El camino de Menchov
El ruso se impone por un segundo en un pr¨®logo en el que Heras y Mancebo mostraron su fortaleza
Pedro Horrillo acaba de publicar un libro en holand¨¦s -traducci¨®n de sus columnas publicadas en los ¨²ltimos a?os en EL PA?S-, y como comparte habitaci¨®n con Denis Menchov, pensaba pasarse media Vuelta al menos obligando a su compa?ero a que penetrara en la selva inextricable del neerland¨¦s, o de su traducci¨®n aproximada m¨¢s bien, para que se enterara de lo que val¨ªa un peine.
"Pero con los rusos nunca sabes", dec¨ªa Horrillo, ligeramente confundido. "No sabes si est¨¢ feliz o triste, animado o pesimista, no s¨¦ si ve¨ªa bien mi idea de dedicar parte de su tiempo libre al estudio y el disfrute de mis figuras literarias o si le parec¨ªa excesiva mi intenci¨®n. Ya sabes, con los rusos...".
Era la primera crono que ganaba en su vida, ¨¦l, que siempre ha pasado por un maestro del tema
Beloki se cay¨® de nuevo, demostrando que es el 'desgraciado oficial', y a Pereiro le entr¨® la p¨¢jara
Bien, en efecto, Horrillo tiene raz¨®n, pero no del todo. Menchov es ruso y bien ruso, pero su forma de ser ciclista, su car¨¢cter como corredor, responde m¨¢s a la escuela pamplonesa que a la sovi¨¦tica. Menchov es de pocas palabras y de escasa demostraci¨®n de sentimientos porque, entre otras cosas, es de la escuela de Indurain.
"A ver, a ver", dice Menchov, de 27 a?os, cuando aparca la bici junto al autob¨²s hora y media antes del pr¨®logo. "Ya veremos, ya veremos", a?ade cuando se le pregunta c¨®mo lo ve. Como puede comprobarse, vocabulario m¨¢s indurainiano, imposible. Y en el autob¨²s, silencioso, se encerr¨® Menchov un buen rato.
En el autob¨²s, se enter¨®, o no, pues con los rusos nunca se sabe, de que el pr¨®logo granadino -la estrecha, empinada, subida a la Alhambra, el descansillo para tomar impulso, la segunda parte de la ascensi¨®n, que es la m¨¢s emocionante- iba a ser una cuesti¨®n m¨¢s importante que un mero asunto protocolario para ver qui¨¦n es el primer l¨ªder, una tem¨¢tica de especialistas, de que los apenas 2,3 kil¨®metros de subida al prodigio nazar¨ª deber¨ªan convertirse en el primer duelo interesante, la primera puesta en escena de los que aspiran a ser protagonistas. La noticia le ven¨ªa de perlas. Despu¨¦s de un Tour desastroso, triste, de una ¨²ltima semana en la que se vio sumido en la duda, la depresi¨®n, Menchov necesitaba hincarle el diente a algo sustancioso para comprobar si la curaci¨®n mental -terapia: una semana, la primera de agosto, en Rusia con su familia- y f¨ªsica -terapia: tres semanas en Pamplona con su grupo navarro, con Txente, Latasa, Jon Bru, Zandio, Arrieta- hab¨ªa sido total. Menchov hab¨ªa sentido una primera sensaci¨®n de alivio hace una semana, en el Jaizkibel tremendo que se mont¨® en la Cl¨¢sica de San Sebasti¨¢n. Precisaba de una r¨¢pida confirmaci¨®n. Y para satisfacci¨®n propia, y orgullo de toda la gente del hist¨®rico Banesto en el que fue subiendo lentamente todos los pelda?os, madurando, la obtuvo.
La obtuvo Menchov al mismo tiempo en que Joseba Beloki, que comienza su tercera gran ronda del a?o, volvi¨® a obtener el certificado de desgraciado oficial del ciclismo. Se cay¨® Beloki en la segunda curva, patin¨® su rueda trasera, se dio tremendo porrazo, rompi¨® la bicicleta. Al tiempo, Floyd Landis, aquel norteamericano rubio que cuando estaba en el equipo de Armstrong lider¨® la Vuelta durante unos cuantos d¨ªas, demostraba que eran excesivas las esperanzas que se hab¨ªan depositado en su proceder, y ?scar Pereiro, su tremendo compa?ero de equipo, protagonista de un espectacular Tour, se atracaba de plato -se atrevi¨® a subir la primera parte del repecho con un 55/19, un desarrollo exagerado- y pagaba con una p¨¢jara a mitad de recorrido, all¨ª donde llor¨® Boabdil, su osad¨ªa. Tampoco estuvo a la altura de lo que sus profetas anunciaban Aitor Gonz¨¢lez, el especialista del Euskaltel que tanto hab¨ªa asustado por su poder¨ªo a sus compa?eros de equipo durante una breve concentraci¨®n en Aitana. La obtuvo Menchov, la victoria, por un segundo. La obtuvo sobre el veterano especialista belga Rik Verbrugghe, aquel que ya gan¨® el pr¨®logo del Giro en 2001. La obtuvo minutos antes de que llegaran a la meta Paquito Mancebo -inteligente, sobrio, prudente- y Roberto Heras -exuberante por fin, por primera vez en todo el a?o-, quienes s¨ª que estuvieron a la altura de las expectativas de los apostantes.
Gan¨® Menchov y dijo, con su cara seria, que estaba feliz porque era la primera contrarreloj que ganaba en su vida, ¨¦l, que siempre ha pasado por maestro del tema. Y como premio a su victoria le entregaron un libro, El camino, de Delibes, que no es un segundo libro de ruta, que ¨¦ste se lo sabe Menchov de memoria y sabe que en la segunda semana podr¨¢ decir si gana la Vuelta, sino una novela sobre la p¨¦rdida de la inocencia infantil. Un volumen que, tambi¨¦n, le permiti¨® llegar a la habitaci¨®n compartida con Horrillo y anunciarle: No voy a leerte en holand¨¦s, compa?ero, que tengo un Delibes.
Indurain, Miguel, estaba por all¨ª, por la meta. No se acerc¨® a felicitar a su casi compatriota, pero en su mejor estilo, con pocas palabras, lo dijo todo. "Menchov tiene clase", dijo. Ni un ruso se expresar¨ªa mejor.
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