El af¨¢n reformista
Del periodo victoriano, que dio formidables narradores, hay algunos nombres in¨¦ditos en nuestro pa¨ªs, y otros apenas traducidos. En la reciente y magn¨ªfica edici¨®n de Cuentos de amor victorianos (Alba, 2004), preparada por Marta Sal¨ªs, se pueden rastrear autores de aquella ¨¦poca de los que conocemos ¨²nicamente el cuento ah¨ª seleccionado. De Anthony Trollope (1815-1882) se ha elegido, en esa antolog¨ªa, el relato La cueva de Malachi, y si a?adimos la novela El doctor Thorne (Rialp, 2003), la tercera de las seis que componen el ciclo del condado de Barchester, que se inicia precisamente con El custodio, tenemos ya toda su obra disponible en espa?ol.
A Trollope se debe la aportaci¨®n de una minuciosa atenci¨®n sobre la jerarqu¨ªa eclesi¨¢stica de su tiempo, donde intereses econ¨®micos, derechos adquiridos y moralidad cristiana se mezclan armando una espesa red de t¨¢cticas individuales que atrapan a los personajes en sus propias contradicciones. La complejidad de los diversos aspectos jur¨ªdicos, de los que Trollope ofrece una n¨ªtida informaci¨®n para comprender el entramado de prebendas eclesi¨¢sticas, resulta tan pertinente ahora como en su ¨¦poca. El custodio se centra en el an¨¢lisis del proceso de una reforma, fruto de un inconsciente sentido de la justicia, que derivar¨¢ en un atropello contra un hombre bueno y que producir¨¢ nefastas consecuencias. Hay que hacer notar que el autor victoriano, por la persona interpuesta del activo narrador, se permite intervenir, en general con reflexiones acerca de sus personajes, admitiendo que utiliza s¨®lo el comportamiento concerniente a su relato, indicando que se trata de un aspecto de su car¨¢cter, no de su entera personalidad. Esto hace de Trollope un autor tan soberanamente due?o de la materia narrativa, que no puede menos que suscitar admiraci¨®n y asombro.
EL CUSTODIO
Anthony Trollope
Traducci¨®n de Jos¨¦ Luis
L¨®pez Mu?oz
Alfaguara. Madrid, 2005
295 p¨¢ginas. 14,50 euros
A su vez, la narraci¨®n man
tiene ejemplarmente la racionalidad de una exposici¨®n notarial de los hechos; no desciende al uso de efectos que dejan flotando el argumento, y en todo momento es de una transparencia arrolladora. El entusiasta reformador John Bold no prev¨¦ que el proceso que lleva a la verdad est¨¢ plagado de malentendidos. Se mete en una denuncia sobre la administraci¨®n de los fondos de un asilo que terminar¨¢ aireada groseramente por la prensa. Ante el esc¨¢ndalo, Harding, el viejo custodio, en lugar de luchar por su privilegio, recurrir¨¢ a sus escr¨²pulos de conciencia, y admitir¨¢ que la acusaci¨®n puede tener raz¨®n, dimitir¨¢ de su cargo y, sin nadie que lo reemplace, el asilo entrar¨¢ en grave decadencia, privando de protecci¨®n a los ancianos. Cuando comprende que su af¨¢n reformista empeora las cosas, Bold se pregunta: "?Qu¨¦ es cualquier asunto p¨²blico sino un conglomerado de asuntos privados?".
Adem¨¢s de la perfecta articulaci¨®n de la trama, El custodio es una galer¨ªa de personajes magn¨ªficamente retratados. El bondadoso, medroso y terco Harding; sus hijas Susan (enamorada de Bold) y Eleanor, casada con el arcediano Grantly, defensor a ultranza de la Iglesia, que le impide "alcanzar una perspectiva m¨¢s amplia"; el sibarita y engre¨ªdo Tom Towers; el autosatisfecho jurista Abraham Haphazard... Con raz¨®n dec¨ªa Henry James: "Gracias a Trollope conocemos mejor el coraz¨®n humano".
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