Juego de efectos
Se han reunido ingredientes inmejorables para conseguir un sonado ¨¦xito. Una entidad bancaria de gran prestigio como promotora. Tres personalidades del mundo del arte como comit¨¦ asesor. La nombrad¨ªa de un comisario de cierto prestigio. La elecci¨®n de 14 artistas, algunos de ellos bastante renombrados. Con el aditamento de que el muestrario de obras es variado, pinturas, esculturas, v¨ªdeos, fotograf¨ªas, instalaciones...
Sobre el cimiento de esos ingredientes est¨¢ construida la muestra que el BBVA presenta en Bilbao (edificio de San Nicol¨¢s, en el Arenal), con el arbitrario t¨ªtulo Hasta pulverizarse los ojos. Pero una cosa es lo previsto idealizado y otra los resultados reales. La exposici¨®n, en general, salvo algunas obras de cierta calidad, no pasa de lo discreto, y en cuanto a cierto tipo de obras raya a baja altura.
Cualquier juicio que se emita sobre las obras expuestas debe tener presente que el arte contempor¨¢neo est¨¢ en buena parte confiado a intereses de galer¨ªas, desde donde se lanzan a determinados artistas con el prop¨®sito de consagrarlos. Para avalar esos proyectos se busca la complicidad de directores y conservadores de museos, junto a comisarios (muchas veces surgidos de los propios museos), de manera que se involucren en todo cuanto se les propone. Apenas queda lugar para los artistas que quieran trabajar de manera libre e independiente. Si nos fijamos bien, en la mayor¨ªa de los acontecimientos y muestras que por ah¨ª pululan, aparecen casi los mismos nombres de artistas. Lo copan todo. Para dar p¨¢bulo a lo que decimos, basta fijarse en la aparici¨®n de los nombres de las galer¨ªas visibles en la mayor¨ªa de los cr¨¦ditos, bajo el ep¨ªgrafe: obra que viene por cortes¨ªa de la galer¨ªa tal o cual (sea de Madrid, Londres, Par¨ªs, Nueva York, etc.). Esto es el golpe de efecto impositivo que faltaba.
Pese a todo, s¨®lo el arte nos puede salvar de los peligros que se ciernen en torno al arte. La verdadera esencia del arte reside en el arte mismo. A tenor de lo que se muestra en Bilbao, por mucho que se empe?en los intereses de ciertas galer¨ªas, no pueden hacer buena la escultura de Jes¨²s Palomino, ni la de Susy G¨®mez. Como no le pueden quitar insipidez y nader¨ªa al v¨ªdeo de Santiago Sierra. Si bien la fotograf¨ªa de Monserrat Soto es potente, las de Carles Congost son pura aparatosidad empalagosa y banal, por poner unos pocos ejemplos. El resto se cifra en unas obras con cierta calidad (las menos), mas en su mayor parte de escaso contenido y de poca monta.
El reducido espacio expositivo de Bilbao ha impedido que se exhiban obras presentes en Madrid dos meses antes. Lo que a?ade m¨¢s empobrecimiento al todo.
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