Cuarenta y ocho horas
?What a wonderful world!, cantaba Louis Amstrong, y yo lo suscribo. Neil Armstrong tambi¨¦n ve¨ªa el mundo maravilloso, desde la Luna. Europa: ?qu¨¦ continente tan pr¨®spero y pintoresco! Espa?a, la octava potencia mundial. ?Qui¨¦n nos ha visto, porteros de los franceses, y qui¨¦n nos ve! Catalu?a, qu¨¦ lujazo de naci¨®n perteneciente a Espa?a. Y Barcelona: imposible vivir en una ciudad mejor.
Tanta dulce perfecci¨®n estaba empezando a empalagarme. Por suerte me top¨¦ -en s¨®lo 48 horas- con algunas peque?as m¨¢culas que sirvieron de contrapeso.
- Primera. Estaci¨®n de Sants. Necesito billete para Fla?¨¤. Hay mucha cola. Pregunto en informaci¨®n. Una de las m¨¢quinas los expende. Pero s¨®lo acepta el importe exacto. Hay una m¨¢quina que da cambio. Pero no da monedas de 10 y 20 c¨¦ntimos, imprescindibles para comprar ese pasaje. Superado el obst¨¢culo, intento meter el billete en la m¨¢quina correspondiente y acceder a los andenes. Es ligeramente m¨¢s grande que el orificio. Me pellizco. ?Estoy en la dimensi¨®n desconocida? Corro a informaci¨®n: los billetes para Fla?¨¤ no entran en las m¨¢quinas validadoras, hay que dar la vuelta a la zona de taquillas y encontrar a un revisor para que haga un control manual. Corro al tren. Subo un minuto antes de que parta, con la lengua fuera y la sensaci¨®n de ser portero en Francia.
Toparse con peque?as m¨¢culas sirve de contrapeso a la idea de que es imposible vivir en una ciudad mejor que Barcelona
- Segunda. Desembarco total de los Mossos d'Esquadra en Barcelona, tomando el relevo del Cuerpo Nacional de Polic¨ªa. Nueva macrocomisar¨ªa auton¨®mica en la Travessera de Les Corts, mi calle. Paso por delante, regocijado por el adelanto en el autogobierno. Unas personas uniformadas cuidan la puerta. Son seguratas de Prosegur. ?Ser¨¢ posible? Escap¨¦ a la dimensi¨®n desconocida en la estaci¨®n, pero la brecha interdimensional -seguro- me est¨¢ tragando esta vez. Pellizc¨¢ndome para despertar, me acerco a los uniformados. No es una grotesca pesadilla. La nueva comisar¨ªa tiene seguridad provista por Prosegur. Se dedican al control de accesos y personal. Hay una explicaci¨®n, pero es claramente insuficiente para restaurar la imagen de la nueva polic¨ªa del barrio. ?Estos son los que nos van a cuidar a nosotros, los que no pueden cuidarse a s¨ª mismos?
- Tercera. Partido del Bar?a en el Camp Nou. Coches y motos aparcados de cualquier manera, colapsando todo lo colapsable y m¨¢s. Docenas de motos invaden los jardines Bacard¨ª, un parque que hay frente a mi casa. Ni una multa. ?Por qu¨¦ hacer la vista gorda con estos infractores anunciados y reincidentes? A tres o cuatro calles del estadio hay mucho m¨¢s sitio para aparcar. Los due?os de esos veh¨ªculos van a admirar la potencia de las piernas de los jugadores, capaces de correr 90 minutos haciendo gambettas fabulosas, pero son incapaces de caminar tres calles para aparcar sin saltarse las normas. La polic¨ªa no deber¨ªa premiar esa paradoja, sino castigarla.
- Cuarta. Ha muerto Shirley Horn. Vuelvo a escuchar sus discos y decido homenajearla (y consolarme) consiguiendo algunos ¨¢lbumes suyos que faltan en mi colecci¨®n. Acudo a Jazz Messengers, la fant¨¢stica tienda especializada de la Rambla de Catalunya, 99. En el apartado de cantantes encuentro a Lena Horne, pero Shirley Horn no est¨¢ por ning¨²n lado. Subo, bajo, vuelvo a recorrer el orden alfab¨¦tico. No puede ser que en Jazz Messengers no tengan la obra de esta gran vocalista. Por fin consulto a un vendedor. "Est¨¢ en la secci¨®n instrumental; como tambi¨¦n tocaba el piano...". Eso es como poner a Elvis Presley con los guitarristas. En los discos de Shirley Horn hay alg¨²n tema instrumental -de hecho era una gran pianista- pero el 99% de su reconocimiento art¨ªstico proviene de su incre¨ªble manera de cantar. Provocaba entusiasmo hasta en los que no se dejaban impresionar f¨¢cilmente por los cantantes, como Miles Davis. Ahora s¨ª que estoy inmerso sin remedio en la dimensi¨® desconeguda.
- Quinta. Si una persona se pone a orinar en la calle probablemente recibir¨¢ una multa y la desaprobaci¨®n de sus conciudadanos. M¨¢s aun una mujer que un hombre, por lo aparatoso de la gestualidad y los prejuicios machistas que todav¨ªa marcan nuestras conductas. Pero no pasa nada si esa persona orina de un modo interpuesto, a trav¨¦s de su perro. El tema caca est¨¢ legislado, hay campa?as, algunos due?os de perros van adquiriendo algo de conciencia. Pero el pis sigue siendo tab¨². El pis de perro, ese gran desconocido. ?Cu¨¢ntos hectolitros de este l¨ªquido maloliente se vierten cada a?o en sitios donde vive gente? La respuesta flota en el viento mientras las plantas de los jardines Bacard¨ª soportan en silencio la lluvia dorada.
Casi agradezco estas m¨¢culas, recopiladas en s¨®lo 48 horas, porque me ayudan a equilibrar mi visi¨®n -a veces demasiado id¨ªlica- de nuestro maravilloso mundo.
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