El Plan B
?Recuerdan? Hace algo as¨ª como mil a?os, Arzalluz, en plan comadrona, anunci¨® el plan Ibarretxe diciendo que ven¨ªa ni?o. Pero no se percat¨® de que ven¨ªa de nalgas y, claro, se peg¨® la gran culada. Hoy, escarmentados, por no decir escocidos, sus sustitutos han cambiado los trompetazos por los violines y, lejos de lanzar sus propuestas como pedradas, han dise?ado una serenata mel¨ªflua y empalagosa hasta dar pampurrias. Lo que m¨¢s llama la atenci¨®n es que no se presenta como un plan articulado, sino como una porrusalda. ?Por qu¨¦? Sencillamente para disimular el mensaje. El destinatario se ve arrebatado por una andanada de buenas intenciones y gui?os hacia el buen rollito, entre las que destacan las invitaciones al pluralismo hechas con la ret¨®rica de la medalla del amor; s¨ª, aquella que llevaba escrito "M¨¢s que ayer pero menos que ma?ana", s¨®lo que aqu¨ª el amor adopta la forma de consenso, que es a lo m¨¢s que pueden aspirar a amarse los partidos. Un consenso superior al que tuvo el Estatuto, pero sin cerrar las puertas a todo cuanto pueda suponer m¨¢s amor, digo, m¨¢s consenso, o sea m¨¢s consenso que ayer pero menos que ma?ana. Pero el ¨²ltimo invento de la burulandia del PNV es como los yogures con b¨ªfidus activos, que parece que s¨®lo comes yogur pero tambi¨¦n te tragas los b¨ªfidus.
Y a mogoll¨®n. En efecto, en medio del cuento de Blancanieves y los siete enanitos aparece, como quien no quiere la cosa, el ¨¢mbito de decisi¨®n vasco, tanto por activa -derecho a decidir, territorialidad-, como por pasiva, al exponer, como hac¨ªa el plan Ibarretxe, que no se aceptar¨¢ la injerencia de Madrid, de quien no se admite ni el chantaje ni el veto; es decir, portazos como el de las Cortes. En resumidas cuentas, detr¨¢s de tanta loa al pluralismo, el PNV quiere cocinar el pastel solito y lo ofrecer¨¢ todo lo m¨¢s a quien apoye con un discurso favorable "el reconocimiento positivo de los derechos colectivos del pueblo vasco", dicho en plata, la autodeterminaci¨®n. Pues bien, con la violencia -curiosamente el t¨¦rmino terrorismo no aparece en el texto- ocurre tres cuartos de lo mismo. El PNV la condena y hay que creerle que desee llevar a cabo sus planes en ausencia de violencia. Las cosas se ponen un poco turbias, sin embargo, cuando se esgrime el t¨¦rmino "conflicto", que necesitar¨ªa para su resoluci¨®n de las v¨ªas pol¨ªticas, reflexi¨®n que es un calco de la doctrina del entorno de ETA en la materia. Como lo son el remoquete de que cesen las diferentes expresiones de violencia (en el plan B: "Que cese la pr¨¢ctica de la violencia en sus diferentes formas") y la tesis de que se derogue la Ley de Partidos, fruto de la nefasta pol¨ªtica antiterrorista del PP (pero consensuada con el PSOE), para poder legalizar a Batasuna y reabrir Egunkaria. Como si con todo eso no bastara, el documento solicita el fin de la dispersi¨®n de los presos y la participaci¨®n de sus familias en el proceso de paz.
Visto lo visto parece claro. a) que el plan B viene como el buen tocino, entreverado, pero de plan Ibarretxe, y b) que el PNV no viaj¨® a Lizarra por nada. De hecho, ni siquiera est¨¢ volviendo, porque el grueso de su proyecto, subliminalmente expuesto en el plan B, busca atraerse al mundo de Batasuna, pero tambi¨¦n mantener fuera del asunto, como en el famoso pacto, a las otrora llamadas fuerzas constitucionalistas. Nadie puede esperar que el PP sea capaz de suscribir semejante cosa y seguramente tampoco el PSE, a menos que se impongan las tesis de esa tr¨ªada m¨¢gica compuesta por Zabaleta, Itxaso y Od¨®n, que flota tanto entre el Estatuto y el plan Ibarretxe que bien podr¨ªa aterrizar en el plan B. Para poder conseguir m¨¢s consenso que el Estatuto, el plan B deber¨ªa prescindir de todo lo que constituye el n¨²cleo estrat¨¦gico del PNV -en el que confluyen todas sus sensibilidades, ojo-, pero entonces se producir¨ªa la paradoja de que no lo podr¨ªa votar el PNV, con lo que volver¨ªamos a las mismas. Da la impresi¨®n de que estamos ante un jarabe para la gripe aviar fabricado por unos p¨¢jaros de cuenta.
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