El hombre indignado
Sus pel¨ªculas recrean la realidad con ojo cr¨ªtico. Algunas han motivado cambios legales; otras han movilizado a los pol¨ªticos, como una que mostr¨® hace ya ocho a?os el polvor¨ªn de los suburbios de Par¨ªs. Como dese¨® cuando era joven, el cine es su vida, y la indignaci¨®n, su motor.
Sus pel¨ªculas recrean la realidad con ojo cr¨ªtico. Algunas han motivado cambios legales; otras han movilizado a los pol¨ªticos, como una que mostr¨® hace ya ocho a?os el polvor¨ªn de los suburbios de Par¨ªs. Como dese¨® cuando era joven, el cine es su vida, y la indignaci¨®n, su motor.
Su esposa franco-irlandesa le bautiz¨® como Little Bear (osito), y ¨¦se es ahora el nombre de su propia productora cinematogr¨¢fica, en cuyas oficinas varios osos de peluche reciben al visitante. M¨¢s al fondo, los negativos de las pel¨ªculas de Bertrand Tavernier se apilan en un orden aparentemente casual junto a una figura femenina de cart¨®n de tama?o natural que muestra a la actriz Sophie Marceau ataviada como La hija de d'Artagnan, una de sus pel¨ªculas m¨¢s populares. Del perchero cuelga el viejo sombrero de cowboy del cineasta franc¨¦s como si esta peque?a oficina del centro de Par¨ªs fuera una prolongaci¨®n de s¨ª mismo.
Bertrand Tavernier no tiene aspecto de osito. Es m¨¢s bien un oso de gran envergadura de casi dos metros de altura coronados por una cabellera blanca y despeinada. Saluda con una amplia sonrisa que disipa cualquier temor del reci¨¦n llegado y despu¨¦s se sienta a la espera de las preguntas con los antebrazos apoyados sobre sus muslos, las manos entrelazadas y la cabeza un poco gacha, dispuesto a expresar su indignaci¨®n mansamente desde la raz¨®n y el coraz¨®n. Los suburbios de la capital francesa llevan varios d¨ªas ardiendo en llamas y la revuelta se ha extendido a todo el pa¨ªs alentada por un Gobierno conservador que ha calificado de chusma a los j¨®venes agitadores y ha decretado el estado de emergencia. En el centro de Par¨ªs y en los alrededores de Little Bear reina, sin embargo, la calma de un oto?o en esplendor.
La verdad es que hasta el ¨²ltimo momento he temido que cancelara usted esta entrevista, que decidiera usted marcharse a los suburbios a seguir los acontecimientos como ha hecho en el pasado.
No, porque tengo aqu¨ª mucho trabajo y tambi¨¦n porque yo ya he pasado mucho tiempo en los barrios perif¨¦ricos donde rod¨¦ Al otro lado del Perif¨¦rico, un documental que fue difundido en su momento como el ejemplo de lo que hay que hacer en esas zonas. Muchos soci¨®logos y analistas constatan que s¨®lo hay inter¨¦s por los suburbios cuando estalla la violencia, algo que sufre la gente que vive all¨ª. Los periodistas y las c¨¢maras, casi sin excepciones, llegan para filmar s¨®lo los coches incendiados. En mi pel¨ªcula yo no mostraba los coches incendi¨¢ndose. Intent¨¦ mostrar la humillaci¨®n de los j¨®venes controlados por la polic¨ªa de manera aberrante y sistem¨¢tica. Demostramos que hab¨ªa problemas muy graves en el suburbio de Les Grands P¨ºchers. Sin embargo, cuando he vuelto recientemente he visto que el anterior Gobierno de Jean-Pierre Raffarin hab¨ªa recortado las subvenciones y que estaba dificultando todo el trabajo que ven¨ªan desarrollando diversas organizaciones de integraci¨®n, de escolarizaci¨®n y de alfabetizaci¨®n; que s¨®lo se ha respetado a las organizaciones pr¨®ximas a la UMP [Uni¨®n por un Movimiento Popular, el partido del Gobierno conservador franc¨¦s]. Esta misma ma?ana he o¨ªdo que han tenido que cerrar un local donde se daban clases de alfabetizaci¨®n porque se les ha recortado el 30% de la subvenci¨®n.
Bertrand Tavernier rod¨® Al otro lado del Perif¨¦rico en 1997. Lo hizo siguiendo la invitaci¨®n del entonces ministro de Integraci¨®n, Eric Raoult, que, molesto por el manifiesto firmado por Tavernier y otros intelectuales contra la detenci¨®n de una persona que dio refugio a un inmigrante ilegal, escribi¨® a todos ellos proponi¨¦ndoles de forma arrogante una estancia en un suburbio para comprender que "la inmigraci¨®n no es cine". As¨ª fue como naci¨® esta pel¨ªcula que Tavernier rod¨® en el barrio de Les Grands P¨ºchers. Es un documental de largo metraje, como casi todo lo que filma Tavernier, que cobra ahora una rabiosa actualidad. Es un testimonio directo de los problemas de escolaridad, de drogas, de desempleo o de vivienda que sufren los habitantes de un suburbio parisiense. Problemas cotidianos contados por sus protagonistas: maestros, polic¨ªas, madres de familia o j¨®venes sin porvenir que advierten de que la ¨²nica salida a su indignaci¨®n es quemar veh¨ªculos. Tambi¨¦n es un documental capaz de mostrar el llanto de un viejo militante comunista del barrio pocos d¨ªas antes de morir al confesar que su ¨²nico sue?o habr¨ªa sido vivir sus ¨²ltimos a?os en el campo. ?se es el oso Tavernier: la denuncia, la indignaci¨®n y, tambi¨¦n, la emoci¨®n y la ternura.
?Cree que la situaci¨®n en los suburbios ha empeorado desde entonces?
Por supuesto, porque frente a todos los problemas en los suburbios hay una pol¨ªtica de educaci¨®n nacional basada en la estad¨ªstica que habla de que faltan uno o dos alumnos para completar una nueva clase. En vez de plantearse que en barrios dif¨ªciles quiz¨¢ no ocurra nada si hay dos o tres alumnos menos por clase que la media nacional. La situaci¨®n es peor porque, para empezar, la prensa francesa no hace su trabajo, ignorando el hecho de que la derecha prometiese que erradicar¨ªa los disturbios de la ¨¦poca de Lionel Jospin [ex primer ministro socialista] y ha resultado que son a¨²n peores. Ni siquiera la izquierda discute a Nicolas Sarkozy [ministro del Interior] porque se contenta pensando que tenemos la derecha m¨¢s nula del mundo. Ahora tenemos tambi¨¦n la izquierda m¨¢s nula del mundo, s¨®lo preocupada por la campa?a de las presidenciales. Es una izquierda que no arremete contra un Sarkozy que lleva a?os hablando de seguridad, de destrucci¨®n, de chusma y de tolerancia cero cuando el resultado ha sido destinar menos polic¨ªas a esos suburbios. El actual drama de Francia es que Sarkozy ha conseguido condicionar la pol¨ªtica francesa a lo que ¨¦l declara en televisi¨®n. La pol¨ªtica se limita a un intercambio de acusaciones en televisi¨®n despreocup¨¢ndose de lo que ocurre en la calle.
As¨ª que la pol¨ªtica francesa se ha convertido, seg¨²n usted, en un espect¨¢culo medi¨¢tico.
Es una especie de pol¨ªtica virtual. Es como un juego de game-boy en el que Sarkozy dice una cosa que va a desestabilizar a Dominique de Villepin [primer ministro] y ¨¦ste recoge el guante replicando a Sarkozy. Pero nada acerca de los refuerzos en la zona o de enviar m¨¢s educadores a los barrios perif¨¦ricos. ?C¨®mo es posible que en uno de los estudios que se hizo recientemente en los suburbios se descubriera que todos los j¨®venes interpelados en la calle estaban sin escolarizar? Eso quiere decir que la educaci¨®n nacional tampoco est¨¢ haciendo su trabajo, ya que es en esos barrios en los que se necesita m¨¢s formaci¨®n y m¨¢s apoyo psicol¨®gico. En su lugar, el Gobierno ha recortado el n¨²mero de maestros en los colegios, el de enfermeros en los hospitales y la vigilancia porque hay que tener menos funcionarios como manda la gran pol¨ªtica de la liberalizaci¨®n. Todo eso se muestra en Al otro lado del Perif¨¦rico, una pel¨ªcula que ense?¨¦ a Lionel Jospin y en la que descubri¨® que las facturas el¨¦ctricas en esa zona eran exorbitantes porque las tarifas son muy altas, ya que la gente pasa fr¨ªo en esos pisos mal construidos y mal aislados y, en consecuencia, gasta mucho en calefacci¨®n. Al d¨ªa siguiente, Jospin escribi¨® una carta al presidente de EDF (Electricidad de Francia) y ¨¦ste subvencion¨® los trabajos de aislamiento y reforzamiento del cierre de las ventanas, adem¨¢s de negociar un nuevo contrato de suministro m¨¢s barato. Gan¨¦ esa batalla, pero no consegu¨ª que Jospin recibiera y escuchara a 400 vecinos, pues haciendo la pel¨ªcula comprob¨¦ que ni siquiera el ministro Raoul conoc¨ªa Les Grands P¨ºchers. Deb¨ªa haber escuchado a esa gente, mucha de ella encantadora y muy valiosa para optar a un empleo. Por supuesto, encuentro inadmisible quemar coches, escuelas y guarder¨ªas, pero lanzar una granada en una mezquita o acosar a j¨®venes que no son delincuentes es una subversi¨®n de las cosas.
En tiempos pasados, y ante acontecimientos similares, hubo una reacci¨®n social, manifiestos, por ejemplo, en los que usted particip¨®, protestando contra la pol¨ªtica de inmigraci¨®n e integraci¨®n de los Gobiernos.
Quiz¨¢ es a¨²n muy pronto para que haya ya una reacci¨®n a los acontecimientos actuales. Es verdad que hemos firmado muchas protestas en el pasado. Ahora lo ¨²nico que podemos hacer es repetir lo ya dicho, y la impresi¨®n es que los pol¨ªticos reaccionan con desprecio a las demandas. ?Sabe usted cu¨¢l fue la reacci¨®n de la educaci¨®n nacional a mi pel¨ªcula Al otro lado del Perif¨¦rico? Prohibirme el acceso a la escuela porque dec¨ªa que molest¨¢bamos.
?Es que la sociedad francesa ha tirado la toalla?
Quiz¨¢ ha habido gente que ten¨ªa que haber reaccionado con coraje, pero es que ahora hay que hacer frente al mundo pol¨ªtico y tambi¨¦n a la prensa, que no hace su trabajo y s¨®lo se aproxima a los suburbios cuando hay algaradas realmente sensacionales. La prensa no agita a la sociedad. S¨®lo se ocupa de si S¨¦gol¨¨ne Royal [posible candidata socialista a la presidencia de la Rep¨²blica] est¨¢ bien situada o no en las encuestas. Yo quiero saber qu¨¦ piensa Royal sobre lo que est¨¢ ocurriendo y qu¨¦ es lo que propone. Porque ahora la sociedad ha de enfrentarse tambi¨¦n a la incre¨ªble anestesia de una izquierda d¨¦bil, nula, que tampoco trabaja sobre el terreno. Los cineastas tenemos much¨ªsima ventaja sobre los pol¨ªticos. Todo lo que yo cont¨¦ en Todo comienza hoy ha resultado exacto sobre lo que ocurre en las escuelas. No hay un solo d¨ªa que pase que no se demuestre que el an¨¢lisis era acertado y que nadie pone remedio a los problemas. Mire, mi mujer se present¨® a un examen para ser maestra que era alucinante, porque le exig¨ªan un nivel te¨®rico elevad¨ªsimo. Nada sobre la forma de ense?ar a chavales de culturas diferentes que apenas conocen el franc¨¦s, a gente que no dispone ni de una mesa libre en casa en la que hacer los deberes. ?sas son las cosas importantes. Eso es lo que hay que ir a ver y analizar. Conozco a profesores fant¨¢sticos que me dicen que lo primero que hacen para impartir clases en estos suburbios es tirar a la basura todo lo que han estudiado durante cuatro a?os.
Dijo usted siendo m¨¢s joven que cuando fuera mayor le gustar¨ªa seguir indign¨¢ndose por ciertas cuestiones, como motivo fundamental para hacer pel¨ªculas. Constato que sigue siendo usted un hombre indignado.
S¨ª, reacciono a todo lo que me sorprende, a lo que me choca. Y tengo la impresi¨®n de que muchas veces he dado respuesta a alg¨²n problema real. Yo no soy pol¨ªtico; tampoco periodista. Soy un cineasta, pero creo que doy soluciones a lo que detecto. La prueba es que Jospin encontr¨® una.
Usted ha dicho que pretende cambiar el mundo con sus pel¨ªculas. ?Sigue siendo as¨ª?
Cuando inicio un proyecto, no es lo que pretendo. De hecho, la mayor parte de mis pel¨ªculas tratan de asuntos que en principio desconozco. Por ejemplo, yo desconoc¨ªa totalmente el mundo de la adopci¨®n y desconoc¨ªa Camboya antes de hacer mi ¨²ltima pel¨ªcula, La peque?a Lola. Mi inter¨¦s fundamental es saber lo que pasa en la cabeza de la gente, pero tambi¨¦n exploro en el asunto que estoy tratando y as¨ª es como consigo hacer un filme que obliga a reflexionar a la gente y que luego provoca un cambio legislativo, lo que no era la finalidad que yo buscaba. La exploraci¨®n y el descubrimiento es lo que aporta ideas sobre la posible intervenci¨®n en un asunto.
'La peque?a Lola' parece un viaje, una exploraci¨®n en la que el espectador descubre cosas nuevas al tiempo que lo hacen sus protagonistas.
Es as¨ª porque yo he ido descubriendo tambi¨¦n muchas cosas rodando la pel¨ªcula. He descubierto que hab¨ªa un mont¨®n de prejuicios falsos en este asunto, como que los adoptantes son colonialistas que llegan a un pa¨ªs forrados de dinero. He descubierto que la mayor parte de ellos son gente modesta que llega movida por la frustraci¨®n de no tener hijos. Muchos recurren a este sistema porque no han sido capaces de adoptar un ni?o en Francia porque el sistema est¨¢ muy mal hecho. Intento, efectivamente, que el espectador vea y descubra todo ese mundo de la adopci¨®n desde los ojos de los dos protagonistas, Pierre y Geraldine, lo que ha sido lo m¨¢s duro, puesto que yo ya sab¨ªa mucho de la adopci¨®n y Camboya cuando empec¨¦ a rodar, tras el trabajo preparatorio realizado en la zona. As¨ª que he tenido que poner mucha atenci¨®n en la manera de filmar para que no se notara que la c¨¢mara sab¨ªa mucho m¨¢s que los personajes. Eso es muy dif¨ªcil de conseguir.
?Y c¨®mo logra usted que sus actores act¨²en frente a la c¨¢mara de forma tan natural?
Con mucho trabajo. Hago un intento permanente de rodar como si yo no estuviera ah¨ª, como si las cosas ocurrieran por puro accidente. Pero eso lleva mucho trabajo, porque la mayor parte de los planos son muy largos, lo que requiere movimientos complicados de la c¨¢mara sin que ello se note. Repetimos mucho los planos. Mucho.
?Vaya, eso s¨ª que no lo esperaba!
S¨ª, para conseguir esa naturalidad se requiere mucho trabajo de puesta en escena. Yo siempre intento dar la impresi¨®n de estar en medio de la gente; que yo no soy un observador que viene a mirar a los personajes como un entom¨®logo mira a los insectos. La c¨¢mara es como un personaje m¨¢s. Hay un bell¨ªsimo art¨ªculo sobre m¨ª en la revista Le D¨¦bat de Pierre Nora que me achaca la facultad de absorber diferentes culturas y medios, que es lo que engrandece la cultura francesa. Es la facultad de ponerme en la piel de un jugador en Mississippi blues o ser un personaje del siglo XVIII en la ¨¦poca del regente Felipe de Orle¨¢ns, acercando todo ello al espectador. ?sa es mi pasi¨®n. Hay gente que hace pel¨ªculas sobre las realidades que conocen. Yo hago filmes sobre todos los medios y todos los ambientes de cualquier ¨¦poca, dada tambi¨¦n mi pasi¨®n por la historia.
?C¨®mo es su relaci¨®n con los actores y con el resto del equipo durante los rodajes?
Intento que la relaci¨®n sea relajada y tranquila, pero a veces soy impaciente y col¨¦rico. Afortunadamente, mis estallidos duran poco. Una pel¨ªcula cuyo ambiente recuerdo bastante desagradable fue L-627 porque las condiciones eran muy duras, con un calor tremendo. Pero en general creo que logro distender la situaci¨®n. Me paso el tiempo haciendo bromas, por ejemplo. Durante el rodaje de La peque?a Lola, por ejemplo, nos hemos re¨ªdo mucho. John Le Carr¨¦ me dijo una vez que yo era un hombre entusiasta y de enorme energ¨ªa. Tambi¨¦n creo que soy muy expresivo y que no tengo ning¨²n problema en mostrar mis dudas.
As¨ª que como jefe ser¨ªa usted lo contrario de Stanley Kubrick, al que usted, por cierto, llam¨® imb¨¦cil cuando trabajaba para ¨¦l como encargado de prensa de 'La chaqueta met¨¢lica'. ?C¨®mo fue aquello?
Le dej¨¦ claro que como artista era un genio. S¨®lo dije: "En el trabajo diario es usted un imb¨¦cil", y dej¨¦ mi empleo con ¨¦l. Esa frase tuvo muchas consecuencias. Me permiti¨®, por ejemplo, conocer a Sam Peckinpah, que me hizo saber que hab¨ªa enmarcado mi telegrama en su despacho y que a partir de entonces yo podr¨ªa elegir cualquiera de sus pel¨ªculas para promocionarla. Kubrick, por su parte, siempre ha dicho que fue gracias a ¨¦l como dej¨¦ mi oficio de encargado de prensa para hacer cine, lo cual es totalmente falso.
De otro cineasta americano, John Ford, guarda usted tambi¨¦n un emocionante recuerdo por razones distintas. Usted le conoci¨® totalmente borracho.
S¨ª. Estaba borracho cuando lleg¨® y pas¨¦ con ¨¦l doce d¨ªas. El primero fue muy dif¨ªcil porque ten¨ªamos que impedirle que bebiera. Beb¨ªa todo el tiempo b & b (Benedictine y brandy) y ten¨ªamos que esconderle hasta los vasos en la habitaci¨®n del hotel. ?l gritaba: ?D¨®nde est¨¢n? Llegamos a dormir con ¨¦l. Yo me turnaba con otro colega para no dejarle beber y para que no se cayera cuando iba al cuarto de ba?o, porque la primera noche se cay¨® y se parti¨® la cara. Era una lucha terrible. Sin embargo, como era muy profesional, dos d¨ªas antes de empezar a trabajar aqu¨ª en Par¨ªs dej¨® de beber y permaneci¨® impecable, bebiendo agua todo el tiempo.
?Y es verdad que usted llor¨® cuando se fue?
S¨ª, s¨ª, porque era un hombre muy afable. Pas¨¦ veladas extraordinarias con ¨¦l.
Su primera pel¨ªcula, 'El relojero de Saint-Paul', se centraba en una relaci¨®n de solidaridad paterno-filial que usted admiraba del relato original de Georges Simenon. ?Tiene que ver con su propia infancia?
S¨ª, y es curioso porque yo he aprendido un mont¨®n de cosas despu¨¦s a trav¨¦s de mis hijos y ahora he prolongado un poco la vida de ese relojero, he habitado en ¨¦l, pues he trabajado en dos pel¨ªculas con mi hijo Nils, que ha participado tambi¨¦n como actor, y mi hija Tifany.
Su padre era un intelectual que en cierto modo desaprob¨® su pasi¨®n por el cine. Veo que se ha tomado usted la revancha. No s¨®lo hace cine, sino que ha involucrado a toda la familia.
S¨ª, es verdad. Es mi venganza. Y he conseguido justamente que trabajemos junta toda la familia; lo que yo nunca tuve. Ha sido una venganza contra mi padre, al que admiraba, y contra mi madre, una mujer contradictoria a la que tambi¨¦n admiraba. El problema es que cada uno estaba por su lado. Mi padre era el hombre m¨¢s brillante, inteligente, divertido y a veces el m¨¢s comprometido en el sentido pol¨ªtico, pero al mismo tiempo estaba dominado por una naturaleza perezosa que le impidi¨®, por ejemplo, escribir, que es lo que ten¨ªa que haber hecho. En cambio, yo soy un loco del trabajo. Siempre estoy haciendo algo: escribiendo art¨ªculos, rodando, ocup¨¢ndome de la iluminaci¨®n, de militar por los derechos de autor? Ahora dudo. Quiz¨¢ ten¨ªa que haberle insistido m¨¢s para que escribiera.
?Le dedic¨® alguna pel¨ªcula en especial?
S¨ª, el documental Ly¨®n, la mirada interior, en el que cuento aquellos a?os de la Resistencia francesa en los que mi padre escondi¨® a Louis Aragon. Tambi¨¦n cuento c¨®mo es la ciudad de Ly¨®n, en la que todo es doble: reaccionaria y, al mismo tiempo, la primera ciudad donde hubo una revoluci¨®n obrera. Fue la capital del colaboracionismo y al mismo tiempo la capital de la Resistencia.
Jean-Pierre Melville ha dicho que es importante saber ganar dinero sin traicionarse a s¨ª mismo. ?Lo ha logrado usted?
S¨ª, yo creo que s¨ª. Creo que no he hecho una sola pel¨ªcula en la que yo no me haya comprometido. Las hay mejores y peores. Algunas seguramente no est¨¢n, por mi culpa, a la altura de mis ambiciones, como Daddy nostalgie. No es una pel¨ªcula lograda, aunque conozco a gente que la adora. Pero s¨¦ que no hay nada dentro de mis pel¨ªculas que yo pueda encontrar deshonroso o que yo habr¨ªa querido cortar a toda costa porque sintiera verg¨¹enza o detestara. Todo lo que he rodado creo que era necesario rodarlo.
?No le da importancia al dinero?
El dinero es importante, pero no lo suficiente como para sacrificar tus ideas. Yo he ganado lo suficiente para tener una vida formidable. He hecho lo que he querido, he desarrollado el oficio que me gustaba y me he divertido como un loco. Al mismo tiempo, he podido negarme a cortar metraje en Al otro lado? o a desechar el proyecto de La vida y nada m¨¢s a cambio de una importante suma de dinero. No he sacrificado mis ideas.
Supongo que tener su propia productora le ha dado a¨²n m¨¢s libertad.
Por supuesto. Sin mi productora no habr¨ªa podido hacer La peque?a Lola y tampoco L-627.
?Le molesta que le comparen con Ken Loach?
No, en absoluto. Es un cineasta al que yo aprecio much¨ªsimo y que creo que ha captado cosas muy importantes de Inglaterra. Simplemente creo que yo he abordado asuntos de ¨¦poca que ¨¦l no ha hecho, incluso cuando haya rodado pel¨ªculas hist¨®ricas. Somos un poco diferentes, pues ¨¦l prefiere ce?irse m¨¢s a la realidad actual que yo, pero ciertamente ¨¦l tiene preocupaciones que comprendo bien y que comparto.
Usted es un experto en cine americano. Incluso ha escrito una enciclopedia sobre ¨¦l y admira a muchos cineastas americanos. Sin embargo, su cine parece tener poca influencia de ello.
Al contrario. Yo creo que tengo mucho del cine americano, que tengo influencias de Anthony Mann o de John Ford y que lo que mejor hago en este terreno es esa forma de integrar a los personajes en el paisaje. Creo que La vida y nada m¨¢s es una pel¨ªcula muy marcada por Ford que habla del duelo tras la guerra, de la importancia de los sentimientos tras un cataclismo, de la importancia de la familia que se reencuentra y de la noci¨®n de hero¨ªsmo, del hero¨ªsmo cotidiano, que nada tiene que ver con el superh¨¦roe al que estamos ahora acostumbrados. Mis h¨¦roes, como Daniel [el maestro de la pel¨ªcula Todo comienza hoy], son como los del antiguo cine americano, a los que los veteranos cineastas americanos dieron una fuerza que es hoy cada d¨ªa m¨¢s rara. Lo que s¨ª es cierto es que mis pel¨ªculas est¨¢n muy alejadas del cine americano de hoy.
?En qu¨¦ proyecto est¨¢ usted ahora?
Estoy intentando trabajar sobre una pel¨ªcula que quiz¨¢ haga en Estados Unidos con financiaci¨®n francesa, quiero hacer una continuaci¨®n de L-627 y me gustar¨ªa rodar tambi¨¦n un documental que ser¨ªa la prolongaci¨®n de La peque?a Lola sobre el entorno de los jemeres rojos a trav¨¦s de un personaje que he conocido en el rodaje y que es un sacerdote franc¨¦s formidable que quiero que haga de enlace entre el pasado y el presente de Camboya. Porque le dir¨¦ que Camboya es un muy buen ejemplo de lo que ocurre en una sociedad en la que todo el poder se da al dinero tras un periodo atroz de guerra civil, de genocidio, etc¨¦tera. Es una sociedad que no ha dado ning¨²n poder a la cultura. La gente no est¨¢ al corriente de nada. Es una sociedad que ha matado a los artistas, que ha matado a los investigadores, los m¨¦dicos, los periodistas. Es una sociedad que trata de superar su situaci¨®n con turismo, comercio y cierta corrupci¨®n, pero que ya no tiene teatro. Hay casinos por todas partes, pero apenas hay librer¨ªas. No se leen libros. A m¨ª me parece que Camboya est¨¢ muy pr¨®ximo a lo que nos amenaza: una sociedad en la que s¨®lo hay referencias visuales, sin conocimiento, que no da prioridad a la cultura. Creo que una sociedad que no lo hace es una sociedad oscura; quiz¨¢ muy rica, pero oscura. Nosotros vamos hacia una sociedad sin puntos de referencia porque no hemos aprendido de la historia.
?Cree que ¨¦se es el problema del futuro de Europa?
Veo demasiados pol¨ªticos que no se toman en serio la cultura. Los ni?os, por ejemplo, pasan m¨¢s tiempo frente a la pantalla, ya sea de la televisi¨®n o del videojuego, que frente a los profesores. Hay un constante bombardeo de im¨¢genes, y los ministerios de Educaci¨®n deber¨ªan ense?ar a los ni?os a desencriptarlas. Porque los ni?os de ahora son incapaces de analizar lo que ven, lo que hay detr¨¢s de las im¨¢genes. Tengo el ejemplo en mi nieto, que ve c¨®mo le cortan el brazo a alguien y lo que valora es que el efecto especial de la imagen est¨¦ bien hecho; no piensa en lo que realmente supone esa imagen, esa situaci¨®n que se quiere recrear. Los ni?os de ahora s¨®lo piensan en t¨¦rminos tecnol¨®gicos, nunca en conceptos. Y, por tanto, son m¨¢s f¨¢cilmente manipulables.
Es verdad que se impone la espectacularidad de la imagen.
S¨ª, y si los ministros de Educaci¨®n no se ocupan de este asunto, creo que se perder¨¢ una parte de la batalla de la democracia. Porque mientras hay terroristas islamistas capaces de banalizar las im¨¢genes utilizando v¨ªdeos, nosotros somos incapaces de hacer redescubrir una pel¨ªcula de Jean Renoir o de Luis Bu?uel. Porque los chavales de ahora son incapaces de ver una pel¨ªcula en blanco y negro. [En este punto, Bertrand Tavernier est¨¢ dando peque?os pu?etazos de indignaci¨®n sobre la mesa]. ?Qu¨¦ quieren? ?Que coloreemos El descendimiento de Alberto Durero? ?O la foto de Cartier-Bresson? No podemos dejar que la ignorancia nos coma el terreno.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
?Tienes una suscripci¨®n de empresa? Accede aqu¨ª para contratar m¨¢s cuentas.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.