"A ning¨²n ser humano se le trata as¨ª"
Los evacuados de Nueva Orleans critican al Gobierno por el caos en la ciudad y la escasez de medios de ayuda
Los primeros evacuados de Nueva Orleans arremeten contra la desorganizaci¨®n del Gobierno de EE UU. "Nos est¨¢n tratando como animales", dice uno; otros hablan de situaci¨®n tercermundista.
Dice Samuel Warick que su padre muri¨® hace dos d¨ªas esperando agua y comida. Tambi¨¦n dice que no es capaz de entenderlo. Niega con la cabeza y mira a su alrededor intentando decidir hacia d¨®nde encaminar sus pasos.
Warick se siente vagabundo dos veces. Primero tuvo que abandonar su casa de Nueva Orleans ante la llegada del hurac¨¢n Katrina. Despu¨¦s ha sido evacuado tras permanecer cuatro d¨ªas en condiciones de miseria en el Superdome. All¨ª se ha quedado su padre, "muerto como un animal sediento", dice Warick. Este hombre negro de 28 a?os acaba de descender de un helic¨®ptero en la autopista interestatal I-10, que une Nueva Orleans con Baton Rouge (la capital de Luisiana).
"Si tuvi¨¦ramos los helic¨®pteros aqu¨ª en vez de en Irak no morir¨ªamos como animales"
"Va a morir la misma cantidad de gente por el hurac¨¢n que por el hambre", dice Jackson
Como ¨¦l, cientos de personas que est¨¢n siendo evacuadas llegan sucias, agotadas y desesperadas. Cecile Radford pide perd¨®n: "Disculpe nuestro olor", se excusa esta mujer negra de 32 a?os. En un mar de miseria humana, los evacuados de Nueva Orleans suplican que alguien los lleve hasta un lugar seco y seguro. Taffany Pauls mece en sus brazos a un beb¨¦ de semanas. Desde el domingo pasado hasta el viernes malvivi¨® en el Superdome. Cuenta Pauls que enseguida se le acabaron los pa?ales. Entonces empez¨® a limpiarlos para usarlos otra vez. As¨ª, hasta que fue mejor no ponerle nada a la criatura. Pauls lleva tantos d¨ªas envuelta en el mismo olor a orina, a heces y a muerte que asegura que perdi¨® la noci¨®n del tiempo, un tiempo que se par¨® para ella el d¨ªa en que Katrina ahog¨® Nueva Orleans. "No me queda nada, s¨®lo ella", dice se?alando a su beb¨¦.
Entre el rugir de los helic¨®pteros, que depositan los restos vivientes de quienes han estado abandonados a su suerte durante cinco d¨ªas, se oye un grito desesperado. Un hombre pide ayuda: "Mi madre no respira, no est¨¢ respirando. ?Dios, ay¨²danos!", chilla Lamar Robinson. Un enfermero logra reavivar a Hattie Robinson. Su hijo tiene la ropa hecha jirones y s¨®lo lleva una zapatilla de deportes, pero parece no darse cuenta. En ese punto de la I-10 se mezclan los desheredados del Superdome y los supervivientes de las casas anegadas por el agua tras el azote de Katrina.
All¨ª son dejados todos tras su rescate. Algunos se tumban exhaustos en el asfalto. "Es una imagen tercermundista", asegura Mark Phillis. "M¨ªrenos, aqu¨ª tirados, sin esperanza y abandonados", prosigue. "Me dijeron esta ma?ana que un autob¨²s me llevar¨ªa a Tejas y todav¨ªa estoy esperando". Phillis, como la mayor¨ªa de los miles que abarrotaron el Superdome hasta su l¨ªmite, es negro y pobre. Y est¨¢ seguro de que esto le ha ocurrido por el color de su piel y por su condici¨®n econ¨®mica. El reverendo Jesse Jackson le da la raz¨®n. En una visita a la I-10, donde son dejados los rescatados, el reverendo acus¨® a la Administraci¨®n de Bush de haber fracasado en su plan de evacuaci¨®n y de abandonar a los m¨¢s pobres, a la poblaci¨®n negra. "El Gobierno sab¨ªa que el hurac¨¢n estaba llegando y se qued¨® mirando", dijo. "Va a morir la misma cantidad de gente por el hurac¨¢n que por el hambre", afirm¨® el activista negro.
Muchos de los evacuados son ancianos, ni?os o enfermos. Linda Smithburg, 79 a?os, dice haber pasado la noche tirada en la cuneta. "No tengo agua ni comida". Est¨¢ hambrienta y cansada. No sabe si resistir¨¢ mucho m¨¢s. Recostada sobre un lado se lleva la mano a la frente y clama a Dios que le ayude. Se estira la falda de forma p¨²dica cuando ve un fot¨®grafo. A su lado, un joven negro intenta calmarla. Pero ¨¦l mismo pierde la paciencia: "Nos dijeron que nos llevar¨ªan en autobuses a Tejas y no ha sucedido nada". No tienen tiendas de campa?a ni ning¨²n otro tipo de cobijo. Yacen bajo el sol inmisericorde esperando que algo suceda. "Estamos siendo tratados como ganado", afirma Daniel Freeman. "A ning¨²n ser humano se le trata as¨ª". "Si tuvi¨¦ramos los helic¨®pteros y los hospitales de campa?a en nuestro pa¨ªs y no en Irak o Afganist¨¢n no estar¨ªamos muriendo como animales", a?ade. "Deber¨ªa avergonzarse, se?or presidente". "Que Dios le maldiga, se?or Bush", se unen otras dos en voz alta.
El sol toca a su fin en Nueva Orleans. Las noches del fin de semana nunca fueron as¨ª, con cad¨¢veres hinchados flotando en las calles, cad¨¢veres que se balancean en el agua como testamento de la magnitud del desastre sucedido. Se supon¨ªa que en The Big Easy los funerales se celebraban con bandas de jazz, que la muerte deb¨ªa ser en Nueva Orleans triste y feliz al mismo tiempo. No hay rastro de la felicidad en Nueva Orleans. Y los funerales tardar¨¢n en celebrarse.
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