Coser y cantar
Se inscrib¨ªa esta producci¨®n de El barberillo de Lavapi¨¦s, cuando se present¨® hace ocho a?os, en un proceso de modernizaci¨®n de las puestas en escena del teatro de La Zarzuela, que intentaba sobrepasar los l¨ªmites de la comedia musical entonces preponderante. Por aquellas fechas, Calixto Bieito hab¨ªa debutado en el g¨¦nero con una celebrada incursi¨®n en La verbena de la Paloma. No hab¨ªa comenzado su huida provocadora hacia qui¨¦n sabe d¨®nde, y su capacidad teatral por encima del artificio hac¨ªa presagiar a un director de los de verdad. De los que conocen el oficio y de los que tienen imaginaci¨®n para atrapar con soluciones ingeniosas al espectador. Todo ello se percibe en este Barberillo, al margen de la evoluci¨®n posterior de Bieito en el g¨¦nero l¨ªrico. De entrada el espect¨¢culo tiene un ritmo trepidante, con un movimiento coral magistral. La escenograf¨ªa de M¨®nica Quintana se ajusta a las intenciones del director y el trabajo con los actores es espl¨¦ndido, gracias tambi¨¦n a la complicidad de Beatriz Lanza, Carmen Gonz¨¢lez o Francisco Maestre -todos ellos en el reparto de 1998- o a la fuerza arrolladora de Marco Moncloa como Lamparilla. El espect¨¢culo no da respiro. Y el espectador cae rendido ante la poderosa presencia del coro que canta bien y se mueve con picard¨ªa e ingenio.
El barberillo de Lavapi¨¦s
De Barbieri. Orquesta de la Comunidad de Madrid, Coro del T. de La Zarzuela. Direcci¨®n musical: Miquel Ortega.
Direcci¨®n de escena: Calixto Bieito. Con Beatriz Lanza, Marco Moncloa, Carmen Gonz¨¢lez, y otros. Teatro de La Zarzuela, 10 de febrero.
Miquel Ortega se las apa?a muy bien con la orquesta. Controlando con cierta rigidez al principio, solt¨¢ndose la melena dentro de un orden despu¨¦s. Los cantantes se desenvuelven con agilidad. Las miradas confluyen, en cualquier caso, en Bieito. Es el ¨²nico capaz de que aquello experimente un cierto vuelo. Y lo consigue aunque no siempre. Mientras prevalecen los hallazgos esc¨¦nicos en funci¨®n de lo que se est¨¢ contando no hay problema. Cuando la creatividad se mueve alrededor del ombligo del director, las cosas adquieren otro cariz. Sobre todo, porque aparece un elemento de distancia. Las ideas geniales son en muchas ocasiones una limitaci¨®n. Es el caso de la silla de barbero-v¨¢ter o de la necesidad de quitar las bragas al personaje de Paloma introduciendo un clima de tensi¨®n sexual.
Lavapi¨¦s se le ha quedado, en cualquier caso, peque?o a Bieito, por mucho que declare, con cierto oportunismo, que es "una naci¨®n". Sin embargo, acierta cuando reivindica el tono popular y barriobajero de algunas zarzuelas, como signo de diferenciaci¨®n frente a la opereta vienesa. En El barberillo..., Bieito hace un buen trabajo teatral, aunque su egocentrismo le pone siempre bajo sospecha. Las bocanadas de aire fresco son bien recibidas, la pedanter¨ªa es rechazable. En esta ocasi¨®n est¨¢ m¨¢s inclinado a lo primero. Mejor as¨ª.
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