Ni de amor ni de guerra

La corrida de Adolfo Mart¨ªn no fue una pel¨ªcula de terror; tampoco de amor. Se esperaba una guerra, al menos se intu¨ªa emoci¨®n y ni mucho menos fue as¨ª. Por no tener, no tuvo ni presencia. En todo caso, se taparon por la asaltillada cara que presentaron algunos: serios de pitones pero de tipo escurrido y pobre. Del lote de Liria, el primero ni tuvo clase ni peligro. Vac¨ªo de todo. El cuarto no puso nada y le cost¨® tomar la muleta. Liria lidi¨® sobrio a uno y se meti¨® con oficio y veteran¨ªa en el otro. Luis Vilches apost¨® por la pureza. Generosa postura no aceptada por sus dos toros. El segundo protest¨® en la muleta y desarroll¨® a mal. El quinto fue cansino y soso. Vilches siempre anduvo por encima de los dos.

El tercero se qued¨® a mitad de camino a la hora de tomar la muleta y Sergio Mart¨ªnez tambi¨¦n. Justo de t¨¦cnica e inseguro, casi acab¨® por perder los papeles. El sexto, el toro de mayor alzada de la corrida, c¨®modo de cabeza, dej¨® mejor nota en varas. Le castigaron con fuerza en ese primer tercio y lo acus¨® en la muleta. Tras un caos en banderillas, Mart¨ªnez, entre muchas dudas, no se decidi¨® y ech¨® las cartas muy pronto.