www.ararteko.net
Sin nada nuevo bajo el sol, la vida en nuestras democracias representativas transcurre en una c¨®moda apat¨ªa. Las elecciones parciales que se celebran a mitad de legislatura en el Congreso de Estados Unidos suelen contar con una participaci¨®n del 37-38% desde hace treinta a?os. En Euskadi, s¨®lo el 38,4% de los electores acudi¨® a votar el a?o pasado en el refer¨¦ndum sobre la Constituci¨®n Europea, aprobada en Espa?a con un m¨ªsero 42% de participaci¨®n. En Catalu?a, a pesar de haber recibido un tratamiento informativo de casus belli en una prensa nacional cada vez m¨¢s pegada a las l¨ªneas divisorias partidistas, el refer¨¦ndum estatutario se ha saldado con un pobre 49,41% de participaci¨®n. Nada nuevo bajo el sol, por tanto, seg¨²n ha dictado el veredicto de una sociedad cada vez m¨¢s alejada de las instituciones.
Compartimos los otros males de los sistemas parlamentarios: tedio, burocratizaci¨®n, p¨¦simo liderazgo
Su virtud es recordarnos los otros temas, las necesidades sociales sepultadas, y dar voz a quienes no la tienen
El modelo vasco de democracia, dividida, atormentada y asediada por ETA, ofrece datos de participaci¨®n elevados: 78,7% en las auton¨®micas de 2001 y 69% en las de 2005, una cifras respetables que no nos eximen de compartir casi todos los dem¨¢s males de los sistemas parlamentarios: burocratizaci¨®n, mediocridad, tedio, falta de imaginaci¨®n, mediatizaci¨®n, banalizaci¨®n, p¨¦simo liderazgo... Con dos honrosas excepciones en la era del tripartito de Ibarretxe: la Oficina de Atenci¨®n a las Victimas de Terrorismo de Maixabel Lasa y Txema Urkijo y la instituci¨®n del Ararteko y su actual responsable, I?igo Lamarca, quien hoy nos ocupa.
Guardo todav¨ªa las amables cartas del primer ocupante del cargo, Juan San Mart¨ªn (Ararteko de 1989 a 1995), en respuesta a mis insistentes quejas y llamadas de auxilio para salvar unos cuantos ¨¢rboles ante las inminentes obras de ensanchamiento de la calzada y mejora de una curva vizca¨ªna que anunciaba la prensa local, all¨¢ por los primeros noventa. M¨¢s tarde, su sucesor, Xabier Markiegi, y despu¨¦s Mertxe Ag¨²ndez, reforzaron el perfil de la instituci¨®n como la voz de la cordura y la sensibilidad ¨¦tica en el p¨¢ramo vasco de la sangre con declaraciones contundentes, limpias de los rodeos y de los "s¨ª, pero" tan habituales en los discursos sobre tolerancia y derechos humanos al uso en Euskadi.
El actual ararteko, I?igo Lamarca, ha demostrado con creces su pertenencia a esta noble estirpe de cargos institucionales no partidistas vascos. Su mensaje en contra de la violencia de ETA es cristalino, al igual que su compromiso con la cultura de los derechos humanos que preside el mandato de la instituci¨®n. En un art¨ªculo reciente publicado en el n¨²mero 61 de Bake Hitzak, la revista de la Coordinadora Gesto por la Paz, el ararteko nos animaba a que "regeneremos el tejido moral de la sociedad vasca y lo hagamos inmune a la violencia, y (?por qu¨¦ no so?ar cosas hermosas despu¨¦s de una pesadilla?) lo reconstruyamos en t¨¦rminos de vanguardia en defensa de los derechos humanos".
Sin embargo, una de las principales virtudes de la instituci¨®n del Defensor del Pueblo es la de recordarnos los otros temas, rescatando necesidades sociales reales sepultadas por las peleas insulsas y monotem¨¢ticas de gran parte (no toda) de la clase pol¨ªtica y dando voz a quienes no la tienen.
En el pasado, informes de la Oficina del Ararteko sobre la situaci¨®n en las c¨¢rceles vascas o el tratamiento a los extranjeros sacaron a la luz los rincones m¨¢s oscuros de nuestra sociedad. Ahora, el equipo de Lamarca ha hecho lo propio con el informe sobre personas sin hogar y en exclusi¨®n grave que acaba de presentar al Parlamento vasco (todos ellos en www.ararteko.net).
El documento ha destapado las insuficiencias de los servicios para indigentes y la falta de coordinaci¨®n entre los diferentes organismos p¨²blicos y privados que atendieron a m¨¢s de 1.800 sin techo en 2005 en la comunidad aut¨®noma, la mitad de los cuales era inmigrante (la otra mitad paisanos, por tanto), dos de cada diez con estudios superiores, con una media de edad cada vez m¨¢s joven. Un informe del Instituto Nacional de Estad¨ªstica del a?o pasado destacaba la juventud de las personas sin hogar en Espa?a, con una edad media de 38 a?os, quienes sobreviven con 300 euros al mes de media.
Seg¨²n el informe del Ararteko, "la vivienda es una necesidad a la que dif¨ªcilmente, en la situaci¨®n actual, van a poder acceder de una manera aut¨®noma las personas que se encuentran en situaci¨®n de exclusi¨®n, por su elevado precio, los prejuicios sociales que impiden su alquiler a determinados grupos ¨¦tnicos, la exigencia de avales y garant¨ªas para su compra o uso (...)". Por la cotidianidad y la normalidad con la que hemos asumido la presencia de personas sin hogar en nuestras calles, no tener un techo fijo bajo el que dormir aparece como uno de los m¨¢s sangrantes atentados contra la dignidad de las personas en esta sociedad de la opulencia.
La combinaci¨®n de juventud, precariedad laboral y falta de acceso a la vivienda se ha convertido en un foco potencial de exclusi¨®n social evidente, sin visos de mejora si tenemos en cuenta algunos datos recogidos por el Consejo de la Juventud de Espa?a: s¨®lo el 41% de los espa?oles menores de 34 a?os est¨¢ emancipado, y los j¨®venes en general necesitan dedicar el 55,2% de sus (paup¨¦rrimos) salarios a la compra de una casa, el 70% si hablamos de menores de 25 a?os y el 68,5% de media en el caso de la comunidad aut¨®noma (siete de cada 10).
Con su informe, el Ararteko conecta el prestigio y el rigor de la instituci¨®n que preside con el grito que daban los j¨®venes que hace dos meses se manifestaron espont¨¢neamente en varias ciudades vascas y espa?olas en demanda de vivienda digna, y que, seguro, comparten los ciudadanos sin techo que pueblan, silenciosos, nuestras calles: "Por favor, un nidito de amor".
Borja Bergareche es abogado.
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