El sue?o del rey de las abejas
Belleza y leyenda en las iglesias et¨ªopes de Lalibela, excavadas en la roca
Hace m¨¢s de 700 a?os, un rey et¨ªope decidi¨® hacer de su ciudad la Jerusal¨¦n del mundo cristiano ortodoxo. Pero en vez de levantar grandes templos a la manera cl¨¢sica, se le ocurri¨® excavarlos en la roca. Es la noche del 1 de mayo, y esas iglesias talladas en el maleable suelo volc¨¢nico del norte de Etiop¨ªa son un hervidero de gente. Miles de peregrinos envueltos en t¨²nicas blancas llamadas gabi (o kemis en el caso femenino) han llegado hasta este remoto punto de ?frica para celebrar la pascua ortodoxa et¨ªope. De madrugada, el suelo aparece alfombrado de cuerpos que descansan cobijados entre los gabi de algod¨®n. Es dif¨ªcil dar un paso sin pisar a alguien. Los m¨¢s madrugadores han conseguido un hueco dentro de las iglesias, pero la mayor¨ªa reposa tirada por los patios y tesos que rodean el conjunto. El aire bals¨¢mico de la noche et¨ªope se mezcla con el olor de las acacias y las fragancias dulzonas del desierto hasta embotar los sentidos.
Apenas hay contaminaci¨®n lum¨ªnica en Lalibela, por lo que el cielo se antoja un terciopelo de candilejas tan cercano que parece que va a caer sobre los romeros. El ritmo monocorde de los kebro (tambores) y los c¨¢nticos en geez de los sacerdotes ortodoxos retumba contra las paredes de piedra roja de los templos y su eco se pierde como agua de sumidero entre los t¨²neles y pasadizos que las unen. En un momento dado, el ritmo de la m¨²sica y de la letan¨ªa se hace m¨¢s vivo. Los peregrinos se levantan, encienden una vela y marchan en procesi¨®n en torno a la iglesia siguiendo a la comitiva de popes, m¨²sicos y portaestandartes que alzan iconos de pan de oro y cruces meskal fundidas en bronce hace varios siglos. Despu¨¦s de dos meses de ayuno y un largo viaje hasta aqu¨ª, los fieles parecen alcanzar por fin el ¨¦xtasis de los elegidos, la paz de esp¨ªritu que les comunica directamente con el m¨¢s all¨¢.
A los no m¨¢s de 20 forasteros que esta noche asistimos a la celebraci¨®n de Lalibela la emoci¨®n se nos anuda en la garganta. Es como si nos hubieran transportado al siglo XV, porque lo que en este momento acontece debe de haber variado poco, por no decir nada, respecto a lo que ocurr¨ªa hace siglos. No hay luz el¨¦ctrica ni elementos modernos disonantes. S¨®lo t¨²nicas blancas y rostros oscuros de facciones sem¨ªticas mecidos por los vaivenes encarnados de las antorchas, que hacen a¨²n m¨¢s espectrales los perfiles de roca viva de las iglesias. Una piedra desnuda pero llena de vida que, lejos de otras manifestaciones religiosas seudofolcl¨®ricas, hace de Lalibela un gran centro m¨ªstico.
Un rey de la dinast¨ªa Zagwe
Situada en una esquina poco accesible del norte de Etiop¨ªa, cerca de la frontera con Eritrea, en mitad de unas monta?as ¨¢ridas y pobres que apenas verdean durante la temporada de lluvias, Lalibela ser¨ªa un ignoto lugar m¨¢s de la ?frica olvidada de no ser porque un rey de la dinast¨ªa Zagwe decidi¨® a finales del siglo XII construir una serie de templos que convirtieran la aldea en el mayor santuario de peregrinaje de los cristianos ortodoxos abisinios. Por qu¨¦ decidi¨® excavarlos en la roca en vez de levantarlos con mamposter¨ªa a la manera tradicional sigue siendo un misterio, pero pudo deberse a la intenci¨®n de ocultarlos a las incursiones ¨¢rabes, muy frecuentes en la ¨¦poca.
El resultado fue una de las maravillas de la antig¨¹edad, un conjunto de 11 iglesias distribuidas en dos grupos, m¨¢s una duod¨¦cima separada de ¨¦stas, que se fueron deconstruyendo a golpe de cincel, vaciando la roca hasta lograr un volumen interior igual al que se hubiera conseguido en un templo cl¨¢sico, con planta de cruz griega, columnas, capiteles, b¨®vedas de medio punto y altares, s¨®lo que todo de una pieza.
La leyenda dice que poco despu¨¦s de su nacimiento, el rey fue cubierto por un enjambre de abejas que no le produjeron da?o alguno, s¨ªmbolo en Etiop¨ªa de que estaba destinado a la divinidad. Por eso su madre lo bautiz¨® como Lalibela, que en am¨¢rico significa "las abejas reconocieron su soberan¨ªa". Durante el sue?o que sigui¨® al milagro, imagin¨® c¨®mo deb¨ªan ser las iglesias que Dios le destinaba a construir, y a ello dedic¨® los 24 a?os de su reinado, ayudado por un ej¨¦rcito de picapedreros durante el d¨ªa y por una cuadrilla de ¨¢ngeles que tomaba el relevo por la noche. Por eso la obra se hizo en un tiempo r¨¦cord.
La verdad es que, seg¨²n los historiadores, los trabajos en las 12 iglesias principales y otras muchas diseminadas por las monta?as circundantes se prolongaron al menos durante 100 a?os. El primer grupo de templos se levanta, o m¨¢s bien se entierra, en mitad de la aldea y lo forman, entre otras, Bet Medhane Alem, la m¨¢s grande de todas, con 33 metros de largo por 25 de ancho y una fastuosa decoraci¨®n que recuerda a los templos griegos, y Bet Maryam, decorada en su interior con interesantes frescos y relieves de p¨¢jaros, animales y motivos vegetales.
En el segundo grupo, a unos centenares de metros al este, se encuadra Bet Emmanuel, una de las m¨¢s bellas y mejor talladas, que seguramente sirvi¨® como capilla real. Entre ambos conjuntos arquitect¨®nicos circula el r¨ªo Jord¨¢n, una rambla seca la mayor parte del a?o, s¨ªmbolo del agua sagrada que divide en dos al mundo, porque en Lalibela todo tiene un significado.
Tesoros en arcas de madera
Separada de ambos grupos, pero tambi¨¦n en el n¨²cleo urbano, se tall¨® la iglesia n¨²mero 12, Bet Giyorgis, la iglesia de San Jorge, la m¨¢s fotog¨¦nica y fotografiada de todas. La obra cumbre de la arquitectura religiosa et¨ªope, esculpida por los canteros del rey Lalibela en honor del patr¨®n de Etiop¨ªa, que en agradecimiento por el detalle dej¨® impresas en la roca las huellas de su blanco caballo. As¨ª al menos lo cuentan los sacerdotes que atienden Bet Giyorgis, siempre inmaculados con su gabi de color amarillo y su scarfe (turbante) blanco.
Si se les solicita, dejan por un momento el rezo del rosario o la lectura en geez de los libros sagrados y ense?an al visitante los peque?os tesoros del templo, guardados en arcas de madera tan viejas como las piedras que le rodean: manuscritos miniados del siglo XIV, trabajos en orfebrer¨ªa del XV e iconos y retablos contempor¨¢neos dedicados a los constructores de la iglesia. Piezas que en Europa se mostrar¨ªan tras un cristal blindado y que en Lalibela casi se pueden sentir y oler de tanta cercan¨ªa. Y es que, de momento, Lalibela no se ha convertido en fr¨ªo museo de arte sacro. Sigue siendo el mismo lugar vivo y cercano de hace siglos, el santuario excavado en piedra en torno al cual gira el misticismo de los cristianos ortodoxos africanos.
GU?A PR?CTICA
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Air Etiop¨ªa
(de venta en agencias de viaje) vuela varias veces a la semana (con escala en una capital europea) a Addis Abeba; los precios van de unos 700 a unos 900 euros. Otras compa?¨ªas europeas tambi¨¦n vuelan a Addis Abeba (como por ejemplo
KLM,
que tiene ahora una oferta de 499 euros), aunque el trayecto hasta Lalibela (una hora de vuelo) hay que realizarlo con la et¨ªope (por carretera se tarda dos d¨ªas).?poca para viajarLalibela est¨¢ a 2.000 metros de altitud, por lo que el clima es suave. Se puede visitar durante todo el a?o. Agosto y septiembre son buenos meses porque las lluvias ya remiten y el paisaje est¨¢ verde. Las dos grandes fiestas religiosas son Epifan¨ªa (19 de enero; reservar con antelaci¨®n porque acude mucha gente) y Pascua (aqu¨ª a principios de mayo, pero conviene confirmar fechas porque es variable).Dormir- El ¨²nico con consideraci¨®n de tal es el
Roha Hotel,
de la cadena estatal (00 25 13 36 00 09). La habitaci¨®n doble, entre 40 y 60 euros.- Hay tambi¨¦n hoteles m¨¢s sencillos y
guest-houses
para mochileros, como el
Gerus Alem Guest House
(00 25 13 36 00 47), 38 euros, y el
Alef Paradis
(00 25 13 36 00 23), 12 euros.
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