La salida de Blair
La transformaci¨®n de los ¨²ltimos 30 a?os
Cuando el primer inistro brit¨¢nico present¨®, de forma repentina e inesperada, su dimisi¨®n, Simon Hoggart escribi¨® en su breve apunte de la primera p¨¢gina de The Guardian que "era totalmente t¨ªpica del personaje la forma que hab¨ªa tenido de marcharse". Irritado por un pol¨ªtico de la oposici¨®n que se hab¨ªa burlado de ¨¦l, el l¨ªder laborista hab¨ªa respondido en la C¨¢mara: "Mi sucesor tendr¨¢ a su predecesor no s¨®lo a su lado, sino detr¨¢s de ¨¦l". Una cosa absurda desde el punto de vista anat¨®mico, bromeaba Hoggart.
Es interesante, en las circunstancias actuales, examinar de nuevo las razones que dio Harold Wilson, el 16 de marzo de 1976 al gabinete brit¨¢nico, y poco despu¨¦s al pa¨ªs, para explicar su sorprendente decisi¨®n. Wilson, el primer dirigente laborista que dimit¨ªa del cargo de primer ministro, cit¨® su larga trayectoria pol¨ªtica (m¨¢s de 30 a?os en el Parlamento, 13 como l¨ªder de los laboristas y ocho como primer ministro) y su deseo de dejar paso a los j¨®venes (aunque, a la hora de la verdad, le sucedi¨® uno mayor que ¨¦l, como le pasar¨¢ casi con seguridad a Tony Blair), y dijo otra cosa tambi¨¦n importante: "Creo que mi sucesor debe asumir su cargo ya, imponer su propio estilo y elaborar la estrategia necesaria para los a?os que le quedan a este Parlamento".
La mayor¨ªa de la gente creer¨¢ que, aunque se retire en un aniversario tan redondo, los 10 a?os como primer ministro, lo har¨¢ obligado por las presiones
Al sucesor de Tony Blair, Gordon Brown, le gusta pensar que existe un modelo brit¨¢nico, que combina la capacidad emprendedora y la justicia
Historiadores y seguidores de las distintas tendencias discutir¨¢n hasta qu¨¦ punto esta recuperaci¨®n es m¨¦rito de Margaret Thatcher y hasta qu¨¦ punto de Blair
Parece l¨®gico pensar que, al cansancio propio de un tercer mandato que algunos hab¨ªan percibido ya en aquel sesent¨®n fumador de pipa, se a?adieron tres crisis importantes: la ca¨ªda de la libra en los mercados de cambio extranjeros, una divisi¨®n creciente entre la izquierda y la derecha de su partido y una mayor¨ªa parlamentaria cada vez m¨¢s reducida. Los aficionados a las teor¨ªas de la conspiraci¨®n sugirieron motivos m¨¢s oscuros para la repentina dimisi¨®n de Wilson: un diagn¨®stico m¨¦dico, chantaje, una persecuci¨®n por parte de los servicios secretos. Pero su bi¨®grafo, Ben Pimlott, llega a la conclusi¨®n de que Wilson hab¨ªa tenido siempre el prop¨®sito de quedarse s¨®lo dos a?os m¨¢s tras su reelecci¨®n, en febrero de 1974. Se trataba de un hecho ins¨®lito en la historia: alguien en el poder que se iba voluntariamente, en un momento escogido por ¨¦l.
?Se le ha pasado ya a Tony Blair la oportunidad de hacer lo mismo? ?O, por lo menos, de que pareciera que hac¨ªa lo mismo? Tal vez, un d¨ªa, leamos en los diarios de sus colaboradores m¨¢s cercanos que Blair, como Wilson, hab¨ªa tenido siempre la intenci¨®n de quedarse s¨®lo dos a?os despu¨¦s de su reelecci¨®n en 2005. Mayo de 2007: 10 a?os como primer ministro, casi 13 como l¨ªder del partido; ?el momento perfecto para marcharse! Pero, mientras no salgan a la luz unos diarios contempor¨¢neos y debidamente autentificados, la mayor¨ªa de la gente creer¨¢ que, aunque se retire en ese aniversario tan redondo, lo har¨¢ obligado por las presiones.
Hay otras reflexiones m¨¢s generales que surgen tras haber pasado varias horas en la biblioteca, hojeando p¨¢ginas manchadas de los peri¨®dicos de hace 30 a?os. Era otro mundo, sin duda. "Los provisionales [es decir, el IRA provisional] contin¨²an su campa?a de terror contra los guardianes
", dec¨ªa The Guardian el 3 de mayo de 1976. Al d¨ªa siguiente, una fotograf¨ªa de escaparates destrozados por una bomba de 100 kilos colocada por el IRA. "El sindicato despide a una marxista", era el titular de una informaci¨®n sobre la salida de Kate Losinska de la Asociaci¨®n de Servicios Civiles y P¨²blicos. El 5 de mayo, el columnista Peter Jenkins observaba que "el espectro del comunismo que se cierne sobre Italia tiene muchas repercusiones para Occidente". (Con qu¨¦ naturalidad hablaba entonces la gente de "Occidente"). El 7 de mayo, The Guardian publicaba una foto de Imelda Marcos en el momento de ser recibida por el secretario general de la ONU, Kurt Waldheim, y tres d¨ªas m¨¢s tarde, otra del Reliant Kitten, una versi¨®n con cuatro ruedas del rid¨ªculo coche de tres ruedas Reliant Robin, hecho con fibra de vidrio.
Peor que hoy
Puede que, en aquel otro mundo, el primer ministro dimitiera voluntariamente y en el momento que ¨¦l quiso, pero Gran Breta?a estaba mucho peor que hoy. "Los ¨²ltimos 12 a?os", escribi¨® The Times con motivo de la marcha de Wilson, "han sido un periodo de visible decadencia para el Reino Unido: una decadencia absoluta en materia de relaciones exteriores y una decadencia relativa en cuanto al nivel de vida". Ese mismo a?o, unos meses despu¨¦s, la crisis de la libra se agudiz¨® de tal forma que el Gobierno brit¨¢nico tuvo que rogar al FMI que instaurara un sistema de reserva. El a?o anterior, la inflaci¨®n hab¨ªa superado el 24%, y el Wall Street Journal public¨® un art¨ªculo, titulado "Adi¨®s Gran Breta?a", en el que aconsejaba a los inversores que se apartaran de la libra. Alemania (Alemania Occidental, claro est¨¢) y Francia ten¨ªan m¨¢s riqueza per c¨¢pita que Gran Breta?a. En comparaci¨®n con la Modell Deutschland, Gran Breta?a era "el enfermo de Europa". Un comentarista algo exagerado escribi¨® que "medida en producto nacional per c¨¢pita, la diferencia entre, por ejemplo, Gran Breta?a y Alemania, es ya tan amplia como la diferencia entre Gran Breta?a y el continente africano". Los datos no le daban la raz¨®n, pero esa era la impresi¨®n que hab¨ªa. Tanto dentro como fuera del pa¨ªs, la gente hablaba de "la enfermedad brit¨¢nica". Nuestra pol¨ªtica exterior consist¨ªa en "gestionar la decadencia".
Hoy, Gran Breta?a tiene m¨¢s riqueza per c¨¢pita que Francia y Alemania (aunque, en el caso alem¨¢n, se debe s¨®lo a los costes de unificaci¨®n con Alemania del Este, m¨¢s pobre). En los ¨²ltimos a?os, la econom¨ªa brit¨¢nica ha crecido a m¨¢s velocidad que las de Francia, Alemania e Italia. A los que se ha calificado de enfermos de Europa es a Francia y Alemania, y a Gordon Brown le gusta pensar que existe un modelo brit¨¢nico, que combina la capacidad emprendedora y la justicia. Las grandes huelgas y las fotos de basura en las calles no las vemos en Gran Breta?a, sino en Alemania. En Whitehall ya no se habla de gestionar la decadencia, ni mucho menos de acudir de rodillas al FMI. La pol¨ªtica exterior brit¨¢nica est¨¢ llena de confianza y, en muchos aspectos (no en todos), el pa¨ªs proyecta una imagen de modernidad. En 2012 se celebrar¨¢n los Juegos Ol¨ªmpicos en Londres, tal vez la ciudad m¨¢s moderna y cosmopolita de Europa.
Seguramente, esta imagen que tenemos de nosotros mismos es demasiado optimista, igual que la de 1976 era demasiado negra. Ni Alemania y Francia est¨¢n tan mal ni Gran Breta?a est¨¢ tan bien como muchos brit¨¢nicos prefieren pensar. Adem¨¢s, todos estamos afectados estructuralmente por el declive relativo de lo que sol¨ªamos llamar Occidente, y especialmente de Europa, frente a un Lejano Oriente en alza. Pero parece justo decir -sin meternos en honduras psicol¨®gicas- que lo que las personas y los pueblos piensan de s¨ª mismos es una parte importante de lo que son. En general, los brit¨¢nicos est¨¢n m¨¢s satisfechos consigo mismos que los franceses o los alemanes, y, desde luego, mucho m¨¢s que hace 30 a?os. Dada la dr¨¢stica p¨¦rdida de poder mundial e imperial sufrida por Gran Breta?a desde 1945, esta recuperaci¨®n es extraordinaria.
M¨¦rito de otros
Los historiadores y los seguidores de las distintas tendencias pol¨ªticas discutir¨¢n hasta qu¨¦ punto esta recuperaci¨®n es m¨¦rito de Margaret Thatcher y hasta qu¨¦ punto de Blair, e incluso hasta qu¨¦ punto el m¨¦rito de Blair es realmente de Brown. Pero es innegable que, en estos 30 a?os, se ha producido una transformaci¨®n fundamental y que ¨¦sta ha estado definida por los mandatos de Thatcher y Blair, cada uno de aproximadamente un decenio. De modo que, cuando los ¨¢vidos medios brit¨¢nicos reclamen la cabellera de Blair, en un torrente de indignaci¨®n muchas veces artificial, y cuando Brown se haya instalado ya en el n¨²mero 10 y el humo de la transici¨®n se haya disipado, quiz¨¢ entonces podamos vernos tal como somos: una sociedad no demasiado mal gobernada, razonablemente pr¨®spera, moderadamente segura, no demasiado dividida o resentida, que se enfrenta a todos los problemas de un mundo peligroso (?pero cu¨¢ndo no ha sido peligroso el mundo?) y los de una Europa en relativa decadencia, pero que se enfrenta a ellos con un grado de confianza inimaginable hace 30 a?os.
A veces es ¨²til leer peri¨®dicos viejos.
Traducci¨®n de M. L. Rodr¨ªguez Tapia.
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