Un mozo en la trinchera
Luis Heras sobrevivi¨® con audacia y suerte a la Guerra Civil
Diecisiete a?os sin cumplir. Mozo en los almacenes Lavapi¨¦s de Madrid. Miembro de las Juventudes Socialistas Unificadas y, antes de eso, pionero socialista. ?se era el panorama vital de Luis Heras, hijo de un desterrado de A Coru?a por promover la huelga de ferroviarios de 1917, cuando estall¨® la Guerra Civil en 1936. "Mi familia lleg¨® a la capital dos meses antes de nacer yo. Y nac¨ª en el suelo porque mis padres, reci¨¦n llegados a Madrid, sin sueldo ni conocidos, s¨®lo ten¨ªan una mesa y unas sillas en el apartamentucho que pudieron alquilar -explica-, as¨ª que mi primer llanto ya fue un canto revolucionario", se jacta Luis.
La guerra la empez¨® haciendo trincheras y la termin¨® en el Quinto Regimiento, en intendencia. "Yo lo que quer¨ªa era pegar tiros, pero me dijeron que un ej¨¦rcito tambi¨¦n necesita una buena intendencia". As¨ª que Luis cambi¨® el fusil por los viajes de ida y vuelta a la capital, desde su puesto situado en Torrelodones, para recoger pan y v¨ªveres. "?bamos a una tahona en la calle del Pez o a Fuencarral pueblo. Pocos d¨ªas antes de acabar la guerra, mientras esperaba a que llegase la hora de volver con el pan, me fui con una chica al cine Capitol a ver El acorazado Potemkin [de Sergei M. Eisenstein] y me pararon dos milicianos (ya empezaban las deserciones). Me detuvieron y me qued¨¦ sin ver nunca m¨¢s la pel¨ªcula ni la chica".
Luis recuerda el final de la guerra en Brunete, adonde fue despu¨¦s de que su capit¨¢n le sacase de la c¨¢rcel tras el incidente del cine Capitol. "Por megafon¨ªa nos dec¨ªan que los que no tuvi¨¦ramos manchadas de sangre las manos que nos qued¨¢semos, pero cualquiera se fiaba". Casi consigui¨® llegar a hurtadillas a su casa, pero fue detenido y conducido a un campo de concentraci¨®n en Chamart¨ªn. "Cambi¨¦ mi reloj a un moro por dos latas de sardinas y emprend¨ª el camino hacia otro campo de concentraci¨®n en el antiguo campo del Atleti, el Metropolitano, porque en Chamart¨ªn no cab¨ªamos ni unos encima de otros".
Guarda en su sal¨®n cientos de recortes, fotos y recuerdos; entre ellos, la imagen de la columna en la que junto a cientos de presos republicanos fue trasladado al Metropolitano que apareci¨® en el tomo La Guerra Civil II de la colecci¨®n La Mirada del Tiempo.
"Se llevaron a los oficiales, y a la tropa nos soltaron despu¨¦s de una semana". D¨ªas despu¨¦s detuvieron a su madre, que pas¨® casi tres a?os en la c¨¢rcel. "Mientras, la II Guerra Mundial estall¨® y llamaron a mi quinta, y, gracias al aval de un falangista al que le hab¨ªa dado v¨ªveres en la c¨¢rcel, consegu¨ª un buen destino en Madrid". La casualidad quiso as¨ª que mientras su madre era juzgada y encarcelada, Luis fuera el asistente de un teniente coronel en los juzgados. "Vi juicios a montones, si es que a eso se le puede llamar juicio. Condenaron a muerte a un pobre hombre por matar a un cura en Toledo y apareci¨® vivo a los cinco meses.Yo vivo para contarlo. Suerte, providencia o lo que sea, en el transcurso de mi vida, siempre que se me ha cerrado una puerta se me ha abierto otra".
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