
Desde aquel siniestro, el fuego no ha vuelto a amenazar Abantos. Al contrario que en Galicia, la comunidad m¨¢s afectada por el c¨¢ncer del fuego -en 2004 volvi¨® a batir un r¨¦cord con m¨¢s de 2.800 incendios que arrasaron unas 32.000 hect¨¢reas-, donde los fuegos se repiten una y otra vez en los mismos entornos. Puede que en este fen¨®meno tenga alguna responsabilidad el nord¨¦s
. "Cuando sopla, ya nos pone en m¨¢xima alerta", dice Jos¨¦ Manuel Castro, Pich¨ªn, que desde hace 15 a?os est¨¢ al mando de la brigada contra incendios de Carnota. Ese viento deseca la tierra y parece dejar en suspenso la vida de las plantas, "como si les llevara la savia", explica el concejal de Medio Ambiente, Pepe Dom¨ªnguez. "Dos d¨ªas que sople y ya ves el efecto en el suelo y las hojas, que se amustian". El nord¨¦s convierte el monte en yesca y cualquier chispa en llamarada.
Reincidencia
Pero la reincidencia de los fuegos en los mismos o parecidos entornos no es exclusiva del noroeste. El fuego pavoroso que se declar¨® el 4 de julio de 1994 en las comarcas del Bages y del Bergued¨¤, en la Catalu?a central, y que devast¨® en una semana m¨¢s de 40.000 hect¨¢reas, el 10% de la superficie calcinada ese a?o en toda la Pen¨ªnsula Ib¨¦rica, tuvo cuatro a?os despu¨¦s una r¨¦plica nada desde?able. En esta segunda ocasi¨®n, las llamas calcinaron 21.000 hect¨¢reas de suelo forestal en las proximidades de Solsona (Lleida).
Por eso, los payeses del Bages y del Bergued¨¤ miran con suspicacia los bosques reverdecidos, los pinos de apenas dos metros que, sin llegar a la antigua frondosidad (los expertos saben que se necesitan varios lustros para eso), ofrecen, sin embargo, un combustible temible para nuevos incendios.
Los terrenos que rodean Berrocal est¨¢n todav¨ªa lejos de esa fase. Apenas se ha cumplido un a?o de la tragedia que consumi¨® casi 30.000 hect¨¢reas de suelo forestal en Huelva y Sevilla. El alcalde, Juan Jes¨²s Bermejo (PSOE), tuvo desde el principio miedo de que, apagado el incendio, las promesas de ayuda de los pol¨ªticos se evaporaran como el humo.
Un a?o despu¨¦s hace recuento de lo que ha recibido el pueblo: 300.000 euros de la Junta de Andaluc¨ªa para cubrir los da?os en viviendas; 200.000 para las p¨¦rdidas agrarias y ganaderas, que han salido tambi¨¦n de las arcas de la Administraci¨®n auton¨®mica, y la promesa de otro medio mill¨®n de euros que todav¨ªa debe enviar el Gobierno central para reparar las infraestructuras municipales. "Pero el dinero no sirve para nada si no hay futuro", sostiene Bermejo.
En Berrocal, el futuro parece dibujarse optimista. Si los planes del alcalde se cumplen, ma?ana firmar¨¢n un convenio con la Consejer¨ªa de Medio Ambiente para que el corcho de los montes p¨²blicos de Andaluc¨ªa sea transformado y comercializado en la cooperativa. Ser¨¢ una forma de recuperar lo que ha sido desde siempre su modo de vida, la explotaci¨®n del corcho en estas infinitas dehesas ahora calcinadas.
Adem¨¢s, desde la Junta y el Ayuntamiento se han impulsado otros proyectos centrados en el turismo rural o el cuidado de ancianos. El resultado es que, un a?o despu¨¦s, no se ha marchado de Berrocal ninguna familia, seg¨²n su alcalde. El problema de Petra Barahona es totalmente opuesto, porque en El Escorial, donde vive desde hace 13 a?os, la poblaci¨®n, despu¨¦s del incendio del monte Abantos, no deja de crecer. La gente que como ella se instal¨® aqu¨ª huyendo de las aglomeraciones de Madrid, se ha encontrado a?os despu¨¦s con una nueva legi¨®n de colonizadores. El concejal de Urbanismo de San Lorenzo reconoce que, adem¨¢s de los 15.000 habitantes censados, hay en la zona una poblaci¨®n flotante casi equivalente. "Y muchos de ellos est¨¢n optando por quedarse a vivir aqu¨ª, en vista de los precios de la vivienda en Madrid". A fin de cuentas, los temores de Petra Barahona pueden hacerse realidad. "Si seguimos as¨ª, se acabar¨¢ con la sierra. Madrid se lo comer¨¢ todo", se queja. "Deber¨ªa encontrarse otra f¨®rmula para que los madrile?os disfruten de las bellezas de la sierra. Estupendos albergues que pudieran alquilarse, por ejemplo, sin tener que seguir con esta pol¨ªtica de urbanizaci¨®n monstruosa que va a acabar con todo".
Y es que la amenaza es dif¨ªcil de acotar. Lo que no se ha construido sobre las cenizas del incendio de 1999 se levantar¨¢ dentro de poco en una finca no muy lejana, Monasterio, pegada a la autopista de A Coru?a. "Lo que planeamos es un nuevo desarrollo", dice el concejal del Ayuntamiento de San Lorenzo. "Hacia el norte de la M-600 se levantar¨¢n unas 6.000 viviendas y un desarrollo empresarial y tecnol¨®gico que San Lorenzo no tiene en estos momentos".
Pasada la fase de protestas, todos los colectivos rebeldes parecen haberse aplacado. El pulm¨®n de El Escorial sobrevivir¨¢ como pueda, cercado y acotado. Eso es lo que les espera tambi¨¦n a los vecinos de la zona del Alto Tajo abrasada esta semana. Llantos, protestas, promesas -que quiz¨¢ alguna vez se cumplan- y una lucha destinada a durar hasta que las cenizas desaparezcan y vuelvan a crecer, aunque sea s¨®lo un palmo, retamas y jaras y pinos de repoblaci¨®n.
Con la aportaci¨®n de Primitivo Carbajo (Vigo) y Manuel Planelles (C¨®rdoba).
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