Esa extra?a comedia
De todas las grandes comedias (aunque llamarle s¨®lo comedia a este drama disfrazado de tal es tal vez quedarse corto, o no ser preciso) shakespearianas, probablemente la que menos ha seducido al cine hasta la fecha sea justamente este El mercader de Venecia tan ambiguo, tan esquinado, en ocasiones tan arbitrario. No abundan en la, por otra parte, interminable n¨®mina de adaptaciones cinematogr¨¢ficas de la obra del de Strafford-on-Avon las visitaciones a esta peripecia, y probablemente no sea ajeno a ello el hecho de que su abrumador tono antisemita la haya hecho desaconsejable para espectadores masivos, aunque, noblesse oblige, hay que reconocerle a Shakespeare la grandeza de poner en boca de su inquietante, vengativo jud¨ªo Shylock ese hermoso parlamento de la primera escena del tercer acto en el que reclama su derecho a la venganza: "?No nos morimos si nos envenenan? ?No habremos de vengarnos, por fin, si nos ofenden?", algo as¨ª como la justificaci¨®n de su proceder.
EL MERCADER DE VENECIA
Direcci¨®n: Michael Radford. Int¨¦rpretes: Al Pacino, Jeremy Irons, Joseph Fiennes, Lynn Collins, Zuleikha Robinson. G¨¦nero: comedia, Reino Unido-Italia-Luxemburgo, 2004. Duraci¨®n: 138 minutos.
Aunque tal vez las razones de dicha ausencia tambi¨¦n est¨¦n en la naturaleza del conflicto que la obra propone, en la peculiar melancol¨ªa de uno de sus polos dram¨¢ticos, el inmenso personaje de Antonio (en el filme, un brillante Jeremy Irons), tan aparentemente alejada del envoltorio de comedia del conjunto; o, en fin, en algunas soluciones argumentales (las secuencias de la elecci¨®n de cofres por parte de los pretendientes de Porcia, que lucen en la pantalla tan insoportablemente estiradas) muy por debajo de la brillantez de otras, como la genial escena del juicio y la actuaci¨®n de la misma Porcia travestida de joven abogado paduano.
Minor¨ªa oprimida
Pero aun cuando cuenta con estas cortapisas, lo cierto es que Michael Radford ha sabido construir una cuidadosa versi¨®n de impecable tersura, en ocasiones deudora de un cierto pictoricismo (hay muchas secuencias de interiores que se dir¨ªan aut¨¦nticos cuadros animados), pero en general filol¨®gicamente primorosa, rodada en los escenarios venecianos evocados por Shakespeare y situada su acci¨®n en la misma ¨¦poca de la historia, en 1596. Tiene adem¨¢s la virtud de proponer, en la l¨ªnea impuesta en el teatro por Laurence Olivier, un Shylock que es mucho m¨¢s que el esp¨ªritu de la venganza para convertirlo tambi¨¦n en el dolorido, humillado miembro de una minor¨ªa oprimida, a pesar de su poder¨ªo econ¨®mico; y en un padre destrozado por lo que considera la traici¨®n de su hija. Y si Irons est¨¢ magistral en su dolida, melanc¨®lica caracterizaci¨®n de Antonio, Pacino no le va a la zaga y borda un Shylock casi en sordina, que apenas grita ni gesticula, uno de esos papeles que quedar¨¢n por largo tiempo en las retinas de los espectadores.
Babelia
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.