Bielorrusia aprende a vivir con Chern¨®bil
Los pa¨ªses vecinos de Ucrania, donde ocurri¨® el accidente nuclear, sufren las dram¨¢ticas secuelas
Bielorrusia es el pa¨ªs m¨¢s afectado por la cat¨¢strofe nuclear de Chern¨®bil, ocurrida en la vecina Ucrania hace 20 a?os: 2,5 millones de personas viv¨ªan en la zona contaminada por la nube radiactiva (el 23% de la superficie bielorrusa). A modo de una piel de leopardo, el cesio, el estroncio y, en menor medida, el plutonio forman manchas sobre el territorio, especialmente en las regiones de G¨®mel y Magiliov. Ante una tragedia desbordante, el r¨¦gimen del presidente Alexandr Lukashenko ha optado por "aprender a vivir con Chern¨®bil [la central est¨¢ a 16 kil¨®metros de la frontera bielorrusa]", pero su actitud no es como la de un enfermo de diabetes que integra el tratamiento en la cotidianidad, sino la del enfermo que ignora su mal y se jacta de estar cada d¨ªa m¨¢s sano.
En G¨®mel fueron evacuados 327 pueblos (40 de ellos enterrados tras el accidente), pero en sus librer¨ªas no pude encontrar un libro cient¨ªfico o divulgativo sobre Chern¨®bil. Ni siquiera novelas. En Minsk, el presidente del Comit¨¦ de Chern¨®bil, Vlad¨ªmir Tsalk¨®, constata que "el 80% de los ni?os est¨¢n enfermos en uno u otro grado", pero afirma que el sistema estatal "permite controlar la radiactividad de los alimentos". Los productos contaminados no se aceptan en el comercio, pero los campesinos pueden alimentar el ganado con ellos. "El cesio se elimina. El estroncio se queda en los huesos, pero los huesos se tiran".
Lukashenko ha dicho que el mundo est¨¢ obligado a ayudar a Bielorrusia, pero tambi¨¦n que su pa¨ªs "resuelve este problema solo". En 2005 quiso limitar los viajes de los ni?os afectados a Occidente para evitar que desarrollaran una mentalidad "consumista". "Le entendieron mal", dice Tsalk¨® y afirma que 50.000 ni?os salen anualmente al extranjero.
Parte de la zona de exclusi¨®n de 30 kil¨®metros alrededor de la central nuclear est¨¢ en Bielorrusia. Instalarse all¨ª est¨¢ prohibido, pero cualquiera puede irse a vivir a otros territorios contaminados. Basta con hacerse un examen m¨¦dico y firmar un papel "comprometi¨¦ndose a no hacer ninguna reclamaci¨®n al Estado, si enferma", afirma Tsalk¨®. A este liberalismo, extra?o en un r¨¦gimen autoritario, se le contrapone la visi¨®n menos tranquilizadora de especialistas marginados, como Yuri Bandazhevski, estudioso de las dosis de baja intensidad, quien pas¨® cuatro a?os en la c¨¢rcel, por supuesto soborno, tras criticar la gesti¨®n financiera del r¨¦gimen.
Otro cient¨ªfico sin apoyo oficial es Vasili Nesterenko, director de Belrad, centro independiente de control de la radiaci¨®n en Minsk. Ten¨ªa una red nacional con laboratorios m¨®viles y controles de alimentos a domicilio, pero tuvo que restringir su actividad despu¨¦s de que el Estado dejara de financiarle. Nesterenko dice que la red de control de alimentos ha sido pr¨¢cticamente destruida y que se ha detectado estroncio 90 en el ma¨ªz, la leche y las hortalizas de decenas de pueblos. Sostiene que el deterioro de la salud de la poblaci¨®n 20 a?os despu¨¦s del accidente se debe al consumo de alimentos contaminados y acusa a Sanidad de rebajar la magnitud de la radiaci¨®n.
"La gente que vive con la radiaci¨®n no debe pensar cada d¨ªa en ella", afirma Eleonora Kapit¨®nova, directora del Centro de Medicina Radiactiva de G¨®mel. La funcionaria admite que a la lista de enfermedades atribuibles a la radiaci¨®n hay que incorporar diversos tipos de c¨¢ncer y enfermedades cardiovasculares. "Estar en la lista" da derecho a prestaciones materiales como v¨ªctima de Chern¨®bil. El Estado, sin embargo, prefiere "reducir" la extensi¨®n de los territorios contaminados y as¨ª ahorrar medios.
En Zabolotie viven Natalia, Oleg Kozlov y sus tres hijos. Vinieron de Kazajst¨¢n, que para ellos era un sitio "peor" que el entorno de Chern¨®bil. Oleg hace chapuzas cerca de Minsk. Natalia, de 36 a?os, tiene a¨²n un pasaporte sovi¨¦tico, lo que le impide recibir el subsidio para sus hijos. Oleg, por su parte, hace como si no tuviera el c¨¢ncer de pulm¨®n que le han diagnosticado. La hacienda donde Natalia era orde?adora, fue liquidada, con ayuda de los campesinos de m¨¢s edad que s¨®lo quer¨ªan jubilarse, porque las pensiones son los ¨²nicos ingresos estables en estas zonas, donde no hay trabajo y, si lo hay, es con sueldos de miseria.
Marina Chernega abandon¨® Minsk por la contaminada Pr¨®myshi, donde le ofrecieron una casa. Hace de bibliotecaria y asistenta social y cobra unos 300.000 rublos bielorrusos (120 euros), tiene un marido en paro y un hijo de nueve a?os que ahora es una v¨ªctima m¨¢s de la radiaci¨®n. Los beneficios sociales de los que gozaba su hijo, tales como la comida gratis en la escuela, fueron suprimidos.
"Si la gente se ve obligada a vivir en zonas contaminadas, hay que ense?arle a tratar los alimentos y a practicar una nueva cultura de vida. Es absurdo producir cereales contaminados para fabricar vodka", afirma Nesterenko. Vlad¨ªmir Aheyets, director del instituto de radiolog¨ªa de G¨®mel, ha anunciado la restauraci¨®n de una vieja f¨¢brica de alcohol en Strelizhevo "con ayuda del Organismo Internacional para la Energ¨ªa At¨®mica".
En Bielorrusia se evacuaron 137.000 personas, pero hay quien se resiste a marcharse. En Bartolomeyevka, tres familias viven sin tiendas y sin electricidad. Alexandr Muzichenko, de 40 a?os, tractorista en paro, enchufa su transistor de pilas a un altavoz en la calle, mientras su padre y los vecinos duermen la borrachera. "Otros se marcharon y ya est¨¢n criando malvas, y yo, que me qued¨¦, estoy sana, aunque sorda", dice Yelena Muzichenko, de 75 a?os, madre de Alexandr.
La familia come los productos de su huerto y los vende en el mercado. M¨¢s de una vez han tenido que tirar la leche tras un control de radiaci¨®n. Las pensiones de Yelena y su marido (280.000 rublos bielorrusos, 112 euros) mantienen a Alexandr. La red de ONG en torno a Chern¨®bil sufre las restricciones que Lukashenko ha impuesto a la sociedad civil. Valentina Smolnika, una m¨¦dica que preside la fundaci¨®n Ni?os de Chern¨®bil en Buda-Koshelova, se queja de no poder sacar de la aduana la ayuda humanitaria.
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