Hay riesgos, pero no los que se dicen
Si ustedes son lectores habituales de la secci¨®n de internacional de los peri¨®dicos ya estar¨¢n al tanto de que en Latinoam¨¦rica la "izquierda" est¨¢ ganando una elecci¨®n tras otra. La explicaci¨®n habitual de este "giro" a la izquierda del continente es que el modelo neo-liberal ha fracasado y que las sociedades que han visto frustradas sus expectativas de desarrollo han optado por confiar en la "alternativa" de izquierdas para solucionar los problemas de crecimiento y equidad del continente.
Puede que nos guste -o no-, pero es una interpretaci¨®n demasiado simple de la complejidad latinoamericana. En ella, los ¨¦nfasis est¨¢n colocados en aspectos que son razonablemente verdaderos, pero que no son toda la historia de lo que est¨¢ pasando en Am¨¦rica Latina. En primer lugar, la idea del "fracaso reciente del modelo de econom¨ªa de mercado" es cuestionable. En los ¨²ltimos tres a?os, la regi¨®n ha estado creciendo a una tasa que multiplica por cinco el promedio de los ¨²ltimos 25 a?os y, como consecuencia de ello, y seg¨²n la Comisi¨®n Econ¨®mica para Am¨¦rica Latina (CEPAL), 13 millones de latinoamericanos han salido de la pobreza y 10 millones de la miseria. Puede ser poco o quiz¨¢ que llegue tarde, pero esta realidad invalida algo que se da siempre por hecho: que la regi¨®n no crece y que la pobreza aumenta imparablemente.
Lo que puede estar ocurriendo en la otra orilla del Atl¨¢ntico no nos es indiferente a los espa?oles ni moral ni econ¨®micamente
Porque esa imprecisi¨®n lleva a la bienintencionada idea de que, para crecer, Am¨¦rica tiene que, previamente, resolver su desigualdad. Moralmente quiz¨¢ sea deseable, pero la secuencia normal ha sido primero crecer para que las pol¨ªticas de distribuci¨®n de la renta -que s¨ª suele hacer la izquierda- reduzcan la pobreza y la desigualdad. Y ah¨ª esta el ejemplo de ¨¦xito de Chile.
En segundo lugar, la idea de una izquierda latinoamericana unida tras un proyecto program¨¢tico com¨²n es sencillamente un mito de un pasado en el que se mezclan ejes inveros¨ªmiles, variados movimientos sociales, boinas rojas y camisetas del Che. Pero basta un poco de sosiego para darse cuenta de que nada tienen que ver Lula o Tabar¨¦ con Ch¨¢vez, y poco con Kirchner. Y que el Gobierno de la primera mujer presidente de Chile cuenta con retos, instrumentos e instituciones muy distintos a los que tiene Evo Morales o quien despu¨¦s de abril sea presidente en Per¨².
El continente no corre el riesgo de fracturarse en dos bloques que respondan al imaginario colectivo de "izquierdas" y "derechas". M¨¢s bien el riesgo es que -independientemente del color del partido del Gobierno- los pa¨ªses a los que les ha ido razonablemente bien en la globalizaci¨®n persistan en su integraci¨®n en la econom¨ªa mundial y que, por el contrario, aquellos a los que que les ha ido mal o regular opten por excluirse de la integraci¨®n. Y eso en la regi¨®n no es nuevo. Ha pasado reiteradamente en su historia. Y cuando ha ocurrido, la b¨²squeda de las v¨ªas nacionalistas a la prosperidad no han venido acompa?adas de m¨¢s democracia y m¨¢s libertades, sino, por el contrario, de m¨¢s populismo y m¨¢s demagogia. De m¨¢s caudillismo, m¨¢s corrupci¨®n -si cabe- y m¨¢s arbitrariedades.
La diferencia para los espa?oles -empresarios e inversores- es que esta vez lo que puede estar ocurriendo en la otra orilla del Atl¨¢ntico no nos es indiferente, ni moral ni econ¨®micamente. Por eso es tan importante no dejarse llevar por an¨¢lisis simplistas. Si realmente estamos convencidos de que desarrollo y democracia tienen que ser inseparables, hay que ser implacables con todo y todos aquellos que reiteradamente juegan a los dados con la econom¨ªa, las libertades pol¨ªticas y el respeto a los adversarios.
Y si, por el contrario, creemos que en los pa¨ªses "en desarrollo" se puede, t¨¢cticamente, limitar ciertas libertades y transigir con la ruptura de algunas reglas a cambio de crecer m¨¢s, aunque sea con m¨¢s equidad, pues d¨ªgase. Pero sin tapujos. Y sabiendo que, a lo peor, hay alguien que se acuerde de que tambi¨¦n aqu¨ª, hace muchos a?os, nos dec¨ªan que para la democracia y sus instituciones hab¨ªa que esperar a que lleg¨¢ramos a los 5.000 d¨®lares de renta per c¨¢pita.
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