A la sombra de Sadam... y de Bush
Nos rode¨® la polic¨ªa. Como mi arma se encas-quill¨®, mord¨ª la c¨¢psula de cianuro, pero el veneno deb¨ªa de estar caducado, porque no pas¨® nada", recuerda Arash Sametipour. Las instrucciones eran claras: "Que no os cojan vivos". El terrorista, que entonces ten¨ªa 25 a?os, quit¨® el seguro de su ¨²ltima granada y la hizo estallar. Cinco a?os y varias intervenciones quir¨²rgicas despu¨¦s, Sametipour tiene un brazo postizo, pero est¨¢ contento de vivir y denuncia el lavado de cerebro y las coacciones del grupo que le llev¨® a flirtear con la muerte, los Muyahidin Jalq o Combatientes del Pueblo.
No es el ¨²nico. La desaparici¨®n del r¨¦gimen de Sadam Husein ha permitido descubrir el horror escondido tras los muros de los campamentos de ese grupo armado de oposici¨®n al r¨¦gimen iran¨ª. En su informe Sin salida, Human Rights Watch revelaba el pasado mayo los abusos y violaciones de los derechos humanos cometidos durante las dos ¨²ltimas d¨¦cadas en los campamentos de esa organizaci¨®n. Los testimonios recogidos por esta enviada en Ir¨¢n corroboran sus acusaciones de largos encierros en solitario, confesiones forzadas, amenazas de ejecuci¨®n, golpes y torturas a quienes intentaban abandonar el grupo.
Al¨ª Moradi: "Nos prohib¨ªan tener sentimientos hacia mujeres, madres o hijos. (...) Cada d¨ªa deb¨ªamos denunciar a compa?eros con alguna debilidad"
A partir del armisticio de 1988, las actividades de los 'muyahidin' se redujeron, pero siguieron contando con la ayuda iraqu¨ª para infiltrarse en Ir¨¢n
Ante la incredulidad y el malestar de Teher¨¢n, la ocupaci¨®n norteamericana no se ha traducido en el desmantelamiento de esa milicia, que Ir¨¢n, EE UU y la UE califican de grupo terrorista. Sus miembros (3.534, seg¨²n datos del pasado marzo) permanecen acantonados, aunque desarmados, en Base Ashraf, a un centenar de kil¨®metros al noreste de Bagdad, desde abril de 2003. Washington les ha dado el estatuto de "personas protegidas bajo la Convenci¨®n de Ginebra". Este curioso acuerdo alienta los recelos del r¨¦gimen iran¨ª, que, a pesar de todo, el a?o pasado les ofreci¨® una amnist¨ªa.
Desde entonces, al menos 273 militantes han regresado a Ir¨¢n. Al¨ª Morad¨ª, de 45 a?os, es uno de ellos. Volvi¨® hace cinco meses. "Los iraqu¨ªes me cogieron prisionero al principio de la guerra y pas¨¦ nueve a?os en sus c¨¢rceles", relata. Fue all¨ª donde le captaron los Muyahidin. "Nos visitaban con informaciones muy negativas sobre lo que pasaba en Ir¨¢n y nos ofrecieron salir de la c¨¢rcel si nos un¨ªamos a ellos; era una gran presi¨®n dadas nuestras circunstancias, as¨ª que unos 150 nos unimos a ellos".
A?os malos
"Enseguida hicieron p¨²blico nuestro caso para cerrarnos la posibilidad de regresar a Ir¨¢n", recuerda ahora, convencido de que los 15 a?os que siguieron fueron tan malos como los nueve anteriores. "Estaba casado y durante el tiempo que estuve en la c¨¢rcel manten¨ªa contacto con mi mujer a trav¨¦s de la Cruz Roja, pero tras unirme a los Muyahidin ya no lo pude hacer. Mi familia pens¨® que hab¨ªa muerto y mi mujer se cas¨® de nuevo". Ese aislamiento era parte de la revoluci¨®n ideol¨®gica promovida por los l¨ªderes del grupo.
"Nos prohib¨ªan tener sentimientos hacia mujeres, madres, hijos, o ni siquiera hablar de ello con los amigos", explica, "y cada d¨ªa deb¨ªamos escribir un texto delatando a los compa?eros que hab¨ªan tenido alguna debilidad al respecto". Seg¨²n Morad¨ª, hab¨ªa dos reuniones de ese tipo: la corriente, que era una cr¨ªtica diaria que torturaba el ¨¢nimo, y la semanal. "En ¨¦sta nos obligaban a escribir nuestros sentimientos durante la semana hacia las mujeres, qu¨¦ hab¨ªamos imaginado, y deb¨ªamos decirlo en p¨²blico, lo cual para nosotros, iran¨ªes, con nuestra cultura, es algo muy duro", manifiesta.
Morad¨ª ten¨ªa ideas marxistas y pag¨® por ello. "Me apartaron del resto y no me dejaban participar en las reuniones y ceremonias religiosas", rememora. Porque la ideolog¨ªa de los muyahidin estaba basada, al menos inicialmente, en una interpretaci¨®n del islam como mensaje revolucionario. "Me sent¨ªa bajo presi¨®n", reconoce. Finalmente, hace cinco a?os fue expulsado, un eufemismo para quienes encerraban en los centros de detenci¨®n internos (iskan) que describe el informe de HRW. "?ramos 13: un cristiano, un miembro de una minor¨ªa ¨¦tnica, y el resto, todos marxistas".
Sin documentaci¨®n, sin contacto con el exterior, la ¨²nica alternativa al encierro era Abu Ghraib, la prisi¨®n iraqu¨ª donde terminaron los m¨¢s determinados en abandonar los Muyahidin. Fueron ¨¦stos quienes primero pudieron denunciar las t¨¦cnicas de lavado de cerebro y detenci¨®n de disidentes que se practicaban dentro de la organizaci¨®n. Ni siquiera la llegada del Ej¨¦rcito de EE UU pareci¨® desalentar a sus dirigentes.
"Como ya no ten¨ªan armas ni pod¨ªan mantener la presi¨®n, les ped¨ª que me dejaran marchar; tras varias reuniones en las que me amenazaban como a un prisionero, logr¨¦ que un amigo pasara un mensaje a un oficial norteamericano y pude explicar mi situaci¨®n. Me trasladaron a su base y con la ayuda de la Cruz Roja pude regresar a Ir¨¢n", concluye con su rostro cansado y lleno de surcos.
Muyahidin Jalq se cre¨® en 1965 como fuerza de oposici¨®n al Sha. Sin embargo, tras la revoluci¨®n isl¨¢mica no encontr¨® acomodo en el nuevo orden y sigui¨® su lucha contra los cl¨¦rigos que la hab¨ªan liderado. Un levantamiento fallido en 1981 acab¨® con sus cabecillas en la c¨¢rcel y con muchos de sus miembros en el exilio. Se instalaron en Francia hasta que, en 1986, el Gobierno de este pa¨ªs empez¨® un acercamiento hacia Teher¨¢n, y la direcci¨®n del grupo, controlada por Masud y Maryam Rayav¨ª, se traslad¨® a Irak. En guerra contra Ir¨¢n desde 1980, el r¨¦gimen de Sadam les dio todo tipo de facilidades, incluidas bases y entrenamiento para formar una milicia.
A partir del armisticio de 1988, sus actividades se redujeron, aunque siguieron contando con Bagdad para infiltrarse en Ir¨¢n y atentar contra altos funcionarios o instalaciones oficiales. En v¨ªsperas de las presidenciales de 2001, varios comandos llegados desde Irak trataron de sembrar el caos e impedir la reelecci¨®n de Mohamed Jatam¨ª. Entre los ataques que realizaron est¨¢ el lanzamiento de varias granadas contra la sede de la polic¨ªa en la calle de Vosarat. No hubo v¨ªctimas mortales, pero lograron poner nerviosas a las autoridades.
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Historia de Babak Am¨ªn
EL RESPONSABLE del ataque de la calle de Vosarat, Babak Am¨ªn, tiene ahora 40 a?os y ha vuelto a retomar sus estudios de inform¨¢tica donde los interrumpi¨® a mediados de los a?os ochenta. "Estudiaba en la Universidad de Viena y all¨ª entr¨¦ en contacto con miembros del grupo; yo buscaba una organizaci¨®n que luchara por traer democracia y libertad a mi pa¨ªs, y me atrajo su propaganda sobre los abusos de los derechos humanos", recuerda ahora desencantado. Junto con varios amigos, se fue a Irak sin ni siquiera informar a su familia. Recibi¨® dos meses de instrucci¨®n militar y revolucionaria en Yalili, un campamento situado en el Kurdist¨¢n iraqu¨ª, y se convirti¨® en miembro de pleno derecho.
Su iniciaci¨®n coincidi¨® con la llegada a Bagdad del matrimonio Rayav¨ª y la creaci¨®n del Ej¨¦rcito de Liberaci¨®n Nacional, la milicia que constituir¨ªa el brazo armado de la organizaci¨®n. "Se estableci¨® Base Ashraf y empezamos a recibir entrenamiento militar profesional por parte de la Guardia Republicana de Sadam", recuerda antes de enumerar varias de las operaciones contra su pa¨ªs en las que particip¨® mientras dur¨® la guerra entre Irak e Ir¨¢n. Pero el entrenamiento m¨¢s duro se produjo tras el armisticio.
"En 1990, la organizaci¨®n inici¨® otra revoluci¨®n ideol¨®gica: los casados ten¨ªan que divorciarse; los novios, abandonar a sus parejas, y todos, aceptar el liderazgo supremo de Rayav¨ª y su mujer como jefes supremos", relata con la mirada vac¨ªa de quien ha perdido lo mejor de su vida en un empe?o in¨²til. Sus jefes consintieron convertirlos en un pe¨®n de Sadam, y durante la invasi¨®n iraqu¨ª de Kuwait, los muyahidin fueron enviados a Janequ¨ªn para contener a los kurdos. A la par que la situaci¨®n se deterioraba en Irak, los Rayav¨ª profundizaban su revoluci¨®n ideol¨®gica. En 1993 lleg¨® la discriminaci¨®n positiva, un paso que le gan¨® al grupo el sobrenombre de Ej¨¦rcito de la Chavala Ca?¨®n, en referencia al personaje del c¨®mic americano.
"Los jefes militares tuvieron que ceder sus cargos a las mujeres, y as¨ª me convert¨ª en el n¨²mero dos de mi compa?¨ªa", explica Am¨ªn. As¨ª termin¨® tambi¨¦n dirigiendo el ataque de Teher¨¢n que llev¨® a su detenci¨®n. En 2000, Maryam Rayav¨ª, nueva l¨ªder de la milicia, envi¨® a varios grupos operativos a Ir¨¢n para fomentar el caos antes de las presidenciales de 2001 y los jefes militares nunca cruzaban la frontera. "Las 10 operaciones que dirig¨ª en Teher¨¢n fueron un ¨¦xito", admite; "luego se interrumpi¨® la llegada de suministros desde Irak y tuvimos que interrumpir el trabajo. Jatam¨ª gan¨® y recibimos orden de regresar, pero nos delat¨® el portero de la casa donde viv¨ªamos".
Tras haber saldado cuentas con la justicia iran¨ª, Am¨ªn ha vuelto a la universidad y cuenta con el apoyo de sus padres para vivir, aunque ha tenido que recurrir a la ayuda de un psic¨®logo para reincorporarse a la vida normal. Morad¨ª trata de rehacer su vida en Jorramabad, su ciudad natal, pero est¨¢ en paro y lamenta que "tras 25 a?os de vida adulta, esta ropa es todo lo que tengo". Sametipour, el joven terrorista, a¨²n no ha logrado olvidar a Elham, la joven hija de unos activistas muyahidin a la que sigui¨® en la aventura por amor y a la que no volvi¨® a ver desde que ambos llegaron a los campamentos iraqu¨ªes en 1999. Ahora dedica su tiempo y sus energ¨ªas a una ONG de apoyo a las familias de los militantes que todav¨ªa no han regresado.
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