Sue?os y pesadillas en Palestina
Diez a?os despu¨¦s, los resultados de las repetidamente pospuestas elecciones legislativas palestinas pueden interpretarse como el cumplimiento de los mejores sue?os de algunos (Ham¨¢s, principalmente) y como la materializaci¨®n de las peores pesadillas de otros (Autoridad Palestina, Israel, Estados Unidos y Uni¨®n Europea, por ese orden).
Los primeros ven refrendado as¨ª el ¨¦xito obtenido anteriormente en los comicios municipales (ya m¨¢s de un mill¨®n de palestinos vive en municipios gobernados por Ham¨¢s), con el control mayoritario del Consejo Legislativo y el claro dominio del pr¨®ximo Gobierno, sin que quepa descartar que, si Abu Mazen asume la derrota, se les abra la puerta a una inmediata presidencia de la Autoridad Palestina (AP). A primera vista, ¨¦ste es el corolario de una inteligente y sostenida labor social, pol¨ªtica y de resistencia que se ha dedicado, mucho m¨¢s eficazmente que la propia AP, a atender las necesidades de una poblaci¨®n desasistida y a liderar, tambi¨¦n en el terreno de la violencia, la frustraci¨®n y desesperaci¨®n de quienes se sienten ocupados militarmente y abandonados a su suerte por la comunidad internacional.
La victoria de Ham¨¢s es el corolario de una inteligente y sostenida labor social, pol¨ªtica y de resistencia
Es previsible que los nuevos gobernantes palestinos encuentren la manera de aceptar la existencia de Israel
Ahora, con el nombre de Reforma y Cambio, Ham¨¢s ha optado por consolidar su presencia institucional, tanto para blindarse contra posibles planes de eliminaci¨®n (de Israel, de la AP o de ambos) como para ampliar su radio de acci¨®n a todos los terrenos, al tiempo que obligaba a los actores externos a recomponer su visi¨®n de la partida en juego. M¨¢s all¨¢ de esto, hay que resaltar que una parte importante de los votos recibidos no son islamistas, en el sentido de apoyar al Movimiento de Resistencia Isl¨¢mica, sino directamente la expresi¨®n del hartazgo acumulado tras un largo periodo de total dominio institucional por parte de una Organizaci¨®n para la Liberaci¨®n de Palestina (OLP), con Al Fatah como principal referencia, vista con raz¨®n como corrupta e ineficiente.
Entre los segundos, la vieja guardia palestina es la m¨¢s afectada por la decisi¨®n popular. Desaparecido Arafat, se confirma ahora la insostenibilidad de una supuesta imagen de unidad en torno a Mahmud Abbas, que llev¨® al emergente l¨ªder de la joven guardia, Maruan Barghuti, a evitar la ruptura y a presentarse como cabeza de lista en Al Fatah. Todo indica que la quiebra es inminente, aunque s¨®lo sea para soltar lastre y no perder totalmente las opciones de futuro, lo que supondr¨¢ el desplazamiento de todos aquellos que acompa?aron a Arafat (los tunecinos).
Israel, por su parte, se enfrenta a un escenario indeseable, en gran medida como consecuencia de su propia estrategia de marginaci¨®n del presidente de la AP ("no hay con qui¨¦n negociar") y de su empe?o destructivo (desde los asesinatos selectivos hasta el muro de separaci¨®n, pasando por la ampliaci¨®n de asentamientos y los castigos colectivos, sin que el redespliegue unilateral de Gaza, que no retirada, haya enga?ado a nadie). A estas horas, EE UU -como principal apoyo de un Sharon al que s¨®lo eufem¨ªsticamente se puede calificar de hombre de paz- y la UE -sost¨¦n principal de las precarias condiciones de vida de la poblaci¨®n de Gaza y Cisjordania- deben ser conscientes de que su capacidad para influir en el ¨¢nimo de los palestinos es muy reducida, en la medida en que sus amenazas de que cortar¨ªan toda relaci¨®n con una AP dominada por Ham¨¢s no han surtido efecto alguno. Por si esto no fuera suficiente, lo ocurrido les reenv¨ªa una se?al n¨ªtida de cu¨¢les pueden ser hoy los resultados de cualquier otro proceso electoral realmente libre en los pa¨ªses ¨¢rabes vecinos.
El despertar de ese sue?o o pesadilla debe ser inmediato. Ham¨¢s no tiene capacidad militar para doblegar a su eterno enemigo y no podr¨¢ mejorar el bienestar de los palestinos si no es con la ayuda exterior. Israel tampoco va a lograr por la fuerza eliminar los anhelos de autodeterminaci¨®n de sus vecinos, aunque es, en ¨²ltima instancia, quien domina actualmente la situaci¨®n. Es previsible que, aplicando el mismo realismo que los ha conducido hasta aqu¨ª, los nuevos gobernantes palestinos, entre los que ser¨ªa positivo que siguieran estando algunos representantes de Al Fatah, encuentren la manera de aceptar la existencia de Israel como Estado, al tiempo que se desarmen (no hay que olvidar que a partir de ahora tendr¨¢n el control de las fuerzas de seguridad palestina).
En todo caso, esto no ocurrir¨¢ de manera autom¨¢tica y sin cambios en el bando israel¨ª. Unos cambios que quedan a la espera de las elecciones del pr¨®ximo 28 de marzo, en las que los israel¨ªes deber¨¢n elegir entre el inmovilismo -que conduce a m¨¢s violencia y al alejamiento del verdadero objetivo nacional de ser reconocido como un Estado m¨¢s entre iguales-, o asumir la necesidad de volver a la mesa de negociaciones, abandonando la falsa creencia de que es posible quedarse impunemente con gran parte de Cisjordania, Jerusal¨¦n incluida.
Bruselas, y ojal¨¢ que tambi¨¦n Washington, deber¨ªan impulsar un nuevo proceso de paz, que s¨®lo es factible si ambos suman fuerzas, estableciendo en todo caso una condicionalidad que obligue por igual a ambos bandos en el cumplimiento de sus compromisos. Eso incluye eliminar de sus listas de grupos terroristas a quienes los palestinos consideran a partir de ahora los mejor capacitados para cumplir a su vez con su sue?o: un Estado soberano y viable.
Jes¨²s A. N¨²?ez Villaverde es director del Instituto de Estudios sobre Conflictos y Acci¨®n Humanitaria (IECAH, Madrid).
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
?Tienes una suscripci¨®n de empresa? Accede aqu¨ª para contratar m¨¢s cuentas.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.