Los hombres de Sabon Gari
La ley isl¨¢mica y el travestismo conviven en un barrio de la ciudad nigeriana de Kano
Kabir Yusuf, de 40 a?os, Usman Sani, de 18 y Bachir Sani, de 33, tienen en com¨²n tres cosas: viven en Nigeria (150 millones de habitantes, seg¨²n fuentes oficiales), son musulmanes y homosexuales.
Pero mientras los dos primeros, ambos nigerianos y acusados de un delito de sodom¨ªa, han pasado un calvario de seis meses esperando una sentencia que finalmente les ha salvado de la pena de muerte, el tercero es un travesti procedente de Chad que se prostituye abiertamente en el barrio de Sabon Gari, en la ciudad norte?a de Kano. "Me visto de mujer porque quiero. S¨¦ que no lo soy pero tampoco soy un hombre. Me gano la vida as¨ª. Siento m¨¢s mi feminidad que mi masculinidad", comenta Bachir.
La liberalidad en el sexo convive con la represi¨®n impuesta por la clase pol¨ªtica
La frase no sonar¨ªa rara en los aleda?os del Camp Nou en Barcelona o en la calle de Montera en Madrid, lugares frecuentados por travestis que se dedican al negocio del sexo. Pero Bachir vive y trabaja en Kano (10 millones de habitantes), la ciudad m¨¢s importante del norte de Nigeria, de mayor¨ªa musulmana y regida por la shar¨ªa, la ley isl¨¢mica, que condena la homosexualidad y la castiga con la pena de muerte por lapidaci¨®n.
Por eso sorprende que, con los ojos maquillados y ataviado con un tradicional vestido nigeriano de mujer de colores chillones, Bachir se exprese con tanta libertad en plena calle. "Soy musulm¨¢n, pero la shar¨ªa no es mi ley. Soy precavido y tengo que tener cuidado con la polic¨ªa porque es peligroso si te denuncian, pero ¨¦sta es nuestra zona, todo el mundo lo sabe y nadie nos molesta", asegura.
Bachir no es el ¨²nico que se expresa as¨ª. A las diez de la noche de un s¨¢bado cualquiera, decenas de travestis esperan en el barrio de Sabon Gari la llegada de clientes. Aunque la zona se considera dominio de la minor¨ªa cat¨®lica que puebla Kano, muchos musulmanes descontentos con el fundamentalismo isl¨¢mico acuden a este oasis en pleno coraz¨®n de la shar¨ªa, atra¨ªdos por su liberalidad o simplemente para escapar de la prohibici¨®n de beber alcohol.
A esa hora, la calle se convierte en un corredor oscuro ocupado por una densa capa de polvo e iluminado por unas tenues luces de ne¨®n que apenas dejan ver las caras de los que all¨ª se dan cita. Los travestis no llevan cuellos de piel, ni amplios escotes, ni escueta lencer¨ªa, sino tradicionales vestidos de mujer nigeriana que les cubren todo el cuerpo. Varios de ellos fuman cigarrillos con pose provocativa en la puerta del New House, uno de los locales donde se producen los encuentros con los clientes.
"Nos pagan entre 5.000 y 10.000 nairas (entre 30 y 60 euros) cada vez que lo hacemos, pero todo es negociable, depende del dinero que tengamos en ese momento", explica Bachir, que adem¨¢s de prostituirse es proxeneta de tres chicas nigerianas que cobran 1.500 nairas por encuentro (unos ocho euros), un salario decente si se compara con el sueldo m¨ªnimo de un nigeriano al mes, de 7.000 nairas. "No usamos condones", a?ade, "porque es malo para el est¨®mago. ?El sida? Yo tengo que conseguir dinero y si el cliente no se quiere poner un cond¨®n pues yo no lo exijo".
La vida en este barrio transcurre sin grandes altibajos. Los hombres que all¨ª se re¨²nen aseguran que no ha habido redadas ni grandes problemas, aunque recuerdan alg¨²n caso en el que la polic¨ªa isl¨¢mica irrumpi¨® para detener a alguien. "Estamos a salvo, siempre que no nos pillen en la habitaci¨®n", explica Abubakar, otro travesti, "pero esto no suele ocurrir porque la polic¨ªa no quiere encontrarse con los hombres importantes que a veces vienen y nos llevan a hoteles de la ciudad".
La homosexualidad en Nigeria y en toda ?frica es un tema tab¨² aunque conocido por todos. Cuando se le cuenta a algunos nigerianos de clase baja que en Espa?a los homosexuales pueden casarse suelen llevarse las manos a la cabeza y contestan sorprendidos con una frase del tipo: "?Casarse?, pero si nosotros aqu¨ª les matamos". Aun as¨ª, el barrio de Sabon Gari es un ejemplo de que Nigeria es un pa¨ªs de contrastes, donde la liberalidad en el sexo convive con la represi¨®n impuesta por la clase pol¨ªtica, especialmente la que gobierna los 12 estados del norte, de mayor¨ªa musulmana y que desde el a?o 2000 se rigen por la ley isl¨¢mica. Es justo en esta zona donde la gente expone m¨¢s abiertamente su cansancio de una norma que consideran fundamentalista y un arma pol¨ªtica m¨¢s que moral.
Desde la implantaci¨®n de la shar¨ªa, una docena de personas han sido condenadas a la pena de muerte. Ninguna de ellas ha sido ejecutada. Fuentes diplom¨¢ticas explican que, pese a que las amputaciones y los latigazos se siguen sucediendo, en materia de pena de muerte existe un acuerdo no escrito entre los estados del norte y el Gobierno del presidente cristiano Olusegun Obasanjo. Por eso, la sentencia que ha salvado a Kabir y Usman de morir lapidados no ha sido una sorpresa.
Ambos fueron absueltos del delito de sodom¨ªa el pasado 6 de diciembre. El tribunal isl¨¢mico de Katsina que los juzg¨® encontr¨® defectos de forma en el proceso y desech¨® la acusaci¨®n al no haber al menos cuatro testigos independientes que hubiesen presenciado a los dos hombres justo en el momento en el que manten¨ªan relaciones sexuales. "La shar¨ªa exige cuatro testigos", explican las mismas fuentes, "por lo que es muy dif¨ªcil que se ejecuten las condenas de muerte. La ejecuci¨®n de una persona pondr¨ªa a Nigeria una vez m¨¢s en la picota y dar¨ªa al traste con todos los esfuerzos que el Gobierno est¨¢ haciendo por lavar su imagen internacional".
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