Un desaf¨ªo temerario a la naturaleza
Las aguas del r¨ªo Misisipi, del lago Pontchartrain y del golfo de M¨¦xico rodean Nueva Orleans. Debido a que buena parte de la ciudad est¨¢ bajo el nivel del mar, ha dependido siempre de un ampl¨ªsimo sistema de diques, canales y estaciones de bombeo para contener la amenaza de la que, voluntariamente, ha querido rodearse. Las 148 bombas sacan continuamente agua de la ciudad, agua que se conduce, a trav¨¦s de 560 kil¨®metros de canales, al lago. Para el Cuerpo de Ingenieros del Ej¨¦rcito, responsable de la canalizaci¨®n y control del Misisipi y del envejecido sistema de diques, lo ocurrido cuando se rompieron los diques por la fuerza del hurac¨¢n Katrina no ha sido ninguna sorpresa: la mayor parte de las paredes que contienen el lago por la zona norte de la ciudad estaban dise?adas para resistir huracanes de categor¨ªa 3. Katrina ten¨ªa categor¨ªa 4.
La ciudad ha dependido siempre de un complejo sistema de diques, canales y estaciones de bombeo
La soluci¨®n apunta m¨¢s al tipo de ciudad que se quiere reconstruir que a cambiar los diques
Los recortes presupuestarios de los ¨²ltimos 30 a?os -pero no s¨®lo eso- han impedido completar los proyectos de refuerzo de los diques, y el desbordamiento y las brechas abiertas por el agua han desembocado en el peor desastre natural de la historia de Estados Unidos, posiblemente con miles de vidas perdidas y m¨¢s de 160.000 casas destruidas.
Por motivos econ¨®micos
?Por qu¨¦ Nueva Orleans se construy¨®, en 1718, y se desarroll¨® despu¨¦s de manera imparable en esa depresi¨®n acu¨¢tica situada en la huella de los huracanes que cada a?o descargan su devastadora potencia en el golfo de M¨¦xico? Por lo mismo que Los ?ngeles se hizo sobre una falla geol¨®gica y por lo mismo que se erigieron la mayor¨ªa de las ciudades en Estados Unidos: por razones econ¨®micas. Los franceses que fundaron la ciudad ya empezaron a construir diques en la zona pantanosa del delta del Misisipi, el "gran r¨ªo" que recorre 3.733 kil¨®metros desde el lago Itaska hasta su desembocadura en el golfo de M¨¦xico. Durante el siglo XVIII y parte del XIX, antes de la expansi¨®n del ferrocarril, el comercio interior de Estados Unidos giraba en torno al Misisipi y las exportaciones de algod¨®n, trigo y az¨²car llegaban a Nueva Orleans.
El comercio enriqueci¨® a la ciudad. El crecimiento -a pesar de los huracanes y las inundaciones- atrajo a m¨¢s gente. La parte m¨¢s antigua de la ciudad es la que se edific¨® al sur, a orillas del Misisipi; all¨ª, la sedimentaci¨®n del r¨ªo hab¨ªa creado zonas elevadas, los llamados diques naturales. Por esa raz¨®n, ni el barrio Franc¨¦s ni el Garden District han sido pr¨¢cticamente afectados. Pero, a medida que la ciudad creci¨®, se construyeron casas en zonas bajo el nivel del mar, entre el r¨ªo y el lago. El agua se bombe¨®, y el terreno cedi¨® a¨²n m¨¢s.
Cuando, como ahora, se desbordan los diques que protegen la ciudad del lago, el l¨ªquido reclama el lugar que ocupaba antes. La olla de Nueva Orleans impide que el agua salga de forma natural; si las bombas no funcionan porque hay una crisis generalizada, como la que causa un hurac¨¢n, la trampa mortal est¨¢ servida.
Durante 200 a?os la tecnolog¨ªa ha servido para construir diques y ganar tierra al agua. Hoy el Misisipi sigue siendo una arteria vital para Estados Unidos, a trav¨¦s de la que circulan cada a?o 500 millones de toneladas de carga, y el complejo de puertos de Luisiana es el mayor del pa¨ªs y decisivo en la industria petrolera. Los diques y canales se hicieron para explotar esta arteria y tratar de evitar las grandes cat¨¢strofes de las crecidas, como la que en 1927 cost¨® la vida a miles de personas.
La intervenci¨®n humana ha tenido ¨¦xito en l¨ªneas generales, porque desde 1927 las grandes inundaciones se han podido controlar. Pero domar a la naturaleza, aunque tiene recompensas, supone tambi¨¦n riesgos: la disminuci¨®n de los sedimentos en el delta, por la canalizaci¨®n y los diques, ha erosionado salvajemente el ecosistema de islas y pantanos que protegen la ciudad de los huracanes: las aguas saladas del golfo de M¨¦xico se comen la costa. Lo extra?o no es que Katrina haya hecho saltar por los aires el fr¨¢gil equilibrio de Nueva Orleans; lo extra?o es que no haya ocurrido antes.
Esta cat¨¢strofe estaba pronosticada casi hasta los m¨ªnimos detalles. Shirley Laska, del Centro de Valoraci¨®n, Respuesta y Tecnolog¨ªas de Riesgos de la Universidad de Nueva Orleans, escribi¨® hace un a?o una reflexi¨®n sobre lo que podr¨ªa haber ocurrido en la ciudad si el hurac¨¢n Iv¨¢n no se hubiera desviado en el ¨²ltimo momento hacia Alabama: "Habr¨ªa habido una crecida de cinco o seis metros en el lago Pontchartrain (...) A causa de esta crecida se desbordar¨ªan los diques y el agua ir¨ªa a parar a las partes bajas de la ciudad".
La investigadora estim¨® que "hasta el 80% de las estructuras en esas zonas inundadas ser¨ªan severamente castigadas por el viento y el agua", y que podr¨ªan morir miles de personas.
Fr¨¢gil franja costera
?Por qu¨¦ estas consecuencias? "Porque existe un sistema de diques que es incapaz de responder a la amenaza de inundaciones facilitada por una franja costera que se deteriora a toda rapidez y que no puede evitar el progresivo hundimiento del terreno", seg¨²n Laska.
La sedimentaci¨®n natural de los desbordamientos afianzaba el terreno. Desde que los diques se elevaron -despu¨¦s del desastre del a?o 1927- ha habido muy pocas inundaciones, pero tampoco hay sedimentaci¨®n. La ciudad, que ya est¨¢ entre dos y tres metros bajo el nivel del mar, se hunde un metro cada siglo, a lo que hay que a?adir el efecto del calentamiento global sobre el nivel de los oc¨¦anos.
El informe de Shirley Laska es uno de los muchos que llamaban la atenci¨®n sobre la extrema vulnerabilidad de Nueva Orleans. ?Cambiar¨¢ la ciudad el sistema de diques y bombas y seguir¨¢ las experiencias de otros lugares en los que la tierra habitada est¨¢ por debajo del agua?
Hace cinco a?os se discutieron varios planes para recuperar las barreras naturales y reforzar los diques, pero todos ellos parec¨ªan caros, tanto a Washington como al Estado de Luisiana. Ahora, los 14.000 millones de d¨®lares (unos 11.000 millones de euros) en los que se valoraban las soluciones propuestas suponen un precio rid¨ªculo al lado de los costes humanos y econ¨®micos del Katrina.
El Cuerpo de Ingenieros inici¨® en 2000 un estudio sobre los 560 kil¨®metros de diques de Nueva Orleans para estudiar la posibilidad de reforzarlos y que fueran capaces de soportar las lluvias y los vientos de los huracanes de fuerza 4 y 5. El estudio est¨¢ sin concluir y, de aprobarse, se ejecutar¨ªa a lo largo de una veintena de a?os, seg¨²n Alfred Naomi, responsable del Cuerpo para los proyectos de Nueva Orleans y uno de los m¨¢s encarnizados cr¨ªticos de los recortes presupuestarios del Gobierno. En 2004, Naomi dijo: "El sistema est¨¢ bien, pero los diques se est¨¢n hundiendo. Y el problema no es tanto que los diques sean bajos como que los fondos federales se han secado y no podemos elevar las paredes".
Pero la realidad es m¨¢s compleja: seg¨²n datos revelados por The Washington Post, el Cuerpo de Ingenieros trabajaba en un proyecto de 748 millones de d¨®lares en el Canal Industrial, uno de los lugares en los que el dique cedi¨®; pero el dinero no se dedic¨® a reforzar las paredes, "sino a construir una nueva compuerta y facilitar un tr¨¢fico marino que cada vez es menor". Y aunque las reducciones presupuestarias son reales, "en los ¨²ltimos cinco a?os Luisiana ha recibido m¨¢s dinero de Washington para proyectos de ingenier¨ªa civil que cualquier otro Estado".
?Qu¨¦ hacer?
?Qu¨¦ hacer ahora con Nueva Orleans? Es pronto para ese debate, pero la discusi¨®n inicial apunta m¨¢s al tipo de ciudad que se quiere reconstruir que a cambiar el sistema de diques. Las declaraciones de Dennis Haster, presidente republicano de la C¨¢mara de Representantes -"no tiene sentido gastarse miles de millones de d¨®lares en reconstruir una ciudad que est¨¢ bajo el nivel del mar"-, causaron una furiosa pol¨¦mica. El 63% de los estadounidenses cree que la ciudad debe reconstruirse, y as¨ª lo ha prometido Bush. Y aunque la mayor¨ªa lo considere inevitable y no est¨¦ en el car¨¢cter nacional arrugarse ante las fuerzas de la naturaleza o reconocer la estupidez y la arrogancia que acompa?an al desarrollo a cualquier precio, no van a faltar voces como la de Klaus Jacob, un geof¨ªsico que ense?a en la universidad de Columbia y que ha dicho en The Washington Post que es "el momento de nadar contra la corriente". "Algunos dicen que se pueden elevar y reforzar los diques para proteger a la ciudad, pero hay una desagradable realidad: cuando m¨¢s altas las defensas, m¨¢s fuertes ser¨¢n las inundaciones que, inevitablemente, vendr¨¢n". No hay que hacer promesas vac¨ªas: "Cuatro metros bajo el nivel del mar con un hundimiento progresivo es inseguro. Ha llegado el momento de deconstruir constructivamente, no de reconstruir destructivamente".
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