Benjamin, el reportero filos¨®fico
Si quisi¨¦ramos hacer una analog¨ªa, podr¨ªamos decir que Walter Benjamin es a la filosof¨ªa contempor¨¢nea algo parecido a lo que Franz Kafka es a la literatura moderna. Este ¨²ltimo, con toda su singularidad y lo desconcertante de su estilo, ha escrito algunas p¨¢ginas -como las de La metamorfosis y El proceso o las de muchos de sus relatos breves, como En la colonia penitenciaria o Informe para una academia- que se han venido repitiendo como referencias privilegiadas de nuestra cultura desde que se hicieron p¨²blicas, porque han logrado alcanzar alguna fibra profunda y vital del tiempo presente; y asimismo hay art¨ªculos de Benjamin -el fragmento dedicado al Angelus Novus de P. Klee o sus ensayos sobre Baudelaire, sobre el Par¨ªs del siglo XIX o sobre La obra de arte en la ¨¦poca de su reproductibilidad t¨¦cnica- que, en no menor medida que esos textos del jud¨ªo de Praga, se han convertido en "obras de culto" en la literatura intelectual contempor¨¢nea de toda condici¨®n, insustituibles a la hora de describir ciertos fen¨®menos esenciales de nuestro mundo. De Kafka podr¨ªa reconocerse que, aunque no tiene la envergadura ¨¦pica de un Thomas Mann o la ambici¨®n de un Robert Musil, y aunque nos ha legado una obra fragmentaria y parcialmente inacabada, tiene sin embargo algo de lo que se dir¨ªa que esos otros carecen, una suerte de afilada agudeza intelectual, de misteriosa ingenuidad o de capacidad para mirar las cosas en toda su extra?eza que hace a sus textos a la vez imprescindibles para nuestra propia comprensi¨®n de lo moderno e inequ¨ªvocamente conectados con la tradici¨®n m¨¢s potente de nuestras letras. Tampoco Benjamin, cuya obra es igualmente fragmentaria, incompleta y heterog¨¦nea, tiene la complexi¨®n sistem¨¢tica de Max Weber o la pretensi¨®n de Adorno, pero no puede ocultarse que el jud¨ªo de Berl¨ªn tambi¨¦n posee una rara cualidad como escritor y ensayista en el sentido m¨¢s honroso del t¨¦rmino, una prodigiosa capacidad de acertar y una exquisita sensibilidad para detectar las novedades. Y ambos tienen en com¨²n el ser inclasificables. Por ejemplo, cada vez que intentamos adscribir a Benjamin al marxismo o integrarlo en el complejo de la "Teor¨ªa Cr¨ªtica" patrocinada por la Escuela de Francfort, nos olvidamos de las especiales resonancias que en sus trabajos adquieren vocablos como "dial¨¦ctica" o "materialismo hist¨®rico"; cuando intentamos explicar sus rasgos literarios a la luz de la tradici¨®n m¨ªstica del juda¨ªsmo, nos asalta su esp¨ªritu burl¨®n y heterodoxo de coleccionista de im¨¢genes de la po¨¦tica canallesca del capitalismo. Ahora bien, hay un punto en el cual el lector patrio se arriesga a confundir el car¨¢cter inacabado, problem¨¢tico y m¨²ltiple de la escritura de Benjamin con el modo err¨¢tico, catastr¨®fico y desmochado que ha seguido en Espa?a la pol¨ªtica editorial relativa a ella. Por eso es de celebrar la iniciativa de editorial Abada, que promete reunir sus obras en una colecci¨®n que ponga coto a tal dispersi¨®n.
OBRAS: LIBRO I (Volumen 1)
Walter Benjamin
Edici¨®n de R. Tiedemann y H. Schwppenh?user con la colaboraci¨®n de Adorno y Scholem.
Edici¨®n espa?ola a cargo de Juan Barja, F¨¦lix Duque y Fernando Guerrero Traducci¨®n de A. Brotons
Abada. Madrid, 2006
459 p¨¢ginas. 37 euros
El volumen que inicia esta
edici¨®n nos presenta tres textos de Benjamin: El concepto de cr¨ªtica de arte en el romanticismo alem¨¢n, 'Las afinidades electivas' de Goethe y El origen del 'Trauerspiel' alem¨¢n. Tres textos en los cuales, pese a las autolimitaciones impuestas por el g¨¦nero, Benjamin fragua un estilo de reflexi¨®n sobre la literatura y la cultura que asume una herencia cultural inmensa -que no dej¨® nunca de llevar sobre sus espaldas, incluso en los momentos en que su pensamiento puede parecer m¨¢s liviano o m¨¢s audaz- al tiempo que observa con perspicacia a su alrededor y se cuestiona el modo de continuar en el presente ese uso intelectual tan arraigado en el esp¨ªritu europeo que apenas se resume con el humilde vocablo cr¨ªtica. A pesar de que la peripecia biogr¨¢fica de Benjamin pudiera parecer a primera vista jalonada de fracasos personales -que muy a menudo se debieron a la adversidad de las circunstancias y a la originalidad de sus planteamientos, pero que tambi¨¦n se relacionan a menudo con su car¨¢cter dubitativo e indeciso-, tales dificultades son un testimonio de que estaba inventando una nueva figura intelectual, una suerte de "reportero filos¨®fico" especialmente adecuado a los tiempos que nos toca vivir y dif¨ªcil de mantener en los que a ¨¦l le cayeron en suerte, un tipo de escritor al mismo tiempo in¨¦dito y cl¨¢sico. Y, como alguien ha dicho, nunca se inventa si no es urgido por una necesidad acuciante: Benjamin tuvo que sacarse de la manga (de la intrincada manga de la larga herencia que soportaba) un modo distinto de ser intelectual porque aquel que a¨²n subsist¨ªa en su juventud ya se hab¨ªa desfasado cuando irrumpi¨® el siglo XX. Conoc¨ªa como pocos la historia cultural europea. Despreciaba como muy pocos la ciega adoraci¨®n del futuro que rige el concepto m¨¢s vac¨ªo e ideol¨®gicamente desgastado de "progreso" en cuyo nombre se quiere acallar el dolor de las v¨ªctimas de la historia. Retrat¨® como nadie la est¨¦tica desarraigada y desastrada de la vida industrial, cuyas ilusiones y desdichas comparti¨® hasta el final. Capt¨® antes que muchos las se?as distintivas de las nuevas guerras, de las formas de colectividad social contempor¨¢neas (la estetizaci¨®n de la pol¨ªtica y la politizaci¨®n de la est¨¦tica), la naturaleza de los nuevos medios de difusi¨®n y de las artes de masas. Y fue de los primeros en atisbar el tejido de la ciudad como un mensaje cuyo desciframiento es una forma de habitar el entorno urbano. Supo mejor y m¨¢s pronto que otros que viv¨ªa en un tiempo en que el estudioso no pod¨ªa optar entre el modelo de Montaigne y el de Descartes, un tiempo en el cual se exig¨ªa tanta claridad como sutileza para orientarse entre los nuevos fantasmas emanados de la atm¨®sfera obsesiva de las mercanc¨ªas. "Nos hemos hecho pobres", escrib¨ªa en 1933, "hemos ido entregando una porci¨®n tras otra de la herencia de la humanidad, con frecuencia teniendo que dejarla en la casa de empe?o por cien veces menos que su valor para que nos adelanten la calderilla de lo actual". La crisis econ¨®mica est¨¢ a las puertas y tras ella, como una sombra, la guerra inminente. Aguantar es hoy cosa de los pocos poderosos... Los dem¨¢s, en cambio, tienen que arregl¨¢rselas partiendo de cero y con muy poco... Se preparan para sobrevivir, si es preciso, a la cultura". ?l no se pudo contar en el n¨²mero de los supervivientes (tambi¨¦n en esto como Kafka, apenas super¨® los cuarenta). Nosotros, s¨ª. Hemos sobrevivido a la cultura. Somos, lo sepamos o no, lo queramos o no, nos guste o no, los nuevos b¨¢rbaros que Benjamin anunciaba. Esto es, probablemente, lo que convierte su lectura en algo de lo que no podemos privarnos.
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