"La salud es fr¨¢gil, deja enseguida de ser salud"
Amigo de artistas, de algunos de los cuales tambi¨¦n ha sido m¨¦dico, este aragon¨¦s se ha enfrentado, a lo largo de su vida profesional, a los casos cl¨ªnicos de miles de pacientes; pero un d¨ªa tuvo uno muy especial, el de su hijo, al que un autob¨²s estrell¨® contra el asfalto cuando ten¨ªa 12 a?os. El chico, que ahora tiene 39 y es pintor, sufri¨® lesiones cerebrales, tratadas por colegas de su padre; ¨¦ste y su familia le rehabilitaron despu¨¦s. Esa experiencia lleva a hablar con Portera del accidente, del dolor, de la memoria -muchos de sus casos cl¨ªnicos tienen que ver con la memoria- y de la vida.
Pregunta. ?Qu¨¦ amenazas tiene la salud hoy?
Respuesta. La salud es fr¨¢gil; el paso de la salud a la enfermedad es muchas veces instant¨¢neo, y esto ocurre mucho en mi especialidad, en neurolog¨ªa: como es el caso de las meningitis o las encefalitis... La salud deja enseguida de ser salud; en nuestro mundo global, la posibilidad de contagio es enorme, y el contagio es una de las maneras bruscas de transmitir las infecciones. Pero hay ahora algo tambi¨¦n muy frecuente, la agresi¨®n cerebral o de m¨¦dula espinal, que por culpa de los accidentes ha llegado a ser casi cotidiana.
"Los suicidas [del volante] convierten el coche en un instrumento que seg¨²n ellos, les engrandece. Eso es educabley, por tanto, evitable"
"A los 70 a?os se est¨¢ bien y se puede pensar, pero ?c¨®mo se puede anticipar lo que pasar¨¢ cuando se prolongue la vida hasta los 90, por ejemplo?"
P. Vivimos mejor y estamos m¨¢s amenazados. Por los accidentes, por ejemplo.
R. Las amenazas de los accidentes son evitables o atenuables; no es lo mismo tener un accidente a 150 kil¨®metros por hora que a 40 kil¨®metros por hora, y no es lo mismo caerse en un trabajo estando protegido que estando desamparado... Tras un frenazo a 30 por hora, el veh¨ªculo se desplaza cuatro metros; imag¨ªnate en qu¨¦ se convierte un frenazo a 120 por hora. Los accidentes son evitables si la persona en riesgo de producirlos contribuye a tener un comportamiento social adecuado. No se puede conducir con alcohol; los que lo hacen pueden cometer accidentes horribles. Y han de ser conscientes de ello.
P. Parece que hay una tendencia al suicidio.
R. Pero no es el suicidio com¨²n en pacientes en tratamiento psiqui¨¢trico. Esos suicidas, como t¨² los llamas, convierten el coche en un instrumento que, seg¨²n ellos mismos, les engrandece. Eso es educable y, por tanto, evitable. Los accidentes son muy serios desde el punto de vista neurol¨®gico. En las fracturas de columna, la m¨¦dula espinal se lesiona y se producen par¨¢lisis permanentes...
P. Y los coches son cada vez m¨¢s veloces, y se anuncian as¨ª...
R. Pero los coches no funcionan solos, los conducen personas, y alguien aprieta el acelerador. Pero los autom¨®viles pueden tener un veloc¨ªmetro que permita revisiones peri¨®dicas y obligatorias. El autom¨®vil es muy peligroso. ?Es muy peligroso dejar un arma a cualquiera!
P. Usted habr¨¢ visto a mucho superviviente ultraveloz. ?Se arrepienten?
R. O al contrario, existe el que dice: "No me pas¨® nada, qu¨¦ bien conduzco". Cuando el comportamiento humano supera situaciones l¨ªmite y ¨¦stas no han tenido consecuencias negativas se produce una sensaci¨®n de triunfo, de autosatisfacci¨®n.
P. ?D¨®nde se aloja en el cerebro esa ansiedad?
R. Influye en la mente; el cerebro es nada solo, la mente es la que condiciona el comportamiento. Si la ansiedad no tuviera a la mente control¨¢ndola habr¨ªa m¨¢s accidentes... Todo lo puede controlar la mente. Y se pueden controlar tambi¨¦n, f¨ªsicamente, algunos de los efectos de la irresponsabilidad de quienes van al volante: aparte de grabar la velocidad, los autom¨®viles pueden ir equipados con un detector de alcoholemia que act¨²e en cuanto se trata de poner en marcha el coche. Si el nivel de alcohol del conductor supera lo permitido por la ley, el motor no se pone en marcha... No es cuesti¨®n de opiniones, se para y ya est¨¢.
P. ?Qu¨¦ nos hace el dolor?
R. Depende de quien lo sufre. El dolor no es lo mismo que la alegr¨ªa, obviamente; el dolor afecta m¨¢s, incluyendo el dolor de otros... Luego el dolor se pasa, no queda sino un vago recuerdo del proceso que lo caus¨®... Puede ser un s¨ªntoma persistente o pasajero... Incluso puede ser instant¨¢neo... Pero ?qu¨¦ es un instante? Tenemos una mente que es producto de la estructura biol¨®gica m¨¢s perfecta que se conoce en el universo... El cerebro de cualquier animal es mejor que el humano tan s¨®lo cuando el humano quiere actuar como el animal. Ahora bien, si los humanos quieren hacer cosas humanas ganan a todos los animales que conocemos; por muy simp¨¢tico que sea el chimpanc¨¦, y por mucho que su cerebro se diferencie del nuestro en un 2%, jam¨¢s ser¨¢ capaz de que lea o sonr¨ªa al ver una imagen suya en el espejo... La evoluci¨®n ha creado el cerebro m¨¢s importante de cualquier mam¨ªfero.
P. ?Valdr¨ªa la pena vivir m¨¢s?
R. Depende de la calidad de vida que eso implique. Con la edad aparecen dificultades, f¨ªsicas o mentales. Pero es arriesgado pensar en el futuro con tus conceptos de hoy. A los 70 a?os se est¨¢ bien, y se puede pensar, pero ?c¨®mo se puede anticipar lo que pasar¨¢ cuando se prolongue la vida hasta los 90, por ejemplo?
P. ?Y podremos vivir mejor?
R. Vivir mejor siempre significa que t¨² vives mejor, y debes calcular si merece la pena. A veces se vive mejor en un ambiente profesional enriquecido, porque est¨¦s bien considerado, pero tu dedicaci¨®n es intensa y atiendes menos a tus hijos y a tu mujer, que viven peor... Lo que le pasa a una persona debe calcularse de acuerdo con la repercusi¨®n de sus decisiones en los otros.
P. Usted se ha ocupado mucho de la enfermedad de Alzheimer.
R. Es una enfermedad del cerebro, y siempre ha habido cerebros que han funcionado peor durante el envejecimiento. El doctor Alzheimer realiz¨® los estudios en un caso, en 1907; ahora la enfermedad es m¨¢s importante porque ha aumentado la expectativa de vida. Cuantos m¨¢s ancianos, m¨¢s deterioros cognitivos, y ah¨ª surge la fase inicial de la enfermedad. A nadie le sorprende que a los 60 a?os alguien olvide datos inmediatos, aunque pueden se?alar el comienzo de la enfermedad.
P. ?Es una enfermedad sin esperanza?
R. Desde el doctor Alzheimer se ha avanzado mucho en la cl¨ªnica y en la investigaci¨®n de la enfermedad. Se ha llegado a tratamientos sintom¨¢ticos, pero no hay un tratamiento que lentifique el proceso; cada enfermo tiene su propia evoluci¨®n, es la enfermedad la que impone su propia din¨¢mica. Pero el tratamiento curativo no existe.
P. Usted tiene una experiencia personal muy directa con el dolor: el accidente de su hijo...
R. Sufri¨® un accidente al bajar del autob¨²s de la escuela; ten¨ªa 12 a?os, hoy tiene 39. Cay¨® en la Castellana, en el suelo, golpeado en la cabeza por la puerta delantera de otro veh¨ªculo que pasaba. Ten¨ªa una contusi¨®n interna. Fue atendido en la Cruz Roja y tratado por equipos de neurocirug¨ªa; le intervinieron cirujanos muy buenos. Yo les dije: "Es vuestro enfermo, haced lo que teng¨¢is que hacer". Y a m¨ª me qued¨® la tarea de la rehabilitaci¨®n... A los 20 d¨ªas fue dado de alta. En casa, su madre, su hermano y yo hicimos todo lo posible porque viviera en un ambiente que ¨¦l recordase como el suyo normal, no como si fuera un convaleciente; era una atm¨®sfera arm¨®nica, familiar, relajada. Al estar con la familia interpret¨® que estaba bien, y eso aceler¨® su recuperaci¨®n. Manejaba los libros de pintura y disfrutaba de las im¨¢genes, como era habitual en ¨¦l. Pasados varios meses empez¨® a pintar. Se convirti¨® en un estupendo pintor. En su pintura se advierte ese optimismo que hubo a su alrededor cuando se recuperaba.
P. Usted es gran amigo de artistas. ?De d¨®nde viene su relaci¨®n tan fuerte con la pintura?
R. En Zaragoza estudi¨¦ el Bachillerato en el colegio del padre de los Labordeta. En 1951 me fui a Estados Unidos, a hacer mi especialidad, y all¨ª vi nacer la pintura moderna. De regreso a Madrid, en 1960, conoc¨ª muy bien a la galerista Juana Mord¨®, y, a partir de su amistad, fui tambi¨¦n muy amigo de numerosos artistas...
P. De Manolo Millares, por ejemplo. ?Fue su paciente?
R. Manolo Millares fue mucho para m¨ª, y, especialmente, fraternal amigo. Un d¨ªa advertimos en ¨¦l una inicial depresi¨®n. ?l estaba en ese inquietante mundo de la creaci¨®n art¨ªstica intentando recobrar la arqueolog¨ªa de la vida y de la cultura. Pero hubo una ¨¦poca en que estuvo trist¨®n. Su mujer, Elvireta, me lo advirti¨®... Cada d¨ªa pasaba a verlo a su casa, y le dec¨ªa que pintara, que eso era lo suyo, ah¨ª era ¨¦l mismo, y me hizo caso. Hicimos un viaje al rom¨¢nico moz¨¢rabe; mejor¨®, estaba feliz. Pero un d¨ªa me telefone¨® Elvireta: "Manolo tiene a Coro [su hija de meses] en brazos, se le ha ca¨ªdo y est¨¢ desorientado". Ingres¨®, se le diagnostic¨® una lesi¨®n focal en el lado izquierdo del cr¨¢neo... Fue operado; pero despu¨¦s de la cirug¨ªa, la lesi¨®n volvi¨® a reaparecer...
P. Dicen que su pintura ten¨ªa que ver mucho con su car¨¢cter...
R. ?l siempre estaba con la idea de lo oculto; de lo hist¨®rico, de lo arqueol¨®gico... Un d¨ªa lo film¨¦ en su estudio, rodeado de sus cuadros y de sus arpilleras, mientras pintaba un cuadro... Cogi¨® un bastidor y empez¨® a coser objetos, y a hacer agujeros en las arpilleras, hasta que le dije: "?Y por qu¨¦ no te coses en el cuadro? Ya que siempre est¨¢s mentalmente dentro de tus cuadros, ?por qu¨¦ no te metes en el que est¨¢s pintando ahora?". Se me qued¨® mirando, se tumb¨® en el suelo... La pel¨ªcula la tengo hecha, y ah¨ª est¨¢ Manolo en su propia pintura, con las arpilleras alrededor de su cuerpo.
P. ?Qu¨¦ le da usted el ejercicio de la medicina?
R. La satisfacci¨®n de saber que lo que hago tiene una repercusi¨®n inmediata en el ser humano. Tambi¨¦n tengo un cerebro, y me interesa saber c¨®mo act¨²a el m¨ªo, y he procurado ayudar a los pacientes a utilizarlo de la manera m¨¢s productiva.
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