25 a?os despu¨¦s del final de ETApm
El proceso de disoluci¨®n de una parte de la banda terrorista dur¨® de febrero de 1981 a enero de 1985
El final de ETA Pol¨ªtico-militar, de cuya tregua definitiva se cumplieron 25 a?os el 28 de febrero pasado, sigue siendo el ¨²nico referente de un proceso como el que puede abrirse con el alto el fuego de ETA. No ser¨¢ tan f¨¢cil ahora, 25 a?os y muchos muertos despu¨¦s.
ETA militar (ETAm) siempre denost¨® aquel proceso, sencillo visto ahora y que dur¨® cuatro a?os: desde el 28 de febrero de 1981 hasta el 14 de enero de 1985, cuando regres¨® el ¨²ltimo de los huidos a Francia.
El carpetazo a la violencia en ETApm empez¨® a gestarse en realidad con su decisi¨®n de participar, a trav¨¦s de su partido de referencia, Euskadiko Ezkerra (EE), en las primeras elecciones democr¨¢ticas de 1977 y seis meses despu¨¦s en el Consejo General Vasco, el ejecutivo preauton¨®mico presidido por el socialista Ram¨®n Rubial, hasta desembocar en la adhesi¨®n entusiasta al Estatuto de Autonom¨ªa de Gernika. Justo lo contrario de lo que hicieron ETAm y Herri Batasuna, que rechazaron todos esos avances.
El apoyo de ETApm al Estatuto de Gernika facilit¨® el abandono de las armas una vez que el autogobierno empez¨® a desarrollarse
Ello hizo que en los tres ¨²ltimos a?os de su existencia, los polimilis justificaran todas sus actuaciones -ya fueran el secuestro de delegados de educaci¨®n, ya asaltos a instalaciones militares o cohetes contra el mism¨ªsimo palacio de la Moncloa- en la exigencia de un Estatuto de autonom¨ªa. Eso se convertir¨ªa a la postre en su mejor coartada para justificar el abandono de las armas.
Las bombas de las estaciones de Atocha y Chamart¨ªn en el verano de 1979, tres meses antes del refer¨¦ndum estatutario, con un resultado de cinco muertos y decenas de heridos, los asesinatos de dos miembros del partido del Gobierno, la UCD, al a?o siguiente, tras constituirse el primer Gobierno vasco en marzo de 1980, porque el proceso de transferencias no avanzaba a su criterio, abocaron a ETApm a su final.
La presi¨®n de la formaci¨®n que lideraban Juan Mar¨ªa Bandr¨¦s, plenamente integrado en el trabajo parlamentario en Madrid y cada vez m¨¢s inc¨®modo por las acciones del grupo, y Mario Onaindia, secretario general con la autoridad que le confer¨ªa haber sido ¨¦l mismo miembro de ETA y condenado a muerte, result¨® decisiva. EE, a excepci¨®n de el grupo minoritario, liderado por I?aki M¨²gica Arregui, Ezquerra, no soportaba ya dar la cara por las acciones violentas.
Los polimilis tuvieron relativamente f¨¢cil la retirada en t¨¦rminos de justificaci¨®n pol¨ªtica, precisamente por esa aceptaci¨®n del proyecto auton¨®mico, una diferencia fundamental con ETAm. A ¨¦sta, sus objetivos maximalistas no le hacen f¨¢cil hoy exhibir un logro concreto para argumentar su abandono ahora y no hace 10, 15, o 20 a?os.
"Nosotros ¨¦ramos el fruto de una ¨¦poca, del franquismo, cuya represi¨®n hab¨ªamos vivido y hab¨ªamos combatido. En aquellos inicios no nos convenc¨ªa c¨®mo estaba transcurriendo la transici¨®n", explica Jos¨¦ Lara, ex miembro de ETApm. Para Lara, su ejemplo no sirve como referente para la ETA actual. "Siempre fueron muy distintos a nosotros" afirma.
Un ejemplo: el verano de 1979, ETApm hac¨ªa ya una campa?a bajo el eslogan Estatutuarekin presoak kalera ("Con el Estatuto, los presos a la calle"). Las manifestaciones convocadas por EE bajo esa premisa sufr¨ªan el acoso de Herri Batasuna, agresiones f¨ªsicas incluidas.
Pocos meses despu¨¦s, el Estatuto de Gernika fue aprobado en refer¨¦ndum y tras intentar jugar un papel de presi¨®n sobre su desarrollo durante 1980, aceptaron que esas dificultades ten¨ªan que sortearlas y solucionarlas los partidos pol¨ªticos y declararon la tregua. Sus dirigentes comparecieron un a?o y medio despu¨¦s en Biarritz, a cara descubierta por primera vez, para anunciar la disoluci¨®n. Era el 30 de septiembre de 1982.
En el camino qued¨® un grupo que volvi¨® a la actividad y entr¨® r¨¢pidamente en descomposici¨®n, mientras algunos de sus miembros, entre ellos el actual portavoz de Batasuna, Arnaldo Otegi, se integraron en ETAm.
La tregua se hab¨ªa decidido en realidad en noviembre de 1980, cuatro meses despu¨¦s de que el entonces ministro de Interior, Juan Jos¨¦ Ros¨®n, y Mario Onaindia se viesen por primera vez en un restaurante de Madrid llamado Los Ar¨¢ndanos. Pero para preservar la unanimidad, los m¨¢s convencidos del alto el fuego accedieron a realizar un per¨ªodo de atentados previo al anuncio, que demostrase que ¨¦ste no era fruto de la debilidad. Lo llamaron "periodo de disuasi¨®n". "Lo cierto es que el 23-F nos disuadi¨® a todos", ironiza ahora Fernando L¨®pez Castillo, uno de los dirigentes que accedi¨® reticente a aquel per¨ªodo de demostraci¨®n de una fortaleza de la que sab¨ªa que carec¨ªan. Acciones fracasadas, como el asalto al cuartel de Berga en Catalu?a, equivocaciones que rozaron el rid¨ªculo y golpes policiales se sucedieron en los siguientes cuatro meses.
Finalmente, en febrero de 1981, un mes infernal tras la visita real a Gernika boicoteada por Herri Batasuna, el asesinato del ingeniero de Lem¨®niz Jos¨¦ Mar¨ªa Ryan y la muerte por torturas del miembro de ETA, Joseba Arregui, los polimilis preparan ya la escenificaci¨®n de su tregua.
Lo hacen con una ¨²ltima acci¨®n propagand¨ªstica en la que tratan de garantizarse la atenci¨®n internacional: el secuestro de los c¨®nsules de Austria, El Salvador y Uruguay. Con estos tres hombres secuestrados se produjo el intento de golpe de estado.
La intentona sacude a los dirigentes polimilis en el sur de Francia, que, en una reuni¨®n de urgencia de la ejecutiva el d¨ªa 25, deciden adelantar la liberaci¨®n sin condiciones de los c¨®nsules y el anuncio del alto el fuego, recuerda L¨®pez Castillo. "Nos pareci¨® que era lo mejor que pod¨ªamos aportar como distensi¨®n a una situaci¨®n en la que vimos claramente en peligro la democracia", a?ade. En 1993 protagonizar¨ªa el primer acto de reconciliaci¨®n entre ex miembros de ETA y v¨ªctimas del terrorismo, junto al Abel Uceda, hijo de un militar asesinado.
En el lado del Gobierno, Bandr¨¦s y Onaindia hab¨ªan conseguido la confianza en la operaci¨®n del ministro del Interior, Juan Jos¨¦ Ros¨®n. ?ste la puso en conocimiento del presidente del Gobierno, Adolfo Su¨¢rez, y obtuvo su visto bueno para continuar los contactos. Onaindia y Ros¨®n fallecieron y Bandr¨¦s y Su¨¢rez padecen sendas enfermedades que no permiten recurrir a sus testimonios.
El entonces director de la seguridad del Estado, Francisco La¨ªna, que comparti¨® muchas reuniones con ellos, declin¨® la invitaci¨®n de este peri¨®dico a hablar y el dirigente de UCD y delegado del Gobierno en el Pa¨ªs Vasco en 1982, Jaime Mayor Oreja, hoy eurodiputado por el PP, no ha respondido a las numerosas llamadas a su despacho en Bruselas. Tambi¨¦n muchos ex polimilis han preferido no hablar.
Un alto cargo del Ministerio del Interior hasta la llegada de los socialistas al poder asegura, bajo reserva de su identidad, que desde el Gobierno nunca tuvieron "interlocuci¨®n directa con ETA". A este peri¨®dico s¨ª le consta un encuentro de la c¨²pula policial antiterrorista, encabezado por Manuel Ballesteros, con dos jefes de ETApm en Par¨ªs. "Nuestra interlocuci¨®n fue siempre con Bandr¨¦s y Onaindia, nosotros confiamos en la palabra que ellos nos daban y ellos en los compromisos que nosotros adopt¨¢bamos, sin ning¨²n papel escrito de por medio nunca". Todos se cumplieron escrupulosamente.
?C¨®mo se fragu¨® esa confianza? La puesta en contacto inicial, recuerda este alto cargo de Interior con la UCD, la realiz¨® un sacerdote gallego relacionado con la familia Ros¨®n y a quien por circunstancias personales lleg¨® un mensaje de Euskadiko Ezkerra que cristaliz¨® en el primer encuentro del ministro con Bandr¨¦s.
"Ambas partes nos sometimos a pruebas: ellos nos pidieron la libertad de un preso muy significado y nosotros exigimos la tregua". Este pol¨ªtico reconoce que "en conciencia" dudaba si hab¨ªa que proceder de aquel modo "pero la verdad es que eran a?os muy duros y se trataba de reducir aquello y de evitar muertes". "Si se pagaron precios que no se deb¨ªan pagar, pues yo la verdad, no lo tengo muy claro", dice, en relaci¨®n con las excarcelaciones o sobreseimientos de causas.
Con la operaci¨®n avanzada, se hizo entrar en juego al Ministerio de Justicia, con I?igo Cavero al frente, a la fiscal¨ªa general del Estado y al fiscal jefe de la Audiencia Nacional, y a los responsables de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado, sobre todo el mando ¨²nico para la lucha antiterrorista, Manuel Ballesteros, y a la polic¨ªa. "Se recurri¨® menos a la Guardia Civil, que era m¨¢s refractaria", recuerda.
?Qu¨¦ pon¨ªa la otra parte? "Que alrededor de 120 terroristas en activo dejaron de serlo y entregaron las armas". Otro aspecto que recalca es que "entonces, los partidos no enredaron" y el PSOE, al que se hab¨ªa informado de la operaci¨®n cuando fue tomando cuerpo, para garantizar su continuidad en caso de que ganara las elecciones, como ocurri¨® en octubre de 1982, "respet¨® escrupulosamente" los compromisos contra¨ªdos por la UCD. Fue el secretario de Estado para la Seguridad, Rafael Vera, el depositario del calendario acordado.
Una ¨²ltima tarea que recuerda esta fuente: "En algunos casos hubo que frenar a los cuerpos de seguridad, que no eran los de ahora, y en ocasiones sometieron a una vigilancia y persecuci¨®n tremenda a quienes ya se hab¨ªan reinsertado y les hac¨ªan la vida poco menos que imposible. ?se fue un tema duro y dif¨ªcil tambi¨¦n", resalta.
La salida de las c¨¢rceles y la vuelta del sur de Francia de los ex militantes fue relativamente r¨¢pida y f¨¢cil, pero lo cierto es que desde el primer encuentro directo entre Interior y EE, en el verano de 1980, y la vuelta del ¨²ltimo huido en Francia, en enero de 1985, transcurrieron casi cinco a?os, cuatro desde la tregua de 1981. El proceso tuvo a favor que en el grupo no figuraban acusados de autor¨ªa material de asesinatos, a excepci¨®n de dos o tres personas, que se instalaron en el extranjero y tardaron varios a?os en resolver su situaci¨®n.
La vuelta a la vida civil no les result¨® traum¨¢tica, afirman los que acceden a hablar, y ninguno de ellos volvi¨® a la clandestinidad ni a la actividad violenta. Muchos rondaban los treinta a?os y tienen hoy hijos nacidos en los a?os inmediatos a la tregua y la disoluci¨®n. La integraci¨®n laboral tampoco fue demasiado problem¨¢tica. Algunos recuperaron sus antiguos trabajos, otros simplemente se emplearon y otros montaron negocios propios. La mayor¨ªa milit¨® en Euskadiko Ezkerra hasta la divisi¨®n de ese partido entre quienes se integraron en el PSE y los que trataron sin ¨¦xito de mantener una existencia aut¨®noma.
El mayor rechazo no lo sufrieron ni siquiera de los cuerpos de seguridad (aunque algunos padecieron acoso policial e incidentes o detenciones al viajar, por la permanencia de sus datos en los archivos). Al primer delegado del Gobierno socialista en el Pa¨ªs Vasco, Ram¨®n J¨¢uregui, le toc¨® solventar personalmente algunos de aquellos problemas e incluso recibi¨® en privado en la sede de la Delegaci¨®n a algunos de los ex dirigentes polimilis, a quienes tambi¨¦n invit¨® al palacio de Ajuria Enea, en este caso oficialmente, el lehendakari Carlos Garaikoetxea.
J¨¢uregui admite ahora que las posibilidades de la ley "se estiraron hasta el l¨ªmite" con la colaboraci¨®n de polic¨ªa, fiscales y jueces de la Audiencia Nacional.
Ni siquiera los miembros del partido UCD, tan duramente atacado, mantuvieron una actitud vengativa. El propio Jaime Mayor Oreja comparti¨® mesa con ex dirigentes de la organizaci¨®n disuelta s¨®lo un a?o despu¨¦s de la disoluci¨®n, en un acto en Madrid de la revista Cambio 16, y mantuvo despu¨¦s la relaci¨®n con alguno de ellos.
La repulsa, retirada de saludos, miradas de desprecio, amenazas o agresiones procedieron s¨®lo de los ambientes pro ETAm. La banda asesinar¨ªa despu¨¦s a dos reinsertados: Mikel Solaun y Mar¨ªa Dolores Gonz¨¢lez Catarain, como medio de frenar el "c¨¢ncer liquidacionista".
L¨®pez Castillo piensa que "se est¨¢ repitiendo la historia" y que el proceso tendr¨¢ "como objetivo y l¨ªmite la salida de los presos y la participaci¨®n de HB en las pr¨®ximas elecciones". Considera fundamental que la "ingenier¨ªa" de la operaci¨®n "impida que quede descolgado alg¨²n grupo de fan¨¢ticos que llamar¨¢n "liquis" a los disueltos porque no han conseguido sacar a los presos, ni la independencia y el socialismo, ni la integraci¨®n de Navarra y Euskadi Norte".
Tensiones internas y amenazas
I?aki ?lava, un ex miembro de ETApm, militante ahora del PNV y concejal por ese partido en Tr¨¢paga (Vizcaya) hasta 2003, rememora las tensiones internas que precedieron, jalonaron y siguieron a la tregua y la disoluci¨®n de su organizaci¨®n. ?l las vivi¨® desde el sur de Francia, adonde hab¨ªa huido en 1979 a ra¨ªz de unas detenciones en Gallarta.
"Aquellos momentos fueron muy tensos. Hab¨ªa que tomar una decisi¨®n y hab¨ªa tensi¨®n y palabras fuertes entre nosotros", recuerda. "Amenazas de muerte incluidas", concreta. Tanto era as¨ª, que para acudir a la ¨²ltima asamblea conjunta antes de la escisi¨®n de 1982 en la que un grupo rompi¨® la tregua, los partidarios del abandono de la violencia tomaron la precauci¨®n de sacar del sitio que todos conoc¨ªan las armas y esconderlas en otro lugar, hasta tener garantizada su salida sin problemas al t¨¦rmino de la reuni¨®n de dos d¨ªas. "A esa asamblea se iba con un poco de miedo, porque pens¨¢bamos que, como otras veces ha pasado en la historia, pod¨ªa ocurrir algo".
Las presiones se recrudecieron cuando los huidos en Francia, susceptibles de estar en posesi¨®n de informaciones sensibles, empezaron a cruzar la frontera. "Nos dec¨ªan bajo amenaza que nos prohib¨ªan volver, pero finalmente fuimos pasando todos y no ocurri¨® absolutamente nada", narra.
"Las cosas se normalizaron y empezamos una nueva vida". "Durante el tiempo de espera" -recuerda- "la gente estaba ya muy relajada en el otro lado [el Pa¨ªs Vasco franc¨¦s] y en aquellos a?os nacieron un mont¨®n de cr¨ªos", algo que ?lava toma como un s¨ªntoma de un cambio de prioridades y de normalizaci¨®n de vida.
Su impresi¨®n, visto el proceso con la perspectiva de los a?os transcurridos, es que result¨® "r¨¢pido" y que ahora, el que se pueda abrir para la ETA actual "va a durar m¨¢s". Tambi¨¦n responde con un tajante no a la pregunta de si la organizaci¨®n terrorista obtendr¨¢ alg¨²n logro pol¨ªtico. "Lo ¨²nico que les queda es dejarlo y luego intentar arreglar como se pueda los problemas de mucha gente, y con un mont¨®n de a?os de c¨¢rcel. A ver c¨®mo lo hacen".
"En principio no creo que consigan m¨¢s que libertades para los que tengan acusaciones poco importantes, la aplicaci¨®n de beneficios penitenciarios que ahora no les dan o traslados a c¨¢rceles m¨¢s cercanas", opina el ex miembro de ETApm.
El ¨²nico aprovechamiento posible, a su juicio, ser¨ªa que Batasuna crezca en detrimento del nacionalismo moderado, como ha ocurrido con el Sinn Fein en Irlanda.
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