Condenas creativas para 'ovejas negras'
Medidas alternativas para sentencias a menores: convivir con tetrapl¨¦jicos e impartir clases de inform¨¢tica
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Al final, se decide por "Manolo". No quiere dar su nombre verdadero y medita un alias durante toda la entrevista. Tambi¨¦n le cuesta explicar por qu¨¦ est¨¢ donde est¨¢, cumpliendo una condena de 50 horas en beneficio de la comunidad,en el local de la asociaci¨®n que ejecuta en Granada las medidas judiciales de medio abierto, Imeris: "Estaba con mi hermano mayor en El Corte Ingl¨¦s y se meti¨® un m¨®vil en el bolsillo. Nos pill¨® el de seguridad y...". Manolo tiene 17 a?os, le quedan unos d¨ªas para cumplir 18 y seis horas para saldar su cuenta con Emilio Calatayud, el juez de menores de Granada, cuyo alias, ¨¦ste elegido por las madres de los chavales que han pasado por sus manos es "padrazo".
"Los menores que delinquen ya no son marginales: cada vez hay m¨¢s clase media"
- ?Crees que volver¨¢s a pasar por el juzgado?
- Nooo. Paso de volver. Tengo un pu?ado de amigos en reformatorios y est¨¢n amargados. S¨®lo los veo cuando salen de permiso.
Menos del 5% de los menores que han cometido un delito termina en un internado. La mayor¨ªa de los casos se resuelven con prestaciones en beneficio de la comunidad (casi 5.500 sentencias en Espa?a en 2005) o un tiempo de libertad vigilada (algo m¨¢s de 6.000). Calatayud resuelve una media de 900 casos al a?o. En toda su carrera, 26 a?os como juez y 18 con menores en Granada, s¨®lo ha internado a 80. "Con lo que cuesta cada d¨ªa un chaval en un centro, m¨¢s de 200 euros, pagas un equipo de educadores que le den la vuelta", dice.
Manolo no est¨¢ interno pero tiene que acudir tres veces a la semana a Imeris. En su caso, la prestaci¨®n al beneficio de la comunidad consiste en asistir a talleres de autocontrol, resoluci¨®n de conflictos y habilidades sociales. En una pizarra del centro hay una lecci¨®n sobre qu¨¦ hacer cuando alguien te mira fijamente. Hay varias recomendaciones escritas, como por ejemplo, apartar la mirada, pero Manolo escoge la ¨²nica opci¨®n que no est¨¢: "yo no la quito, eh".
Cada vez que salen de una habitaci¨®n, los trabajadores de Imeris cierran la puerta con llave. Resulta visiblemente inc¨®modo para ellos, pero tambi¨¦n necesario. "Nos mangaban los monederos y se llevaban los port¨¢tiles", explica Mar¨ªa Jos¨¦ Espig¨¢nez, psic¨®loga. Depende de donde se mire, el centro parece un club de j¨®venes, con las fotos de acampadas y declaraciones de amor en las paredes, o lo que realmente es, un centro de ejecuci¨®n de medidas judiciales con carteles que recuerdan que est¨¢ prohibido llevar joyas y anillos porque "hay quien no diferencia entre un adorno y un arma".
Las medidas de prestaciones en beneficio de la comunidad no pueden imponerse sin el consentimiento del menor. La mayor¨ªa de las veces, el fiscal, los psic¨®logos y el chaval se ponen de acuerdo y no hay que ir a juicio; el juez da el visto bueno y el equipo de psic¨®logos comienza a buscar el centro m¨¢s adecuado para que el menor cumpla la medida acordada. "Se trata de que la prestaci¨®n tenga una relaci¨®n lo m¨¢s directa posible con el delito cometido, explica F¨¦lix Pantoja, vocal del CGPJ y ex fiscal del menor. "Imponer un castigo, pero que no est¨¦ basado en la venganza, sino en la reinserci¨®n".
Calatayud ha exprimido al m¨¢ximo esa filosof¨ªa de trabajo. No es el ¨²nico juez de menores de Espa?a que emite este tipo de sentencias, por supuesto, pero el car¨¢cter creativo de algunas de ellas le han hecho c¨¦lebre. Oblig¨® a un joven senegal¨¦s a aprender a hablar, leer y escribir en castellano por vender discos pirata en la calle (delito contra la propiedad intelectual); conden¨® a un chico que se hab¨ªa pegado con otro porque le miraba mal a limpiar espejos. Los que conducen borrachos o sin seguro saben que pasar¨¢n una temporada en la unidad de tetrapl¨¦jicos de un hospital por prescripci¨®n del juez. Calatayud se he hecho famoso, pero la celebridad le ha tra¨ªdo tantos fans como enemigos.
-A los que le critican por blando y piden mano dura, ?qu¨¦ les dice?
-Les digo que se pongan en el lugar de los padres del menor. Ninguno estamos libres de que nos llamen un d¨ªa para decirnos que nuestro hijo ha hecho una barbaridad.
En la misma l¨ªnea, Isabel Umbert, de la Junta de Andaluc¨ªa, asegura: "Los menores que delinquen ya no son chavales de entornos marginales. Cada vez vienen m¨¢s de clase media, son m¨¢s j¨®venes y hay m¨¢s chicas".
Calatayud cree que no - "No es tanto como se dice"- pero cada semana sale a la luz un nuevo caso de matonismo escolar, como el de la pandilla de chavales de Sevilla condenados a trabajar 60 horas en un centro para j¨®venes con s¨ªndrome de Down por humillar a una compa?era que padec¨ªa esta enfermedad. "No hay que dramatizar, ni demonizar al chaval. Son cosas de la presi¨®n del grupo", asegura Alberto Carmona, presidente de Asedown, asociaci¨®n que se ha ofrecido a acoger a los condenados.
"La implicaci¨®n de la familia es fundamental. Si los padres pasan y piensan, bueno, que le castiguen y ya est¨¢, las posibilidades de ¨¦xito son mucho menores", asegura Medina. Manolo acaba de comentarle a los suyos que quiere ingresar en las Fuerzas Armadas: "En la infanter¨ªa mecanizada, reparando tanques y eso. Me han dicho que p'alante".

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