?Qu¨¦ numeritos!
?Saben cu¨¢ntos litros de orina se van en salpicaduras al d¨ªa en Euskadi? Pues ag¨¢rrense, 16.000, el equivalente a una piscina de ¨¦sas de adosado. Lo ha dicho ETB, para que luego digamos que no sirve para nada. Dada la magnitud del problema, no estar¨ªa mal que el PNV y su Gobierno dejaran de pensar tanto en mesas y se pusieran a pensar en orinales. Tranquilo, lehendakari, que ya hay un esforzado ciudadano que ha presentado en Bilbao un urinario dom¨¦stico antisalpicaduras motivado por un amigo suyo invidente que se las pasaba canutas para apuntar bien. El inventor comprendi¨® enseguida que no s¨®lo mear a ciegas es mear al suelo, o no se desparramar¨ªan tantos litros, pero igual la soluci¨®n pasaba simplemente porque el g¨¦nero humano masculino -al menos, el salpic¨®n- orinara sentado. Es como en aquella cumbre sobre el espacio que manten¨ªan americanos y sovi¨¦ticos en la que la NASA presum¨ªa de que, despu¨¦s de haberse gastado forrenta mil millones e invertido a?os de investigaci¨®n, hab¨ªan conseguido el primer bol¨ªgrafo antigravedad. Los sovi¨¦ticos se limitaron a sonre¨ªr y a contestarles que ellos no se hab¨ªan gastado ni tiempo ni dinero, porque para eso ten¨ªan el l¨¢piz. Por favor no me hagan chistes de lapiceros y salpicaduras.
Aunque, para cifras, otra. Y no me refiero a ¨¦sas que hacen que casi todo el pa¨ªs ande m¨¢s preocupado por la aritm¨¦tica que por las cosas de comer, porque se trata de esto ¨²ltimo, la cesta de la compra, y no de nuestros equipos de f¨²tbol. Y es que puede variar del cero al infinito seg¨²n se cambie de barrio. Por lo que respecta a Guip¨²zcoa, donde cuesta m¨¢s cara es en el centro de Donostia, incluso para el lomo fresco de cerdo que, digo yo, lo mismo llegar¨¢, puesto que no viene andando, al centro que al barrio de Gros, donde sale seis euros m¨¢s barato por kilo. A Donostia le sigue Arrasate-Mondrag¨®n donde -sin que se sepa si tiene algo que ver con el movimiento cooperativista- el bacalao cuesta el doble que en Eibar, y eso que ambas distan lo mismo de Terranova. M¨¢s vale que los investigadores no hayan metido la anchoa en la cesta, porque entonces se habr¨ªa hundido como si llevara plomo dentro. S¨¦ de buena tinta que se est¨¢n pescando pocas porque hay que usar de cebo la Visa Oro y, claro, en alta mar no es f¨¢cil reemplazarlas. Pero todav¨ªa todo puede empeorar: dentro de un par de semanas la cesta reventar¨¢ con la repercusi¨®n del petr¨®leo normal; del de oliva prefiero no hablar.
Una tercera cifra causa aut¨¦ntico estupor, y lo digo con todo respeto por el C¨®digo de Circulaci¨®n, el Penal y los dem¨¢s c¨®digos atinentes. Se trata del uso del cintur¨®n de seguridad cuando se conduce. Seg¨²n parece, no tenemos interiorizado que es obligatorio abroch¨¢rselo y luego pasa lo que pasa. Pero a eso voy. Resulta que durante las vacaciones de Semana Santa la mitad de los fallecidos en accidente no llevaba abrochado el cintur¨®n. Y ah¨ª ya hab¨ªa algo de perplejidad, porque si una mitad de los muertos no llevaba el cintur¨®n puesto, la otra mitad s¨ª lo llevaba y muri¨® igual. Lo verdaderamente extra?o es que en el puente del 1 de Mayo las muertes siguieran la misma t¨®nica, aunque s¨®lo el 17% de los muertos no llevara abrochado el cintur¨®n. No me digan que no da que pensar. Aunque no se sepa en qu¨¦.
La ¨²ltima cifra tiene que ver no s¨®lo con lo poco que se lee en este cortijo, sino con la alarmante disminuci¨®n del h¨¢bito de leer. El porcentaje de los vascos que no lee nunca un libro ha pasado del 20% al 31% entre 2001 y 2005. Al paso que va la burra, dentro de 30 a?os ya no leeremos nadie. Es lo que tiene; nos estamos gastando aut¨¦nticas millonadas en promocionar y asegurar el soporte -la lengua- sin preocuparnos de lo que se haga con esa lengua, por ejemplo, no utilizarla para leer. Aunque lo m¨¢s chusco de todo es que tampoco se utiliza para hablar y eso es lo que trae de cabeza a distintos capitostes de la cosa y la pol¨ªtica, que no aciertan a comprender por qu¨¦ la gente que sabe euskera no lo utiliza corrientemente. S¨ª, hay cifras que matan.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.