Roma y el arte bizantino
EL PA?S presenta ma?ana, s¨¢bado, por 9,95 euros, el quinto volumen de la colecci¨®n Historia del Arte
A finales del siglo II antes de Cristo, Roma era el mayor centro de poder del Mediterr¨¢neo. Como due?a del mundo, y sobre las bases del griego, los romanos revitalizaron la escultura y la arquitectura creando obras sobresalientes: acueductos, carreteras..., y levantaron arcos triunfales, templos y capitolios. Todav¨ªa hoy las ruinas de lo que fue la grandeza de Roma sobrecogen por su belleza y grandiosidad.
La influencia del arte heredado de los etruscos se manifiesta en las primeras esculturas romanas. La loba del Capitolio, el s¨ªmbolo de Roma, debi¨® de ser encargada a los fundidores etruscos, que conoc¨ªan bien el manejo del bronce. En la ¨²ltima etapa de la Rep¨²blica, los retratos de funcionarios, c¨®nsules y tribunos se popularizan y configuran el nuevo arte romano. Los rasgos de estas esculturas reh¨²yen la idealizaci¨®n hel¨¦nica y procuran ser fieles al aspecto del retratado. Cuando tallan bustos femeninos, estos representan a las damas con ampulosos peinados que sirven para fijar la ¨¦poca a la que pertenecen. Livia, la mujer del emperador Augusto, lanz¨® la moda de peinarse los cabellos formando una toca sobre la cabeza. Las mujeres de la ¨¦poca de Flavio lucen, en cambio, rizos alborotados, y las de la ¨¦poca de Trajano llevan el cabello recogido y trenzado. A Roma, al arte paleocristiano y bizantino, el quinto volumen de la Historia del Arte de EL PA?S aporta las claves de un legado cultural asombroso.
Al igual que en el Antiguo Oriente, los romanos eligieron a los artistas para que difundieran sus victorias. El emperador Trajano, por ejemplo, hizo erigir una gran columna (como un obelisco egipcio) para mostrar sus victorias en la campa?a de la Dacia. En ella aparecen narrados, hasta en los m¨¢s m¨ªnimos detalles, la vida de los soldados, las batallas, los impedimentos que llevaban y, por supuesto, el arrojo guerrero de Trajano. Es un gran reportaje esculpido en piedra.
La historia atribuye a C¨¦sar una edificaci¨®n compulsiva. De ¨¦l se dec¨ªa que encontraba ciudades de ladrillo y las dejaba de m¨¢rmol, pero fue Augusto, su sucesor, quien impuls¨® el nuevo arte. De esta ¨¦poca son los bellos relieves en m¨¢rmol con escenas costumbristas que adornaban fachadas y espacios p¨²blicos, y el Ara Pacis, el monumento que Augusto mand¨® erigir tras su regreso de las campa?as de Espa?a y Galia (a?o 13 antes de Cristo). Ner¨®n, Vespasiano y Tito prosiguieron con el ansia constructora de Augusto y nos legaron lo que son hoy maravillosas ruinas, como el enorme Coliseo de Roma, con capacidad para 40.000 espectadores sentados y 5.000 de pie, iniciado por Vespasiano y acabado en el a?o 82 por Domiciano. Adriano no construy¨® ning¨²n foro, pero en su haber cuenta con una de las maravillas del mundo, la villa Adriana, en las afueras de Roma.
Los patricios de la ¨¦poca descubrieron por su parte el valor de la casa y de la decoraci¨®n con frescos y mosaicos. La legendaria Pompeya contaba con algunas de las viviendas m¨¢s lujosas del imperio. Alguna de las escasas pinturas que se conservan, como los retratos de aire bizantino de Paquio Pr¨®culo y su esposa, proceden de la ciudad arrasada por el Vesubio.
Expansi¨®n
Conforme avanzan los siglos, el Imperio Romano se expande por el mundo. Pero el gran cambio llega con el emperador Constantino y su edicto del a?o 313, que convierte al cristianismo en la religi¨®n oficial del Estado. Cuando la Iglesia sale de las catacumbas, hubo de habilitar espacios que pudieran albergar a los numerosos fieles. Se tom¨® como modelo el de los mercados cubiertos y donde se impart¨ªa justicia en la antigua Roma, las llamadas "bas¨ªlicas" (una gran sala con otras habitaciones laterales separadas de la principal por columnas). Fue as¨ª como Santa Elena, la madre del emperador Constantino, hizo edificar la primera gran iglesia. Pero las bas¨ªlicas deb¨ªan ser decoradas, y ah¨ª se plante¨® el problema de si era conveniente o no representar la efigie de Cristo. Hubo acuerdo en que no deb¨ªa haber estatuas en la casa de Dios y en que lo perfecto ser¨ªa representarlo en pintura. Fue el papa Gregorio el Grande quien a finales del siglo VI dio v¨ªa libre a la representaci¨®n gr¨¢fica de la vida de Jesucristo. Una decisi¨®n capital para la historia del arte.
![Patricio Barberini, palacio de los Conservadores en Roma.](https://imagenes.elpais.com/resizer/v2/W7JKTUZNZBICSJITSHFFYWNBBE.jpg?auth=ecbbf05f9e463478fda3ebc516e95d02b73a5d122518d1460c21f22dbf161452&width=414)
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