Una maestra del 34
La sevillana Lola Velasco recuerda c¨®mo aplic¨® en la escuela franquista los m¨¦todos pedag¨®gicos que aprendi¨® en la Rep¨²blica
La escuela de ni?as de El Saucejo (Sevilla), donde naci¨® Dolores Velasco Torres era, en 1920, un caser¨®n desconchado en el que aquella ni?a de tres a?os comenz¨® su andadura escolar junto a otras cuarenta compa?eras. Ella ten¨ªa suerte; su abuelo era el maestro... Uno de los 36 que la familia Velasco acumula en cuatro generaciones.
Hoy, a punto de cumplir 90 a?os, Dolores tiene voz y energ¨ªa suficientes para explicar con asombrosa precisi¨®n sus recuerdos: "Tuve suerte, como digo; mi abuelo era el maestro... La escuela estaba en la calle del Horno, muy cerca de casa. Ten¨ªamos un perro que me acompa?aba y me recib¨ªa luego, a las doce, a la salida, ladrando desde el balc¨®n. ?Me acuerdo muy bien de todo aquello!".
"Entonces no hab¨ªa recreo", contin¨²a rememorando Dolores. "El edificio era muy viejo, blanco por dentro, y en las paredes hab¨ªa un crucifijo, un mapa mudo y una pizarra muy grande. Los asientos eran corridos; no exist¨ªan los pupitres. En cada banco nos sent¨¢bamos cinco o seis ni?as; Rosita, Mar¨ªa, Asunci¨®n... ?Sabe? Repet¨ªamos sin descanso la tabla de multiplicar y cant¨¢bamos canciones populares. Estudi¨¢bamos las lecciones en alto".
A esta octogenaria, reci¨¦n proclamada hija adoptiva y predilecta de Dos Hermanas (Sevilla), donde reside desde hace medio siglo, no se le escapa nada, una vez ha cogido la punta del hilo de la memoria. Recuerda con nitidez la escuela republicana que lleg¨® unos a?os m¨¢s tarde, "en la que se celebraba como un gran acontecimiento la Fiesta del Libro, o se organizaban recitales de poes¨ªa y concursos de redacci¨®n y de cuentos", dice. Y rememora con admiraci¨®n y gratitud las ense?anzas que recibi¨® de aquellos maestros, como su t¨ªo Antonio, disc¨ªpulos de Francisco Giner de los R¨ªos, fundador de la Instituci¨®n Libre de Ense?anza. Ellos la ense?aron los m¨¦todos pedag¨®gicos que Dolores no dejar¨ªa nunca de usar en sus 42 a?os de maestra bajo el r¨¦gimen franquista. "Eran hombres sabios, adelantados a su tiempo. Aplicaban m¨¦todos pedag¨®gicos innovadores y recababan la atenci¨®n del alumno con continuas preguntas. A partir de una palabra, cualquiera pod¨ªa mantener en la clase un debate toda una ma?ana". Experiencias pedag¨®gicas de hace 75 a?os. "Mi t¨ªo Antonio invitaba a los alumnos a traer todo tipo de plantas a clase... Y a partir de ah¨ª estudiaban bot¨¢nica, biolog¨ªa. En cada dictado se desmenuzaba la frase; y cualquier circunstancia era buena para explicar una regla de ortograf¨ªa o provocar el an¨¢lisis y la reflexi¨®n".
Lola transit¨® sin sobresaltos por la escuela republicana hasta acabar en 1934, con resultados notables, la carrera de Magisterio. "Estudi¨¢bamos de todo; ten¨ªamos 35 asignaturas por curso". Un a?o despu¨¦s empez¨® a preparar las oposiciones y se examin¨® el 11 de julio de 1936; siete d¨ªas despu¨¦s estall¨® la Guerra Civil. "?Adi¨®s Magisterio!", balbucea apenada, mientras traga saliva y alarga los brazos, como intentando recuperar aquellos ex¨¢menes de los que hasta muchos a?os despu¨¦s no sabr¨ªa el resultado (?el n¨²mero cuatro de su promoci¨®n!). Los papeles con sus notas quedaron arrumbados en el s¨®tano de la Escuela Normal.
Pero Lola no se arredr¨® y, tras mil peripecias y el paso injusto y cruel por la c¨¢rcel, imparti¨® clases particulares, hasta que, finalmente, y tras verse obligada a estudiar Religi¨®n, Historia Sagrada y Moral, pudo examinarse de nuevo y, ya s¨ª, obtuvo la plaza de maestra.
Lola no olvid¨® nunca lo que aprendi¨® como alumna de la escuela republicana; m¨¦todos que aplic¨® luego, cada d¨ªa: "El respeto al alumnado, el convencimiento de que cada ni?o y ni?a tiene algo bueno que puede potenciarse. Intentar mejorar siempre su autoestima, hacerles crecer", resume.
La motivaci¨®n del alumnado con preguntas constantes para que no se distraigan, el esfuerzo para despertar su curiosidad, el argumento imposible para centrar la atenci¨®n de la clase... La dedicaci¨®n espec¨ªfica e individual siempre que se pueda: "Siempre que me ha sido posible le he puesto a cada alumno un problema... Como hac¨ªa mi t¨ªo Antonio, del que aprend¨ª much¨ªsimo", recuerda. Pero tambi¨¦n, "como se llaman hoy, las actividades complementarias" han ocupado un tiempo importante en la actividad docente de Lola Velasco. A ella le gust¨® mucho pintar, bordar, coser... Y as¨ª se lo ha hecho saber a los miles de alumnos que han pasado por sus manos; a todos les invitaba a aficionarse "con algo". "Porque el tiempo no admite tregua". "Hay que hacer cosas, sea como sea", insiste, recordando a aquellas maestras y maestros de la Rep¨²blica que viv¨ªan para la escuela.
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