Superviviente de un tab¨²
El avi¨®n en que viajaba con su equipo de rugby se estrell¨® en los Andes en 1972. Diecis¨¦is de los ocupantes sobrevivieron al fr¨ªo y al hambre extremos. Recurrieron a los cad¨¢veres de sus compa?eros para alimentarse. Ahora recuerda en un libro aquella experiencia que dio la vuelta al mundo.
Treinta y tres a?os despu¨¦s sigue siendo un superviviente, pero la vida le ha dado todo lo que tantas veces temi¨® perder entre las heladas cumbres de los Andes cuando apenas ten¨ªa 20 a?os. Nando Parrado es doblemente superviviente: de la ca¨ªda del avi¨®n y del fr¨ªo cortante, absoluto, inmisericorde que durante m¨¢s de dos meses tuvo que soportar entre imponentes cumbres de 6.000 metros de altura. Los hechos son de sobra conocidos. El 13 de octubre de 1972, un avi¨®n fletado por un club de rugby de Montevideo (Uruguay) intenta atravesar la cordillera en direcci¨®n a Santiago de Chile, donde han de jugar un partido amistoso. Un total de 45 personas, entre pasajeros y tripulaci¨®n, han tomado ese vuelo. En medio de la traves¨ªa, una violenta tormenta desestabiliza el aparato, que acaba golpe¨¢ndose contra la cresta de una monta?a. La cola y las alas se desprenden. El avi¨®n se parte en dos, y muchos de los pasajeros son arrastrados al vac¨ªo. Por la fuerza del impulso, el vientre del aparato cae de tal modo que cuando toca tierra contin¨²a desliz¨¢ndose a toda velocidad por un enorme glaciar, hasta que un mont¨ªculo lo frena de golpe.
"La m¨ªa es la historia vista desde dentro, con una mirada cruda, pero real. Creo que los sentimientos nos salvaron"
"Nunca fuimos mejores hombres que all¨ª arriba. Primitivos como los de las cavernas, y con la educaci¨®n de hoy"
"El fr¨ªo quema como un ¨¢cido. Produce una sensaci¨®n indescriptible. No se va, no se pasa y no te mueres"
Trece personas mueren en el choque y hay muchos heridos. Nando Parrado es uno de ellos. Un traumatismo craneal le mantiene en coma durante tres d¨ªas, y hubiera muerto tambi¨¦n si dos de sus amigos no le hubieran arropado de noche con sus cuerpos. Al despertar supo que su madre hab¨ªa muerto. Su hermana Susy estaba malherida y muri¨® al octavo d¨ªa en sus brazos. La esperanza del rescate les dio fuerzas para soportar el hambre y resistir las heladas ventiscas que azotaban los restos del fuselaje, convertido en refugio. Pero cuando ya llevaban 10 d¨ªas esperando o¨ªr el ruido de los helic¨®pteros, oyeron por una radio que la b¨²squeda hab¨ªa sido suspendida. Les daban por muertos.
A temperaturas de dos d¨ªgitos bajo cero, sin comida y con ropas de verano, la muerte les fue diezmando: unos por las heridas, otros por el fr¨ªo. Resistieron 72 d¨ªas con sus noches, y cuando les rescataron, ya s¨®lo quedaban 16 supervivientes. Se hab¨ªan salvado gracias a los muertos, a la carne helada de los cad¨¢veres.
"Cuando el cerebro percibe el inicio de la inanici¨®n, cuando se da cuenta de que el cuerpo ha empezado a descomponer su propios tejidos para usarlos como combustible, libera adrenalina en se?al de alarma de un modo tan violento e intenso como el impulso que lleva a un animal acorralado a huir del depredador que le ataca. (?) Supongo que hay ciertas l¨ªneas que la mente cruza muy lentamente. Cuando mi mente cruz¨® finalmente ¨¦sta, lo hizo con un impulso tan primitivo que me dej¨® anonadado. (?) No me sent¨ª culpable ni avergonzado. Hac¨ªa lo correcto para poder sobrevivir. Entend¨ªa la magnitud del tab¨² que acab¨¢bamos de romper, pero si sent¨ªa un intenso resentimiento era s¨®lo porque el destino nos hab¨ªa obligado a elegir entre este horror y el de una muerte segura". As¨ª lo recuerda Nando Parrado tres d¨¦cadas despu¨¦s en un libro titulado Milagro en los Andes (Planeta), en el que explica c¨®mo vivi¨® cada momento de aquella pesadilla. ?l no se considera propiamente un superviviente. Ni tampoco un h¨¦roe. El accidente le marc¨®, sin duda, pero ha aplicado a su vida la misma fuerza que le hizo mantenerse psicol¨®gicamente erguido en aquella terrible situaci¨®n. Despu¨¦s del accidente tuvo un par de a?os de devaneo y luego se hizo piloto de coches de carreras. Lleg¨® a correr en los mejores circuitos, hasta que conoci¨® a su mujer y se asent¨® como empresario: hoy posee la mayor cadena de ferreter¨ªas de Uruguay, una productora y una empresa de televisi¨®n por cable. Le ha ido bien. Muy bien. Nos recibe en un hotel de Madrid durante un alto del viaje que est¨¢ haciendo por Oriente Pr¨®ximo con su mujer. Se le ve apaciblemente satisfecho de s¨ª mismo y de su vida. Tiene una voz c¨¢lida y maneras suaves, lo que no le impide expresarse con vehemencia y pasi¨®n. Est¨¢ claro que es un gran comunicador, y si tiene recovecos, los tiene bien guardados.
?Por qu¨¦, cuando ya se han hecho dos pel¨ªculas, un libro y varios documentales, se decide ahora a escribir su obra? ?Qu¨¦ aporta?
Hay gente que planifica su vida. A m¨ª, las cosas me encuentran. Si me preguntan: "Vos, ?qu¨¦ sos?". No s¨¦: soy empresario, periodista, productor, escritor, deportista?, todas estas facetas me han encontrado en alg¨²n momento de mi vida. Yo ya ten¨ªa algunas cosas escritas, por si alg¨²n d¨ªa mis biznietos quer¨ªan saber qui¨¦n fui, pero hace unos diez a?os comenzaron a llamarme para dar conferencias sobre la experiencia de los Andes, y al terminar, la gente se acercaba y me dec¨ªa: "Eso que ha explicado, ?d¨®nde puedo leerlo?". Veronique, mi se?ora, insist¨ªa: "Nando, la gente te pide que escribas". Y fui escribiendo, escribiendo, y al cabo de cuatro o cinco a?os me di cuenta de que ten¨ªa ya para m¨¢s de un libro. Se me ocurri¨® mandar unas p¨¢ginas de aquello a un agente literario de Nueva York, y al mes me dice: "Mire, nos pas¨® algo que nunca nos hab¨ªa ocurrido antes: enviamos su escrito a las 10 editoras m¨¢s importantes del mundo, y todas quieren editarlo, todas". Para m¨ª fue una sorpresa enorme. El libro Viven, de Piers Paul Read, es un documental perfecto de lo que sucedi¨®. El m¨ªo creo que es el libro que todos los supervivientes hubieran querido escribir, porque es la historia vista desde dentro; con una mirada cruda, pero real, en la que hay mucho sentimiento. Creo que fueron los sentimientos los que nos salvaron.
En su relato se ve que cuando ya no te quedan m¨¢s fuerzas, cuando crees que no puede pasarte nada peor, todav¨ªa puede venir un alud y sepultarte, todav¨ªa puede hacer m¨¢s fr¨ªo que la noche anterior, y t¨² a¨²n lo puedes resistir. ?Cu¨¢ntas veces tuvo la tentaci¨®n de abandonar, de decir: se acab¨®?
Cuando est¨¢s en una situaci¨®n l¨ªmite de este tipo te vas transformando en casi un animal. Has de sobrevivir bas¨¢ndote en el instinto, en mecanismos que son totalmente nuevos para ti. La mayor¨ªa de nosotros no hab¨ªa visto nunca la nieve. Pero ten¨ªamos menos de 20 a?os, y cuando eres tan joven te parece que eres inmortal: nada puede pasarte. A esa edad, la muerte est¨¢ muy lejos, y convivir con ella tan intensamente te hace madurar mucho. El alud nos cogi¨® por sorpresa. Y s¨ª, me abandon¨¦: est¨¢s enterrado en la nieve, en la oscuridad; no te puedes mover, no puedes respirar; tienes como diez mil toneladas de cemento encima, y no te queda m¨¢s remedio que aceptar que vas a morir. Y entonces sientes como un relax. Hab¨ªa sido tan violenta la supervivencia hasta ese momento, tan fea, tan fr¨ªa, tan helada, que al ver que iba a morir no sent¨ª p¨¢nico, sino una especie de descanso. Sorpresivamente, alguien me sac¨® y pude respirar.
Al volver de la expedici¨®n en busca de la cola del avi¨®n, su compa?ero Roy Harley estaba tan exhausto, tan desesperado que se arrodill¨® en la nieve sabiendo que si dejaba de caminar se iba a congelar. ?l eligi¨®, en ese momento, esa opci¨®n. Usted volvi¨® a buscarle sabiendo que con ello pon¨ªa tambi¨¦n en riesgo su vida. ?A eso se refer¨ªa cuando dec¨ªa que fueron los sentimientos los que les salvaron?
En un momento as¨ª no te paras a analizar, es algo que has de decidir en un segundo y, por tanto, el sentimiento predomina. Me daba no s¨¦ qu¨¦ dejarle all¨ª, aunque sab¨ªa que iba a ser muy dif¨ªcil que sali¨¦ramos los dos. Lo ¨²nico que sab¨ªa era que ten¨ªa much¨ªsimo miedo. Miedo a morir. Era un miedo f¨ªsico, que se te clava en el est¨®mago. Cuando escrib¨ªa el libro pensaba: ?por qu¨¦ Roy, que era uno de los m¨¢s valientes, hac¨ªa eso? Era un momento tan duro, tan duro, que se quebr¨®, como antes se hab¨ªan quebrado otros. Cada uno tiene diferentes l¨ªmites de resistencia. Una ventisca blanca lo envolv¨ªa todo y yo ve¨ªa a Roy de rodillas, y me estaba viendo a m¨ª mismo: eso me va a pasar a m¨ª en cualquier momento, pens¨¦, y volv¨ª a buscarle con tanta furia que no s¨¦ c¨®mo, pero salimos los dos.
?Fue dif¨ªcil la decisi¨®n de recurrir a los cad¨¢veres para alimentarse?
La situaci¨®n nos llevaba irremediablemente a ello, y por eso estaba en el pensamiento de todos. No fue f¨¢cil, pero tampoco tan terrible: hay que estar all¨ª para entenderlo. T¨² est¨¢s abandonado en un glaciar a m¨¢s de 4.000 metros de altura y tienes que salir de all¨ª como sea, pero est¨¢s d¨¦bil y el tiempo no te deja moverte. Sabes que si no comes, nunca saldr¨¢s de all¨ª. En esa situaci¨®n, tu mente trabaja en otra dimensi¨®n, piensa de otra manera. Y el cuerpo y la mente se defienden. Una noche, Carlitos est¨¢ a mi lado: "Qu¨¦ est¨¢s pensando", le pregunto. "Lo mismo que vos", me dice. "?Y c¨®mo sab¨¦s lo que estoy pensando?". "Porque todos estamos pensando lo mismo". ?Todos pens¨¢bamos lo mismo! Decidimos plantearlo a los dem¨¢s, y al poco, todo el grupo hablaba de ello.
Tardaron 10 d¨ªas en atreverse a verbalizarlo, cuando ya la supervivencia estaba realmente comprometida.
Porque no es un tab¨² f¨¢cil de vencer. Pero en una situaci¨®n as¨ª, ?cu¨¢l es la otra opci¨®n?, ?dejarse morir? ?Y c¨®mo se muere uno mirando a los ojos del que se est¨¢ quedando congelado a tu lado? De no tomar esa decisi¨®n, todo hubiera podido ser mucho m¨¢s dram¨¢tico, tal vez violento. Imaginemos que hubi¨¦ramos decidido no hacer nada, no comer, ?nos quedamos quietos a ver qui¨¦n muere primero de inanici¨®n? Tal vez hubi¨¦ramos llegado a la misma decisi¨®n de una forma m¨¢s violenta y no en consenso. Creo que todo el mundo en esa situaci¨®n hubiera hecho exactamente lo mismo. Una madre como Liliana, que ten¨ªa dos hijos esperando, ?qu¨¦ deb¨ªa hacer?, ?dejar de comer? M¨¢s dif¨ªcil era para Javier, su marido, cuando Liliana muri¨® en el alud. Pero lo planteamos de la forma m¨¢s civilizada que pudimos. Decidimos respetar, mientras nos fuera posible, los cuerpos de los familiares: el de mi madre y mi hermana mientras yo estuviera all¨ª, el de Liliana mientras Javier viviera. Y todos nos dimos permiso mutuo para ser utilizados si mor¨ªamos.
Una de las cosas que me han sorprendido es el alto grado de organizaci¨®n que alcanzaron.
Yo creo que nunca fuimos mejores hombres que all¨ª arriba. ?ramos tan primitivos como los hombres de las cavernas, pero con la inteligencia y la educaci¨®n de hoy. Est¨¢bamos al l¨ªmite de los l¨ªmites, pero hab¨ªamos sido educados en el respeto, el honor, la ¨¦tica y la amistad. La mayor¨ªa ¨¦ramos amigos desde hac¨ªa m¨¢s de diez a?os, nos conoc¨ªamos desde peque?os, y form¨¢bamos un equipo de rugby; eso quiere decir que est¨¢bamos entrenados para resistir. Diez minutos despu¨¦s del accidente, ya actu¨¢bamos como un equipo: el capit¨¢n, Marcelo P¨¦rez, asum¨ªa su funci¨®n, y Roberto y Gustavo, como estudiantes de medicina, se hac¨ªan cargo de los heridos. Al poco, Marcelo ya estaba pensando en c¨®mo construir una pared para parar el viento. Eso nos salv¨®. Si ¨¦l no hubiera actuado con tanta decisi¨®n hubi¨¦ramos muerto congelados la primera noche. Una respuesta tan organizada hubiera sido muy dif¨ªcil en un avi¨®n comercial, con gente de distintas edades, pa¨ªses, culturas, idiomas?, gente que viaja sola y gente que va con su familia, porque en ese caso, si uno tiene un trozo de chocolate, ?lo reparte o lo guarda para sus hijos? Nosotros lo pusimos todo en com¨²n.
?No hubo enfrentamientos?
Incre¨ªblemente, no los hubo. Hubo peque?as tensiones. Por las noches, por ejemplo, era muy dif¨ªcil descansar. Hab¨ªa poco espacio, est¨¢bamos api?ados, y el fr¨ªo no nos dejaba dormir; de manera que cuando consegu¨ªas dormirte, si alguien te pegaba un golpe sin querer, reaccionabas mal. Pero nunca pas¨® de ah¨ª. Nunca hubo violencia. Tampoco pod¨ªamos perder energ¨ªa en peleas.
Una situaci¨®n muy parecida describe William Golding en 'El se?or de las moscas', pero all¨ª aparece lo bueno y lo malo de las personas, incluido el liderazgo negativo. En su caso, ?c¨®mo surgieron los liderazgos?
Hubo cuatro o cinco l¨ªderes sucesivos, a los que nadie eligi¨®. A veces asumes el liderazgo porque te da poder, prestigio, satisfacci¨®n personal. En nuestro caso, el liderazgo era una antorcha que iba pasando de mano en mano. El primero fue Marcelo, y a ¨¦l le debemos la vida. Se quebr¨® como l¨ªder por exceso de responsabilidad. El peso que llev¨® sobre sus hombros fue tan grande, nos cuidaba tanto, que cuando escuch¨® por la radio que hab¨ªan suspendido la b¨²squeda, que nos daban por muertos, no pudo m¨¢s y se derrumb¨®. Hab¨ªa estado sosteni¨¦ndonos a todos con el convencimiento de que el rescate estaba a punto de llegar. Siempre encontraba explicaciones para que tardaran tanto en venir a por nosotros. Eso hab¨ªa mantenido alta nuestra moral. Pero cuando se confirm¨® que nadie nos buscaba, se qued¨® sin su principal herramienta: la esperanza. Y se quebr¨®. Muri¨® en el alud.
A partir de ese momento es usted quien asume el liderazgo. Decide que tienen que salir de all¨ª por sus propios medios.
Cuando escuch¨¦ en la radio que no nos iban a rescatar decid¨ª que yo no iba a quedarme all¨ª, que subir¨ªa aquellas monta?as, y si hab¨ªa que morir, morir¨ªa en el camino. Pero ten¨ªa un miedo b¨¢rbaro y no pod¨ªa irme solo. Era una situaci¨®n muy angustiosa, porque no son horas ni d¨ªas, son semanas pensando en c¨®mo marchar, y mientras tanto van pasando cosas: miras el tiempo y vas descartando a los que no pueden ir porque est¨¢n d¨¦biles, y al final te quedan tres o cuatro. Y les has de convencer. Yo los miraba y pensaba: Dios m¨ªo, est¨¢n horribles y yo no debo estar mucho mejor; hemos de esperar a que el tiempo mejore, pero hemos de salir antes de que estemos demasiado d¨¦biles para intentarlo.
Una noche so?¨® que alguien estaba cortando trozos de su cuerpo. Con esa pesadilla, ?no le estaba diciendo su cerebro: sal de aqu¨ª, vete ya?
S¨ª, y estaba tan agitado que me tuvo que despertar Roberto Canessa. Y eso me hizo pensar en qu¨¦ iba a pasar cuando se terminaran los cuerpos. Sab¨ªamos lo que hab¨ªamos sido capaces de hacer hasta entonces para sobrevivir, pero ?d¨®nde estaba el l¨ªmite? Cuando se terminaran los cad¨¢veres, ?qu¨¦ iba a pasar?, ?esperar¨ªamos a ver qui¨¦n se muere primero para poder comer? Fue un sue?o horrible. Curiosamente, luego nunca he tenido pesadillas. Jam¨¢s. Desde la primera noche en el hospital de San Fernando hasta hoy, he dormido como un ni?o. Pero all¨¢ arriba, aparte de esa pesadilla, tuve otras: so?aba que me despertaba en mi cuarto, con mis p¨®sters y mis autos, contento porque el accidente hab¨ªa sido una pesadilla y volv¨ªa a mi vida de siempre, con mi hermana y mi madre. Y luego me despertaba de verdad y me daba cuenta de que era mi vida de siempre la que hab¨ªa sido un sue?o. Finalmente salimos Roberto y yo, con un saco de dormir construido con trozos del aislante del avi¨®n. Nunca cre¨ª que se pudiera sufrir tanto caminando. Tardamos 10 d¨ªas en encontrar a un campesino chileno que a¨²n tuvo que cabalgar ocho horas para dar el aviso.
?Por qu¨¦ se abandon¨® el rescate tan r¨¢pidamente?
El avi¨®n no ten¨ªa balizas, no ten¨ªa nada. Hoy d¨ªa te lo ubican en una hora, pero en ese momento no. Las Fuerzas Armadas nos dijeron que cuando hay un accidente en los Andes, el avi¨®n se desintegra, y como nieva tanto, los restos quedan r¨¢pidamente cubiertos y no es posible distinguirlos desde el aire. Consideraron que era imposible sobrevivir al choque del avi¨®n y a unas temperaturas tan bajas.
Una de las cosas que m¨¢s me han impresionado es que, despu¨¦s de tanto desearlo, cuando se reencuentra con su familia todos se abalanzan sobre usted, pero el abrazo del padre se hace esperar: est¨¢ paralizado en el fondo de la habitaci¨®n. ?Por qu¨¦?
Fue un momento muy fuerte para ¨¦l. Hay que pensar que entonces no hab¨ªa m¨®viles, y mientras yo guiaba al helic¨®ptero que iba a rescatar a los dem¨¢s, mi padre estaba volando con el resto de mi familia hacia Santiago. Sab¨ªa que yo estaba vivo y que arriba en las monta?as quedaban 14 personas. Yo no hab¨ªa querido dar los nombres, porque hab¨ªa tres que estaban muy d¨¦biles, muy mal, y no sab¨ªa si habr¨ªan muerto mientras tanto. Y si alguno hab¨ªa muerto, para su familia era como si los mataran dos veces. As¨ª que cuando mi padre lleg¨® a San Fernando no sab¨ªa si mi madre y mi hermana estaban vivas o no. Se enter¨® en ese momento. Imagina: primero nos ten¨ªa por muertos a los tres, luego cab¨ªa la posibilidad de que los tres estuvi¨¦ramos vivos, y al final s¨®lo uno lo estaba. Cuando pudo hablar me explic¨® que estaba como loco: date cuenta, me dec¨ªa, lo que significa perder tres cuartas partes de tu familia en un segundo. Deambulaba sin destino, sal¨ªa de casa y caminaba diez, doce horas sin saber ad¨®nde iba. No pod¨ªa dormir, no pod¨ªa trabajar, no pod¨ªa pensar, no pod¨ªa hacer nada. "Al menos volviste t¨²", me dijo al fin, y entonces me abraz¨®.
?Vive?
S¨ª. Y est¨¢ b¨¢rbaro de bien. Ahora tiene 89 a?os, y para ¨¦l este libro ha sido como un homenaje. Cuando lo ley¨® me abraz¨®, y cuando pudo hablar me dijo: "Entre un padre y un hijo, esto alcanza".
De una experiencia como ¨¦sta dif¨ªcilmente se sale igual que se entra. Cab¨ªa el peligro de que la vida quedara atrapada en ella. ?C¨®mo afront¨® la vuelta a la normalidad?
Mi padre me ayud¨® tambi¨¦n en eso. Me dijo: "Hijo, que esto no sea lo m¨¢s importante que has hecho en tu vida. Tu vida reci¨¦n empieza ahora. Tienes que mirar hacia adelante. T¨² no puedes haber vivido las sensaciones m¨¢s importantes, m¨¢s fuertes de tu vida, a los 20 a?os. El pasado ya no se puede modificar, ahora has de vivir la vida". Y fue lo que hice. Nunca mir¨¦ hacia atr¨¢s, y durante a?os, si nadie me preguntaba, no hablaba de ello. Para m¨ª era m¨¢s importante mi futuro y lo que estaba haciendo. Comenc¨¦ a producir programas de televisi¨®n, documentales; estaba embebido en un trabajo que me apasionaba. Para m¨ª, la tragedia de los Andes era una carpeta en el ordenador. No voy a negar que es algo que te marca, pero he tenido otras cosas importantes en mi vida: el amor de Veronique, el nacimiento de mis dos hijas, logros profesionales? Y despu¨¦s de aquello y de todos estos a?os, lo que quiero decir con este libro es: disfruta de tu existencia, no malgastes ni un instante.
Todo lo que son hechos, son f¨¢ciles de recordar, porque una experiencia como ¨¦sta se graba a fuego en la memoria. Pero me ha sorprendido la minuciosidad con que explica sensaciones y pensamientos. Teniendo en cuenta el tiempo transcurrido, ?cu¨¢nto hay de aquel joven de 20 a?os y cu¨¢nto del hombre maduro de hoy?
Este libro no lo hubiera podido escribir a los 20 a?os. Imposible. Yo creo que todo lo que he logrado vivir despu¨¦s me ha permitido mirar atr¨¢s con otro filtro. Un recuerdo me fue llevando a otro, y al unirlos qued¨® un relato en que los sentimientos tienen un peso enorme. Para m¨ª lo m¨¢s importante es la familia, los afectos. Ya lo eran entonces, y, de hecho, muchas veces me dije: no voy a permitir que estas monta?as me priven de ello. A veces la gente disfraza las cosas por el poder, por el dinero. A m¨ª tambi¨¦n me gusta volar en primera, tener un Porsche, por supuesto; pero, ?qu¨¦ hay m¨¢s lindo que el amor? Nada.
?C¨®mo es ahora su relaci¨®n con los otros supervivientes?
Todos los supervivientes vivimos, por suerte, y nueve o diez incluso en el mismo barrio. Seguimos tan amigos o m¨¢s que antes. Tenemos divergencias en un mont¨®n de opiniones, gustos o preferencias pol¨ªticas, pero la consistencia del grupo se mantiene intacta. Nos llamamos hermanos. Estamos, realmente, muy unidos. Los lazos que trabamos all¨¢ arriba son demasiado fuertes para romperse.
?Ha vuelto alguna vez a ese lugar?
He vuelto, s¨ª. Once veces.
?Once veces!
Y mi padre, 17. All¨ª est¨¢n enterradas mi madre y mi hermana. Al a?o del accidente, mi padre me dijo: "Quiero ir a poner flores". Y yo le dije: "Te acompa?o". En lugar de ir por el lado chileno, que es por donde salimos nosotros y tardamos 10 d¨ªas, vamos por el lado argentino, que son tres d¨ªas nada m¨¢s y se puede ir caballo.
?Eso significa que se equivocaron cuando descartaron la ruta del este por su dificultad y emprendieron la del oeste, que ten¨ªa una barrera de monta?as imponentes?
S¨ª y no. El camino del este es mucho m¨¢s corto, pero es mucho m¨¢s dif¨ªcil porque hay tres r¨ªos que tienen 40 metros de anchura y cuatro o cinco de profundidad que no hubi¨¦ramos podido cruzar en esa ¨¦poca del a?o. En marzo se pueden cruzar, a caballo y con dificultad; pero en diciembre es imposible. De hecho, intentamos esa ruta y tuvimos que abandonar. Al final intentamos la m¨¢s larga y dif¨ªcil, pero llegamos, y eso es lo que vale. Cuando vuelvo, siempre me impresiona. Es un lugar magn¨ªfico, espectacular, silencioso e inmenso. Este a?o fui la segunda semana de marzo con mi mujer y mis dos hijas. Nunca hab¨ªan querido ir antes, pero despu¨¦s de leer el libro quisieron hacerlo. Quer¨ªan ver el lugar donde nacieron. Me dicen: "Pap¨¢, si tu no hubieras hecho eso, nosotras no existir¨ªamos". Fue una experiencia muy linda. ?Es un lugar tan grande, tan inmenso!
?Y qu¨¦ es el fr¨ªo para usted?
El fr¨ªo quema como un ¨¢cido. Cuando la ¨²nica soluci¨®n que tienes es llorar; cuando el viento se te clava como un cuchillo; cuando el ¨²nico calor que tienes, lo ¨²nico que te alivia, es la respiraci¨®n del chico que tienes al lado y le pides que te respire encima? El fr¨ªo es muy feo, produce una sensaci¨®n indescriptible; porque no se va, no se pasa, y no te mueres.
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