De Mesina a Berl¨ªn
Al final del "periodo de reflexi¨®n" 16 pa¨ªses, contando con Finlandia, habr¨¢n ratificado el Tratado Constitucional. Pero otros tres, o m¨¢s, no est¨¢n decididos a intentarlo. Y Francia y Holanda no van a re-votar el mismo texto ni despu¨¦s de sus pr¨®ximas elecciones. As¨ª, entre la dif¨ªcil ratificaci¨®n y la prematura revisi¨®n, el Consejo ha decidido que era urgente esperar.
Las instituciones seguir¨¢n funcionando normalmente en lo cotidiano. Pero los problemas de dimensi¨®n, legitimidad y eficacia de la Uni¨®n Europea pueden entrar en un c¨ªrculo vicioso que los retroalimente.
Por ello, no basta con dar tiempo al tiempo. El Tratado Constitucional no fue un capricho est¨¦tico de los que desean una visi¨®n global de la Europa pol¨ªtica. Surgi¨® del convencimiento de que el Tratado de Niza no ofrece una base viable para seguir el proceso de integraci¨®n europea.
A lo largo del "periodo de reflexi¨®n" hemos recibido de los ciudadanos muchos mensajes, a veces contradictorios. Y escuchado los mismos temores puestos de manifiesto durante los referendos en Francia y Holanda.
La globalizaci¨®n infunde temor. Con raz¨®n o sin ella, el 47% de los europeos la considera una amenaza. Las ampliaciones inquietan. La competencia internacional cuestiona los sistemas de protecci¨®n social. La inmigraci¨®n y el envejecimiento de la poblaci¨®n alteran las estructuras sociales. Las identidades nacionales se sienten amenazadas. Regiones cercanas muestran una inestabilidad peligrosa y la amenaza terrorista sigue presente.
?Cu¨¢l es el papel de Europa frente a estas inquietudes? Los europeos creen que Europa est¨¢ demasiado presente all¨ª donde no se la ve necesaria, o est¨¢ demasiado ausente all¨ª donde ser¨ªa m¨¢s ¨²til. Piden m¨¢s Europa, pero para resolver problemas para los que sus gobiernos no han querido darle competencias.
Los europeos perciben poco los beneficios globales de su Uni¨®n. Europa aparece menos por sus ventajas que por los problemas que plantea o las soluciones que no aporta. Una enorme tarea pedag¨®gica sigue siendo necesaria.
La ampliaci¨®n ha sido objeto de frecuente debate. ?Cu¨¢l es la "capacidad de absorci¨®n" de nuevos miembros, m¨¢s all¨¢ de los 27 que seremos con Rumania y Bulgaria? ?El l¨ªmite es psicol¨®gico o econ¨®mico? ?Est¨¢ en la mente o en el bolsillo? ?Es un problema de viabilidad operativa o de naturaleza del proyecto?Las ampliaciones, con todas sus dificultades, han sido el mayor logro estrat¨¦gico de la construcci¨®n europea. Han reforzado la estabilidad pol¨ªtica y la prosperidad econ¨®mica del continente europeo. Y han reunificado Europa por medios pac¨ªficos.
Pero tambi¨¦n han aumentado, y aumentar¨¢n, nuestra heterogeneidad. Europa es hoy un mundo en miniatura. Con diferencias de renta que van de 1 a 20. Y con historias diferentes que producen diferentes visiones del mundo y de la misma Europa.
Por ello, acuerdos basados en la unanimidad son cada vez m¨¢s dif¨ªciles. Con frecuencia acuerdos m¨ªnimos que generan m¨¢s frustraci¨®n que soluciones.Reglas de decisi¨®n inadaptadas al n¨²mero generan ineficacia. Y la ineficacia deslegitima. ?ste es el c¨ªrculo vicioso al que antes me refer¨ªa.
No es sensato seguir a?adiendo pisos a un edificio sin preocuparse por la solidez de sus cimientos. El Parlamento Europeo cree que con el marco institucional en vigor no es posible continuar el proceso de ampliaci¨®n. Raz¨®n de m¨¢s para salir del impasse constitucional. Y poder as¨ª cumplir con la perspectiva europea que hemos ofrecido a los Balcanes.
Para evitar que cada vez haya m¨¢s europeos pero cada vez menos Europa. Y para que la ampliaci¨®n no reduzca su ambici¨®n pol¨ªtica.
Ampliaci¨®n e integraci¨®n deben guardar un equilibrio complementario. Y hoy muchos europeos perciben el desequilibrio entre una dimensi¨®n que no cesa de aumentar, objetivos cada vez menos claros e instrumentos cada vez menos adaptados.
Por todo ello, hay que acompa?ar la reflexi¨®n con la acci¨®n. Primero, continuando el proceso de ratificaci¨®n. La unanimidad es necesaria pero no es lo mismo que sean s¨®lo dos, o m¨¢s o menos de cinco, los pa¨ªses que no hayan ratificado. Segundo, preservando el sistema institucional propuesto en el Tratado Constitucional. Ser¨¢ muy dif¨ªcilconstruir la unanimidad sobre otro diferente. Y tercero, desarrollar pol¨ªticas m¨¢s ambiciosas con los medios de los que disponemos.
Si los Estados miembros quieren, es posible hacer m¨¢s y mejor con los actuales Tratados. La "Europa de los proyectos" no es una alternativa a un proyecto para Europa, pero es necesario hacer m¨¢s perceptibles los efectos positivos de las pol¨ªticas europeas.
La insuficiente coordinaci¨®n de las pol¨ªticas econ¨®micas o de la cooperaci¨®n judicial y policial no son un problema t¨¦cnico ni institucional sino de falta de voluntad pol¨ªtica.
Lo mismo ocurre con la inmigraci¨®n. Si Europa quiere influir en la mundializaci¨®n, sobre todo en ?frica, he aqu¨ª la gran prioridad. Pero, siete a?os despu¨¦s de Tampere, s¨®lo hemos avanzado realmente en uno de los cuatro aspectos de una pol¨ªtica com¨²n de la inmigraci¨®n: la lucha contra la inmigraci¨®n ilegal.
En los otros tres: inmigraci¨®n legal, cooperaci¨®n con terceros pa¨ªses e integraci¨®n de los inmigrantes, hemos avanzado poco o nada. La regla de la unanimidad bloquea la toma de decisiones. Para avanzar hay que aplicar el voto por mayor¨ªa calificada en el Consejo y la codecisi¨®n con el Parlamento Europeo y ello es perfectamente posible con el actual Tratado.
El Tratado Constitucional preve¨ªa la comunitarizaci¨®n de la cooperaci¨®n policial y judicial. Pero los Tratados actuales ya permiten hacerlo. Esto significar¨ªa m¨¢s rapidez, m¨¢s eficacia y m¨¢s control democr¨¢tico.
La reciente sentencia del Tribunal de Justicia anulando, a iniciativa del Parlamento Europeo, una decisi¨®n del Consejo y de la Comisi¨®n sobre la transmisi¨®n a las autoridades americanas de los datos personales de los pasajeros a¨¦reos, se hubiera podido evitar si lo hubi¨¦ramos hecho antes.
Cualquier revisi¨®n que sea necesaria del Tratado Constitucional debe incorporar la dimensi¨®n parlamentaria. Europa no se seguir¨¢ construyendo sin sus ciudadanos, es decir sin una mayor implicaci¨®n de sus Parlamentos. Es una de las grandes lecciones de esta experiencia.
Esperemos haberla aprendido cuando se redacte la "Declaraci¨®n de Berl¨ªn" con la que el Consejo se propone celebrar medio siglo del Tratado de Roma, buscando la huella de los padres fundadores en la Declaraci¨®n de Mesina.
Ciertamente, Mesina, en 1955, fue el ant¨ªdoto del fracaso de la Comunidad Europea de Defensa. Pero Mesina no hablaba s¨®lo de un mercado com¨²n. Su relectura sorprende por la profundidad de su ambici¨®n pol¨ªtica.
Ya se propon¨ªa una pol¨ªtica com¨²n de energ¨ªa y armonizar las pol¨ªticas sociales, un tema hoy tab¨². Y reglas comunes sobre el tiempo de trabajo, acuerdo todav¨ªa imposible de lograr.
A la vista de esta realidad, no recordemos Mesina para decir menos entre m¨¢s. En Berl¨ªn, ?reafirmaremos los valores y objetivos de la Uni¨®n, que ya hemos definido en el Tratado Constitucional, o nos embarcaremos en una nueva y dif¨ªcil negociaci¨®n?
En los referendos el problema suele no ser el texto sino el contexto. Pero no utilicemos los contextos como pretextos. Porque cualesquiera que sean los textos sobre los que los europeos nos pongamos de acuerdo, s¨®lo tendr¨¢n valor por las convicciones compartidas que reflejen y por la voluntad pol¨ªtica de aplicarlos.
Josep Borrell Fontelles es presidente del Parlamento Europeo.
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