El d¨ªa que la droga mat¨® al ciclismo
El caso Heras, el positivo por EPO del ¨²nico ciclista que ha ganado cuatro veces la Vuelta a Espa?a, ha generado una extraordinaria unanimidad entre todos aquellos que han dedicado parte de su tiempo a reflexionar sobre un deporte que ha edificado su historia y su credibilidad sobre conceptos tan elevados como leyenda, sufrimiento, ¨¦pica. Todos coinciden: el ciclismo, el deporte desmesurado del que nos hab¨ªamos enamorado, est¨¢ muerto.
Se habla de Lance Armstrong, el ganador de los ¨²ltimos siete Tours; se habla de c¨¢ncer y de superaci¨®n, de esfuerzo y de trabajo, y se habla, sobre todo, de EPO, de un control en 2005 en una orina congelada desde 1999. Se habla de Heras, del ganador de las tres ¨²ltimas Vueltas, y se habla, inevitablemente, de EPO. Se recuerda a Marco Pantani, el ¨²ltimo escalador, y se habla de EPO, del Giro del que fue expulsado por exceso de hematocrito. Johan Museeuw, el gran clasic¨®mano de la ¨²ltima d¨¦cada, se retir¨® acompa?ado del oprobio, las letras EPO grabadas a fuego en su espalda. En todos los discursos hay un denominador com¨²n, tres letras may¨²sculas, EPO, eritropoietina recombinante, el f¨¢rmaco que lo cambi¨® todo.
En carreras con el gui¨®n escrito de antemano, aquel que romp¨ªa, que ganaba en solitario, no era admirado m¨¢s que unos d¨ªas, a la espera de un control
Un revolucionario f¨¢rmaco
Hay quien fecha la muerte del ciclismo en 1987, pocas semanas despu¨¦s de que Perico Delgado chocara contra el inspirado irland¨¦s Stephen Roche en el intento de ganar su primer Tour. Aquel oto?o, dos antes de que se aprobara su uso como medicamento en Estados Unidos, los primeros envases de EPO recombinante llegaban a Europa procedentes de un laboratorio de EE UU. En One Thousand Oaks (California), en 1983, el investigador Fu-Kuen Lin hab¨ªa logrado aislar y clonar el gen de la eritropoietina humana, la prote¨ªna encargada de regular la producci¨®n de gl¨®bulos rojos y de controlar la s¨ªntesis de la hemoglobina. Quedaba abierta la puerta para su fabricaci¨®n industrial mediante t¨¦cnicas de ingenier¨ªa gen¨¦tica. Aparte de aliviar el sufrimiento y de mejorar la calidad de vida de miles de enfermos de ri?¨®n sometidos a di¨¢lisis, de enfermos de sida y de c¨¢ncer sometidos a quimioterapia, y de transformar a Amgen, una peque?a firma, en un gigante de la industria farmac¨¦utica mundial (la venta mundial de EPO alcanz¨® 11.000 millones de d¨®lares en 2004), el descubrimiento de Lin revolucion¨® la ciencia del deporte aplicada al rendimiento, revolucion¨® el ciclismo.
El dopaje es una pr¨¢ctica cultural del ciclismo, forma parte de su esencia desde su nacimiento a finales del siglo XIX. En el pelot¨®n, entre los practicantes de una especialidad que fueron considerados m¨¢s trabajadores nacidos para sufrir que deportistas, el recurso a estimulantes, a narc¨®ticos para resistir el dolor, se consideraba leg¨ªtimo. La sociedad no consideraba tramposos a los ciclistas, de la misma manera que no se escandalizaba porque un camionero o un estudiante o un escritor recurriera a estimulantes. Los estimulantes fueron la materia con la que se construyeron los grandes mitos antes de que se llegara al conocimiento de que epopeya se escribe con EPO. Coppi, Anquetil, Gaul, Koblet... recurrieron, sin esconderlo, desde su libertad individual, desde su locura, a anfetaminas. Era una ayuda psicol¨®gica en su combate contra sus propios l¨ªmites, en una naturaleza inh¨®spita. La sociedad lo admiti¨®, la sociedad admir¨® su valor, su lucha, su sacrificio.
La EPO es otra cosa. El ciclismo, que al principio no prest¨® atenci¨®n a los anabolizantes, a los que ve¨ªa peligrosos para la resistencia, descubri¨® una droga a la medida. Un producto capaz de influir no ya en la cabeza, sobre la voluntad, sino en el propio organismo. La resistencia, la cantidad de ox¨ªgeno que aflu¨ªa a los m¨²sculos, crec¨ªa a voluntad seg¨²n la dosis administrada. Autom¨¢tico.
Despu¨¦s de un par de a?os de aprendizaje, en los que se reportan la muerte de varios ciclistas holandeses, la EPO, indetectable en los controles antidopaje hasta el a?o 2000, entr¨® con todos los honores en el pelot¨®n, en el que se instal¨® como el coraz¨®n de la gran revoluci¨®n tecnol¨®gico-cient¨ªfica que vivi¨® el ciclismo en la ¨²ltima d¨¦cada del siglo XX. Era posible crear superhombres. Alrededor de la EPO, la sustancia que permit¨ªa aumentar las cargas de trabajo, la planificaci¨®n exacta, las recuperaciones m¨¢gicas de un d¨ªa para otro, empez¨® a girar la vida de los equipos. El m¨¦dico tom¨® una importancia en las decisiones con la que nunca hab¨ªa contado. El director pod¨ªa sentirse como un jugador de videojuegos ante una consola. Ciclistas fabricados en cadena. Apretaba un bot¨®n, y el ciclista atacaba; apretaba otro, y un compa?ero le acompa?aba. Nunca fue m¨¢s f¨¢cil la t¨¢ctica de carrera. Nadie fallaba. El ciclista perdi¨® su car¨¢cter individual, su especificidad. Todos eran intercambiables, robots con casco y gafas. El escalador contrarrelojeaba, el contrarrelojista escalaba.
Al poco tiempo, el deporte del sudor y del esfuerzo, el de las met¨¢foras hermosas, se vio invadido por palabros, pinganillo, hematocrito, puls¨®metro, coulter, vatios. El ciclista, que para hacer su oficio segu¨ªa madrugando, llevando vida de monje, entren¨¢ndose en solitario o en grupo varias horas al d¨ªa, en las peligrosas carreteras, lloviera, nevara o hiciera 40 grados, qued¨® sepultado, traicionado por un deporte que hab¨ªa roto con sus ra¨ªces m¨ªticas, que experimentaba una dependencia psicol¨®gica real de la sustancia m¨¢gica que lo hab¨ªa transformado.
En un clima delet¨¦reo de mentiras, sospechas y trampas, se bat¨ªan r¨¦cords de velocidad en las grandes vueltas, r¨¦cords de la hora como si se pudiera jugar con los segundos, r¨¦cords de ascensi¨®n a puertos de leyenda nunca so?ados. Quien destacaba se convert¨ªa en sospechoso. En carreras con el gui¨®n escrito de antemano, aquel que romp¨ªa, que ganaba en solitario, que mostraba su superioridad, no era admirado m¨¢s que unos d¨ªas, a la espera de un control, de un an¨¢lisis, de un contraan¨¢lisis, que le bajara de la nube. La EPO sustituy¨® al alma. El ciclista, v¨ªctima del sistema, se qued¨® sin ella.
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