Un mago en bicicleta
Robinho, con un gran repertorio de habilidad y movimiento, reaviva a un Madrid aburrido y propicia su victoria en C¨¢diz
Robinho sali¨® del Carranza convertido en Pedalinho, el mago de las bicicletas. Hizo todas las posibles y algunas imposibles. Nadie le detuvo. En apenas 25 minutos dej¨® en el aire la sensaci¨®n de gran jugador, un regalo para el f¨²tbol y para el Madrid, que le debe bastante de su victoria en C¨¢diz. Hubo un partido antes de Robinho y otro despu¨¦s. Pero fundamentalmente hubo un equipo aburrido, plano y desaprovechado. ?se fue el Madrid, apenas sostenido por la inquietante presencia de Ronaldo, que ya tiene el socio perfecto. Se llama Robinho y viene de Brasil.
A falta de lo que diga Robinho en este equipo, el Madrid est¨¢ condenado a partidos de este pelo: f¨²tbol mediocre y una vela a Ronaldo. Lo que apunt¨® Robinho fue m¨¢s que interesante. Hay algo singular en su manera de jugar, de deslizarse como una anguila y dejar rivales por el suelo. Cuando ingres¨® en el partido, Robinho levant¨® al equipo, que necesita algo estimulante. Porque de juego el Madrid est¨¢ ful. La crisis viene de lejos y obedece a varios factores. Algunos de sus mejores futbolistas han pasado sus mejores d¨ªas. Tienen detalles magn¨ªficos, pero su contribuci¨®n resulta escasa. Zidane ha regresado a su posici¨®n natural, pero con cuatro a?os de retraso. Todav¨ªa es capaz de dibujar un gran pase, de sorprender con un control imposible, de recordar la amplitud de su repertorio en medio de una producci¨®n poco relevante. Ra¨²l no manifest¨® s¨ªntomas de mejor¨ªa con respecto a la ¨²ltima temporada. Parece inc¨®modo en un modelo que privilegia el contragolpe y la b¨²squeda de Ronaldo. Pero el contragolpe tampoco es sencillo para el Madrid. Le faltan pasadores, de manera que Ronaldo se siente obligado a cambiar de registro. Si no le filtran la pelota, se inventa una jugada y se acab¨®. En la primera jugada rese?able del Madrid, Ronaldo recibi¨® el bal¨®n de espaldas a la porter¨ªa, marcado por De Quintana, que pag¨® muy cara su rigidez. Se gir¨® Ronaldo ante la viga y clav¨® el tiro. Fue una intervenci¨®n seca, expeditiva, t¨ªpica del jugador que suele determinar el destino del Madrid. Volvi¨® a hacerlo, mucho m¨¢s tarde, cuando el Madrid comenzaba a angustiarse por el empate. De nuevo, Ronaldo estuvo en el eje de la conexi¨®n con Robinho y Ra¨²l, la conexi¨®n del gol de la victoria.
C?DIZ 1 - REAL MADRID 2
C¨¢diz: Armando; Varela, Abraham Paz, De Quintana, Ra¨²l L¨®pez; Enrique (Estoyanoff, m. 65), Su¨¢rez (Benjam¨ªn, m. 65), Fleurquin, Sesma; Pavoni y Oli (Medina, m. 78).
Real Madrid: Casillas; Salgado, Helguera, Pav¨®n, Roberto Carlos; Beckham, Gravesen (Robinho, m. 65), Zidane, Baptista; Ronaldo y Ra¨²l.
Goles: 0-1. M. 4. Ronaldo sorprende a Armando desde fuera del ¨¢rea. 1-1. M. 62. Pavoni cruza el bal¨®n a la media vuelta desde el ¨¢rea peque?a. 1-2. M. 85. Robinho desborda a su defensor, Ronaldo recibe el bal¨®n y pasa a Ra¨²l, que marca solo en el ¨¢rea.
Arbitro: P¨¦rez Lasa. Amonest¨® a Ra¨²l L¨®pez, Medina, Gravesen y Helguera
20.500 espectadores en el estadio Ram¨®n de Carranza.
El Madrid no sali¨® de la vulgaridad en toda la noche. Por los datos de la pasada Liga y lo que se vio en C¨¢diz, se trata de un equipo que est¨¢ a una distancia abismal de la fama que le precede. No le ayuda el envejecimiento de alguna de sus estrellas y tampoco un sistema que concentra una alt¨ªsima densidad de futbolistas en la misma zona del campo. El Madrid no tiene que buscar espacios, tiene que encontrar rendijas, lo que convierte su juego en un f¨¢rrago de cuidado. Al fondo se adivina otro inconveniente: al menos dos jugadores est¨¢n fuera de su posici¨®n. Uno es Beckham, cuya contribuci¨®n como medio centro no pasa de discreta. M¨¢s clamoroso es el caso de Baptista, que va a tardar poco en preguntarse las cuestiones b¨¢sicas de la vida: de d¨®nde vengo, ad¨®nde voy, qu¨¦ pinto aqu¨ª.
Baptista es un portento atl¨¦tico que descubri¨® en el Sevilla su verdadera identidad como futbolista: un media punta que llegaba con el martillo al ¨¢rea. No participaba en el juego, no se distingu¨ªa por su capacidad de asociaci¨®n, no era un pasador. Era otra cosa: el cl¨¢sico jugador incontenible en sus asaltos al ¨¢rea. En el Madrid se sit¨²a lo m¨¢s lejos posible de su posici¨®n ideal. Donde juega ahora -en el medio campo, ligeramente acostado sobre la izquierda- es un lastre para el equipo. Ni quita, ni juega, ni llega al ¨¢rea. No es un problema suyo. Es de quien le coloca en las ant¨ªpodas de lo que necesita. Es de Vanderlei Luxemburgo.
Con el gol de Ronaldo, se dio por supuesto lo que suceder¨ªa: la enorme autoridad del Madrid sobre el C¨¢diz, que regresaba a la Primera Divisi¨®n con la misma alineaci¨®n de Segunda. Carranza era una fiesta amarilla, la apoteosis de la afici¨®n menos dram¨¢tica de Espa?a. La gente no se inmut¨® por el tanto de Ronaldo, primero porque eso es lo normal cuando juega el brasile?o y tambi¨¦n porque era m¨¢s importante el agradecimiento al equipo que otras cuestiones. Si la gente no se immut¨®, el C¨¢diz tampoco. El equipo comprendi¨® muy pronto que el Madrid no pod¨ªa producir juego. Tambi¨¦n vio una mina en todo lo relacionado con faltas y saques de esquina. Oli, un delantero que ha desplegado una carrera ejemplar en el f¨²tbol, estuvo a punto de conectar tres cabezazos en el ¨¢rea. Sin mucho juego, pero con serenidad y compromiso general, el C¨¢diz hizo algo m¨¢s que equilibrar el partido. Le incomod¨® tanto al Madrid que el gol de Ronaldo fue perdiendo valor poco a poco. Se anticipaba el empate, que lleg¨® en una acci¨®n deficiente de la defensa madridista. Tres jugadores del C¨¢diz estaban desmarcados en el ¨¢rea. Y, claro, Pavoni lo aprovech¨®.
La diferencia estaba en el banco. El Madrid pod¨ªa sacar a Robinho; el C¨¢diz, no. Sali¨® y no tard¨® un segundo en crear p¨¢nico entre los defensas rivales, que no ve¨ªan la manera de pararlo. El chico comenz¨® a moverse por todo el frente del ataque, bicicletas a diestro y siniestro, en un ejercicio constante de habilidad y movimiento que no tuvo ant¨ªdoto. A punto de cerrarse el encuentro, alcanz¨® como un cohete un pase de Beckham, dej¨® correr la pelota y, de repente, lleg¨® Ronaldo como un b¨²falo, arrollador, limpiando a toda la defensa en dos zancadas. Luego, el toque de gran futbolista. Observ¨® a Ra¨²l por la izquierda y le entreg¨® la pelota, que naturalmente lleg¨® a la red. Fue un estallido de juego y de ingenio, un momento que posiblemente definir¨¢ la temporada del Madrid. F¨²tbol discreto; chispazos incontenibles.
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