Google, la c¨®lera de Bill Gates
Cuando una empresa entra en racha y le hace gracia al mercado, hace falta tiempo para que descarrile. Es el caso de Google, la compa?¨ªa del mayor buscador de Internet, una historia de ¨¦xito fulgurante que con apenas ocho a?os de vida ha devenido en la empresa de medios de comunicaci¨®n m¨¢s valiosa del mundo, por encima de grandes conglomerados como Time Warner o Disney.
Cuentan las cr¨®nicas que Bill Gates, el hombre al que por encima de todos se identifica con Internet en la iconograf¨ªa popular, estaba que echaba humo cuando dio el discurso inaugural de la Consumer Electronic Show (CES), la feria de electr¨®nica de consumo de Las Vegas, que se celebra cada a?o. En ¨¦l, el fundador de Microsoft intentaba quitar protagonismo a Google con el m¨¦todo de d¨¢rselo a otro: "Nuestro principal competidor ha sido siempre IBM, que tiene cuatro veces m¨¢s empleados que nosotros y m¨¢s beneficios... Nunca podr¨¦ cambiar la visi¨®n de la prensa sobre lo guay que son ciertas empresas de las que escribe. La n¨²mero uno es Google; la dos, Apple...".
En esa feria, Google anunci¨® un paquete gratuito de aplicaciones inform¨¢ticas (software) que supon¨ªa una alternativa a las de Microsoft. Un mes antes, Google compraba el 5% de AOL, perteneciente al imperio Time Warner, arrebat¨¢ndoselo de las manos a Microsoft, que ve¨ªa en AOL un camino directo para apoderarse de la principal fuente de ingresos de Google: la publicidad. Cuando Bill Gates visit¨® China por primera vez, en la d¨¦cada de los noventa, fue recibido con honores de jefe de Estado y su estancia tuvo m¨¢s importancia que la de Bill Clinton, presidente de EE UU; tal era la importancia que los dirigentes chinos daban a su empresa y al lenguaje inform¨¢tico (Windows) que hab¨ªa inventado. El ego que genera tal sensaci¨®n de poder seguramente no puede soportar con normalidad el protagonismo explosivo de Google en el planeta Internet.
Los nombres de los treinta?eros Sergey Brin y Larry Page, estudiantes de inform¨¢tica de la Universidad de Stanford cuando desarrollaron la idea de Google, forman parte ya de los mitos de la nueva econom¨ªa. Con una caracter¨ªstica propia: que la maduraci¨®n de su ¨¦xito ha tenido lugar una vez que el estallido de la burbuja de las puntocom arrasase con la mayor parte de ellas a partir del a?o 2001. En 1999, un a?o despu¨¦s de su creaci¨®n, los casi desconocidos y hoy multimillonarios Brin y Page recibieron 25 millones de d¨®lares de dos de las mayores firmas de capital riesgo de Silicon Valley, pero no fue hasta 2004 cuando acudieron a financiarse a la Bolsa. Google sali¨® a 85 d¨®lares la acci¨®n y hoy cotiza a m¨¢s de 440 d¨®lares, habiendo analistas que objetivan su precio en 660 d¨®lares. Su valor burs¨¢til total supera los 110.000 millones de euros.
Ello no significa que Google no tenga debilidades. Ya ha ocurrido que algunos de sus colegas la acusen de la misma arrogancia con la que la gente de Google trat¨® al equipo de Bill Gates. En primer lugar, sufre de la presi¨®n competitiva de Microsoft y Yahoo!, la tercera empresa en discordia en esta batalla por la hegemon¨ªa inform¨¢tica, y que intenta pasar desapercibida entre la confrontaci¨®n de las dos primeras; segundo, que los ingresos de Google son monocultivo ya que dependen de un solo producto, la publicidad; tercero, el oscurantismo de la empresa, de la que apenas se conoce su estrategia a medio plazo. Por ¨²ltimo, una cierta descapitalizaci¨®n de capital humano, producto de su ¨¦xito burs¨¢til: al haber generado tantos millonarios, muchos cuadros y ejecutivos se han retirado o se han ido para fundar sus propios negocios.
Acaba de conocerse un nuevo factor de competencia: siendo Google un producto t¨ªpicamente norteamericano, el coraz¨®n de la vieja Europa, Francia y Alemania, propicia que algunas de sus empresas m¨¢s importantes (Thomson, Deutsche Telekom, France T¨¦l¨¦com...) a¨²nen esfuerzos para crear un buscador alternativo a Google, que se denominar¨¢ Quaero ("yo busco"), y cuyos contenidos tengan una idiosincrasia cercana al Viejo Continente. No cabe duda del car¨¢cter emulador de cualquier empresa de ¨¦xito fulgurante.
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