"La gente nos mira mal"
Antes, 140 kilos; ahora, 90. Hace nueve meses, Rosan Bas se someti¨® a una operaci¨®n de reducci¨®n de est¨®mago en un hospital p¨²blico. Desde entonces, su vida ha cambiado. "No tengo las limitaciones que ten¨ªa antes. Algo tan simple como no caber en la butaca de un cine o de una terraza te puede hacer muy infeliz. Ahora puedo llevar una vida m¨¢s normal: jugar con mi hijo sin fatigarme, subir unas escaleras sin sacar la lengua hasta la rodilla. Aun as¨ª, tengo que seguir cuid¨¢ndome", se?ala.
Rosan cuenta que no tuvo que esperar mucho para su operaci¨®n, pero cree que a eso le ayud¨® su condici¨®n de funcionaria de la Agencia Tributaria en Castell¨®n. "Desde que tom¨¦ la decisi¨®n de operarme pasaron s¨®lo tres meses, pero es que yo ten¨ªa la mutua y eso agiliz¨® todo mucho. Me pregunto qu¨¦ habr¨ªa pasado si hubiera ido como un ciudadano normal".
Aun as¨ª, y aunque las cosas le han ido bien, Rosan recuerda que la primera respuesta de la mutua a su operaci¨®n fue un no tajante. "Me dijeron que eso era una cuesti¨®n est¨¦tica y que eso no lo cubr¨ªa el seguro. Luego accedieron, pero s¨¦ que los seguros privados no contemplan este tipo de operaciones".
Para Rosan eso es una muestra de que la sociedad a¨²n no ha entendido que la obesidad m¨®rbida es una enfermedad que debe ser tratada como otra cualquiera. "Tenemos que admitir que somos enfermos. A partir de ah¨ª, la Administraci¨®n tiene que meternos en las listas de espera de cirug¨ªa y dotar a m¨¢s hospitales de camillas especiales, bistur¨ªs y todo lo que sirva para dar m¨¢s recursos". "Y luego hay que aprender a ponerse en el lugar del otro", concluye Rosan, "porque la gente todav¨ªa nos mira mal cuando vamos en el autob¨²s".
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