Las dudas del golpista Franco
El general no se decidi¨® a sumarse a la sublevaci¨®n hasta el asesinato de Calvo Sotelo
Despu¨¦s de su intento sibilino durante la crisis del 17 al 19 de febrero de 1936 de impedir que el resultado de las elecciones no resultara en un Gobierno de izquierdas, no era de sorprender que cuando Manuel Aza?a volvi¨® a ocupar la presidencia del Gobierno, Franco fuera reemplazado como jefe del Estado Mayor. Fue enviado a las islas Canarias como comandante general, un destino casi tan importante como una regi¨®n militar peninsular, pero lo percibi¨® como una degradaci¨®n y como un nuevo desaire por parte de Aza?a. Antes de partir a Canarias, Franco se reuni¨® con Mola, Varela, Fanjul, Orgaz y otros oficiales disidentes. Acordaron que un golpe era necesario, que el general Sanjurjo deb¨ªa encabezarlo y que los preparativos del golpe los dirigiese Mola, pero Franco no asumi¨® ning¨²n compromiso concreto.
Una vez en Las Palmas, rodeado de la hostilidad de la izquierda local, que le ve¨ªa como el carnicero de Asturias, Franco se puso a trabajar en las defensas de las islas y en las medidas para aplastar disturbios de orden p¨²blico. No participaba activamente en los planes del golpe. En cambio, se present¨® como candidato a las Cortes en las elecciones repetidas que tuvieron lugar en Cuenca. Parece que quer¨ªa tener una posici¨®n segura en la vida civil desde donde aguardar los acontecimientos. Llegado el momento, su deseo de conseguir la inmunidad de un acta fue vano, pues no pudieron presentarse m¨¢s que los candidatos que hab¨ªan estado incluidos en las listas de las elecciones originales.
Franco no era nada entusiasta respecto a la conspiraci¨®n, y coment¨® a Luis Orgaz, eterno optimista, que el levantamiento ser¨ªa "sumamente dif¨ªcil y muy sangriento". A finales de mayo, Gil Robles se quej¨® de que Franco hab¨ªa rehusado encabezar el golpe, diciendo que "ni toda el agua del Manzanares borrar¨ªa la mancha de semejante movimiento". Franco segu¨ªa teniendo muy presente el fracaso de la Sanjurjada de 1932, pero su cautela mermaba la paciencia de sus amigos africanistas. El 30 de mayo, Goded envi¨® un mensajero a Canarias para comunicarle que hab¨ªa llegado el momento de abandonar la prudencia y tomar una decisi¨®n. El coronel Yag¨¹e coment¨® que le resultaba desesperante la mezquina prudencia de Franco y su negativa a asumir riesgos. Como hab¨ªa mostrado su candidatura en Cuenca, la principal preocupaci¨®n de Franco era cubrir su propia retirada en caso de que el golpe fallase.
El mayor indicio de la ambig¨¹edad de Franco fue la curiosa carta que le escribi¨® el 23 de junio al presidente del Gobierno, Santiago Casares Quiroga. Insinuaba al mismo tiempo que el Ej¨¦rcito era hostil a la Rep¨²blica y que ser¨ªa leal si se lo trataba adecuadamente. Haciendo hincapi¨¦ en los problemas de orden p¨²blico, inst¨® a Casares a buscar el consejo de generales que, "exentos de pasiones pol¨ªticas", palpaban los sentimientos del Ej¨¦rcito. Franco no mencion¨® su propio nombre, pero era evidente que se refer¨ªa a s¨ª mismo. Insinuaba que, para que poner fin a las conspiraciones, Casares simplemente ten¨ªa que darle el mando supremo. Franco hubiese preferido restaurar el orden con el respaldo legal del Gobierno que arriesgarlo todo en un golpe. Sin duda, la falta de contestaci¨®n de Casares le inclinaba a optar finalmente por la rebeli¨®n.
Sin embargo, siempre deseoso de estar en el lado ganador sin asumir riesgos, Franco segu¨ªa manteniendo la distancia con los conspiradores. Unos d¨ªas despu¨¦s de escribir a Casares se hizo el reparto de funciones entre los conspiradores. Franco fue destinado al mando de la sublevaci¨®n en Marruecos, donde, por haber sido jefe de la Legi¨®n, contaba con la lealtad del ej¨¦rcito colonial, crucial para el ¨¦xito del golpe. Pese a todo, a comienzos del verano de 1936, segu¨ªa vacilando. Calvo Sotelo abordaba a Serrano Su?er en los pasillos de las Cortes para preguntarle con impaciencia: "?Qu¨¦ le pasa a tu cu?ado? ?Qu¨¦ hace? ?No se da cuenta de lo que se est¨¢ tramando?". Los frustrados camaradas de Franco le apodaron Miss Islas Canarias 1936. Sanjurjo coment¨®: "Franco no har¨¢ nada que le comprometa; estar¨¢ siempre en la sombra porque es un cuco", y afirm¨® que el levantamiento ir¨ªa adelante "con o sin Franquito". Las dudas de Franco indignaban a Mola o Sanjurjo, no s¨®lo por las dificultades de tener que obrar en torno a un factor dudoso, sino tambi¨¦n porque se daban cuenta de que su decisi¨®n influir¨ªa en otros muchos indecisos. Seg¨²n la instrucci¨®n de Mola sobre Marruecos, Yag¨¹e dirigir¨ªa las fuerzas rebeldes hasta la llegada de "un general de prestigio". Yag¨¹e le escribi¨® para asegurarse de que ¨¦ste fuera ¨¦l y hab¨ªa planeado con Francisco Herrera, enlace entre los conspiradores de Espa?a y los de Marruecos, presentar a Franco con el fait accompli de un avi¨®n para trasladarle a Marruecos. Mola acept¨® la idea, a pesar de las dificultades que implicaba conseguir un avi¨®n en tan corto plazo, aunque todav¨ªa dudaba respecto a la eventual participaci¨®n de Franco en el levantamiento.
Herrera iba a Biarritz el 4 de julio, se entrevist¨® con Juan March, quien ofreci¨® el dinero necesario. El marqu¨¦s de Luca de Tena, propietario del peri¨®dico Abc, telefone¨® a Luis Bol¨ªn, su corresponsal en Inglaterra, y le dio instrucciones para que alquilara un avi¨®n. Bol¨ªn, a su vez, telefone¨® al inventor aeron¨¢utico espa?ol, Juan de la Cierva, que viv¨ªa en Londres. Por recomendaci¨®n de De la Cierva, buen conocedor de la aviaci¨®n privada inglesa, Bol¨ªn alquil¨® un bimotor Havilland Dragon Rapide al Olley Air Services de Croydon. El avi¨®n despeg¨® a primera hora de la ma?ana del d¨ªa 11 de julio y lleg¨® a Casablanca al d¨ªa siguiente despu¨¦s de escalas en Portugal. Franco todav¨ªa dudaba. El mismo d¨ªa en que el Dragon Rapide lleg¨® a Casablanca, Franco envi¨® un mensaje en clave a Kindel¨¢n en Madrid para que a su vez ¨¦ste se lo transmitiese a Mola. Dec¨ªa "geograf¨ªa poco extensa" y significaba que se negaba a unirse al levantamiento alegando que las circunstancias no eran lo suficientemente favorables. Kindel¨¢n recibi¨® el mensaje el 13 de julio, y Mola, un d¨ªa despu¨¦s en Pamplona. Encolerizado, Mola mand¨® que el piloto Juan Antonio Ansaldo llevase a Sanjurjo a Marruecos para hacer el trabajo de Franco e inform¨® a los conspiradores de Madrid de que no se contaba con Franco. Sin embargo, dos d¨ªas m¨¢s tarde, lleg¨® otro mensaje que dec¨ªa que Franco estaba con ellos. El asesinato de Calvo Sotelo el 13 de julio le hab¨ªa hecho volver a cambiar de postura.
El asesinato ayud¨® a muchos indecisos a adoptar una posici¨®n, entre ellos a Franco. Cuando conoci¨® la noticia, a ¨²ltima hora de la ma?ana del d¨ªa 13 de julio, exclam¨® ante el mensajero, el coronel Gonz¨¢lez Peral: "La patria ya cuenta con otro m¨¢rtir. No se puede esperar m¨¢s. ?Es la se?al!". Poco despu¨¦s envi¨® un telegrama a Mola. A ¨²ltima hora de la tarde, Franco hizo gestiones para mandar a su esposa y a su hija a Francia. La decisi¨®n era lo suficientemente trascendental como para provocar en ¨¦l dudas agonizantes, como puede verse en las precauciones que tom¨® para la seguridad de su mujer y de su hija. Sin embargo, Franco hab¨ªa tomado una decisi¨®n, el Dragon Rapide estaba de camino y ¨¦l era ahora un golpista.
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