Seis meses de casados
Carlos Batur¨ªn y Emilio Men¨¦ndez fueron los primeros gays en estrenar la ley de matrimonio homosexual en Espa?a. Quinientas parejas les han seguido. Despu¨¦s de 30 a?os juntos, la boda ha cambiado sus vidas. Con ella, dicen, ha llegado el b¨¢lsamo de la aceptaci¨®n social.
Carlos Batur¨ªn y Emilio Men¨¦ndez fueron los primeros gays en estrenar la ley de matrimonio homosexual en Espa?a. Quinientas parejas les han seguido. Despu¨¦s de 30 a?os juntos, la boda ha cambiado sus vidas. Con ella, dicen, ha llegado el b¨¢lsamo de la aceptaci¨®n social.
Emilio: "Con mi madre y mis hermanos se ha notado mucho. Ahora se hablan m¨¢s los temas familiares con los dos"
Carlos: "Me hicieron una endoscopia y la enfermera me pregunt¨® con qui¨¦n ven¨ªa. 'Con mi esposo', le respond¨ª"
El 11 de julio de 2005 roz¨® los 34 grados cent¨ªgrados en Madrid. La princesa Letizia fue fotografiada con las primeras se?ales de su embarazo. Sorprendieron a un diputado brasile?o con siete maletas llenas de dinero a punto de subirse a un avi¨®n. Londres se recuperaba de la masacre terrorista. Tambi¨¦n ese d¨ªa, a las 18.10, en la sala de plenos del Ayuntamiento de Tres Cantos, a 21 kil¨®metros de Madrid, un hombre acalorado, vestido de beis, anunci¨®: "Carlos y Emilio, yo os declaro? unidos en matrimonio". Entonces, Carlos Batur¨ªn y Emilio Men¨¦ndez se abrazaron fuerte, ante una veintena de invitados, medio centenar de periodistas y el emocionado concejal de Izquierda Unida que hab¨ªa oficiado la ceremonia. En una poblaci¨®n de 39.000 habitantes -gobernada por el PP y con una ex edil hermana del novio Men¨¦ndez- se hab¨ªa formalizado la primera boda entre personas del mismo sexo de este pa¨ªs, entonces el ¨²nico del mundo que, desde el 4 de julio de 2005, una semana antes de aquel enlace, garantizaba id¨¦nticos derechos a todas las parejas, cualquiera que sea su composici¨®n. Ahora Canad¨¢, B¨¦lgica y Holanda, que tambi¨¦n tienen matrimonio homosexual, han extendido los derechos.
Al salir, a¨²n escupiendo arroz, los nuevos esposos anunciaron:
-Es el broche de oro?, comenz¨® Carlos, con su fuerte acento extranjero.
-Es el broche de oro a 30 a?os de relaci¨®n -termin¨® Emilio-. Nosotros, como mucha gente, merecemos reconocimiento.
Al psiquiatra estadounidense, ya semirretirado, y al escaparatista madrile?o, de 50 a?os, les ocurre a menudo: uno empieza una frase y el otro la concluye. Emilio inicia, muy serio, una explicaci¨®n, y Carlos se la pulveriza con una chanza. Parecen llevar toda la vida casados. De hecho, s¨®lo la mili de Emilio interrumpi¨® una convivencia de 30 a?os, 10 meses y 24 d¨ªas. Aunque sobre el papel, su matrimonio ha durado medio a?o.
Puede que fueran los primeros en casarse simplemente porque Carlos es un hombre organizado. Acude a las citas 10 minutos antes de la hora, y el d¨ªa en que se aprob¨® la ley, ¨¦l ya ten¨ªa todos los papeles guardados en una carpeta. Pero quiz¨¢ ocurri¨® que Carlos y Emilio lo deseaban mucho. Se registraron como pareja de hecho en cuanto pudieron. Hab¨ªan testado el uno a favor del otro. Se pidieron formalmente la mano, intercambiando anillos, hace a?os. Guardaban en un caj¨®n otras alianzas con un peque?o diamante, con la esperanza de poder grabarles una fecha. Incluso una vez, paseando por Chueca, el barrio con m¨¢s poblaci¨®n homosexual de Madrid, vieron en el escaparate de una confiter¨ªa una figurita de esas que coronan las tartas nupciales con dos hombres vestidos de chaqu¨¦. La compraron. Emilio dud¨® de que llegaran a usarla. Carlos siempre alberg¨® esperanzas.
Quiz¨¢ por todo ello estaban, sin haber pegado ojo, en la cola del Registro Civil madrile?o el 4 de julio, el d¨ªa en que entr¨® en vigor la ley. Carlos pas¨® la noche repasando los papeles, por si faltaba alguno. Emilio, dando vueltas al discurso que le gustar¨ªa leer en su boda. Dir¨ªa: "Cuando has estado marginado y perseguido no se te olvida nunca. Conseguir la tranquilidad y la aceptaci¨®n es el mejor regalo que te puede hacer la vida". A las 9.30 ya ten¨ªan el resguardo de su petici¨®n. La del expediente de matrimonio 3.985/05. Fueron los primeros.
Una semana despu¨¦s, los reci¨¦n casados se desayunaron en su peque?a buhardilla del barrio de Chamber¨ª, en Madrid, con su cara en la portada de los peri¨®dicos y 4.000 referencias al enlace en Internet. "Hemos pasado de maricones a celebridades", dec¨ªan. Fue una boda, por apresurada, con banquete y luna de miel aplazados. El permiso de dos semanas que el novio Men¨¦ndez obtuvo en su trabajo como jefe de escaparatistas de El Corte Ingl¨¦s lo pasaron en Marbella, en casa de una t¨ªa de Emilio. Carlos recibi¨® la tarjeta de descuento para c¨®nyuges de empleados que se le hab¨ªa negado antes. La gente les paraba por la calle para darles la enhorabuena. Se hac¨ªan fotos con ellos. La t¨ªa les dijo: "Yo os noto algo, est¨¢is como m¨¢s unidos". El matrimonio se re¨ªa. ?Tanto iba a cambiar su vida un libro de familia?
Navidad 2005-2006. El adorno que todos los a?os idea y fabrica Emilio (esta vez, unas luces en forma de abeto) ilumina la terraza de la buhardilla de la pareja, a la que acaba de llegar una felicitaci¨®n a nombre de la "familia Batur¨ªn". Tito, el gato abandonado que prohijaron, duerme sobre el s¨®f¨¢ del sal¨®n. La tarde se consume a ritmo de chill out frente a la chimenea.
-Lo que te hace sentir m¨¢s unido es la reacci¨®n de la gente -dice Carlos contestando a la percepci¨®n de la t¨ªa de Emilio-. Ahora te asocian, te juntan. Aunque llev¨¢semos 30 a?os juntos, ante la ley s¨®lo ¨¦ramos compa?eros de piso.
-Todo est¨¢ mucho m¨¢s claro -prosigue Emilio-; yo he notado cierto relax emocional.
-No es que antes discuti¨¦ramos mucho?
-Pero ahora no discutimos nunca.
-Estamos m¨¢s tolerantes el uno con el otro.
-Con mi madre y mis hermanos se ha notado mucho -puntualiza Emilio-, ahora se hablan m¨¢s los temas familiares con los dos.
-Yo tambi¨¦n he cambiado. Expreso mi opini¨®n y antes me callaba. No era oficialmente miembro de la familia.
Paredes y rincones est¨¢n abarrotados de cuadros y esculturas. Es su patrimonio de 30 a?os de coleccionismo. De 30 de convivencia. De madrugones para Emilio y de ma?anas m¨¢s relajadas para Carlos, que no falla a su cita diaria con el gimnasio. De tardes en las que el psiquiatra escucha en la Fundaci¨®n Tri¨¢ngulo los agobios de j¨®venes gays que pugnan por salir del armario sin deshacerse o atiende a sus pacientes. De paseos vespertinos por el barrio. De cenas en la terraza, noches en las que Emilio lee y Carlos atiende a medias a las pel¨ªculas. Casarse no ha cambiado esa cotidianidad construida encima de los tejados de Madrid.
En una vitrina hay una vasija pintada por un artesano griego, r¨¦plica de las del periodo cl¨¢sico. Es la misma que se ve en una de las fotograf¨ªas que pasan r¨¢pidamente por la pantalla del televisor. Emilio posa en las calles empedradas de Rodas; Carlos, en un rinc¨®n blanco de Mykonos. Los dos, abrazados frente al puente de los Suspiros en Venecia. Son las im¨¢genes de su viaje de novios, que les llev¨® en septiembre de crucero por el Adri¨¢tico y el Egeo. Fue el regalo de la madre de Emilio (y ya suegra de Carlos), una mujer de 88 a?os que hace 30, cuando su hijo le confes¨® que cada d¨ªa llegaba m¨¢s tarde a casa no por hacer pintadas contra Franco, como supon¨ªa ella porque todos son de izquierdas, sino por pasar las noches con aquel apuesto m¨¦dico yanqui, le espet¨®: "Hijo, eso est¨¢ muy mal visto". Pese a sus promesas al Cristo de Medinaceli, el hijo acab¨® sent¨¢ndola a su lado en la primera boda gay de Espa?a.
Comentan divertidos que los hosteleros de Venecia les invitaron formalmente a pasar la primera noche en la ciudad, algo a lo que se opuso un grupo derechista. Cuentan c¨®mo al llegar al barco, en su camarote con terraza, encontraron una botella de cava, una tarjeta de felicitaci¨®n y dos albornoces de regalo. Bastantes pasajeros de entre los 800 espa?oles que embarcaron los reconocieron. Y sonre¨ªan: ?Vosotros sois los primeros que os hab¨¦is casado?, les preguntaban machaconamente en el ascensor, en la tienda, en el comedor. Los camareros, extranjeros, lo sab¨ªan. "El nuestro, que era rumano, nos confes¨® al final que nos hab¨ªa reconocido", dicen, "pero que no se atrev¨ªa a decir nada". ?Fue un viaje rom¨¢ntico?
-S¨ª, especial, muy feliz
-Fueron unos d¨ªas tan bonitos?
En la televisi¨®n se ve ahora a los novios con Joe, que ha venido de Boston. Los novios con los testigos. Los novios con la madre de ¨¦l. Los novios con los amigos de ¨¦l. Cada vez con el traje m¨¢s descolocado, despu¨¦s de dar cuenta de cinco platos y vino abundante. En este banquete nupcial, los dos novios son ¨¦l. Fue el 8 de octubre, con 62 invitados. Cerraron el restaurante de un amigo, compa?ero de gimnasio de Carlos. Los novios hab¨ªan esperado para poder recibir a sus amigos del extranjero, sobre todo de Estados Unidos. Al poco de conocerse se marcharon a Nueva York, donde el psiquiatra concluy¨® su especialidad, y luego a Boston.
-Mira, aqu¨ª estamos cortando la tarta. Yo no sab¨ªa que hab¨ªa tartas de pega, para que la gente no tenga que esperar tanto a servirla a todo el mundo. Y yo me empe?aba en cortarla.
Es una tarta que parece de pl¨¢tano y chocolate, con dos hombres de chaqu¨¦ encima. La figurita.
-Nos ha hecho mucho bien casarnos. Es algo que recomendar¨ªa si se tiene claro.
-Todo ser humano merece la aceptaci¨®n de sus cong¨¦neres. Lo que representa eso es un b¨¢lsamo.
-Yo me siento ahora m¨¢s responsable.
-Siempre nos hemos considerado compa?eros el uno del otro, pero ahora es obligatorio, el matrimonio te obliga.
-Por eso da tanta rabia que se opongan a esto.
-Despu¨¦s de seis meses no ha pasado nada. Por llamarnos matrimonio no se ha tocado la vida de nadie
-Estoy muy cabreado con la Iglesia -reflexiona Emilio, que es cat¨®lico-. He le¨ªdo mucho sobre ello durante este tiempo. Me llama la atenci¨®n esa posici¨®n tan tajante?
-?Qu¨¦ crees que pasar¨¢ si el Tribunal Constitucional acepta la demanda del PP? -pregunta Carlos.
Parece que la ¨²nica nube que se cierne sobre su nueva situaci¨®n de derecho -a ese ejemplo que han seguido alrededor de 500 parejas, seg¨²n fuentes del Ministerio de Justicia-, sobre esas felicitaciones que no cesan, las entrevistas period¨ªsticas desde el otro lado del oc¨¦ano y las cartas con mensajes de enhorabuena -la del presidente del Gobierno, Jos¨¦ Luis Rodr¨ªguez Zapatero, al que invitaron al banquete, entre ellos- es el recurso de inconstitucionalidad que present¨® el principal partido de la oposici¨®n.
-La ley inglesa [de parejas de hecho, que entr¨® en vigor en diciembre pasado] no es lo mismo.
-Me fastidiar¨ªa que se cambiase la denominaci¨®n de matrimonio, porque no, no ser¨ªa igual, no tendr¨ªamos el mismo derecho.
Las alianzas con un peque?o diamante que ambos llevan en el dedo anular hablan de una historia que comenz¨® una noche g¨¦lida de febrero de 1975, cuando viv¨ªa Franco y ser homosexual se castigaba con la c¨¢rcel. Hace casi 31 a?os, Emilio era un chaval de rostro ani?ado que acababa de empezar Veterinaria. Despu¨¦s de horas de hincar los codos, baj¨® a despejarse, a dar una vuelta por su barrio, Malasa?a. Pero hac¨ªa demasiado fr¨ªo y se resguard¨® en una cafeter¨ªa. Y en la barra estaba Carlos. Rubio y fornido. Un hombre hecho y derecho que hab¨ªa conocido las redadas de homosexuales de la dictadura, los subterfugios de negaci¨®n de sus amantes, la vida en la clandestinidad. El chico moreno, delgadito, le sostuvo la mirada algo incr¨¦dulo.
-Ahora estamos unidos frente a todo el mundo -prosigue el psiquiatra.
-Me siento completamente c¨®modo hablando de Emilio. Nunca escond¨ªa la relaci¨®n, pero ahora todos saben qui¨¦n es ¨¦l.
Los d¨ªas en que Emilio era "el amigo" de Carlos cuando ¨¦ste tuvo que ser hospitalizado han pasado. La temporada en la que vivieron en Boston como "primos" es un recuerdo lejano. Incluso todos estos a?os en los que la familia de Emilio nunca utilizaba el plural.
-Hace un par de semanas tuve que hacerme una endoscopia. La enfermera me pregunt¨® que qui¨¦n me acompa?aba.
En el tono de voz de Carlos empieza a asomar el orgullo.
-Yo, sin pensarlo, respond¨ª: "He venido con mi esposo".
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