El reverso de la moneda
Los emigrantes representan la herida abierta de ?frica en Europa. Las alambradas de Ceuta y Melilla se alternan en los titulares con las pateras que parten de Marruecos o de Mauritania y nos recuerdan la existencia de personas lo bastante desesperadas como para jugarse su futuro a la ruleta rusa.
Ahora que nos afecta directamente, nos acordamos de ?frica y de su drama diario. Ahora que conocemos que hay miles de persona en las listas de espera de las redes de la mafia de la emigraci¨®n ilegal, muchos se preguntan qu¨¦ razones tienen para hacerlo. Este drama nos sirve para hacer memoria. Recordemos, por ejemplo, que entre los diez primeros receptores de ayuda al desarrollo en todo el mundo s¨®lo dos pertenecen a la regi¨®n subsahariana -Rep¨²blica Democr¨¢tica del Congo y Mozambique-, la m¨¢s pobre del mundo. Por el contrario, en esa lista de los Top Ten sorprende la presencia de China, Rusia o Serbia y Montenegro.
El trabajo de las ONG es un factor positivo, pero debe integrarse en una pol¨ªtica m¨¢s coherente
Espa?a no ha sido la excepci¨®n en estas d¨¦cadas de indiferencia. Durante muchos a?os hemos dado la espalda al continente y hemos mirado en otra direcci¨®n. Pero algo empieza a cambiar, o al menos eso parece. El compromiso de aumentar la Ayuda Oficial al Desarrollo, hasta llegar a un 0,7% durante la pr¨®xima legislatura, y definir ?frica como objetivo prioritario es un signo evidente de que el continente empieza a despertar ciertos sentimientos en la pol¨ªtica nacional. Hace unos d¨ªas, Espa?a se compromet¨ªa a destinar ocho millones de euros al nuevo Fondo de Naciones Unidas para Emergencias; en los ¨²ltimos meses ha proporcionado fondos en diversas crisis (Etiop¨ªa, Kenia, Chad, Sahel). Tambi¨¦n se han hecho peque?os gestos, como el t¨ªmido apoyo a la Uni¨®n Africana o la apertura de embajadas en varios pa¨ªses subsaharianos, que dejan entrever un cambio en el enfoque de nuestra diplomacia.
Pero toda moneda tiene su reverso. El pasado mes de junio, los pa¨ªses del Grupo de los Ocho (G-8), entre los que se encuentran algunos de nuestros socios europeos, anunciaban a bombo y platillo la condonaci¨®n de la deuda externa multilateral de los pa¨ªses m¨¢s pobres del mundo. Con motivo de ese anuncio, Espa?a se un¨ªa a la tendencia general y anunciaba un aumento de la condonaci¨®n de la deuda con los pa¨ªses m¨¢s pobres. Buenas palabras, pero con hechos que se siguen quedando muy cortos con respecto a lo que se podr¨ªa llegar a cancelar.
No es ¨¦ste el ¨²nico punto negro. Nuestros diputados est¨¢n debatiendo actualmente el contenido de una nueva ley sobre la deuda externa. Lejos de continuar con una orientaci¨®n clara hacia ?frica, nos encontramos con dudas e intereses contrapuestos. En las enmiendas se deja sentir el enfrentamiento entre las promesas a favor del desarrollo del Gobierno y el deseo de alg¨²n ministerio de no ver entorpecidos sus movimientos por las disposiciones de esta ley.
Hay que acabar con este doble juego porque, para generar cambios reales en un continente que est¨¢ a la cola de todos los ¨ªndices de desarrollo humano, hace falta algo m¨¢s que un simple cat¨¢logo de buenas intenciones. Con buenos deseos y buenas palabras no podremos combatir el hecho de que en ?frica no s¨®lo no avanzamos en la consecuci¨®n de los Objetivos de Desarrollo del Milenio, sino que en temas como la lucha contra el hambre y la pobreza estamos retrocediendo. Por eso pedimos un compromiso mayor y un esfuerzo para aunar voluntades. Espa?a y la Uni¨®n Europea, las organizaciones que trabajan en el terreno desde hace a?os, los gobiernos de los pa¨ªses africanos y la sociedad civil del continente tienen que ir en la misma direcci¨®n.
Las Organizaciones no Gubernamentales (ONG), como Interm¨®n Oxfam, llevamos d¨¦cadas trabajando en el continente para buscar salidas que fomenten el desarrollo y que permitan a la poblaci¨®n asegurarse un futuro mejor en sus propios pa¨ªses, sin verse empujados a una emigraci¨®n forzada. La voluntad y el trabajo de las ONG son un factor positivo no desde?able, pero deben integrarse en una pol¨ªtica m¨¢s coherente y global.
Por eso es vital dar espacio a los gobiernos y a las organizaciones civiles africanas. Sin ellos viviremos de espaldas a la realidad. No se puede hablar de ayuda a ?frica si en la toma de decisiones dejamos de lado a los principales interesados. ?Ejemplos? Lo acabamos de ver en la pasada cumbre de la Organizaci¨®n Mundial del Comercio, celebrada en Hong Kong. All¨ª se tendr¨ªa que haber coronado un proceso que diera a luz un nuevo modelo de comercio internacional que favoreciese el desarrollo de los m¨¢s pobres. En vez de conseguirlo, las exigencias de la Uni¨®n Europea, incluyendo la proteccionista y obstruccionista posici¨®n espa?ola, contribuyeron a que una vez m¨¢s las peticiones de los pa¨ªses menos desarrollados quedaran en papel mojado.
La historia demuestra que juntos se pueden lograr los objetivos y cambiar la vida de las personas. En Mozambique, el apoyo econ¨®mico de Naciones Unidas, donantes bilaterales y ONG facilit¨® el proceso de reconciliaci¨®n nacional, con la repatriaci¨®n de dos millones de refugiados, el desarme de 96.000 soldados y la limpieza de campos minados. En Tanzania, Uganda, Kenia, Malawi y Zambia, el dinero proporcionado por el alivio de la deuda y la ayuda internacional ha permitido que millones de ni?os y ni?as vayan a la escuela.
Tarde o temprano tendremos que asumir la realidad: si nos preocupa la vida de las personas que mueren en las pateras tenemos que afrontar el problema desde la ra¨ªz. Y si nos preocupa vivir en un mundo m¨¢s justo, m¨¢s estable y m¨¢s equilibrado no podemos permitir que un continente entero quede excluido del progreso mundial. Por ello, los africanos deben poder encontrar en sus pa¨ªses lo que buscan en el nuestro: medios para alcanzar una vida digna y respeto a sus derechos como ciudadanos y como seres humanos.
Ariane Arpa es directora general de Interm¨®n Oxfam.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.
Archivado En
- Ceuta
- Tr¨¢fico inmigrantes
- Melilla
- Tercer mundo
- Opini¨®n
- Redes ilegales
- Condonaci¨®n deuda
- Deuda externa
- Inmigraci¨®n irregular
- Finanzas internacionales
- Fronteras
- Relaciones econ¨®micas
- Geopol¨ªtica
- Pol¨ªtica migratoria
- Tr¨¢fico personas
- Pobreza
- Migraci¨®n
- Trata de seres humanos
- Pol¨ªtica exterior
- ?frica
- Delincuencia
- Uni¨®n Europea
- Demograf¨ªa
- Delitos