Mariano
A¨²n no he podido hacerme a la idea de la ausencia de Mariano Pe?alver. Aunque no tuve la suerte de ser su alumna, era tan buen profesor como amigo. A veces lo llamaba para que me ordenara las ideas, porque -tal como escribi¨® en su ¨²ltimo libro, que no me canso de releer y de donde saco las frases que cito- no se pueden pensar claras sin orden. Era un maestro desenred¨¢ndolas desde el final hasta el comienzo y as¨ª obligarte a verlas en su desarrollo de modo que no tuvieras escapatoria. El resultado, te gustara m¨¢s o menos ("?Lo que niego como ser es lo que no deseo, lo que deseo que no sea, lo que quisiera no desear?"), sab¨ªas que era cierto. Y lo hac¨ªa de tal manera que pod¨ªas guardar ese saber en tu intimidad. Porque una cosa es lo que buscas, otra lo que quieres o esperas que te digan, y otra lo que descubres y que puedes callarte ("La verdad se esconde casi siempre en los intersticios del decir. La verdad es muchas veces silencio").
Mariano escuchaba con atenci¨®n, como si le interesara. Y es que ¨¦l estaba dispuesto a interesarse por casi todo ("La comprensi¨®n del otro es la asimilaci¨®n de lo que reconozco como com¨²n. El consentimiento asume a la otredad como diferente y lo acepta en lo que tiene de no com¨²n"). Despu¨¦s hablaba sin pedanter¨ªa ni solemnidad ("La lucidez es el recurso contra las acechanzas de la vanidad"). No se trataba de un examen ni de una conferencia, sino de unas muletas para que echaras a andar por el pensamiento; eso era para ¨¦l filosof¨ªa. Se expresaba sereno y claro, como si le estuvieran proyectando lo que estaba pensando, con sentido del humor, educaci¨®n y finura, haciendo m¨¢s soportable esa realidad que describi¨® como "un anillo de Moebius y la otra cara est¨¢ en ¨¦sta. Jam¨¢s podremos saltar al otro lado. El otro lado es ¨¦ste. Lo otro est¨¢ aqu¨ª y es terrible soportarlo".
Cuando escrib¨ª sobre Otra voz, otras razones. Studia in honorem Mariano Pe?alver Sim¨®, publicado con motivo de su jubilaci¨®n acad¨¦mica, termin¨¦ el art¨ªculo felicit¨¢ndonos por tenerle aqu¨ª de nuevo con ganas de escuchar y de hablar hasta cansarnos; a¨²n ten¨ªamos tiempo de aprender lo que nos hubi¨¦ramos perdido mientras estuvo en C¨¢diz. De eso hace s¨®lo cuatro a?os.
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