?Es Florencia el futuro de Europa?
Al Viejo Continente le aguarda un largo periodo de relativo declive econ¨®mico
Estar en Florencia es reflexionar sobre la compleja diversidad de Europa... y sobre su pasada creatividad. Hace 500 a?os, una peque?a ciudad-estado, fundida en una feroz rivalidad con sus vecinos, engendr¨® el genio de Miguel ?ngel, Leonardo da Vinci y Maquiavelo. Hoy, la vieja ciudad vive principalmente del turismo y la fabricaci¨®n de productos de lujo, como ropa y art¨ªculos de piel. En sus paredes, carteles anunciadores de la pel¨ªcula El c¨®digo Da Vinci. De Leonardo a Dan Brown.
Me encuentro aqu¨ª para asistir a la ceremonia de inauguraci¨®n del nuevo Instituto de Ciencias Humanas, un audaz e imaginativo intento de contribuir a mejorar los ¨²ltimos tramos de una ense?anza superior italiana en apuros. La ceremonia, en el magn¨ªfico edificio renacentista del Palazzo Strozzi, dura tres horas. Antes de las tres conferencias principales, una de los cuales corre a mi cargo, hay nada menos que ocho discursos protocolarios: el alcalde de Florencia, el gobernador regional de Toscana, el presidente de la fundaci¨®n que financia el instituto, los rectores de dos universidades participantes, y as¨ª sucesivamente. Me parece que estamos presenciando un triunfo de la diplomacia acad¨¦mica florentina del que Maquiavelo estar¨ªa orgulloso. Es verdaderamente milagroso haber logrado reunir todos estos intereses para crear una nueva instituci¨®n. Pero los costes operativos de la diversidad son muy elevados.
Lo que los europeos debemos preguntarnos es si el camino que hemos escogido es capaz de engendrar un dinamismo comparable al de EE UU
No podemos dejar de ver que las econom¨ªas de China e India tienen un avance actual del 10%, mientras que la nuestra est¨¢ en una media del 2%
La formaci¨®n del Gobierno de Prodi ha sido una obra maestra de la diplomacia romana que ha reunido una coalici¨®n compleja y dividida de centro izquierda
El nuevo Gobierno italiano
Lo mismo que ocurre en Florencia, ocurre en Italia. La formaci¨®n del nuevo Gobierno italiano bajo la direcci¨®n de Romano Prodi ha sido una obra maestra de la diplomacia pol¨ªtica romana que ha reunido una coalici¨®n extraordinariamente compleja y dividida de centro izquierda, con una peque?¨ªsima mayor¨ªa en la c¨¢mara alta. El equilibrio de intereses de partido y personalidades, incluida la elecci¨®n de un ex eurocomunista muy respetado como presidente de la Rep¨²blica y un comunista actual como presidente de la c¨¢mara baja, ha sido fruto de un esfuerzo de ¨¦sos que seguimos llamando bizantinos, aunque, a estas alturas, deber¨ªamos llamarlo simplemente europeo. El Gobierno de Prodi contiene un extraordinario despliegue de talento: entre otros, adem¨¢s del propio Prodi, otros dos ex primeros ministros, Giuliano Amato como ministro del Interior y Massimo d'Alema como ministro de Exteriores. Sin embargo, el ritmo de crecimiento proyectado para este a?o en Italia es inferior al 1,5 %, su d¨¦ficit presupuestario es de m¨¢s del 4 % del PIB y su deuda p¨²blica es la mayor de Europa. Con toda la buena voluntad del mundo, es dif¨ªcil ver c¨®mo esta coalici¨®n, atada de pies y manos, casi estructuralmente, por un complicado modelo de intereses y programas de partido contrapuestos, puede encontrar el empuje ejecutivo que le hace falta para llevar a cabo las dolorosas pero necesarias reformas de los mercados laborales, el sector p¨²blico y el Estado de bienestar. Tambi¨¦n aqu¨ª, los costes de la diversidad son enormes.
Y lo mismo que ocurre en Italia, ocurre en Europa. Como en el caso del Gobierno italiano, es casi un milagro que la Uni¨®n Europea de 25 Estados miembros logre funcionar. En sus reuniones de 50 personas (dos por cada pa¨ªs) en torno a mesas enormes, los consejos europeos se parecen cada vez m¨¢s a la ceremonia inaugural del instituto florentino. Como en el elaborado acuerdo entre partidos sobre el que se sostiene la coalici¨®n de Prodi, la UE consigui¨® reunir todos sus intereses especiales y contrapuestos en un complejo acuerdo entre pa¨ªses, llamado tratado constitucional. Pero ese tratado est¨¢ muerto. No podremos empezar a ver qu¨¦ va a sustituirlo hasta despu¨¦s de las elecciones presidenciales francesas, dentro de un a?o. Por emplear un s¨ªmil de f¨²tbol, el presidente de la Comisi¨®n Europea, Jos¨¦ Manuel Barroso, dice que el "periodo de reflexi¨®n" de la UE est¨¢ ya en la pr¨®rroga. Si eso es as¨ª, da la impresi¨®n de ser la pr¨®rroga m¨¢s larga de la historia.
?Qu¨¦ es lo que o¨ªmos en esta larga siesta de reflexi¨®n? Entre aburridos bostezos de la mayor¨ªa de nuestros ciudadanos, los intelectuales pol¨ªticos de Europa est¨¢n de acuerdo en que la Uni¨®n Europea necesita un nuevo modelo narrativo que nos inspire. ?Cu¨¢l debe ser? Ah, dicen algunos, pues la narraci¨®n de la diversidad. A primera vista, es una respuesta extra?a. Lo l¨®gico es que la nueva narraci¨®n pol¨ªtica se centre en la pregunta "?qu¨¦ tenemos todos en com¨²n?"; "?que somos diferentes!" no parece suficiente respuesta. La f¨®rmula europea m¨¢s convencional es "la unidad en la diversidad"; ?pero d¨®nde est¨¢ la unidad?
En la gran era de la Florencia renacentista, la diversidad era verdaderamente el motor de la extraordinaria creatividad de Europa. Hay un libro maravilloso titulado The european miracle [El milagro europeo], del historiador econ¨®mico E. L. Jones, que examina por qu¨¦ fue Europa, y no China -m¨¢s avanzada cient¨ªfica y tecnol¨®gicamente que Europa en el siglo XIV-, la que produjo las revoluciones cient¨ªfica, agraria e industrial que llevaron al mundo a la modernidad. Su respuesta, para resumir, es: la diversidad europea. Pero era una diversidad que consist¨ªa en una rivalidad incansable, a menudo violenta, entre ciudades, regiones, Estados e imperios. Florencia y Siena, Inglaterra y Francia, la Europa cristiana y el Imperio Otomano; no resolv¨ªan sus diferencias mediante acuerdos de coalici¨®n y negociaciones interminables en asfixiantes salas de comisiones de la Rue de la Loi, en Bruselas. Invirtiendo el famoso dicho de Churchill despu¨¦s de la Segunda Guerra Mundial, se dedicaban a la guerra, y no a la charla.
Razones de Harry Lime
Muchos lectores recordar¨¢n el discurso que Orson Welles pon¨ªa en boca del g¨¢nster Harry Lime en la pel¨ªcula basada en El tercer hombre, de Graham Greene: "En Italia, durante 30 a?os de Gobierno de los Borgia, tuvieron guerra, terror, asesinatos, ba?os de sangre, y produjeron a Miguel ?ngel, Leonardo da Vinci y el Renacimiento. En Suiza, tienen amor fraterno, 500 a?os de paz y democracia, ?y qu¨¦ han producido? El reloj de cuco". ?Ser¨¢ que Europa ha entrado en su era del reloj de cuco?
Por supuesto, no estoy sugiriendo que lo que necesitemos en Europa sea otra buena dosis de guerra, terror y ba?os de sangre; reflexiono en voz alta sobre las condiciones necesarias para que la diversidad genere dinamismo y creatividad. Lo que debemos preguntarnos hoy todos los europeos es si el camino que hemos escogido desde que termin¨® nuestra ¨²ltima guerra de los 30 a?os (de 1914 a 1945), el camino de la resoluci¨®n de conflictos permanente, institucionalizada y pac¨ªfica, tanto dentro de casa como en el terreno internacional -e inspirado por el "esp¨ªritu de solidaridad y consenso" que el ex presidente de la Comisi¨®n Europea Romano Prodi ha prometido reconstruir en su nuevo Gobierno italiano-, es capaz de engendrar un dinamismo comparable al de Estados Unidos, para no hablar de las potencias emergentes de Asia. S¨ª, tenemos Airbus, que fabrica aviones ligeramente mejores que los de Boeing, y s¨ª, vamos a tener un sistema europeo de GPS llamado Galileo, que quiz¨¢ consiga ser ligeramente mejor que el norteamericano; ?pero no son las excepciones que confirman la regla? No podemos dejar de ver que las econom¨ªas de China e India tienen un crecimiento actual del 10%, mientras que la nuestra est¨¢ en un promedio del 2%. Y eso se debe, al menos en parte, a los enormes costes que supone lo que, para ser m¨¢s exactos, debemos llamar la gesti¨®n pac¨ªfica de la diversidad.
Un futuro probable es que, despu¨¦s de haber escogido esta v¨ªa de gesti¨®n pac¨ªfica y consensuada de la diversidad, Europa atraviese un largo periodo de relativo declive econ¨®mico. Pero un declive relativo no tiene por qu¨¦ ser un declive absoluto. Si los europeos somos conscientes de la opci¨®n que hemos escogido; si no nos enga?amos a nosotros mismos con la idea de que podemos tener todas las ventajas, disfrutar de la solidaridad social y el modo de vida de Europa, y, al mismo tiempo, tener el empuje econ¨®mico de Am¨¦rica y Asia; si nos movilizamos para hacer todas las reformas que permitan nuestros sistemas pol¨ªticos y nuestros acuerdos sociales, entonces podremos seguir viviendo bastante bien. Al fin y al cabo, a Florencia no le va tan mal despu¨¦s de 500 a?os de declive relativo. Tal vez Florencia es el futuro de Europa.
Traducci¨®n de Mar¨ªa Luisa Rodr¨ªguez Tapia.
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