Evacuaci¨®n sin ira
Veintid¨®s familias israel¨ªes abandonan hoy voluntariamente el asentamiento de Gaza donde viv¨ªan desde hac¨ªa m¨¢s de 10 a?os
La retirada israel¨ª de la franja de Gaza enciende todas las pasiones: la c¨®lera de los colonos jud¨ªos ortodoxos m¨¢s intransigentes, la aceptaci¨®n democr¨¢tica de unos cuantos vecinos de los asentamientos, la satisfacci¨®n contenida de los palestinos. La mayor¨ªa de los israel¨ªes coincide -consignas extremistas al margen- en la resignaci¨®n. Y todos, en la tristeza. En Peat Sadeh, una tranquila y coqueta colonia fundada en 1989 junto al Mediterr¨¢neo y habitada por 115 personas, a muy pocos kil¨®metros de la frontera egipcia, casi todo estaba ayer listo para la partida. Una evacuaci¨®n, en este caso, sin ira.
A diferencia de otros asentamientos que distan escasos centenares de metros, donde impera la acritud, los residentes de Peat Sadeh, laicos todos, celebraron a las 17.30 (16.30, hora peninsular espa?ola) una fiesta de despedida, aunque las 22 familias se trasladar¨¢n hoy en bloque a Mavkiem, su futuro lugar de residencia, junto a un kibutz (comunidad en r¨¦gimen de cooperativa) a pocos kil¨®metros al norte de la franja. "Pero no podremos ver el mar", comenta Havazalet, una sonriente y en¨¦rgica mujer en la cincuentena, en cuya casa tres obreros palestinos desmantelan el tejado de madera.
Era ella la encargada de atraer a nuevos colonos, para los que ya se hab¨ªan levantado viviendas, nunca estrenadas y polvorientas desde hace tiempo. Desde poco despu¨¦s de que Ariel Sharon recorriera la Explanada de las Mezquitas en Jerusal¨¦n, en septiembre de 2000, y estallara la segunda Intifada palestina. "Nadie quer¨ªa venir", dice Havalazet. "Ahora no vale la pena resistirse ni pelear con los soldados. No tenemos elecci¨®n. Hay que evitar cualquier trauma a los ni?os. Vinimos tranquilamente, y ma?ana [por hoy] as¨ª nos marcharemos. Uno de mis cinco hijos piensa emigrar a Australia", relata triste Havalazet.
Shulamit, casada con un granjero que ya ha trasladado 10 caballos a Mavkiem, con cuatro hijos y el quinto en camino, muestra el mismo talante afable. Aunque lamenta haber pactado tan pronto con el Gobierno su salida de Peat Sadeh, adonde arribaron hace m¨¢s de d¨¦cada y media. "Llegamos a un acuerdo hace ocho meses y ahora resulta que quienes han negociado hace s¨®lo dos semanas reciben mejores viviendas que nosotros". Y se queja de que su nuevo lugar de residencia a¨²n no est¨¢ preparado para recibirles. "Quer¨ªa irme hace una semana, pero aqu¨ª sigo, sin ventanas, con una ducha para toda la familia. Y todav¨ªa no hemos recibido un shekel [la moneda israel¨ª] del Gobierno". Lo que s¨ª padecieron en este asentamiento a comienzos de a?o fueron las visitas de los colonos radicales. "Trataron de presionarnos para que nos resisti¨¦ramos a la evacuaci¨®n, pero pronto nos dejaron tranquilos", apunta Vered, portavoz de la colonia en la que colgaban en los jardines las ¨²ltimas coladas. Los contenedores, uno por domicilio, comenzaban a llenarse de b¨¢rtulos.
Para su corto viaje a Mavkiem deber¨¢n pasar ante el asentamiento de Ganei Tal. Otro mundo a s¨®lo un pu?ado de kil¨®metros de Peat Sadeh, plagado de j¨®venes, muchos menores de edad, que prometen fiera oposici¨®n a los planes del "traidor Sharon". Un muchacho que se niega a dar su nombre afirma que ha llegado de Jerusal¨¦n para quedarse a vivir. El color naranja -s¨ªmbolo del rechazo al plan de desconexi¨®n de Gaza- inundaba el panorama. Hasta las servilletas del comedor en el que celebraban la fiesta de la circuncisi¨®n de los ni?os eran de ese color. Pero tambi¨¦n aqu¨ª reina la resignaci¨®n. En el supermercado de Ganei Tal los estantes comienzan a estar vac¨ªos y escasean los productos. ?Ha pedido usted nuevas provisiones?, se le pregunta al due?o del establecimiento. "No lo voy a hacer", contesta con un gesto que tambi¨¦n augura su pr¨®xima marcha.
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