Heras, 'sprinter'
El bejarano cobra seis segundos de bonificaci¨®n al imponerse en una meta volante
"?Arranca, Paco; arranca!". A la vista de la pancarta de la ¨²ltima meta volante, entre naranjos y tees de campos de golf, Pablo Lastras, Penkas, alto, luminoso, urge a su compa?ero Paco, Pakito, Mancebo: "?Sprinta, Paco; sprinta!".
Como respuesta, a Penkas le llega a sus espaldas un murmullo entre dientes y jadeos, un rozar de manillares y codos, el ruido met¨¢lico de cadenas y llantas, el silbido del aire entre los radios. "?No puedo, Penkas; no puedo!", dice, el jadeo murmullado; "?estoy encerrado!". Y, al mismo tiempo, un fogonazo amarillo, m¨¢s deslumbrante que el sol del Maestrazgo, m¨¢s r¨¢pido, un rayo, deslumbra a Penkas por su izquierda. ?Zas! Es un sprinter de amarillo, un hombre muy r¨¢pido, el que le desborda, el que adelanta su rueda, el que gana la meta volante, el que suma seis segundos de bonificaci¨®n.
"Pero... un momento. ?Un sprinter de amarillo? En la Vuelta, de amarillo s¨®lo va el l¨ªder y el l¨ªder es Roberto Heras, que es menudo y escalador, y muy serio. No puede ser..." El pensamiento se le congel¨® a Penkas dos d¨¦cimas de segundo despu¨¦s de haber empezado a formularlo. Hab¨ªa descubierto la ¨²ltima faceta de Heras, de un hombre en estado de gracia que ayer, en una meta volante en la que el equipo Illes Balears hab¨ªa tomado posiciones porque la carretera era estrecha, peligrosa; porque hab¨ªa mucho veneno escondido, aprovech¨® que pasaba por ah¨ª para duplicar, as¨ª, en un plis-plas, su renta sobre Denis Menchov, el segundo en la clasificaci¨®n general. De seis a doce segundos.
Y esto no es todo, amigos, anuncian los publicistas del fabuloso bejarano, que acogot¨® a todo el mundo con sus cambios de ritmo en la subida de Valdelinares: ma?ana, en la contrarreloj de Lloret, asistiremos a la ¨²ltima evoluci¨®n del ciclista callado, a su transformaci¨®n en contrarrelojista. Algunos exagerados hasta anticipan que Heras ganar¨¢ la etapa, pero su director, Manolo Saiz, m¨¢s modesto, precisa: "Vale, bien; no dir¨ªa que no si se tratara de la ¨²ltima contrarreloj de la Vuelta, aqu¨¦lla en la que m¨¢s lucen los que m¨¢s fuerzas tengan a¨²n. Pero, llegando s¨®lo al final de la primera semana, calculo que a Roberto puede que lo superen los especialistas en la materia. Pero, claro, a sus rivales en la general, a Mancebo, el m¨¢s peligroso; a Menchov, a Carlos Quesada, los ganar¨¢".
En ¨¦stas, a mitad de su discurso, un periodista se acerca al director del Liberty. Carraspea. "Perd¨®n, Manolo", le dice, "pero en estos tiempos que vienen la pregunta es obligatoria. Ya sabes, acaba de pasar lo de [Lance] Armstrong, el ciclismo est¨¢ as¨ª y hay gente que piensa que quiz¨¢s Roberto...".
Saiz la coge al vuelo. "Los fracasados y los idiotas son los que piensan as¨ª", le interrumpe, s¨²bito; "hay que mirar el historial de Heras antes de hablar. Si Heras no hubiera ganado ya tres Vueltas, por ejemplo, s¨ª que quiz¨¢s habr¨ªa que pensar en cosas extra?as".
Heras ha ganado tres Vueltas y una meta volante al sprint, por lo que a nadie puede extra?arle que pase lo que pasa como a nadie le extra?¨® tampoco que Max van Heeswijk, pese a ser holand¨¦s, ganara la etapa en Vinar¨°s. Dicen los belgas, que no se llevan muy bien con sus vecinos, que los holandeses, con esas carreras suyas que se gastan, esos circuitos circulares en los que todo es frenazo, curva, sprint, frenazo, curva, sprint, s¨®lo valen para ser podencos, mulas laboriosas, nunca sprinters, gente de clase, hermosa. Los belgas hablan de Boonen, un icono, 1,90 metros, espuma en el pelo cuidadosamente despeinado, que duerme cada noche en un colch¨®n de l¨¢tex en el que las energ¨ªas perdidas se recuperan entre ronquidos. Los holandeses, entonces, sacan de la manga a Van Heeswijk, que corre en el equipo de Armstrong y es muy vivo. Pese a pinchar en el ¨²ltimo, fren¨¦tico descenso, el chico de azul se aprovech¨® a la perfecci¨®n del magn¨ªfico trabajo del T-Mobile para Erik Zabel -Alessandro Petacchi hab¨ªa pinchado y se hab¨ªa quedado cortado- para ganar.
Claro que quiz¨¢s lo logr¨® con tanta facilidad porque Heras, sprinter, el fabuloso chico de amarillo, quiso ser generoso y no entr¨® a disputarle el sprint.
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