"He tratado de hacer una exploraci¨®n del amor desligado de toda la mitolog¨ªa rom¨¢ntica que lo acompa?a siempre"
Desde que a comienzos de los a?os sesenta publicara su inolvidable novela La ciudad y los perros -donde contaba su dura experiencia en el colegio militar Leoncio Prado, en el que, siendo apenas adolescente le oblig¨® a ingresar su padre-, el escritor peruano ha ensayado todos los g¨¦neros literarios, pero es la narraci¨®n con tintes autobiogr¨¢ficos lo que verdaderamente le caracteriza como creador. Como si el hombre Mario necesitara ensanchar los l¨ªmites de la realidad, de su propia experiencia y se vengara de la mezquindad de la vida complet¨¢ndola con las posibilidades que le proporciona la ficci¨®n. As¨ª, a los 70 a?os reci¨¦n cumplidos, Vargas Llosa publica una nueva novela, Travesuras de la ni?a mala, con la que de nuevo regresa al origen, al puro arte de contar. En ella narra, como testigo de buena parte de los cambios pol¨ªticos del siglo XX, la transformaci¨®n paulatina de un mundo que a estas alturas revela su decepci¨®n frente a los planteamientos ut¨®picos y revolucionarios. Pero tambi¨¦n cuenta un amor, el de Ricardo y la camale¨®nica "ni?a mala", en el que el escritor vuelve a poner de manifiesto su gusto por el erotismo y con el que, pese a la ausencia de pasi¨®n y romanticismo, ensancha los m¨¢rgenes y da sentido a la mediocre y rutinaria vida de su protagonista. La aparici¨®n adem¨¢s de los dos primeros vol¨²menes de sus obras completas y el reiterado rumor que cada a?o le se?ala como el pr¨®ximo Nobel de Literatura sit¨²an al escritor en un plano protagonista del a?o literario.
"En los sesenta, el mito de la revoluci¨®n no s¨®lo no aporta nada, sino que contribuye a la devaluaci¨®n de la cultura democr¨¢tica"
"Mi libro sobre Garc¨ªa M¨¢rquez est¨¢ en las obras completas. No lo hab¨ªa reeditado por la sencilla raz¨®n de que tendr¨ªa que actualizarlo"
"El teatro fue mi primera pasi¨®n. Si cuando empec¨¦ hubiera habido en Lima un movimiento teatral, yo hubiera sido sobre todo un escritor de teatro"
PREGUNTA. Lejos del ensayo y de la novela hist¨®rica, vuelve a la ficci¨®n autobiogr¨¢fica.
RESPUESTA. S¨ª, ¨¦sta es una novela que hace mucho quise escribir. Es una historia de amor, un amor moderno, condicionado por el mundo en que vivimos y que est¨¢ mucho m¨¢s cerca de la realidad que los amores rom¨¢nticos de la literatura. El amor se prolonga a lo largo de cuarenta a?os y me sirve tambi¨¦n para hacer una especie de gran fresco de un universo que ha cambiado extraordinariamente. Si piensa lo que es el mundo para esos ni?os de los a?os cincuenta de la primera historia de la novela, a lo que es el del barrio de Lavapi¨¦s, en el Madrid de finales de los a?os ochenta, las transformaciones son prodigiosas.
P. Lima, Par¨ªs, Londres, Madrid, cuatro ciudades protagonistas en la novela que trazan su propio recorrido existencial.
R. Ese recorrido es, efectivamente, la parte m¨¢s autobiogr¨¢fica. He utilizado mi memoria para hablar de Lima en los a?os cincuenta, de Par¨ªs en los sesenta, de Londres en los a?os setenta, y de la Espa?a de los a?os ochenta. Lo autobiogr¨¢fico es todo lo que concierne al escenario, al entorno y al marco en el cual transcurre la historia, que es en gran parte inventada y fantaseada, pero a partir de ciertos modelos vivos, como creo que hacemos todos los novelistas.
P. Lima y el barrio de Miraflores son el escenario de su adolescencia. ?Tiene nostalgia de aquel entorno?
R. ?sa es una Lima que ya s¨®lo existe en la memoria o en la literatura. En esa ¨¦poca Per¨² era un pa¨ªs muy dividido, y si eras un lime?o de clase media ten¨ªas una idea absolutamente irreal de Per¨². Pensabas que Per¨² era un mundo urbano, occidental, hispanohablante y blanco. La inmensa realidad de Per¨², el andino, el ind¨ªgena, el rural y el prehisp¨¢nico, casi no llegaba a Lima y, concretamente, a ese barrio burgu¨¦s que es el de Miraflores. Esa sociedad cambiar¨ªa radicalmente a partir de los a?os sesenta con la llegada masiva de inmigrantes de la sierra, los Andes, la selva y las provincias, que transforman a esa ciudad peque?a y coherente que era Lima en una ciudad ca¨®tica, inmensa y violenta, mucho m¨¢s representativa del Per¨² real. Ahora bien, ese mundo que puedes llamar alienado, o privilegiado, y calificarlo incluso de ciego y ego¨ªsta frente a los problemas de Per¨², justifica la nostalgia de quien vivi¨® esa experiencia de ni?o. Era un mundo inocente, de costumbres extraordinariamente sanas y de una gran candidez, sobre todo en relaci¨®n con lo que vendr¨ªa despu¨¦s.
P. ?Antes de ir a Par¨ªs ya ten¨ªa la intuici¨®n pol¨ªtica de las tensiones que luego sufrir¨ªa Per¨²?
R. Yo s¨ª, pero no los personajes de mis historias. He descrito el mundo de mi infancia en Miraflores, un mundo desinformado respecto de lo que ocurr¨ªa en el resto de Per¨² y en el mundo en general, organizado en funci¨®n de rituales, fiestas y diversiones de una inocencia extraordinaria, tanto, que a los lectores j¨®venes contempor¨¢neos les podr¨ªa parecer irreal, pero ¨¦se es el mundo que yo conoc¨ª. Hasta los diez a?os, y eso parece hoy una broma, no estaba seguro de c¨®mo ven¨ªan los ni?os al mundo y me resist¨ªa a creer que fuera de una manera tan poco espiritual como descubr¨ª despu¨¦s.
P. ?Estaba en el para¨ªso y por eso era dif¨ªcil concienciarse pol¨ªticamente?
R. Comienzo a cambiar claramente en el Leoncio Prado. En ese colegio estaba mucho m¨¢s representado Per¨². Ten¨ªas muchachos que ven¨ªan de todas las regiones y sectores sociales y estaban representadas todas las razas. Era un hervidero de tensiones y un sitio maravilloso para conocer el verdadero Per¨², pero tambi¨¦n conoc¨ªas la violencia, los prejuicios, los resentimientos y los odios, que son los grandes demonios de la sociedad peruana. All¨ª descubr¨ª las injusticias sociales y comenc¨¦ a tener una cierta conciencia pol¨ªtica, al tiempo que tuve mi primera crisis religiosa: dej¨¦ de ser creyente, y decid¨ª, por ejemplo, entrar en la universidad p¨²blica y no ir a la cat¨®lica, que era lo normal en una familia de clase media. Fui a la Universidad de San Marcos porque era la de los cholos, la de los humildes, y ten¨ªa una tradici¨®n de rebeld¨ªa frente a las dictaduras. Todo eso aparece en el segundo cap¨ªtulo: la historia de la gran ilusi¨®n guerrillera que recorre toda Am¨¦rica Latina y buena parte del mundo a partir del triunfo de la revoluci¨®n cubana. Viv¨ª intensamente esos a?os en Par¨ªs y conoc¨ª a muchos latinoamericanos que hac¨ªan el viaje a Par¨ªs, inevitable para ir a Cuba, Rusia, China o a los pa¨ªses socialistas.
P. Par¨ªs era en los a?os sesenta el epicentro de todas las ideolog¨ªas.
R. Absolutamente. Era el gran centro de comunicaciones de la revoluci¨®n internacional. Utilizo en la novela material hist¨®rico de lo que fue el movimiento guerrillero en Per¨², el gran fracaso del primer intento revolucionario serio que fue el Movimiento de Izquierda Revolucionaria, el MIR. Y tambi¨¦n describo lo que es ese clima en el que la utop¨ªa revolucionaria prendi¨® de forma generalizada, y c¨®mo Par¨ªs se convirti¨® en el centro que exportaba las ideas, los mitos y las fantas¨ªas de la revoluci¨®n y, tambi¨¦n, el gran fracaso de todo ello.
P. La visi¨®n de su joven protagonista corresponde, sin embargo, a la de un hombre maduro, esc¨¦ptico respecto de los ideales pol¨ªticos y revolucionarios. ?De qui¨¦n es esa mirada?
R. El personaje narrador es un ser pasivo y mediocre que no tiene en la vida grandes ambiciones. Su visi¨®n es individualista y ego¨ªsta, pero hay algo en su vida que es su propia aventura y su propia revoluci¨®n: ese amor que vive a lo largo de toda su vida y por el que se convierte en protagonista de una gran aventura. Su sue?o fue llegar a Par¨ªs y con eso se content¨®, pero su mediocridad est¨¢ compensada por su gran pasi¨®n. Ese personaje representa a la inmensa mayor¨ªa de la humanidad, las vidas extraordinarias son siempre muy marginales, son una peque?a minor¨ªa a la que la literatura y el arte han realzado y establecido como modelos, pero en la realidad la mayor¨ªa de los seres humanos est¨¢n aprisionados, como el personaje de mi novela, en una rutina previsible y sin grandes aventuras.
P. Sin embargo, no es nada conservador ni rutinario en su relaci¨®n con la protagonista de la historia, la "ni?a mala".
R. Absolutamente. ?l no es una mala persona, pero no tiene el romanticismo de la aventura, carece de entusiasmo. Sus ilusiones son tan realistas que parecen pedestres: conseguir un trabajo, llegar a Par¨ªs. Es un ser que no se sale de un marco realista, salvo en el amor, el amor lo transforma profundamente. Hay un homenaje a Flaubert en ese personaje. Algunos pasajes aluden a La educaci¨®n sentimental.
P. Su protagonista, recuerda tambi¨¦n a otro de sus personajes, a don Rigoberto. ?Es similar su fantas¨ªa er¨®tica?
R. S¨ª, es verdad. ?ste es menos exc¨¦ntrico y refinado y su pasi¨®n no est¨¢ tan realizada, pero esa pasi¨®n tambi¨¦n es la que le hace vivir en la inseguridad y pasar de la exaltaci¨®n a la depresi¨®n. Su vida es la vida rutinaria de un funcionario y su trabajo es un modus vivendi, pero lo que le sacude y recuerda que la vida no s¨®lo es rutina es esta ni?a mala que le lleva hasta a intentar el suicidio. Ella le saca de su realismo pedestre.
P. ?Ella siente realmente amor por Ricardo, el enamorado al que siempre regresa?
R. S¨ª, claro. Siente un tipo de amor aunque nada rom¨¢ntico. El amor es algo muy interior, algo que no se puede explicar. Los rom¨¢nticos dec¨ªan que era un puro movimiento de las emociones, y tampoco se puede explicar como una sublimaci¨®n del instinto sexual. En el amor hay algo m¨¢s, es algo extra?o, algo que implica a todo lo que es la condici¨®n humana: el instinto, el sexo, la pasi¨®n, tambi¨¦n el esp¨ªritu, y ciertos fantasmas del inconsciente que de pronto se vuelcan en un tipo de relaci¨®n que saca lo mejor, y lo peor de las personas. En esta novela he tratado de hacer una exploraci¨®n del amor desligado de toda la mitolog¨ªa rom¨¢ntica que lo acompa?a siempre, una mitolog¨ªa que nuestra ¨¦poca desmiente en la pr¨¢ctica, pero que a¨²n utilizamos a la hora de hablar de amor. El de ella no es un amor rom¨¢ntico, pero tambi¨¦n es amor.
P. Y de la experiencia revolucionaria de Par¨ªs a otro tipo de revoluci¨®n, la que su protagonista, y usted en la vida real, viven en Londres. ?El pacifismo hedonista y an¨¢rquico de los hippies le sedujo definitivamente?
R. La vida me dio la oportunidad de vivir ambas cosas. Mi traslado a Londres coincidi¨® con lo que fue la ¨¦poca del swinging London. Ca¨ª adem¨¢s en el barrio que describo mucho en la novela, en Earl's Court, en la ¨¦poca en que era el coraz¨®n de este movimiento. El cambio fue radical respecto a Par¨ªs, la ciudad de la que yo ven¨ªa. En Londres la ideolog¨ªa qued¨® reemplazada por toda la mitolog¨ªa de la droga y la revoluci¨®n del atuendo, como un instrumento de liberaci¨®n extraordinario. En vez de una actitud beligerante de querer cambiar el mundo a trav¨¦s de las guerrillas y la revoluci¨®n, encontrabas la actitud contemplativa de los hippies, la revoluci¨®n psicod¨¦lica a trav¨¦s de la expansi¨®n de la sensibilidad. Una revoluci¨®n total y hermosa que yo no viv¨ª desde dentro, pero la viv¨ª desde fuera con una mirada muy ben¨¦vola porque hab¨ªa algo inocente e idealista. Fue una revoluci¨®n est¨¦tica: el atuendo, la m¨²sica, la forma de vida, las costumbres, una revoluci¨®n de los sentidos que produjo una liberaci¨®n de las costumbres indiscutible. Al mismo tiempo fue una revoluci¨®n muy limitada, una revoluci¨®n de hijitos de pap¨¢, pero con una repercusi¨®n extraordinaria en Europa y en el mundo.
P. Y hablando estrictamente en positivo, ?qu¨¦ han aportado ambas revoluciones?
R. Yo creo que en los sesenta el mito de la revoluci¨®n no s¨®lo no aporta nada, sino que confunde y contribuye a la devaluaci¨®n de la cultura democr¨¢tica que aparece como una cultura despreciable, como una m¨¢scara de explotaci¨®n. Parece que la felicidad humana s¨®lo puede venir con el fusil, la guerra y la lucha de clases. Al mismo tiempo, en esos a?os hay por primera vez en la Europa progresista un verdadero descubrimiento del Tercer Mundo y una fascinaci¨®n por ¨¦l. Se produce una gran identificaci¨®n entre lo que se llama progresismo europeo y el resto de un mundo que antes no exist¨ªa para Europa. Ocurre en el campo pol¨ªtico, social y cultural, Europa se abre realmente a Am¨¦rica Latina y descubre a los escritores latinoamericanos, los traduce, los difunde, se los apropia. Eso para Am¨¦rica Latina fue magn¨ªfico, pero para Europa tambi¨¦n, y contribuy¨® a un tipo de globalizaci¨®n que despu¨¦s ser¨ªa masiva, sobre todo en el campo econ¨®mico. En los a?os setenta, la revoluci¨®n hippy es sobre todo una revoluci¨®n de las costumbres, mucho m¨¢s individualista que social, pero es una revoluci¨®n que tiene unos alcances planetarios, llega al Tercer Mundo, y sacude a sociedades en las que ciertos temas ni siquiera se tocaban: drogas y sexo eran temas reprimidos y relegados a lo m¨¢s privado, y de repente pasaron a formar parte de la actualidad. Creo que adem¨¢s la revoluci¨®n hippy contribuy¨® a desvanecer las fronteras, a integrar el mundo y abrirlo a todos, a los que viven en el primero y en el Tercer Mundo. El verdadero internacionalismo estaba all¨ª, los muchachos se iban a Katmand¨², pero tambi¨¦n ven¨ªan de all¨ª a vivir a Londres, y los peruanos a Barcelona.
P. Y despu¨¦s, Espa?a y su transici¨®n pol¨ªtica, de la que veladamente habla en los cap¨ªtulos finales. ??se fue otro tipo de revoluci¨®n?
R. En los ochenta fue la gran revoluci¨®n espa?ola, algo de lo que no se habla mucho, pero ha sido una de las m¨¢s aut¨¦nticas y extraordinarias transformaciones que a m¨ª me ha tocado ver. Los j¨®venes espa?oles no tienen la m¨¢s remota idea de lo que era la Espa?a que yo conoc¨ª cuando vine como estudiante a fines de los a?os cincuenta. Una Espa?a pueblerina, en la que, igual que en el Tercer Mundo, se viv¨ªa una dictadura. Hab¨ªa una enorme desigualdad de tipo social y econ¨®mico, las barreras eran gigantescas, y las costumbres estaban marcadas por la represi¨®n y los prejuicios, una rigidez tan estricta que era fuente de infelicidades. Con la transformaci¨®n pol¨ªtica y la democratizaci¨®n de Espa?a, se produce una revoluci¨®n extraordinariamente exitosa. Esos cap¨ªtulos espa?oles, que son los ¨²ltimos, quieren describir esa transformaci¨®n porque tambi¨¦n tuve la suerte de vivirla.
P. Coincide la aparici¨®n de esta novela con el primer tomo de sus obras completas. ?C¨®mo se enfrenta a esa revisi¨®n?
R. Estoy muy contento con ese proyecto porque me permite, en primer lugar, hacer ediciones limpias de y representativas de lo que ha sido todo mi trabajo de escritor. En cuanto a la revisi¨®n no es algo que hago con pasi¨®n, tengo que esforzarme un poco porque creo que es un trabajo que m¨¢s bien implica un reconocimiento de haber llegado al fin del camino, y yo no he llegado al fin del camino, yo no voy a llegar al fin del camino hasta que me muera. Quiero llegar hasta el final con proyectos, con ilusiones y con cosas nuevas en la mente.
P. ?Cumplir 70 a?os le ha llevado a esa reflexi¨®n, a que la edad es s¨®lo un accidente?
R. Exactamente. ?sa es la que yo creo que debe ser la actitud si quieres mantenerte vivo hasta el final. Porque hay mucha gente que no quiere mantenerse viva, se mueren en vida: se sientan y se vuelven estatua. Muy bien, yo respeto eso, pero no es mi caso. La idea de sentir que eres una estatua me espanta. Yo quiero mantenerme vivo, como si fuera inmortal, exactamente as¨ª, hasta que en un momento dado viene un accidente, que es la muerte, y te mueres, y, bueno, no eres inmortal. Hay una historia absolutamente maravillosa que no se d¨®nde he le¨ªdo, quiz¨¢ en Plat¨®n, que cuenta que a S¨®crates, cuando le llevaron el veneno, lo encontraron estudiando persa. "?Pero por qu¨¦ est¨¢ estudiando persa?", le preguntaron. Y ¨¦l dijo: "S¨®lo porque quiero aprender persa. ?Ah! ?Ahora tengo que tomar la cicuta? Pues me tomo la cicuta". Me parece una historia absolutamente maravillosa. Dios quiera que me encontrara as¨ª la muerte, tratando de aprender chino mandar¨ªn. Pero siguiendo con esta edici¨®n. Al final lo que quieres es que tu obra llegue a los lectores, si es que esa obra est¨¢ viva, y pensar que van a seguir vivas despu¨¦s de tu muerte. Es el sue?o, supongo, de todo escritor. Que lleguen en el mejor estado posible, y que est¨¦n presentadas de manera que reflejen lo que ha sido tu evoluci¨®n, toda tu vida de escritor. Seguir la vida de un escritor a trav¨¦s de sus obras es algo que a m¨ª me ha apasionado en los escritores que admiro.
P. Y ha incluido Historia de un deicidio.
R. Desde luego. No he reeditado Historia de un deicidio por la sencilla raz¨®n de que es una obra que tendr¨ªa que actualizar, y eso requerir¨ªa por mi parte un esfuerzo. Es un libro que termina pr¨¢cticamente con el volumen de cuentos que public¨® Garc¨ªa M¨¢rquez luego de Cien a?os de soledad, o sea, m¨¢s de la mitad de la obra de Garc¨ªa M¨¢rquez ha quedado fuera. Pero en unas obras completas est¨¢ incluido.
P. ?No influye su distanciamiento con Garc¨ªa M¨¢rquez?
R. Ese tema no lo tocamos.
P. Se lo pregunto por la cuesti¨®n an¨ªmica, porque es dif¨ªcil enfrentarse con frialdad a algo conflictivo, a algo que duele.
R. Mire, hay cosas que realmente no las escribir¨ªa de la misma manera hoy en d¨ªa, por supuesto, pero supongo que eso le pasa a todos los escritores y a todos los seres humanos. Cuando revisas tu vida encuentras muchas cosas que hubieras preferido no hacer, o que hubieras preferido hacer de otra manera. Pero yo creo que si t¨² publicas tus obras completas, no tienes derecho a hacer esas mutilaciones, no tiene sentido adem¨¢s. Por eso creo que es muy importante que se publique todo con un orden cronol¨®gico, donde se pueda seguir una vida con todas sus contradicciones, las ca¨ªdas, las levantadas, los traspi¨¦s que tambi¨¦n tienen una vida literaria y art¨ªstica.
P. La vida art¨ªstica nos lleva al teatro y a una pr¨®xima representaci¨®n en el Festival de Teatro de M¨¦rida. ?Es una nueva pasi¨®n?
R. ?sa fue mi primera pasi¨®n. Siempre digo que si en Lima en los a?os cincuenta, cuando empec¨¦ a escribir, hubiera habido un movimiento teatral, yo hubiera sido sobre todo un escritor de teatro. Pero no lo hab¨ªa, el mundo del teatro era tan peque?ito en Lima que si escrib¨ªas teatro te condenabas a la frustraci¨®n, a no ver nunca una obra tuya sobre un escenario, y creo que eso me empuj¨® hacia la novela. Recuerdo algunas experiencias como espectador: cuando vi siendo ni?o La muerte de un viajante, de Arthur Miller, y el deslumbramiento tan grande que me produjo. Tambi¨¦n Marat-Sade, otra de las cosas m¨¢s extraordinarias que me ha ocurrido como espectador. Hicimos La verdad de las mentiras con Aitana S¨¢nchez-Gij¨®n. Y estos ¨²ltimos meses he estado trabajando en una versi¨®n minimalista de la Odisea que se llama Odiseo y Pen¨¦lope y que vamos a presentar tambi¨¦n con Aitana S¨¢nchez-Gij¨®n y bajo la direcci¨®n de Joan Mollet en el Festival de Teatro de M¨¦rida. Es una aventura que me llena de ilusi¨®n.
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