Ten¨ªan raz¨®n
Hace ahora tres a?os, las calles de las ciudades vascas, al igual que las de todos los pa¨ªses del mundo, estaban llenas de gentes que clamaban contra la guerra de Irak. Febrero, marzo, y en parte abril, de 2003 fueron testigos de una movilizaci¨®n ciudadana sin precedentes, que fue interpretada como expresi¨®n de la globalizaci¨®n de la opini¨®n p¨²blica mundial. Euskadi, pese al desinter¨¦s o al recelo mostrados por los partidos pol¨ªticos, no fue una excepci¨®n en esa gran corriente de protesta que atraves¨® los cinco continentes, y la ciudadan¨ªa vasca se vio contagiada por la misma indignaci¨®n que sintieron millones de hombres y mujeres en los m¨¢s diversos lugares del mundo.
Sin embargo, repasando las hemerotecas, puede comprobarse que, a diferencia de lo que ocurr¨ªa en otros sitios en los que la guerra acaparaba la mayor parte del debate, aqu¨ª en el paisito las fuerzas vivas ten¨ªan otras preocupaciones. Los partidos pol¨ªticos se afanaban en el doloroso y fratricida proceso interno de confecci¨®n de listas electorales ante la cercana llegada de los comicios municipales y forales, y a ello dedicaban la mayor parte de las energ¨ªas. Algunos, como el PNV, mostraban algunas preocupaciones a?adidas, como la de modificar la ley electoral en Alava, para lo que hab¨ªan movilizado a sus alcaldes en ese territorio. Unos y otros compaginaban los preparativos electorales con los pronunciamientos sobre la ilegalizaci¨®n de Batasuna, y sus consecuencias sobre los comicios a celebrar. ETA, por su parte, ajena a los profundos cambios que se estaban produciendo en el mundo, segu¨ªa con su particular cruzada de liberaci¨®n nacional y, en v¨ªsperas de la gran manifestaci¨®n contra la guerra de mediados de febrero, asesinaba cobardemente a Joseba Pagazaurtundua en Andoain.
Pero si la mayor¨ªa de los pol¨ªticos vascos andaban ocupados por entonces en otros asuntos, algo parecido ocurr¨ªa con sus j¨®venes cachorros. Las organizaciones juveniles del PNV, del PSE, o de EA brillaban por su ausencia en las movilizaciones que los diversos colectivos sociales opuestos a la guerra convocaban en nuestros pueblos y ciudades. Por su parte, los de Ikasle Abertzaleak llamaban a luchar contra la universidad espa?ola en una fantasmag¨®rica jornada de movilizaci¨®n s¨®lo seguida por ellos mismos, mientras d¨ªas despu¨¦s miles y miles de estudiantes llegaban hasta el centro de Bilbao en una marcha contra la guerra iniciada desde los diversos campus universitarios de Vizcaya, y que recordaba las viejas movilizaciones estudiantiles de las postrimer¨ªas del franquismo.
Pero no solo los j¨®venes vascos se movilizaban. Profesores de la UPV-EHU promov¨ªan a su vez un manifiesto contra la guerra que acabar¨ªa siendo suscrito por m¨¢s de 17.000 docentes e investigadores de todas las universidades espa?olas, y entregado a la entonces presidenta del Congreso de los Diputados. La gran mayor¨ªa de los pol¨ªticos vascos ten¨ªa, sin embargo, otras preocupaciones. Pero ellos, los que salieron a las calles, ten¨ªan raz¨®n. En Irak no hab¨ªa armas de destrucci¨®n masiva. Tampoco terroristas de Al Qaeda. La invasi¨®n s¨®lo representaba la locura de unos cuantos iluminados, empe?ados en pasar a la historia a cualquier precio. Hoy, tres a?os y decenas de miles de muertos despu¨¦s, Irak se desangra y se rompe en lo que, probablemente, no son sino los proleg¨®menos de una larga guerra civil de incalculables consecuencias. La anunciada democracia no ha llegado, y la dictadura laica de Sadam Hussein ha sido sustituida por la lucha entre fundamentalismos religiosos diversos que quieren imponer su propia dictadura, ante la mirada aturdida de las fuerzas de ocupaci¨®n.
Hace tres a?os, miles y miles de ciudadanos vascos de toda condici¨®n expresaban de mil formas su solidaridad con quienes, a lo largo y ancho del mundo, se opon¨ªan a la guerra. La inmensa mayor¨ªa de los pol¨ªticos del pa¨ªsito andaban en sus cosas y se desentendieron de aquellas movilizaciones. Pero aqu¨¦llos ten¨ªan raz¨®n. Y el tiempo se la ha dado.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.