Descripci¨®n de un combate
- LA VISITA DEL RENCOR. Nada hay m¨¢s rencoroso, tan previsiblemente rencoroso, como una derecha pol¨ªtica persuadida de haber perdido el poder que otorga el manejo de los presupuestos del Estado por un sencillo error de c¨¢lculo, un insignificante error de c¨¢lculo que trastoca toda expectativa para sus protagonistas y que lleva a las siempre calientes aguas del ejercicio pol¨ªtico a un aceler¨®n de decibelios que o bien se queda en nada o puede que nos convierta a todos en algo m¨¢s sordos. La calentura de casino de un pep¨¦ alborotador en manos de un registrador de la propiedad y de un inspector de Hacienda, con la ayuda irreparable de un sujeto gallego que a sus ?83 a?os! se estrena como senador, como si el tipo no hubiera estrenado de sobra sanguinarias tropel¨ªas en su amplia carrera de irrefrenable vocaci¨®n de servicio p¨²blico, da a entender que la venganza, en contra del criterio de los cl¨¢sicos, se sirve en caliente y de la manera m¨¢s rencorosa posible.
- V?CTIMAS Y VERDUGOS. Las v¨ªctimas de ETA, y en general de cualquier tipo de terrorismo, tienen todo el derecho a organizarse en asociaciones a fin de ejercer sus reivindicaciones en nombre de su atroz sufrimiento. Lo que no puede ser es que un Alcaraz cualquiera tome al conjunto de los ciudadanos como rehenes de su adscripci¨®n pol¨ªtica en nombre de su victimismo. Habr¨ªa que recordarle que Rodr¨ªguez Zapatero no es el l¨ªder de Batasuna, que con Savater no se puede ir m¨¢s all¨¢ de las taquillas del hip¨®dromo de la Zarzuela, que es obsceno -cuando no despreocupadamente interesado- usar el dolor ajeno para hacerse con el sitio desde donde se permite perpetuar todav¨ªa la monserga panfletaria de un discurso b¨¢sicamente antisocialista, como si hubiera v¨ªctimas de derecha y de izquierda y, sobre todo, como si la izquierda llevara la penitencia de apechugar con todas las v¨ªctimas.
- F?TBOL DE MERCADO. El error de Florentino P¨¦rez, que como dije una vez tiene m¨¢s de P¨¦rez que de Florentino, es creer que se puede hacer un equipo de estrellas en el que, al cabo, todas las figuras andan a la gre?a, despu¨¦s de delegar sus responsabilidades de campo en la estrella de al lado. A golpe de talonario se puede vender un estadio y forrarse con una constructora, aunque se requiere de un despiadado talento para lograrlo, pero el f¨²tbol es otra cosa, err¨¢tica, incierta, m¨¢gica en sus mejores jornadas y propia de una pesadilla cuando las estrellas deciden que esa tarde se comportar¨¢n como trabajadores desganados. Lejos del modelo del m¨¢s avispado Johan Cruyff, desconfiado del recurso a la mezcla sin tino de zidanes y pavones, para fiarlo todo a un sistema de reproducci¨®n ampliada que le permit¨ªa disponer siempre en el equipo de dos cuatros, seis ochos y tres nueves si eran necesarios. Pues eso.
- EL ARGUMENTO DEL CU?ADO. Jorge Edwards es un escritor chileno de casa bona con m¨¢s desparpajo que talento, y el otro d¨ªa, desde las p¨¢ginas de este diario, recurr¨ªa al acreditado argumento del cu?ado para desmontar desde el principio de los tiempos a Fidel Castro, como si el invierno del patriarca no bastara para desaconsejarlo. Pero en todo hay un antes y un despu¨¦s; el primero, esperanzador, y el segundo tocado de una decrepitud que a veces es pat¨¦tica. El argumento es que un cu?ado de Fidel Castro abandon¨® Cuba en cuanto ¨¦ste tomo el poder, ya que le conoc¨ªa de muy cerca y sab¨ªa de las maldades sin cuento de que era capaz como l¨ªder revolucionario. Como es l¨®gico, no se recaba la opini¨®n del jerarca sobre el asunto. Es cierto que ni conocemos la opini¨®n de Fidel sobre su primer cu?ado ni nos importa demasiado. Pero sugerir que el Castro del 59 era ya el tipo comunista podrido por la ambici¨®n de poder parece demasiado argumento anticastrista, por mucho cu?ado testimonial que se eche a la hoguera condenatoria.
- TERRA JUR?DICA. Lo peor de Terra M¨ªtica no son sus distracciones de reposter¨ªa, ni esa curiosa mezcla de artefactos recreativos alusivos a los grandes hitos de nuestra civilizaci¨®n antigua y turistas de verano hipnotizados por un sol sin misericordia a los que nada importan las falleras, referencias param¨ªticas como pretexto innecesario para darse un chapuz¨®n antes de zamparse la paella. No. Lo peor es la estafa, la chapuza, la precipitaci¨®n en la cobertura de un gran negocio de aluvi¨®n que llevar¨ªa a Eduardo Zaplana a sus mejores d¨ªas hasta convertirse en la pesadilla que ning¨²n pol¨ªtico, ni siquiera uno tan desenvuelto, desear¨ªa tener a sus espaldas. Convertida al fin en Terra Jur¨ªdica, esa m¨ªtica de casino y tente tieso, tediosa muestra de los a?os en que la derecha valenciana trataba de legitimarse con su r¨²stica apelaci¨®n a la cultura, llega a su fin en un cambalache de insolvencias, una postrimer¨ªa anunciada que alguien deber¨¢ asumir en toda la extensi¨®n de tan entretenida enga?ifa.
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