Las ense?anzas de la Rep¨²blica
La reforma de la educaci¨®n fue la clave de los profundos cambios que inici¨® la Espa?a de 1931
Una escuela p¨²blica, obligatoria, laica, mixta, inspirada en el ideal de la solidaridad humana, donde la actividad era el eje de la metodolog¨ªa. As¨ª era la escuela de la II Rep¨²blica espa?ola. De todas las reformas que se emprendieron a partir de abril de 1931, la estrella fue la de la ense?anza. "Sin ninguna duda, la mejor tarjeta de presentaci¨®n de la Rep¨²blica fue su proyecto educativo", asegura el catedr¨¢tico de Historia de la Educaci¨®n de la Universidad de Alcal¨¢ de Henares Antonio Molero. "Efectivamente, fue la piedra angular de todas las reformas: hab¨ªa que implantar un Estado democr¨¢tico y se necesitaba un pueblo alfabetizado. Era el Estado educador", ratifica la doctora en Historia por la Universidad de Huelva Consuelo Dom¨ªnguez. Tanto ella como Molero se han especializado en la ense?anza de la II Rep¨²blica, un ambicioso proyecto que los maestros acogieron con entusiasmo.
El 14 de abril de 1931, la Rep¨²blica encontr¨® una Espa?a tan analfabeta, desnutrida y llena de piojos como ansiosa por aprender. Y los m¨¢s ilustres escritores, poetas, pedagogos, se pusieron manos a la obra. De pueblo en pueblo, con la cultura ambulante.
A la espera de que se aprobara la Constituci¨®n, en diciembre, el Gobierno tom¨®, mediante decretos urgentes, las primeras medidas: se reconoci¨® el Estado plural y las diferencias ling¨¹¨ªsticas (se respeta la lengua materna de los alumnos) y al frente del Consejo de Instrucci¨®n P¨²blica que har¨ªa caminar las reformas se nombr¨® a Unamuno.
Se proyect¨® la creaci¨®n paulatina de 27.000 escuelas, pero mientras, los ayuntamientos adecentaron salas donde educar a los ni?os. Y a los mayores. "Hubo incluso alguna escuelita en las salas de autopsia de los cementerios. Donde se pod¨ªa". Entonces las maestras desempe?aron un papel primordial: ense?aban en sus casas con la subvenci¨®n del ayuntamiento.
La Rep¨²blica se propuso llenar las escuelas con los mejores maestros. Pero los docentes de la ¨¦poca ten¨ªan una formaci¨®n casi tan exigua como su salario. Con Marcelino Domingo al frente del Ministerio de Instrucci¨®n P¨²blica y Rodolfo Llopis de director general de Primera Ense?anza, se elabor¨® el "mejor Plan Profesional para los maestros que ha existido en nuestra historia", asegura Dom¨ªnguez. Y pr¨¢cticamente las mismas palabras usa Antonio Molero para defender esa idea. El sueldo miserable de aquellos voluntariosos maestros subi¨® a 3.000 pesetas al tiempo que se organizaban para ellos cursos de reciclaje did¨¢ctico. En aquellas Semanas Pedag¨®gicas recib¨ªan asesoramiento de los inspectores, para remozar su formaci¨®n. La carrera de Magisterio, elevada a categor¨ªa universitaria, dignific¨® la figura del maestro. A los aspirantes se les exigi¨®, desde entonces, tener completo el bachillerato antes de matricularse en las Escuelas Normales, donde se ense?aba pedagog¨ªa y hab¨ªa un ¨²ltimo curso pr¨¢ctico pagado. "Se hizo del maestro la persona m¨¢s culta, eran los intelectuales de los pueblos y, con toda la precariedad en que viv¨ªan, ejercieron de una forma digna", se?ala Consuelo Dom¨ªnguez.
Con aquellas mimbres comenz¨® a tejerse un sistema educativo que puso el ¨¦nfasis en el alumno, le hizo protagonista de las clases y de su formaci¨®n. Los cr¨ªos sal¨ªan al campo para estudiar ciencias naturales, se trataron de sustituir los mon¨®tonos coros infantiles recitando lecciones de memoria por el debate participativo y pedag¨®gico; los ni?os y las ni?as se mezclaron en las mismas aulas, donde se educaban en igualdad, y se favoreci¨® un tr¨¢nsito sin sobresaltos desde el parvulario a la universidad. "Fue una escuela en la que se educ¨® a los ni?os atendiendo a su capacidad, su actitud y su vocaci¨®n, no a su situaci¨®n econ¨®mica. La educaci¨®n p¨²blica recibi¨® financiaci¨®n para ello, y eso era algo que la escuela privada mir¨® con recelo", recuerda Molero. "Todo ten¨ªa el aroma pedag¨®gico de la Instituci¨®n Libre de Ense?anza, que fue el soporte intelectual en el que se apoy¨® la Rep¨²blica. Aunque dise?¨® una escuela m¨¢s laica".
Efectivamente, laica y unificada, dos palabras que se convirtieron en el terror de la clase conservadora. Aprobada la Constituci¨®n, al ministro Fernando de los R¨ªos le toc¨® lidiar con la reforma m¨¢s dr¨¢stica y conflictiva: la disoluci¨®n de la Compa?¨ªa de Jes¨²s; a las ¨®rdenes religiosas se les prohibi¨® impartir ense?anza mientras a los maestros se les "libera" de la obligaci¨®n de dar doctrina religiosa en clase.
"Es una medida discutible en un r¨¦gimen de libertades, pero lo cierto es que era constitucional", asegura Molero. "La Espa?a de la ¨¦poca quiz¨¢ no estaba preparada para estos cambios", razona Dom¨ªnguez. En todo caso, la pol¨ªtica de sustituci¨®n de la escuela religiosa "fracas¨®, porque las ¨®rdenes religiosas pusieron los colegios en manos de seglares con los derechos civiles reconocidos. Ten¨ªan otro nombre, pero era lo mismo. De hecho, el n¨²mero de centros privados era mayor en 1935 que en 1931". Unos colegios privados a los que se permiti¨® fijar su ideario.
La llamada escuela unificada, tan criticada en las filas conservadoras, no se refer¨ªa, asegura Molero, "a la cesi¨®n al Estado del monopolio educativo. Se trataba de una educaci¨®n sin escalones, que permitiera un camino fluido y continuo desde unos niveles a otros".
En 1933 hay de nuevo elecciones. La mujer estrena el voto femenino y la derecha -la CEDA de Gil Robles- llega al poder. Los progresistas ver¨¢n c¨®mo se va destejiendo parte del sistema dise?ado. "Ellos mismos se llamaron el bienio rectificador", recuerda Crist¨®bal Garc¨ªa, profesor de Historia Contempor¨¢nea de la Universidad de Huelva. Se fren¨® la financiaci¨®n educativa y las medidas laicas, aunque no se derogaron, fueron escamoteadas.
"Aquel bienio dedic¨® su pol¨ªtica docente a frenar, si no a liquidar, las medidas anteriores", critica Molero. Pero se?ala, "en justicia", dos iniciativas considerables de aquel periodo: "Un buen plan de bachillerato y una comisi¨®n para la reforma t¨¦cnica de la escuela que no pudo dar sus frutos". Por entonces comenz¨® el baile de ministros de Instrucci¨®n: "16 hubo en el total de la Rep¨²blica: imposible hacer pol¨ªticas a medio plazo", lamenta Molero. Luego se suceder¨ªa el Frente Popular y despu¨¦s un golpe de Estado que result¨® largamente nefasto para la educaci¨®n.
Misiones Pedag¨®gicas y Colonias Escolares
Antes que educar, la Rep¨²blica se vio obligada a dar de comer a los ni?os. Incluso a vestirlos. Hab¨ªa cantinas y roperos escolares y cobraron fuerza las Colonias Escolares que ya antes hab¨ªa puesto en marcha Bartolom¨¦ Coss¨ªo. Los ni?os viajaban al mar o a la monta?a. Hac¨ªan deporte, se divert¨ªan. Pero, sobre todo, com¨ªan. "En 15 d¨ªas algunos ganaban hasta cuatro kilos de peso", dice la doctora en Historia Consuelo Dom¨ªnguez, que ha estudiado con detalle este extremo.
Hubo medidas urgentes que no pod¨ªan esperar y que se adoptaron a golpe de decreto, hasta que fue aprobada la Constituci¨®n. El profesor de Historia Contempor¨¢nea de la Universidad de Huelva Crist¨®bal Garc¨ªa ve en algunas de ellas un esp¨ªritu muy reformista: "Lo m¨¢s revolucionario que puede hacerse, despu¨¦s de facilitar alimentaci¨®n, fueron aquellas Misiones Pedag¨®gicas" de cuyo patronato fue tambi¨¦n presidente Coss¨ªo, y que todav¨ªa recuerdan los m¨¢s viejos de los pueblos. En destartaladas camionetas llegaron a las aldeas perdidas bibliotecas itinerantes, proyecciones cinematogr¨¢ficas, teatro, museos ambulantes. El 70% de los hombres eran analfabetos; mucho m¨¢s las mujeres. En aquellas Misiones Pedag¨®gicas se embarcaron grandes poetas, afamados escritores y maestros con su corbata y malet¨ªn a los que los lugare?os recog¨ªan en burro donde las camionetas ya no ten¨ªan acceso.
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