Destino: Bar?a o Bar?akh
Miles de j¨®venes huyen de Senegal con un lema com¨²n: Barcelona o el infierno
No es una playa como las dem¨¢s. Nadie se ba?a ni toma el sol. Una mezquita se alza sobre la arena. Las olas ba?an, agrietan y desti?en los vivos colores de las maderas de los cayucos, que se alinean a orillas del mar y que ya s¨®lo sirven como divertimento para los ni?os. Huele a podredumbre y a pescado seco. Una hilera de desperdicios de todo tipo marca el nivel del agua, mientras las cabras hacen intentos vanos por encontrar algo comestible entre tanta basura. Centenares de personas se mueven taciturnas en medio de ese paisaje tan desolador y decadente como bello. Hombres que arreglan redes, mujeres que parecen querer arreglar el mundo en sus acaloradas conversaciones, ni?os que gritan y corren... En Thiaroye (46.000 habitantes), una poblaci¨®n pesquera cercana a Dakar, la capital de Senegal, hay poco o nada que hacer. Pero su imagen esconde todas las claves. Tras esa instant¨¢nea est¨¢n las razones de la estampida de los miles de personas que hoy abarrotan las comisar¨ªas y los centros de internamiento de extranjeros de las islas Canarias.
"Que levante la mano el que no tenga trabajo", pidi¨® el presidente. Y miles de j¨®venes senegaleses sin futuro alzaron sus brazos
La respuesta de los j¨®venes es la huida. As¨ª que se encomiendan a Dios y pagan dinero a su marab¨² para que rece por ellos
La pesca se ha acabado. "Las concesiones a los grandes barcos extranjeros han terminado por saquear los caladeros y ahora hay que pagar por una licencia de pesca", dice Tamsir Ndioye, de 37 a?os, recientemente repatriado por las autoridades marroqu¨ªes tras su primer intento fallido. Los cayucos se quedan en tierra o son adaptados para hacer "la traves¨ªa de la fortuna". Los j¨®venes no tienen empleo, y los pocos que quedan -se han marchado al menos 500 de aqu¨ª hacia Canarias- pasan los d¨ªas en la playa o viendo la televisi¨®n en sus humildes viviendas. S¨®lo piensan en c¨®mo salir. En cu¨¢ndo llegar¨¢ su momento. "?l se fue y le devolvieron. En el pr¨®ximo viaje voy yo tambi¨¦n", comenta un chico mientras cose con su amigo una red de pesca. "Nos hemos quedado sin gente para la liga de f¨²tbol del verano", dice otro con sarcasmo. Y lo cierto es que cada vez quedan m¨¢s mujeres con sus beb¨¦s, y m¨¢s viejos... y m¨¢s familias arruinadas por esa traves¨ªa suicida que cuesta unos 500 euros.
?De qu¨¦ huyen?
"Que levante la mano el que no tenga trabajo", dijo el presidente. Y miles de j¨®venes alzaron sus brazos en este pa¨ªs africano localizado en la punta oeste del continente: Senegal. El mismo que, bajo la hegemon¨ªa francesa, fue enclave del comercio de esclavos con Am¨¦rica en los siglos XVIII y XIX. Corr¨ªa el a?o 2000, y Abdoulaye Wade, un prestigioso abogado de Dakar con varias licenciaturas obtenidas en Francia y ex primer ministro de Estado -como se conoce aqu¨ª a los ministros sin cartera-, ganaba las elecciones contra todo pron¨®stico con un 54% de los votos.
Eran los comicios m¨¢s participativos (m¨¢s del 50% de la poblaci¨®n ejerci¨® su derecho al voto) desde que Senegal obtuvo la independencia de Francia en 1960 y se proclam¨® una rep¨²blica democr¨¢tica multipartidista. Esto ¨²ltimo se lo tomaron muy en serio: hay unos 70 partidos. Los j¨®venes (cerca del 50% de sus 11,9 millones de habitantes) hab¨ªan votado masivamente por el cambio, hastiados de no encontrar trabajo y de una clase pol¨ªtica inoperante. Pero lo que ignoraban es que el ansiado cambio ser¨ªa a peor.
Wade, a sus 74 a?os l¨ªder del Partido Democr¨¢tico de Senegal (PDS), gan¨® las elecciones con una campa?a ideada por el que despu¨¦s ser¨ªa su primer ministro, Idri Saseck, en la que promet¨ªa trabajo para todos.
Aquellas promesas se le han vuelto en contra en los ¨²ltimos meses. Todos aquellos ingenuos que levantaron la mano, hoy est¨¢n dispuestos a montarse en un cayuco y cruzar 1.200 kil¨®metros de mar hasta Canarias, la puerta trasera de Barcelona o Madrid, en busca de ese trabajo inexistente aqu¨ª. "Bar?a ou Bar?akh", repiten los j¨®venes de Thiaroye. Bar?a (por Barcelona, m¨¢s conocida aqu¨ª por el f¨²tbol) o "Bar?akh", el t¨¦rmino en wolof (la lengua aut¨®ctona) para designar al infierno. "Barcelona o el infierno", ¨¦sa es ahora la idea detr¨¢s de cada una de las manos alzadas entonces.
La situaci¨®n del empleo no s¨®lo no ha mejorado, sino que ha ido a peor si cabe en este pa¨ªs en el que la mayor parte de la gente vive de la venta callejera de cualquier tipo de cosa de primera, de segunda o de tercera mano. Y los privilegiados que consiguen un trabajo oficial cobran sueldos m¨ªseros. Un profesor gana 300 euros al mes mientras que el alquiler de una casa normal, en c¨¢nones senegaleses, cuesta 250.
El resultado es un pa¨ªs destartalado con n¨²cleos urbanos de calles polvorientas, construidos a base de infraviviendas en las que se hacinan familias de hasta 20 y 30 miembros. Eso s¨ª, como en casa de Tamsir, pueden seguir las noticias de los desembarcos de sus compatriotas en Canarias, el Festival de Cine de Cannes y el Roland Garros. En las zonas rurales es diferente: no tienen ni agua potable.
A pesar de la miseria que envuelve a este pa¨ªs productor de cacahuetes, algod¨®n, pescado y petr¨®leo, los que se van no son los que peor est¨¢n. Huyen los que han superado ese eslab¨®n b¨¢sico y ponen sus ojos en el siguiente."Aqu¨ª no hay horizonte. Los chicos tienen formaci¨®n, pero no tienen dinero y en su medio familiar no les valoran. El camino deja de ser el del t¨ªtulo universitario y pasa a ser el del dinero", comenta Tapsir Ba, profesor del Departamento de Espa?ol en la Universidad de Dakar, con 10.000 plazas en las que se hacinan cerca de 50.000 estudiantes.
"Los que pueden se compran un visado en el mercado negro. Los que no, piden una beca para el extranjero. Y los que no la consiguen, optan por la soluci¨®n m¨¢s arriesgada: el cayuco. Muchos de mis alumnos ya est¨¢n en Madrid o Barcelona vendiendo CD en las calles. Estamos perdiendo a los mejores", agrega Tapsir Ba.
Ahondar las diferencias
En los ¨²ltimos cinco a?os se ha hecho m¨¢s profundo el abismo que divide a la poblaci¨®n senegalesa. Apenas hay clase media. Hay ricos cada vez m¨¢s ricos, y pobres cada vez m¨¢s pobres. Los casos de corrupci¨®n sacuden a la clase pol¨ªtica del pa¨ªs, que, sin embargo, recibe m¨¢s ayudas de la comunidad internacional que ning¨²n otro Estado africano (200 d¨®lares por habitante frente a los 25 del resto) y que maneja un presupuesto anual que se ha duplicado (de 900 millones de euros a 1.800) en ese mismo periodo de tiempo por los impuestos que cobran a las empresas inversoras, que suele ascender hasta el 35% de sus beneficios. Tambi¨¦n en el caso de las 10 empresas con capital espa?ol que hay en el pa¨ªs en sectores como pesca, automoci¨®n o alimentaci¨®n y que dan empleo a senegaleses.
El despliegue diplom¨¢tico espa?ol tambi¨¦n ha llegado aqu¨ª, aunque los 11 delegados en la zona todav¨ªa est¨¢n poniendo a punto ordenadores y tel¨¦fonos. Y aunque empieza a haber devoluciones de quienes han podido llegar a Canarias (aunque sea sin acuerdo de repatriaci¨®n), los cayucos siguen saliendo cada noche. "Hay delegados en la zona creando las condiciones que posibiliten firmar acuerdos pol¨ªticos que permitan controlar las fronteras", explica el coordinador de la delegaci¨®n, Miguel ?ngel Fern¨¢ndez de Mazarambroz.
Entretanto, el presidente Wa-de, que el mi¨¦rcoles se reuni¨® con el secretario de Estado espa?ol de Exteriores, Bernardino Le¨®n, para negociar una colaboraci¨®n en el control de los flujos migratorios con contrapartidas econ¨®micas, se dedica a proyectar obras fara¨®nicas al m¨¢s puro estilo Ruiz-Gallard¨®n en una ciudad como Dakar, donde las cabras pastan por las calles en medio de un gent¨ªo y un tr¨¢fico incesantemente atascado. Y la lista de esc¨¢ndalos financieros de sus ministros y asesores aseguran que crece y crece.
Karim Wade, el joven hijo primog¨¦nito del presidente, posible candidato a sustituir a su padre y responsable de la organizaci¨®n de la Conferencia Isl¨¢mica de 2007, es un personaje muy controvertido al que la oposici¨®n le acusa de manejar ingentes cantidades de dinero de los pa¨ªses ¨¢rabes y de ahuyentar a las empresas extranjeras por sus intentos de cobrarles enormes comisiones.
El ex primer ministro Saseck, destituido y encarcelado siete meses, acusado de un presunto "atentado contra la seguridad del Estado" por haber gastado te¨®ricamente m¨¢s dinero del que dispon¨ªa (o haber mirado demasiado el sill¨®n presidencial), ha sido puesto en libertad por falta de pruebas. Su nombre suena como candidato a la presidencia por la oposici¨®n.
Cuarenta ministros y otros tantos asesores, entre los que se encuentra casi a modo de chiste una cartera de Ocio y Calidad de Vida, se han multiplicado los sueldos: unos 15.000 euros mensuales, mucho m¨¢s de lo que cobra un ministro en Espa?a (unos 6.400).
Tambi¨¦n se ha duplicado el presupuesto de los fondos reservados, ese dinero del que la prensa, bastante combativa, no cesa de informar en relaci¨®n con pagos ilegales a magistrados y otros cargos p¨²blicos.
Mientras el dinero vuela no se sabe muy bien ad¨®nde, la poblaci¨®n soporta continuos cortes de electricidad porque el Estado no paga los servicios de la principal empresa el¨¦ctrica.
Y, por si fuera poco, el presidente Wade, ante las protestas de la ciudadan¨ªa y en un ataque de "generosidad", regala 25 millones de euros al Estado a la par que retrasa unas elecciones legislativas que estaban previstas para este mes de junio, con la excusa de que no hay dinero para la campa?a.
Amenazas de muerte
"Se est¨¢n dando cuenta de que perder¨ªan las elecciones y tratan de aplazar lo inevitable", asegura Amath Dansokho, vicepresidente de la Asamblea Nacional, en el sal¨®n de su casa. Dansokho fue el pol¨ªtico que gest¨® el triunfo de Wade en 2000 y posteriormente se convirti¨® en ministro de Vivienda durante un a?o. Hoy, fuera del Gobierno y tras denunciar p¨²blicamente los mecanismos de corrupci¨®n de la Administraci¨®n, ha estado a punto de ser encarcelado por injurias y est¨¢ amenazado de muerte.
Blanqueo de dinero
"La pobreza ha crecido desde un 57% hasta un 87%, seg¨²n datos del Ministerio de Finanzas. Han dejado que se blanquee aqu¨ª todo el dinero del mundo en forma de ladrillos y han acabado con las principales fuentes de ingresos del pa¨ªs: la pesca, al otorgar concesiones a otros pa¨ªses que esquilman nuestros caladeros y obligan a nuestros pescadores a pagarse licencias, y el turismo, al cobrar comisiones a las empresas. El pa¨ªs est¨¢ hecho un desastre, y lo siguiente a la estampida de la emigraci¨®n es una guerra civil. Estamos ante una cuesti¨®n de seguridad nacional", afirma. Pese al apoyo de Wade a la guerra de Irak, nadie se explica c¨®mo la comunidad internacional sigue dando dinero.
Los j¨®venes senegaleses se han cansado de ver tanto despotismo y derroche. Se han hartado de ver c¨®mo el Fondo Nacional para la Promoci¨®n de los J¨®venes o la Agencia Nacional para el Empleo de los J¨®venes no son m¨¢s que proyectos que s¨®lo han cristalizado en acusaciones de mala gesti¨®n del dinero entre sus responsables.
La respuesta juvenil es la huida. As¨ª que se encomiendan a su dios, pagan dinero a su marab¨² (protector espiritual local) para que rece por ellos y se van como sea. "La llave de las fronteras las tienen los marab¨²s. Los j¨®venes s¨®lo creen en ellos. Mientras estos l¨ªderes locales se sigan lucrando a su costa, les seguir¨¢n animando a irse", dice el profesor Tapsir Ba.
Descubierta la posibilidad de llegar hasta Canarias en un cayuco despu¨¦s de que las fuerzas de seguridad de Marruecos y Mauritania sellaran otros puntos de partida, una ¨²nica y arriesgada posibilidad ocupa sus mentes: "Bar?a ou Bar?akh". Y se van por centenares, desde Thiaroye, Yoff, Hann, Rufisque, Mbour, Ngaparou, Point Serene, Bargny, Yenne... Y unos llegan y otros no.
Las tres caras de la suerte
1 Un viaje de ida y vuelta y...
En la casa de Tamsir Ndiaye vuelven a pasarse las horas muertas, que son casi todas, mirando la televisi¨®n. Siguen con minucioso inter¨¦s todas las noticias relativas a los cayucos y su llegada a Canarias. ?l, de 37 a?os, y sus dos primos, Khalil y Marocan, de 33 y 38, respectivamente, saben bien de qu¨¦ va eso porque ya lo han vivido. Se subieron en un cayuco los tres, junto con otras 78 personas, y ya est¨¢n de vuelta, preparando de nuevo la traves¨ªa suicida. "Nos hemos dado una tregua porque est¨¢n las cosas feas por all¨ª. Hay m¨¢s vigilancia. Pero pronto saldremos", comenta Tamsir desde un inmenso sal¨®n lleno de sof¨¢s y sillones en la vivienda que comparte con 30 familiares en Thiaroye, un pueblecito pesquero a las afueras de Dakar.
Tamsir ha hecho de todo. No termin¨® el bachillerato, pero habla franc¨¦s y algo de espa?ol. "La pesca hace tiempo que dej¨® de ser rentable. Hay que comprar licencias. No tenemos sistemas de refrigeraci¨®n ni de transporte y a veces tenemos que tirar el pescado. Todo lo que aprendimos en alta mar nos sirve s¨®lo para viajar a Canarias", dice.
Salieron el 5 de abril, tras pagar 400 euros al pasador. Y les pill¨® una tempestad que les oblig¨® a alertar a la Marina marroqu¨ª. Los rescataron y pasaron tres semanas en Dakhla. "Nos trataron muy bien", asegura Tamsir. Y despu¨¦s fletaron un avi¨®n y los devolvieron a Dakar. Y as¨ª termin¨® el primer intento, adem¨¢s de con un terrible sentimiento de frustraci¨®n y de verg¨¹enza con sus familias, que hab¨ªan invertido mucho en el empe?o.
"El viaje no es m¨¢s peligroso que cuando salimos a pescar. Es una aventura apasionante", dice. "Si pidiera un visado y me lo dieran, ni me plantear¨ªa esta opci¨®n, pero conseguir un visado es imposible. Por eso, Bar?a ou Bar?akh".
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