"Entra con un beb¨¦ en brazos y los ojos ensangrentados"
Una juez de violencia relata el trabajo diario de su juzgado
El d¨ªa est¨¢ apagado, lluvioso, triste. Son las 8.30. En unos minutos el paisaje gris de la ventana desaparecer¨¢. Me encerrar¨¦ en la sala de vistas y la centrifugadora del juzgado comenzar¨¢ a elevar el ritmo de sus revoluciones durante las siguientes seis horas. Pero antes tengo que aprovechar esta hora para calificar las 15 o 20 denuncias que han entrado por reparto ordinario e indicar el procedimiento y las diligencias en cada una de ellas. Tengo que revisar un mont¨®n de papeles pendientes de firma y resolver un par de recursos.
Antes de conseguir sumergirme en los papeles, las dos plantas que colorean el ambiente funcional del despacho llaman mi atenci¨®n. Ellas tampoco parecen librarse del s¨ªndrome del lunes: est¨¢n mustias. Conseguir agua para regarlas es toda una excursi¨®n. Debo recorrer el pasillo enfilado de mujeres asustadas, ni?os que revolotean y hombres nerviosos.
"El esposo dice que ella le provoc¨® llev¨¢ndole la contraria. Alega que nadie le hace caso en su hogar"
"Llevan 30 a?os casados. El marido le inculc¨® que no sirve para nada. El domingo le tir¨® el plato a la cara"
"El sufrimiento y la rabia derivadas de la ruptura de la pareja no pueden confundirse con el maltrato psicol¨®gico. La causa queda sobrese¨ªda"
"La siguiente mujer, ecuatoriana, entra antes de ser llamada. Tiene una ¨²nica idea clara: retirar la denuncia. Dice que fue ella la que se cay¨®"
"El denunciante y la denunciada est¨¢n separados por un biombo. Veo que los dos rompen a l lorar"
"Este tipo de violencia, extendido y silenciado, sigue siendo negado por muchos por ignorancia o inter¨¦s"
Esta semana estamos de juicios r¨¢pidos. Cada d¨ªa celebramos siete se?alados desde las comisar¨ªas de Madrid. Las partes, abogados y testigos ya han sido citados por la polic¨ªa, y en algunos de esos casos el denunciado vendr¨¢ detenido si los hechos han sido graves o se ha apreciado riesgo de reiteraci¨®n delictiva. Atender esos casos en menos de seis horas es una carrera contrarreloj. A las tres de la tarde termina la jornada laboral de los funcionarios y es preciso haber concluido para entonces. Pocos d¨ªas lo conseguimos. Es dif¨ªcil salir del juzgado antes de las cuatro de la tarde, sin haber parado un solo instante.
Dif¨ªcil distinci¨®n
Los papeles sobre la mesa han crecido. Son las copias de los atestados correspondientes a los siete juicios r¨¢pidos que vamos a celebrar. Conviene echarles un vistazo. Cuatro meses despu¨¦s de la entrada en funcionamiento de estos juzgados se sigue confundiendo por la polic¨ªa los casos de violencia dom¨¦stica con los casos de violencia de g¨¦nero. Nuestra competencia es exclusiva para los casos de violencia de g¨¦nero, conductas delictivas realizadas por un hombre contra una mujer que sea o haya sido su c¨®nyuge o a la que est¨¦ o haya estado unido con una relaci¨®n afectiva an¨¢loga a la conyugal. Las agresiones entre hermanos, de padres o madres a hijos, o de mujeres a hombres no entran en nuestra competencia objetiva y el juzgado debe inhibirse.
Esta diferenciaci¨®n entre un tipo y otro de violencia es de dif¨ªcil comprensi¨®n para muchos, sobre todo para aquellos que no entienden la realidad de la violencia contra la mujer por el hecho de ser mujer. Este tipo de violencia, tan extendido como silenciado a trav¨¦s de siglos, sigue siendo desconocido y negado por muchos por ignorancia o por el inter¨¦s de que todo siga como hasta ahora.
Cuando yo empezaba a trabajar a mediados de los a?os setenta se dec¨ªa que la mujer que acced¨ªa al mercado laboral quitaba un puesto de trabajo a un hombre cabeza de familia. Treinta a?os despu¨¦s somos muchas las mujeres cabezas de familia que probablemente sin aquel trabajo hoy estar¨ªamos resignadas.
Cuesta arrancar el primer juicio. Hemos de estar todos, la denunciante, su abogado, el abogado del denunciado, el fiscal, el secretario del juzgado, el funcionario, el fiscal, el juez. Suena el tel¨¦fono: es de una diputaci¨®n provincial. Quieren saber si puedo dar una conferencia, es dif¨ªcil hacerles entender que no puedo seguir hablando y que no s¨¦ cu¨¢ndo podr¨¦ seguir la conversaci¨®n. Desde luego, no durante esta ma?ana: la centrifugadora est¨¢ en marcha.
El primer juicio es de malos tratos psicol¨®gicos. La mujer lleva 30 a?os casada, no ha trabajado fuera del hogar, el marido le ha inculcado que no sirve para nada, que es una gorda insulsa, y que sin ¨¦l ella no ser¨ªa nada. Los insultos y las amenazas son continuos desde hace a?os. Ella tiene miedo a separarse porque ¨¦l le amenaza con dejarla en la calle, y ella sabe que con m¨¢s de 50 a?os y sin una preparaci¨®n es muy dif¨ªcil encontrar un trabajo. El domingo se decidi¨® a presentar denuncia porque en la comida discutieron y el marido le arroj¨® a la cara el plato de paella. Estaba presente el novio de la hija y ella se sinti¨® terriblemente humillada. Como hab¨ªa testigos, el juicio qued¨® se?alado para el siguiente d¨ªa. Ella ha pasado la noche en casa de una hermana, ten¨ªa miedo a encontrarse a solas con ¨¦l despu¨¦s de haberle denunciado.
El marido declara que le lanz¨® el plato porque ella le hab¨ªa provocado llev¨¢ndole la contraria. Alega que en su casa nadie le hace caso, que los hijos, los dos estudiantes universitarios, estaban siempre a favor de la madre y que ¨¦l era el ¨²nico que trabajaba para alimentar a vagos. Responde afirmativamente cuando le pregunto si la esposa era la ¨²nica que realizaba las tareas dom¨¦sticas y si los hijos iban superando cada curso
.Mientras el fiscal y los abogados piden que el procedimiento contin¨²e como juicio r¨¢pido, pienso en cu¨¢ntas personas desprecian el trabajo no remunerado, como si no fuera importante. Este hombre cree que el ¨²nico valioso en su familia es ¨¦l por ser el ¨²nico que genera ingresos. No puede entender que el afecto y el respeto discurren por senderos distintos a los econ¨®micos. El ministerio fiscal le acusa de un delito de maltrato. Pide la pena de seis meses de prisi¨®n, y las accesorias, entre ellas la prohibici¨®n de acercarse y comunicarse en los pr¨®ximos tres a?os. La abogada de la mujer se adhiere y el denunciado y su letrada se conforman con las penas.
La ventaja que la ley prev¨¦ para el denunciado que se conforma con el escrito de acusaci¨®n es la rebaja en una tercera parte de las penas solicitadas. Dicto sentencia in voce. Digo que se acuerda la suspensi¨®n de la ejecuci¨®n de la pena privativa de libertad, y explico que las medidas de alejamiento y prohibici¨®n de comunicaci¨®n no se suspenden, sino que se ejecutar¨¢n seguidamente. Detallo que desde ese momento ¨¦l no podr¨¢ acercarse a ella a menos de 500 metros en los pr¨®ximos dos a?os, tampoco podr¨¢ comunicar con ella. Si lo incumple puede incurrir en un delito de quebrantamiento de condena. Estas prohibiciones directamente impuestas a ¨¦l, tambi¨¦n la alcanzan a ella indirectamente, porque no podr¨¢ provocarle para que incurra en ese quebrantamiento. ?l est¨¢ de acuerdo en abandonar la casa esa tarde, y como debe acudir al domicilio a retirar sus efectos, el juzgado le dar¨¢ un oficio dirigido a la comisar¨ªa de su barrio para que acuda al domicilio acompa?ado de un agente de polic¨ªa.
Durante el juicio el denunciado y la denunciante est¨¢n separados por un biombo; entre ellos se oyen pero no se ven. Yo s¨ª veo que los dos rompen a llorar. Quiz¨¢s ninguno de los dos esperaba esta dr¨¢stica soluci¨®n llegada por voluntad de la ley, s¨ª, pero de forma tan r¨¢pida, tan inmediata, que tal vez ninguno de ellos haya podido digerirla todav¨ªa.
Una hora para cada caso
Se firman las actas. Enseguida pido que vayan entrando los siguientes. Cada caso habr¨ªa de ser resuelto en menos de una hora, pero la mayor¨ªa de ellos requiere m¨¢s tiempo. Por eso, es frecuente adentrarnos en las horas de la tarde sin interrupci¨®n, con el est¨®mago ardiendo, y sin querer pararnos a pensar, para evitar la cara de bobos que se nos quedar¨ªa, que verdaderamente estos juzgados han sido creados con la lacra del servicio de funciones de guardia a diario sin entrar en los horarios ni en las remuneraciones previstas para esos servicios.
De las cuatro semanas de cada mes, dos de ellas estamos de juicios r¨¢pidos. La tercera atendemos las solicitudes urgentes de ¨®rdenes de protecci¨®n, cuyo n¨²mero diario oscila de cinco a diez. La cuarta semana se destina a tramitar las denuncias recibidas por reparto ordinario, cuyo n¨²mero supera las doscientos mensuales, tramitar demandas de separaci¨®n y divorcios, y celebrar juicios de faltas. Es decir, que imposible. Pero el tiempo apremia y no hay momentos para formular quejas, peticiones, y menos, para pedir milagros.
El siguiente juicio trata de una separaci¨®n matrimonial que el abogado de la mujer se empe?a en criminalizar. ?Para qu¨¦ pienso yo? En estos nuevos juzgados los asuntos van m¨¢s lentos. Se trata de una pareja sin hijos. ?l se ha ido a vivir con sus padres. Sobre el uso de la casa conyugal no ser¨¢ preciso pronunciarse en este juicio. No puedo adivinar qu¨¦ pretenden conseguir por esta v¨ªa penal. ?Acaso el deshonor para el marido de ponerle la etiqueta de maltratador?
Queda claro que este matrimonio tiene presentada demanda de separaci¨®n, que tiene se?alada la fecha del juicio para dentro de unos d¨ªas, y que esta denuncia se ha presentado porque la pareja se cruz¨® en la calle e inici¨® una discusi¨®n que fue subiendo de tono. ?l le dijo que era una desgraciada, que iba a verse sola el resto de sus d¨ªas y que se acordar¨ªa de ¨¦l. Ella dice que sinti¨® miedo y que por eso fue a denunciar, pero en el juicio afirma que durante los dos a?os que dur¨® el matrimonio las discusiones de este tipo eran frecuentes y ella no se sinti¨® atemorizada, al menos en ning¨²n momento hab¨ªa presentado denuncia ni se vio obligada a salir del domicilio conyugal.
Despu¨¦s, el abogado de ¨¦l inicia una serie de preguntas sobre los dos a?os de matrimonio que nada tienen que ver con los hechos objeto de la investigaci¨®n que realizamos. Le digo que debe atenerse a ellos.
Sale la denunciante despu¨¦s de su larga declaraci¨®n y entra el denunciado. Otra vez se eternizan los interrogatorios en el vano intento de sacar de donde no hay. ?l se queja una y mil veces de que no sabe "de qu¨¦ va ¨¦sta ahora denunciando", que "la separaci¨®n ya estaba arreglada". Me cuesta controlar los gestos de impaciencia, y cruzo miradas con el fiscal, con la secretaria del juzgado.
Es normal que en esta materia nueva, carente de cultura, en la que todos los conceptos est¨¢n por definir, los perfiles de las conductas por determinar, suela haber dificultades a la hora de distinguir entre disputas m¨¢s o menos acaloradas, y lo que es constitutivo de violencia. Por sentido com¨²n todos tenemos claro, que las diferencias de criterio y las discusiones, por otra parte normales en las parejas o en cualquier convivencia, no constituyen il¨ªcitos penales, es cuando la agresividad verbal o de obra se dispara llegando a realizar comportamientos violentos que vulneran la integridad f¨ªsica o ps¨ªquica del otro cuando se realiza la conducta penalmente prohibida. El sufrimiento, la rabia, la frustraci¨®n, como emociones derivadas de la ruptura de la pareja, tampoco pueden ser confundidas con maltrato psicol¨®gico. No puede hacerse un totum revolutum criminalizando toda la problem¨¢tica de la pareja, ni puede permitirse que alguien crea que por el simple hecho de ser mujer puede obtener un privilegio de la ley de protecci¨®n. Una cosa es ser mujer y otra ser v¨ªctima de maltrato, como distintos son los conceptos de hombres y maltratadores. La confusi¨®n o el abuso perjudican la credibilidad de estos juzgados y la necesidad de la ley de protecci¨®n integral que los cre¨®.
In voce, adelanto que voy a acordar el sobreseimiento y verbalizo los pensamientos sobre la confusi¨®n entre discusiones y maltrato psicol¨®gico. Me desahogo sobre las bald¨ªas intenciones de criminalizar una separaci¨®n. Como siempre, ya estamos fuera de tiempo. Son m¨¢s de las once de la ma?ana y todav¨ªa nos quedan cinco juicios, tres de ellos con detenidos.
La siguiente mujer, ecuatoriana, entra antes de ser llamada. Tiene los ojos ensangrentados, un beb¨¦ en sus brazos, y una ¨²nica idea clara: retirar la denuncia. Dice que fue ella la que se cay¨® provocando las lesiones, que su novio "hab¨ªa tomado", que s¨®lo ella tuvo la culpa de todo y que quiere que ¨¦l sea puesto en libertad, no quiere dejarlo, ni que le alejen de ¨¦l. Le digo que est¨¢ bajo juramento y que debe decir la verdad, que sus afirmaciones de ahora no se corresponden con lo que declar¨® ante la polic¨ªa afirmando haber sido golpeada por su compa?ero. De nada sirve advertirle que puede incurrir en responsabilidad criminal si miente; informarle que en Espa?a la violencia sobre la mujer se persigue de oficio, sin que el perd¨®n de la ofendida o la retirada de la denuncia surta efectos jur¨ªdicos; decirle que tanto ella como su beb¨¦ tienen derecho a ser libres y vivir en paz sin soportar agresiones. Me alegro de que no haya conformidad por parte del denunciado. Eso me libra de poner una sentencia condenatoria sabiendo que dif¨ªcilmente iba a ser cumplida la preceptiva medida de alejamiento.
Las horas avanzan ajenas a cada drama humano que se va revelando en la sala de vista. Un d¨ªa m¨¢s nos sorprende la hora. Son casi las cuatro de la tarde En la secretar¨ªa permanecen s¨®lo dos funcionarios y la mesa del despacho se ha vuelto a llenar de montones de papeles pendientes de firma y resoluciones. Arde el vac¨ªo del est¨®mago y en la cabeza disminuye el v¨¦rtigo trepidante de los casos que he visto. El d¨ªa sigue gris y lluvioso mientras cargo la cartera con expedientes que estudiar¨¦ en casa. Los montones que quedan a la espera son los que m¨¢s me inquietan. En estos juzgados la carga humana del conflicto que anida en cada procedimiento es explosiva. En cualquier momento alguna tragedia puede estallar. S¨¦ que mi angustia la sufren otros jueces, es id¨¦ntica en todos los que hemos asumido estos nuevos juzgados cuyo n¨²mero y medios son claramente insuficientes para abordar la magnitud de la realidad social de este tipo de violencia. Nuestro entusiasmo, vocaci¨®n y esfuerzo nos ayuda a soportar la carga que d¨ªa a d¨ªa aumenta, pero sabemos que no son suficientes.
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