Francia fracasa en su pol¨ªtica de integraci¨®n
La marginaci¨®n de los hijos y nietos de los inmigrantes desata la revuelta en la periferia de las grandes ciudades
?Qui¨¦nes son? Racailles (canallas, chusma, gentuza), seg¨²n el ministro del Interior, Nicolas Sarkozy, que utiliz¨® este t¨¦rmino para referirse a los manifestantes que protestaban por la muerte de dos adolescentes de un suburbio de Par¨ªs, electrocutados cuando escapaban de un control policial y se escondieron en la caseta de un transformador. El insulto, asumido colectivamente por los j¨®venes -y no tan j¨®venes- de las banlieues (suburbios), encendi¨® la primera batalla contra los odiados agentes antidisturbios (CRS, en sus siglas en franc¨¦s) con los que Sarkozy quer¨ªa imponer el orden, que ahora se ha convertido en una guerra contra el sistema que los rechaza.
Han pasado 10 d¨ªas desde la tarde tr¨¢gica en la que perdieron la vida Bouna, de 15 a?os, y Zyed, de 17, vecinos del barrio de le Ch¨ºne-Pointu, en Clichy-sous-Bois, y la espiral de violencia no s¨®lo no se ha detenido sino que se extiende por toda Francia. Cada noche, grupos de j¨®venes de los barrios marginales de la periferia de las grandes ciudades, salen a la calle enmascarados en peque?os grupos, no ya para enfrentarse abiertamente con los polic¨ªas antidisturbios, sino para incendiar y destrozar lo primero que encuentran y desaparecer inmediatamente en la oscuridad. Todo vale, incluso prenderle fuego a una mujer minusv¨¢lida en un autob¨²s y nada parece indicar que el fin de la violencia est¨¦ pr¨®ximo.
Son peones de los caids -jefes mafiosos que controlan el tr¨¢fico de drogas de cada barrio- que pretenden marcar su territorio y dar rienda suelta a sus fantas¨ªas de violencia extrema, dicen unos. Son j¨®venes desarraigados, que est¨¢n siendo utilizados y despu¨¦s reclutados por los l¨ªderes islamistas radicales para proyectar la imagen de terrorismo urbano en una de las capitales por excelencia de Occidente, dicen otros. Son las dos cosas, dice Bruno Beschizza, secretario general de Synergie, el segundo sindicato policial de Francia, que asegura que varios agentes le han asegurado que hay "islamistas radicales" entre los piquetes.
Los perfiles de algunos de los detenidos estos ¨²ltimos d¨ªas apuntan m¨¢s bien a la delincuencia com¨²n. Casi todos ellos son nacidos en Francia, reincidentes, fichados por la polic¨ªa que han pasado por reformatorios y centros de menores. Xavier Marester, de 18 a?os, fue detenido en Clichy-sous-Bois la tercera noche de violencia y posee un historial delictivo considerable, incluidos tres meses en prisi¨®n preventiva por un supuesto delito de agresi¨®n a un polic¨ªa con arma de fuego, por el que debe ser juzgado el mes que viene. Aunque ya tiene un hijo de un a?o y medio, vive con su madre. Cuando el juez le pregunt¨® qu¨¦ hac¨ªa al ser detenido, respondi¨®: "Libertad, igualdad y fraternidad. Tengo el derecho de ir por donde quiera". Claude Furtado, tambi¨¦n de 18 a?os, es asiduo de los tribunales de menores por robos con intimidaci¨®n y cuando le detuvieron llevaba consigo cartuchos de gas lacrim¨®geno.
"Esto empeora cada vez m¨¢s", asegura Sadek, un profesor de secundaria de un barrio de Bobigny, en el departamento de Seine-Saint Denis. "Quienes salen cada noche a quemar coches pertenecen a la tercera generaci¨®n, la que tiene entre 13 y 18 a?os, que en muchos de estos barrios representa hasta el 15%. Son chavales que nunca han visto a sus padres trabajar, que no han conocido m¨¢s vida que la del paro y la delincuencia, que carecen de modelos de ning¨²n tipo". En su opini¨®n, muchos de estos j¨®venes son dif¨ªcilmente recuperables porque carecen de identidad, "no se sienten franceses ni tampoco tienen nada que ver con el mundo de sus abuelos ni de sus padres".
Detenido un ni?o de 10 a?os
La noche del jueves, la polic¨ªa detuvo a un ni?o de 10 a?os con una botella de gasolina. La quema de autom¨®viles se ha convertido en un deporte nacional en Francia. En Estrasburgo, el fin de a?o se celebra ya de forma tradicional con la quema de cientos de coches. El diario Le Monde, citando cifras oficiales, aseguraba que desde el 1 de enero pasado han ardido en Francia 27.000 veh¨ªculos contra s¨®lo 17.500 contenedores de basura. "Es m¨¢s espectacular", explicaba un chaval de un barrio de La Courneuve, "porque explotan cuando estalla el dep¨®sito de gasolina". "No es que no les importe las consecuencias de sus actos, que alguien pueda morir a causa de los incendios, del dolor que causan", asegura Mahmud, un asistente social del departamento Seine-Saint Denis, "sino que los da?os colaterales no entran dentro de su campo de visi¨®n, es como si jugaran con la Playstation".
Varios de los detenidos hab¨ªan grabado -"para tener un recuerdo"- las escenas de violencia que protagonizaron. Est¨¢n marginados de la sociedad pero pertenecen al gueto y al ciberespacio, se comunican por tel¨¦fonos m¨®viles, se mueven en Internet y se reconocen en las im¨¢genes digitales. El efecto medi¨¢tico de las im¨¢genes de los coches incendiados es una mecha que se retroalimenta. Estos ¨²ltimos d¨ªas han proliferado los blogs sobre la revuelta. Reproducen fotos de coches en llamas y en los mensajes escritos de forma casi criptogr¨¢fica cuentan las peripecias de la noche, se reafirman en el odio a los polic¨ªas, para los que, adem¨¢s del viejo apodo de flics, utilizan el de smiths, tomado de un personaje de la pel¨ªcula Matrix.
Descubrir qui¨¦nes incendian cada noche los suburbios no explica lo que est¨¢ pasando en Francia, lo que lleva tres d¨¦cadas calent¨¢ndose en los alrededores de las grandes ciudades bajo la supuesta capa de uno de los Estados socialmente m¨¢s protectores del mundo, que hace del lema libertad, igualdad y fraternidad su divisa y que se preciaba de su capacidad de integraci¨®n.
Durante lo que ahora se conoce como los treinta gloriosos, el periodo de crecimiento econ¨®mico que va desde la posguerra hasta 1980, Francia acogi¨® mano de obra procedente primero de los pa¨ªses europeos m¨¢s pobres, como Espa?a y Portugal, y despu¨¦s de sus colonias africanas. Pero se acab¨® el trabajo y lleg¨® la era del desempleo, justo cuando los hijos de estos inmigrantes, franceses de pleno derecho, entraban en el mercado laboral.
"?Integrarnos?", se pregunta indignada F¨¢tima, una parisina cuyos padres llegaron de T¨²nez hace 35 a?os pero que a¨²n no tienen la nacionalidad francesa. "?Qu¨¦ necesidad tenemos de integrarnos si somos franceses?", a?ade. Aunque tanto ella como su novio Yazid, que pese a tener un diploma universitario trabaja de repartidor en un supermercado, saben que est¨¢n discriminados. Estos d¨ªas se escucha mucho la frase de que si uno no se llama Marcel o Jean-Claude, sino Mohamed, tiene muy pocas posibilidades de conseguir un empleo. "Con mi nombre", asegura Yazid, "nunca podr¨ªa conseguir un empleo como comercial. A lo sumo podr¨ªa intentar la venta telef¨®nica".
El problema es tan grave como para que el Gobierno haya decidido promulgar una ley que proh¨ªbe que en los curr¨ªculos se incluya datos como el sexo, la direcci¨®n y la foto del postulante. Entre los franceses con un t¨ªtulo universitario, el desempleo es de un 5%, pero entre los titulados de origen magreb¨ª es de un 25,6%, seg¨²n datos oficiales. El paro afecta a un 9% de los franceses de souche (con ra¨ªces) y al 14% de los de origen extranjero.
En Francia no hay modelos de referencia para los j¨®venes de origen inmigrante. Pr¨¢cticamente no hay presentadores ¨¢rabes o de raza negra en las cadenas de televisi¨®n y tampoco diputados en la Asamblea Nacional. En el Gobierno de Dominique de Villepin s¨®lo hay un ministro de origen extranjero, el de Igualdad Social, Azouz Begag, que se atrevi¨® a criticar a Sarkozy por utilizar el t¨¦rmino racaille. Ayer, sin embargo, Le Monde descubri¨® que ese ¨²nico ministro beur (¨¢rabe) ya hab¨ªa empleado esta palabra. Racaille, dec¨ªa en un art¨ªculo, "es un grupo de j¨®venes al que todo el mundo teme, que conducen las motos por las aceras despreciando a los peatones, ignoran por completo las se?ales de circulaci¨®n y rechazan cualquier c¨®digo de conducta social".
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