Gran Argentina, imparable Messi
Los albicelestes, que sue?an ya con el t¨ªtulo, funcionan muy bien ante Serbia sin el joven delantero, pero a¨²n mejor con ¨¦l
Argentina tiene el derecho a so?ar con algo grande tras la victoria frente a Serbia. Gan¨® con estilo y multitud de recursos. Venci¨® por puro f¨²tbol, con goles maravillosos, de una precisi¨®n milim¨¦trica, en los que se combinaron todas las artes del juego: el toque, el desmarque, la velocidad y el ingenio. Argentina alcanz¨® el mejor resultado de su larga trayectoria en los Mundiales, pero eso dice menos de su actuaci¨®n que la manera de lograr la goleada. En un partido perfecto, en el que el equipo aprovech¨® todas las condiciones favorables para ofrecer su m¨¢ximo rendimiento, atorment¨® a Serbia con un juego que hizo feliz a su hinchada. La complicidad entre el equipo y los aficionados alcanz¨® su m¨¢xima expresi¨®n al ingresar Messi, saludado como el nuevo h¨¦roe argentino.
RESULTADO
ARGENTINA 6 -SERBIA Y M. 0
La gente quiere verle. Sabe que es un futbolista diferente. La gente necesita est¨ªmulos que le inviten a so?ar. Messi es as¨ª de estimulante. Entr¨® tarde a jugar, cuando faltaba un cuarto de hora y Argentina dominaba con comodidad el partido. Hab¨ªa marcado tres goles y Serbia no opon¨ªa ninguna resistencia. Era un equipo deprimido, sin ning¨²n ¨¢nimo para jugar el ¨²ltimo trecho del encuentro. Durante un rato los argentinos se compadecieron del rival y trastearon con la pelota, a la espera del final del partido, tr¨¢mite demasiado largo en aquellas condiciones. La expulsi¨®n de Kezman se interpret¨® como la se?al de un pacto impl¨ªcito, seg¨²n los viejos c¨®digos del f¨²tbol. Pero Messi no entiende de estas cosas. Entr¨® en el campo y se acab¨® la diplomacia. Jug¨® 15 minutos, no los 15 de la basura, sino un nuevo partido que Messi dict¨® con sus caracter¨ªsticas condiciones. Su electricidad reactiv¨® a la selecci¨®n argentina, que se vio obligada a seguir las directrices de un muchacho de 18 a?os. Son las cosas que tienen los genios.
A Messi se le ha bendecido como el sucesor de Maradona, empresa asfixiante para cualquiera. Quiz¨¢ tambi¨¦n para Messi, pero algo muy especial tiene este chico, que invita a los aficionados a alinearse con ¨¦l. Los argentinos, los hinchas del Bar?a, los aficionados en general. Se trata de una condici¨®n que s¨®lo adquieren las figuras de verdad, los indiscutibles. Se levant¨® Maradona, se levantaron los miles de argentinos que acudieron al estadio del Schalke y todos los aficionados atendieron con expectaci¨®n al ingreso de Messi. Comenzaba su primera actuaci¨®n en el Mundial.
Su impacto record¨® al del jovenc¨ªsimo Pel¨¦ en el Mundial de Suecia 58. Poco importa que el partido estuviera ganado. Messi est¨¢ por encima de esas contingencias. Su voluntad es otra: protagonizar cada encuentro, marcar la diferencia, establecerse como la pr¨®xima gran figura del f¨²tbol, saltarse las jerarqu¨ªas. Lo logr¨®. Y de paso comprometi¨® a Jos¨¦ P¨¦kerman, el seleccionador. Argentina hab¨ªa jugado bien, y en algunos momentos muy bien, ante Serbia. Se hab¨ªa asegurado la victoria, el pase a los octavos de final y la alineaci¨®n. No se toca lo que funciona, se suele decir en el f¨²tbol. El problema es que Argentina todav¨ªa funcion¨® mejor con Messi. A partir de ahora no ser¨¢ f¨¢cil justificar su ausencia en el equipo. No es posible con un futbolista que se ha instalado entre los mejores del mundo. El dilema de P¨¦kerman resulta fascinante.
Antes de Messi, Argentina hab¨ªa superado con facilidad a Serbia. Saviola fue el protagonista. Su estupendo partido tambi¨¦n conecta con Messi. Los dos a?adieron una velocidad nueva al equipo. Saviola levant¨® su cr¨¦dito con una actuaci¨®n brillante. Particip¨® en las jugadas de los tres primeros goles, todos magn¨ªficos. La obra cumbre surgi¨® en el segundo gol, un prodigio que reflej¨® lo que sucede cuando todo el equipo interpreta el juego de la misma manera. Empez¨® de forma aparentemente trivial, una sucesi¨®n de pases cortos entre pies argentinos hasta que la jugada cobr¨® una aceleraci¨®n fulgurante cuando la pelota lleg¨® a Saviola, que cambi¨® el ritmo de la acci¨®n y todos los dem¨¢s hicieron lo mismo. El repentino aceler¨®n se produjo a un toque, de Saviola a Riquelme, de Riquelme a Crespo, que control¨® y tacone¨® hacia su espalda, por donde lleg¨® libre Cambiasso, que revent¨® el bal¨®n contra la red. Una jugada maravillosa.
Argentina, que hab¨ªa deca¨ªdo tras su tempranero gol, se sinti¨® entonces tan c¨®moda que comenz¨® a jugar al ritmo de Riquelme. Jug¨® bien, con paciencia, con una autoridad insultante. Pero el partido no daba para m¨¢s. Empezaba a cobrar el aire mortecino de lo previsible. Ingres¨® T¨¦vez, que pareci¨® agarrotado. Ingres¨® Messi, que nunca se siente agarrotado. Y todo adquiri¨® una velocidad nueva, una profundidad impresionante. A un buen partido de Argentina le sucedi¨® ¨¦ste, todav¨ªa mejor, por sencilla que fuera la empresa. Lo hizo mejor Messi, que marc¨® un gol, enchuf¨® a todos y a todos mejor¨®, incluido T¨¦vez, que agradeci¨® m¨¢s que nadie la entrada del joven fen¨®meno. Argentina vol¨®, como los sue?os de sus aficionados, de todos los aficionados.
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