El Gobierno espa?ol mira ya al poscastrismo
Espa?a promueve en Cuba una transici¨®n pac¨ªfica sin dar protagonismo al exilio
Nosotros no tenemos una hoja de ruta, como la de Estados Unidos, ni la queremos tampoco. Para Espa?a, el que tiene que decidir es el pueblo cubano", responde un diplom¨¢tico con competencias sobre las relaciones con Cuba, cuando se le pregunta por lo que est¨¢ haciendo el Gobierno frente al "desenlace fisiol¨®gico" del r¨¦gimen de Castro. Y es cierto que el Ejecutivo de Rodr¨ªguez Zapatero no ha colgado en Internet una exposici¨®n de objetivos ni condiciones para ese proceso, como ha hecho el de Bush; ni ha designado un alto cargo para administrarlo, como el estadounidense Coordinador de la Transici¨®n en Cuba, Caleb McCarry.
Pero de ah¨ª a decir que Espa?a sea un observador pasivo de la transici¨®n cubana va un gran trecho. En Madrid se considera que la sucesi¨®n de Castro ya est¨¢ abierta. "Los propios dirigentes cubanos, notoriamente el vicepresidente, Ra¨²l Castro, y el ministro de Exteriores, Felipe P¨¦rez Roque, ¨¦ste en la ¨²ltima asamblea del partido, han hablado sin tapujos del poscastrismo", se?ala una fuente autorizada de Exteriores.
El Gobierno estudia los medios y alternativas de apoyo a la democracia, a trav¨¦s de sus relaciones con el r¨¦gimen y de sus contactos con la oposici¨®n
La diplomacia espa?ola cultiva especialmente a Ra¨²l Castro y a P¨¦rez Roque, que son claves en el proceso que se abrir¨¢ con la salida del viejo l¨ªder
Todo el esfuerzo asumido en la Uni¨®n Europea para flexibilizar una posici¨®n com¨²n que s¨®lo condujo a neutralizar a los embajadores en La Habana se ha explicado de modo oficial, precisamente, por la necesidad de mantener abiertos los canales de comunicaci¨®n con las autoridades cubanas, sin perder los de la oposici¨®n, cuando existe la posibilidad de que los acontecimientos se aceleren en cualquier momento.
La diplomacia espa?ola cultiva especialmente a las dos personalidades citadas, que son vistas como centrales, y quiz¨¢ alternativas, en el proceso que se abrir¨¢ tras la desaparici¨®n del viejo l¨ªder cubano. P¨¦rez Roque podr¨ªa ser el timonel de la nueva etapa si Ra¨²l Castro, el hombre del aparato militar, falleciera antes del tr¨¢nsito o fuera apartado del proceso por su propio hermano.
Las visitas de altos cargos del r¨¦gimen cubano a Espa?a son m¨¢s frecuentes de lo que informan los medios, y cada escala suele implicar una entrevista con representantes del Gobierno. El mensaje que se le transmite ha sido explicado al Parlamento por el ministro de Exteriores, Miguel ?ngel Moratinos: Espa?a quiere para Cuba un futuro de democracia y pluralismo, pero tambi¨¦n de reformas, sin convulsiones ni estallidos de violencia que hagan m¨¢s dif¨ªcil la transici¨®n.
El Gobierno estudia, en consecuencia, los medios y alternativas para realizar la pol¨ªtica de apoyo a la democracia, a trav¨¦s de sus relaciones con el r¨¦gimen y de sus contactos con la oposici¨®n.
Al menos en este segundo campo, hay una l¨ªnea de continuidad con la actuaci¨®n del Gobierno precedente, que se concreta en el rechazo expl¨ªcito de que el proceso sea protagonizado por el exilio. Aznar manifest¨® abiertamente su preferencia por el Proyecto Varela, del disidente Oswaldo Pay¨¢. El Ejecutivo actual promueve un enfoque m¨¢s ecl¨¦ctico y trata de ampliar sus influencias a otros disidentes internos, como el ex comandante de la revoluci¨®n Eloy Guti¨¦rrez Menoyo, o Marta Beatriz Roque, la veterana opositora que, tras ser liberada hace dos a?os, en buena medida gracias a gestiones espa?olas, logr¨® organizar en su casa la primera gran concentraci¨®n de organizaciones de disidentes.
Una tercera pata se apoya en las relaciones con EE UU. Pese a las dificultades que han conocido en los dos ¨²ltimos a?os, el actual Gobierno destac¨® siempre Am¨¦rica Latina como una zona preferente en la que coordinar su pol¨ªtica con Washington. Tales intentos, que tuvieron alg¨²n ¨¦xito durante los sucesos de Ecuador y en las primeras fases de la crisis boliviana, cobran m¨¢s sentido ahora que Moratinos y Rice se muestran cordiales en p¨²blico y las relaciones han quedado normalizadas oficialmente.
Cuba sigue siendo, por supuesto, un punto claro de divergencia, ya que Washington impone la presi¨®n donde Madrid trata de mantener abierto el di¨¢logo. EE UU prioriza las indemnizaciones para los expropiados por la revoluci¨®n. Espa?a tiende a pensar que el ¨¦xito de la transici¨®n est¨¢ por encima de estos intereses. Pero la diplomacia espa?ola es consciente de que la transici¨®n cubana necesitar¨¢ de un apoyo internacional, en el que EE UU tendr¨¢ un papel relevante, junto a los grandes pa¨ªses de la regi¨®n, como M¨¦xico.
En coherencia con sus propios postulados, el Gobierno espa?ol tendr¨¢ que esforzarse por moderar la intervenci¨®n estadounidense en el proceso, y para ello puede contar con los oficios de personalidades como Mel Mart¨ªnez, el ex ministro de Urbanismo de Bush que hoy copreside el Consejo Espa?a-EE UU. Mart¨ªnez ha mostrado cierta apertura al enfoque espa?ol de no cortar los puentes.
?stas son algunas de las cartas que empiezan a insinuarse, aunque su efectividad y posibilidades no se ver¨¢n hasta que comience realmente el juego. Entretanto, las relaciones hispano-cubanas se mantienen en un nivel discreto, y ning¨²n director general espa?ol ha visitado todav¨ªa la isla. "Har¨ªa falta una liberaci¨®n importante de presos, quiz¨¢ con ocasi¨®n del 80? cumplea?os de Castro -el 13 de agosto-, el compromiso de reabrir la Casa de Espa?a en La Habana y la apertura del prometido di¨¢logo con la UE sobre derechos humanos para que Moratinos visite Cuba", dice un funcionario de Exteriores.
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